El poeta brasileño Haroldo de Campos (São Paulo, 1929-2003) fue el creador, a mediados del siglo XX, junto a su hermano Augusto y a Décio Pignatari, del que puede ser considerado como el último gran movimiento vanguardista de la poesía latinoamericana: la “Poesía Concreta”. Como buenos escritores beligerantes que buscaban romper con los moldes impuestos por una mal entendida tradición (a saber: un cuerpo de obras leído como algo no dinámico, estricto y canónico en el peor de los sentidos) escribieron manifiestos y proclamas, llamaron a sus colegas escritores para reunirse y discutir, y propagaron sus creencias en los más diversos medios de Brasil y del mundo. Haroldo, Augusto y Décio (la crítica en lengua portuguesa, incluso la más académica, tiene la hermosa costumbre de referirse a los escritores por su nombre con prescindencia del apellido) extremaron las búsquedas de sus abuelos de las primeras décadas del siglo XX, ampliando su escrutinio del lenguaje hacia el espacio “concreto” de la página y, más aún, lo llevaron al cine, la música, el arte pictórico e, incluso, los slogans publicitarios. La poesía concreta animó de una forma no vista hasta ese momento el concepto de extrañamiento del lenguaje: entre el símbolo archiconocido de “Coca-Cola” y las palabras “Coma-Caca” escritas con la misma tipografía y colores que la propaganda que todos hemos visto, no hay tan sólo una boutade pseudo dadaísta que en los años 50 hubiera nacido ya vieja: lo que hay es un llamado de atención sobre la materialidad del verbo, sobre un aspecto del mismo que podemos casi tocar (¡hacer más concreto!). Muy a propósito vienen estas palabras de Décio, publicadas en el Jornal de São Paulo en febrero de 1950: “Todo poema auténtico es una aventura — una aventura planificada. Un poema no quiere decir esto ni aquello, sino que se dice a sí mismo, es idéntico a sí mismo y a desemejanza de su autor, en el sentido del mito conocido de los mortales que fueron amados por diosas inmortales y por eso sacrificados. En cada poema se ingresa y se es expulsado del paraíso. Un poema es hecho de palabras y silencios. Un poema es difícil. Adán. Sísifo. Orfeo”. Reconocemos aquí tanto los viejos mitos que han alimentado a los poetas de todas las edades como las ideas Mallarmé y la teoría desarrollada por el Círculo de Praga (un grupo de pensadores caro a los brasileños), pero no percibimos mera repetición: el afán de la poesía concreta es hacer de las palabras un elemento que contribuya al mejor nombramiento de la realidad en diálogo con la imaginación. La gracia de su juego es que lo ejecutaron de la mejor manera posible.
De este grupo de hermanos y amigos, el más reconocido internacionalmente fue Haroldo. Sus múltiples actividades lo llevaron, además de escribir poesía, a desplegar una vasta carrera de ensayista y traductor del alemán, del chino, del castellano y del inglés al portugués, poniendo a la lengua de Camões y Pessoa en un lugar destacado del mapa de la poesía contemporánea. Haroldo no traducía, sino que, según sus propias palabras, “transcreaba”. Fueron los poetas concretos los que, como buenos admiradores de Ezra Pound, elevaron en América Latina la actividad de traductor a la categoría de creador, porque entre ambos oficios no hay diferencias. El ejemplo más citado al respecto es la traducción que Haroldo hiciera de Blanco, el gran poema de Octavio Paz. No es de extrañar tampoco que, aparte de Pound, uno de los modelos que el brasileño siguiera con mayor fidelidad a lo largo de su vida fuera Hölderlin, el “escandaloso” traductor de tragedias griegas al alemán, el poeta que hizo de la demencia un signo de lo sagrado. Los poemas de Haroldo son complejos mecanismos verbales donde hay un ritmo equivalente a las composiciones de Schoenberg y John Cage, a la vez que recrean los más diversos mitos de la cultura occidental; en ellos, el “ajedrez de estrellas” y el del poema juegan en el espacio de la página su más radical partida. Sus meditaciones sobre el movimiento de los pájaros, por ejemplo, recuerdan los mejores poemas de Wallace Stevens, poeta que sin duda fue parte de sus frecuentaciones de lector.
En mi opinión, no es en lo absoluto extraño que este último gran movimiento vanguardista nuestro haya nacido en Brasil. Poseedora de un falso halo de “atraso” con respecto a su contraparte de lengua castellana, la literatura de ese país ha sido, por el contrario, una especie adelantada en el reino de las letras continentales. Mientras los novelistas decimonónicos de Chile, Argentina y México se debatían entre el realismo y el naturalismo, Brasil tenía a Machado de Assis, ese gran precursor de escritores como Vargas Llosa, García Márquez e, incluso, Julio Cortázar y Felisberto Hernández. Mientras el argentino Ricardo Güiraldes se proponía retratar lo más fielmente posible al gaucho y el chileno Alberto Blest Gana soñaba con equipararse a su ídolo Balzac en un altillo de París, el brasileño Mário de Andrade, en una hacienda de Araraquara, al interior del estado de São Paulo, escribía febrilmente su novela Macunaíma, cuyos logros son sólo comparables a los de Joyce. Natural resultó, entonces, que en la urbe más grande de Sudamérica un trío de poetas se propusiera, como si se tratara de un rito iniciático, renovar el lenguaje de la poesía. ¿El resultado de la tarea? Sólo la lectura de los poemas puede darnos una respuesta. Esos textos aún nos plantean desafíos al decir su soliloquio febril o calmado en la morada del tiempo.
Berkeley, California, noviembre 2004.
Haroldo de Campos: Poemas
(Selección y transcreación: Marcelo Pellegrini)
Loa del gran rey
Para tu gaudio, oh Rey,
A las puertas del dominio,
Donde jamás te contemplé,
De piedra dura y pez dormido
Esta pirámide erguiré.
Vendrán soldados. Y un obrero
-Para tu gaudio venido, oh Rey-
Habrá de cubrirla con la piel
Que del cuerpo despojé.
Mis huesos como estrigas
(Pues amarga es tu ley)
En guirnaldas, en guirnaldas,
En guirnaldas dispondré.
Llama entonces a las bailarinas
Erije el cetro. Hiere la grey.
He aquí en la pirámide la víctima:
Rosa muerta al ras del sueño,
Para tu gaudio, oh Rey.
(De Xadrez de estrelas)
Rito de otoño
En el mes propicio las vírgenes babilónicas
Tejen guirnaldas en loor de Ishtar.
Mira sus rostros rodeando el templo,
Cortezas de liz en la lápida del altar.
Tu flor, señora, de lilas y alcohol,
La dispersabas por el boulevard.
Toros alados crecen en el camino:
¡Teje guirnaldas para el mes de Ishtar!
Thammuz es el tiempo. Las vírgenes babilónicas
Esperan siempre, sin jamás renunciar.
Tiré monedas sobre tus rodillas,
Lilas y alcohol. Tu flor. Ishtar.
(De Xadrez de estrelas)
Lamento sobre el lago de Nemi
El azar es un bailarín desnudo entre los alfanjes.
En la playa, más allá del rostro, la corola de las manos.
Llama a tu enemigo. El azar es un bailarin.
Reúne a sus herederos y proclama el Talión.
La virgen que encontré coronada de ramúnculos
No era –así lo quiso- la virgen que encontré.
El azar es un bailarín: teme a sus alfanjes.
Mañana seré muerto, pero ahora soy rey.
Desnudo, entre los alfanjes, coronado de ramúnculos,
Llama a tu enemigo y a la virgen que encontré.
En la playa, más allá del rostro, yo ahora estoy muerto.
El azar es un bailarín. Mañana serás rey.
(De Xadrez de estrelas)
Teoría y práctica del poema
I
Pájaros de plata, el Poema
ilustra la teoría de su vuelo.
Filomela de azul metamorfoseado,
mensurado geómetra
el Poema se medita
como un círculo se medita en su centro
como los rayos del círculo lo meditan
fulcro de cristal del movimiento.
II
Un pájaro se imita a cada vuelo
zénit de marfil donde el crispado
anhelo se arbitra
sobre las líneas de fuerza del momento.
Un pájaro se conoce en su vuelo,
espejo de sí mismo, órbita
madura,
tiempo alcanzado sobre el Tiempo.
III
Ecuánime, el Poema se ignora.
Leopardo apoderándose en el salto,
¿qué es de la presa, pluma de sonido,
evasiva
gacela de los sentidos?
El Poema se propone: sistema
de premisas rencorosas
evolución de figuras contra el viento
ajedrez de estrellas. Salamandra de incendios
que provoca, ileso dura,
Sol puesto en su centro.
IV
¿Y cómo está hecho? ¿Qué teoría
rige los espacios de su vuelo?
¿Qué lastres lo retienen? ¿Qué pesos
curvan, adunca, la tensión de su aliento?
Cítara de la lengua, ¿cómo se oye?
Corte de oro, ¿cómo se vislumbra,
proporcionándole a él el pensamiento?
V
Ve: partido en el medio
el aéreo huso del movimiento
la bailarina resta. Acróbata,
ave de vuelo ameno,
princesa plenilunio de ese reino
de velos alisios: el aire.
¿Dónde aprendió el impulso que la alza,
grata, al fugaz cometimiento?
No como el pájaro
conforme a la naturaleza
sino como un dios
contra natura vuela.
VI
Así el poema. En los campos del equilibrio
eliseos a que aspira
lo sostiene su destreza.
Agil atleta alado
iza los trapecios de la aventura.
Los pájaros no se imaginan.
El poema premedita.
Aquellos cumplen el trazado de la infinita
astronomía de la que son oriones de pena.
Este, árbitro y justiciero de sí mismo,
Lusbel se libra sobre el abismo,
libre,
delante de un rey más grande,
rey más pequeño.
(De Xadrez de estrelas)
Mencius: teorema del blanco
lo innato se llama naturaleza
el llamarse naturaleza de lo innato
es lo mismo que el llamarse blanco del blanco
el blanco de la pena blanca
¿es igual al blanco de la nievee blanca?
¿es igual al blanco del jade blanco?
¿de cuántos blancos se hace el blanco?
(De Os 5 sentidos)
De un león zen
el ojo no puede verse
a sí mismo
el león de oro no es el oro
del león de oro
el oro leonado no deja de ser oro
aurificarse es el ser del león no león
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Haroldo de Campos (São Paulo, 1929-2003) El último vanguardista
Por Marcelo Pellegrini
Publicado en La ciudad letrada, 2008