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Constancia y claridad. 21 sonetos de William Shakespeare
(Manulibris, Santiago de Chile, 2006)

Selección, traducción y prólogo
Marcelo Pellegrini

 


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Sorprende y hasta conmueve leer en las páginas de muchos de los críticos y comentaristas más señeros de los sonetos de Shakespeare las palabras “júbilo”, “alegría” y “obsesión” repetidas una y otra vez, cual coronas que adornan sus experiencias de lectores. Lo que estos poemas entregan a esos admirados y autorizados hombres y mujeres de letras es la absoluta fascinación ante el logro verbal que Shakespeare invariablemente regala, no importa lo distintas que sean sus interpretaciones de los textos. Helen Vendler y Stephen Booth, para mencionar a dos de los más destacados estudiosos de los últimos tiempos, llevan esa obsesión y esa energía jubilosa a un estado de pasión crítica casi sin igual: el comentario pormenorizado de cada uno de los 154 sonetos, entregando su propia puntuación de los poemas y las más variadas y detalladas lecturas que intentan revelar desde sus juegos fonéticos y gráficos hasta las líneas argumentales de cada verso. Shakespeare, ya se sabe, es una verdadera industria editorial, una inagotable fuente de nuevas lecturas, comentarios y ediciones. Muchas de las preguntas que surgen al leer los sonetos (¿quién es ese hombre al que están dirigidos la mayoría de los poemas? ¿quién es esa oscura dama que aparece hacia el final de la serie? ¿era la pasión del poeta de carácter homosexual, o era una máscara literaria?) todavía no tienen respuesta, y se cree que nunca las tendrán; pero es, sobre todo, la absoluta perfección de los poemas, su exquisita disciplina formal, lo que más intriga a los lectores, haciendo que esa llama viva y transparente todavía mantenga encendido el fuego de su lenguaje. ¿Cómo reproducir en otro idioma aquel universo? No abundaré aquí en ninguna teoría de la traducción propia o ajena, pero sí debo dar algunas razones testimoniales sobre el por qué y el cómo de mi labor.

Las versiones de estos veintiún sonetos de Shakespeare comenzaron como un ejercicio que pronto se transformó —precisamente— en tarea jubilosa y obsesiva. La lectura de un ensayo de Peter Szondi sobre la traducción que Paul Celan hiciera del soneto 105 al alemán me llevó a examinar en detalle ese poema y, muy pronto, casi sin darme cuenta, me encontré intentando hacer una versión castellana del mismo. El resto es imaginable: lectura fascinada de los otros sonetos, adquisición de diferentes ediciones y comentarios, traducir todos los días, como si la tarea fuese de absoluta necesidad. El trabajo resultó ser una de las mejores experiencias literarias que me ha tocado vivir, y espero poder haber transmitido al menos algo de ese entusiasmo en estas versiones.

El título de esta selección es un saludo y homenaje a Gonzalo Rojas, poeta gracias a quien comencé a leer a Celan, quien a su vez, como ya he dicho, fue la puerta para mi lectura de los sonetos de Shakespeare. En el libro El alumbrado (Ediciones Ganymedes, Santiago, 1986), de Rojas, hay un poema en prosa que se titula “Le pondremos Renegado”, cuyo comienzo dice: “Constancia y claridad (…) No soy yo —propietario de ese torreón de palo— el Renegado sino alguien mucho más veloz: el río. Río que zumba y suena como cien órganos de Bach y crece torrencial junto a mi casa” (p. 29). La fórmula casi jurídica con la que comienza el poema (que refiere, por lo demás, la historia de un sacerdote prófugo de la ley) se transforma en un retrato vivo de la poesía. El autor deja constancia y claridad de su paisaje y del oficio del nombramiento, su tarea más preciada. Aunque hace alusión a un lugar específico del planeta, en la precordillera de Chillán, desde que leí ese poema pensé que el río que menciona y canta es el que siempre nos acompaña: el lenguaje, cuyo zumbido crece torrencial junto a la casa de la poesía y la traspasa, inundándola de luz, hasta ser ambos una sola entidad. Ese mismo río ha unido a dos poetas aparentemente distantes como Rojas y Celan. No es casual que el poema que sigue a “Le pondremos Renegado” sea otro texto en prosa que se titula, precisamente, “Paul Celan”, y que comienza: “Si me preguntan quién fue Celan debo decir: yo soy Celan. Tanta es la identidad de dos que silabearon el Mundo en dos lenguas tan remotas” (p. 30). ¿No son los poetas también unos renegados de la realidad y de la historia? Entre el nombramiento del mundo y las identidades tránsfugas, la poesía surge airosa. Hacia el final de “Le pondremos Renegado”, el hablante menciona los materiales de los que está hecho el torreón junto al río que le da nombre (que lo unge de palabra): alerce, mañío, laurel, castaño, pino fragante, para terminar con el amor, es decir, el material mismo del que están hechos los sonetos. No debemos ignorar tampoco que muchos de los poemas del autor inglés tienen como motivo la constancia del amor y su claridad, ambas amenazadas por la inconstancia y por la oscuridad de los celos y de la envidia. La maestría de Shakespeare, su habilidad para retratar esos juegos simultáneos de amor y odio, es otra de sus sorprendentes características. Gonzalo Rojas, Celan, Shakespeare… el azar de las lecturas, que, por otro lado, nunca son casuales, unió en mi experiencia de lector y traductor a esos poetas. Este libro es el testimonio —constancia y claridad— de mi recorrido por ese luminoso, caudaloso y torrencial río del lenguaje.

Si Rojas me dio el título para este trabajo, fue Celan el que me dio el epígrafe, que utilizo aquí como “lema”, según la vieja costumbre medieval. El verso “Siendo apóstata soy fiel” pertenece a un poema de Celan llamado “Lob der Ferne” (“Elogio de la distancia”), incluido en Mohn und Gedächtnis (Amapola y memoria), libro publicado en 1952, y ha pasado a esta versión castellana después de una serie de viajes por distintos idiomas e interpretaciones. El verso original dice: “Abtrünnig erst bin ich treu”. En la versión de Jesús Munárriz queda: “Tan sólo al renegar soy fiel”; en la de José Luis Reina Palazón, quien traduce el título del poema como “Elogio de la lejanía”, tenemos: “Sólo infidente soy fiel”. La versión al inglés de mi amigo John Felstiner dice: “Apostate only am I trae”. Lo que más me llamó la atención del trabajo de Felstiner es que consultó los manuscritos de la traducción francesa de ese poema, hecha por Denise Naville y revisada con cuidado por el mismo Celan. La primera versión de esas palabras decía: “Le reniement seul fait ma foi”; al revisarlas, Celan, profundo conocedor de la lengua francesa, corrigió: “Dans la défection je suis fidéle”. Aún no contento con el resultado, en una revisión posterior le señaló a su traductora otro cambio: “Apostat, je suis fidéle”. Esto llevó a que Felstiner escribiera “Apostate only am I true”. Al enterarme de tales cambios, decidí hacer en nuestro idioma un equivalente a las traducciones francesa e inglesa. Del alemán al francés, del francés al inglés, y de éste al castellano, ese verso es y no es de Celan, y el viaje por los diferentes idiomas e interpretaciones que ha realizado ilustra muy bien el destino de todo traductor de los sonetos de Shakespeare. Más aún, y como ha dicho Felstiner en numerosas ocasiones, ese apóstata que es fiel es la imagen por excelencia de todo el que se aventura por los meandros de este oficio: alguien que permanece leal al texto que lee, a pesar de las apostasías que comete en su contra. No puedo sino pensar, además, que esto ilustra de manera inmejorable el tema de muchos de los sonetos: el amor constante pero que cambia con el tiempo, que es fiel e infiel, melancólico y sardónico, triste y alegre a la vez. Las licencias que me he tomado en estas versiones pertenecen a ese espíritu del fiel apóstata amoroso, y espero, por eso mismo, la comprensión de los lectores. El propio Celan, quizá, hubiera aceptado esas licencias: él tradujo a la lengua alemana una selección de veintiún sonetos shakespereanos, aparecida en 1967, versiones en las que, según el mencionado Peter Szondi, se permite numerosos cambios y variaciones, permaneciendo fiel, sin embargo, al espíritu del original. La decisión de publicar aquí el mismo número de sonetos es otro homenaje al maestro que para mí es ese poeta.

En cuanto a mis opciones formales, debo decir lo siguiente: quise mantener la estructura del soneto isabelino, que consiste en tres cuartetos y un dístico, sin división estrófica, con rimas ABAB / CDCD / EFEF / GG que, tal como en el original, pueden ser consonantes o asonantes. Con respecto a la métrica, incursioné en el endecasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino. Mi “método” para ello fue el siguiente: al hacer la traducción del primer verso de cada soneto, me fijé en la medida silábica en que aparecía, y con ella trabajé el resto del poema. El lector familiarizado con Paul Valéry reconocerá el dictum del autor de El cementerio marino, aplicado aquí a la traducción: la primera línea es un regalo de los dioses; el resto, producto del trabajo. No pretendo, por otra parte, ocultar o negar mis errores, como tampoco el hecho de que acaso muchas de mis soluciones y resultados no son del todo felices. La traducción, en especial la de textos tan complejos como éstos, es una tarea que no tiene término, y las versiones que aquí se presentan deben ser consideradas como work in progress.

Durante los meses en que realicé este trabajo, así como en su larga revisión posterior, algunos amigos leyeron mis borradores y soportaron con gracia y buena voluntad mis exaltados monólogos sobre los sonetos de Shakespeare. Quisiera agradecer aquí, por su paciencia y sus comentarios que en mucho mejoraron mis traducciones, a Samuel Monder, Miguel Gomes, Armando Roa Vial y Carolyn Kernkamp.

 

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Nota sobre el texto en inglés

He seguido la puntuación de los sonetos dada por Helen Vendler en su libro The Art of Shakespeare’s Sonnets (Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press, 1997). Consulté, además, la edición de Stephen Booth (New Haven: Yale University Press, 1977) y la de Katherine Duncan-Jones, perteneciente a la serie “The Arden Shakespeare” (Londres: Thomas Nelson & Sons Ltd, 1997). 

M. P.
Berkeley, California, verano de 2005/
Madison, Wisconsin, invierno de 2006


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Sonnet 2 

When forty winters shall besiege thy brow,
And dig deep trenches in thy beauty's field,
Thy youth's proud livery so gazed on now
Will be a tottered weed of small worth held:
Then being asked, where all thy beauty lies,
Where all the treasure of thy lusty days,
To say within thine own deep-sunken eyes
Were an all-eating shame, and thriftless praise.
How much more praise deserved thy beauty's use,
If thou couldst answer, "This fair child of mine
Shall sum my count, and make my oíd excuse,"
Proving his beauty by succession thine.
    This were to be new made when thou art old,
    And see thy blood warm when thou feel'st it cold.

 

Soneto 2

Cuando cuarenta inviernos diezmen el campo
caven grandes zanjas en la planicie,
Tu juvenil traje, migajones de ampo,
Flor será sin que nadie la acaricie.
cuando pregunten dónde está Belleza,
el tesoro de los vigorosos días,
Dirás que en ojos sumidos en vileza,
Consumidos por vergüenzas y agonías.
Cuánta alabanza mereciera Hermosura
Si respondieras "Este bello hijo mío
Mi tesoro administrará con hondura",
Belleza ardiendo siempre, y nunca sombrío.
    Así fueras joven aunque seas viejo,
    Y tu sangre tibia aunque lejos del fuego.

 

 

Sonnet 5

Those hours that with gentle work did frame
The lovely gaze where every eye doth dwell
Will play the tyrants to the very same,
And that unfair which fairly doth excel;
For never-resting time leads surnmer on
To hideous winter and confounds him there,
Sap checked with frost and lusty leaves quite gone,
Beauty o'ersnowed and bareness every where:
Then were not summer's distillation left
A liquid prisoner pent in walls of glass,
Beauty's effect with beauty were bereft,
Nor it nor no remembrance what it was.
But flowers distilled, though they with winter meet,
Leese but their show; their substance still lives sweet.

 

Soneto 5

Esas horas que con tierno amor hicieron
Aquel bello rostro que los ojos miran,
Serán tiranas con el mismo recelo,
Y lo privarán de hermosa maravilla.
El tiempo infatigable lleva al verano
Al crudo invierno que todo lo destruye,
Savia helada y hojas de jardín sitiado,
Belleza nevada y hermosura que huye.
Y donde no queda esencia del estío
Agua de rosa hay cautiva entre cristales,
Belleza en que de hermosura ya no hay brío
Ni solo recuerdo para ojos mortales.
Flor destilada es bella aunque invierno sea,
Su sustancia aún vive y es dulce quimera.

 

 

sonnet 15 

When I consider every thing that grows
Holds in perfection but a little moment,
That this huge stage presenteth nought but shows
Whereon the stars in secret influence commnent;
When I perceive that men as plants increase,
Cheeréd and checked even by the selfsame sky,
Vaunt in their youthful sap, at height decrease,
And wear their brave state out of memory:
Then the conceit of this inconstant stay
Sets you most rich in youth before my sight,
Where wasteful Time debateth with Decay
To change your day of youth to sullied night,
    And all in war with Time for love of you,
    As he takes from you, I ingraft you new

 

Soneto 15

Cuando veo que todo lo que crece
Es perfecto por tan sólo un momento,
Que el gran teatro del mundo nada ofrece
Salvo estrellas en secreto comento;
Cuando veo a hombres cual plantas dar frutos,
Por el cielo alabados y frenados,
Brillante savia y ocaso maduro,
Con vestido hermoso y abandonado:
La idea, así, de este estado inconstante
Ante mis ojos tu juventud pone;
Allí cruel Tiempo y Ocaso combaten,
Por cambiar joven día en cruenta noche.
    Así contra el Tiempo sostengo guerra,
    Que él te lleva y mi verso a ti se aferra.

 

Sonnet 59 

If there be nothing new, but that which is
Hath been before, how are our brains beguiled,
Which, labouring for invention, bear amiss
The second burthen of a former child!
O that record could with a backward look,
Even of five hundred courses of the sun,
Show me your image in sorne ántique book,
Since mind at first in character was done,
That I might see what the oíd world could say
To this composéd wonder of your frame:
Wether we are mended, or whe'er better they,
Or wether revolution be the same.
    O sure I am the wits of former days
    To subjects worse have given admiring praise.

 

 

Soneto 59 

Si nada nuevo bajo este sol existe
Y todo ya ha sido, ¡cómo mi cerebro
En laborioso error su invención persiste
Haciendo de anterior niño nuevo enhebro !
¡Oh! ese recuerdo al pasado miraría,
Incluso a quinientos soles de distancia,
Con tal de ver tu imagen de lejanía
En un libro secuestrado por la errancia.
Sabría lo que el mundo puede decir
Sobre la gran maravilla de tu aspecto,
Si es mejor o no lo que hay que atribuir
O si algo va a cambiar en ese respecto.
    ¡Oh! seguro que los genios del pasado
    A peores han admirado y alabado.

 

 

Sonnet 116

Let me not to the marriage of true minds
Admit impediments; love is not love
Which alters when it alteration finds,
Or bends with the remover to remove.
O no, it is an ever-fixèd mark
That looks on tempests and is never shaken;
It is the star to every wand’ring bark,
Whose worth’s unknown, although his heighth be taken.
Love’s not Time’s fool, though rosy lips and cheek
Within his bending sickle’s compass come;
Love alters not with his brief hours and weeks,
But bears it out even to the edge of doom.
If this be error and upon me proved,
I never writ, nor no man ever loved.

 

Soneto 116

Que para la unión de dos corazones sinceros
Yo no ponga impedimento. El amor no es amor
Cuando altera su curso al no encontrar su sendero,
O abandona su camino al primer impostor.
¡Oh no! Amor es esa siempre fija y fiel estrella
Quien en tiempo de tormenta nunca se estremece;
Vigila la barca sin establecer querella,
Y la medida de su cuidado siempre crece.
El amor no es juguete del tiempo aunque hermosura
Sea víctima de su insacïable y curva hoz;
El amor no se altera ni conoce premura,
Y perdura con paciencia buscando su voz.
Si estoy en un error, y éste me fuera probado,
Yo nunca hubiera escrito, y el hombre nunca amado.

 

 

Sonnet 118 

Like as to make our appetites more keen
With eager compounds we our palate urge,
As to prevent our maladies unseen
We sicken to shun sickness when we purge:
Even so, being full of your ne'er-cloying sweetness,
To bitter sauces did I franie my feeding.
And, sick of welfare, found a kind of meetness
To be diseased ere that there was true needing.
Thus policy in love, t'anticipate
The ills that were not, grew to faults assured,
And brought to medicine a healthful state
Which, rank of goodness, would by ill be cured.
But thence I learn, and find the lesson true,
Drugs poison him that so fell sick of you.

 

Soneto 118

Así tal nuestros apetitos crecen
Con sabores que a paladares urgen,
Para prevenir el mal que apetecen
Buscamos medicinas que nos purguen.
Y aunque estando lleno de tu dulzura,
Amargos alimentos ingerí,
Cansado de no sentir amargura
Antes de tiempo enfermo me sentí.
Costumbre de amor es anticipar
Las enfermedades que sufriremos,
Y traer medicina, y adelantar
La cura de lo que nunca tendremos.
De esto aprendemos lección verdadera:
En amor, unos de otros se envenenan.



 

 

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