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Muestra Poética

Mario Pera
(Lima, Perú, 1981)


 


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Mario Pera (Lima, Perú, 1981). Escritor, diseñador gráfico y abogado. Ha publicado en poesía: Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011), este último fue ganador del Premio Ilustre Municipalidad de Cuenca-Ecuador 2013; y en ensayo: Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (2012). Ha sido editor del sello Magreb y editor de los e-books: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente (2014), Jorge Eduardo Eielson. Homenaje 90 años (1924-2014) (2014), Sebastián Salazar Bondy. Homenaje 90 años (1924-2014) (2014) y El hilo dorado. Muestra de poesía argentina reciente (2015). Actualmente dirige la web literaria: www.vallejoandcompany.com y el blog: www. ruidoblancopoesia.lamula.pe

 

 

Poemas de Mario Pera

 

 

De Preparaciones anatómicas (2009)


Ecos desde la tumba

Te pido ayuda, oh Dios, y no
respondes,
te suplico y no me haces caso.
Job 30:20

Cómo se llama aquella vieja plegaria
vestigio de una nación extinta,
rezo que murió abatido
por el síncope de una retórica baldía.
Debo decir que
mi lacerada boca
intenta deletrear
Kyrie Eleison
Kyrie Eleison,
más aquella suplica
aquel canto al Padre,
se trenza con la decadencia de mi fe
y rueda por mi lengua
hasta deshacerse en mis labios.

Cómo se llama aquella plegaria
eco que repica ronco en una tumba,
y que luego
es elevada al Padre
al Hijo;
rezo cuyo nombre se fermenta en la homilía,
cuya bendición se pudre agria
tras la lectura del evangelio y
como una hostia bañada en vinagre
y hiel,
aceda el credo
durante la eucaristía.
Plegaria de tenue compás
de nombre proscrito,
¿será alguien capaz de decirme
el derrotero de tu desdicha,
o el sepulcro en el que yacen enterrados
los claveles negros que lloran tu muerte?
¡Hijos de la sacra carne, díganme!
¿Por qué huyen de su credo?
¿Por qué le permiten a la angustia caminar
asida de su mano?
¿Son tantos que escuchan mi clamor, y ninguno
que pueda revelarme su nombre?

Kyrie, rex genitor ingenite, vera essentia, eleyson.
Kyrie, luminis fons rerumque conditor, eleyson.
Kyrie, qui nos tuæ imaginis signasti specie, eleyson.

Ahora lo sé,
plegaria sólo eres:
la espuma que descansa tumbada
en la comisura de mis labios,
vagando
a orillas de la muerte.

 

Efecto Nueva Zembla
 
Provengo
de donde el sol no tiene frontera
y muere rectangular.
He nacido
hijo de un espejismo y un carpintero,
milagro pagano hecho verdad
en los labios agrietados
y el agarrotado corazón
del Holandés Errante.
Mi revés y mi fortuna
es la del peregrino que,
abatido sobre la sábana blanca,
rasga con una pluma
el arpa septentrional.

 

Fotografía post mortem

Aún conservo en mi mano
aquellos labios que hablaban de mi destino.
Aún lavo las mordidas
que en mi dorso acertó la bayoneta.

Algunos años hace,
que solía contarle a los niños de la villa,
la destreza con la que empocé el sudor de mi rifle
en el corazón de la madre de mi enemigo.

Pero sucede, no hay duda
que esquivar tantas veces a la muerte,
no basta para mantenernos vivos.

La horda con la que partí de casa la última vez,
fue absolutamente devastada.
Después llegó mi turno,
mientras pensaba quién sería aquel
que ocupase mi lugar en la mesa,
el filo del metal se alimentó silenciosamente
con cada milímetro de mi carne.
Mi inquietud entonces cesó.

Es irremediable.
No puedo recordar la batalla sin dejar de contemplar,
como si fuese otro y no yo,
mi rostro ensangrentado
reflejando una sola cosa:
muerte.
 
Estuve ahí.
Tumbado de bruces sobre el barrizal,
descubriendo a orillas de la ciénaga,
muy en silencio,
los negros senderos
por los que habrían de discurrir las huellas
de mi último aliento.

Pese a todo el dolor,
aún conservo,
tras el costillar de mi memoria,
el recuerdo del sabor de mi jadeo
entremezclado con la sangre y el lodo.
Y recuerdo también,
como el frío ejecutó a cabalidad su labor
y arropó mi cuerpo como un recién nacido,
para entregarme a un dulce pero lóbrego destino
en los brazos yermos de la muerte.

Es irremediable.
De pronto veo,
como fielmente acompaña a todos los hombres,
y lo sé.
Tú, muerte,
eres la madre
a cuyo útero todo hijo anhela volver.

 

El faqīr (escape final de Benarés)

Te he seguido, muerte,
con el galope del viento,
he expelido de mi cuerpo
cada hálito de vida
a través de los poros forjados en mi carne
tras largos días recostado
sobre una cama de clavos.
Te he seguido, muerte,
conjurando el dolor y
abandonando mi cuerpo
muy lejos de donde nací,
en un viejo acuario
de aguas espejadas y
peces de cristal.

 

(Constanza). . . . . . . . . . . . . . . .

 

 

De Ruido Blanco (2011)

Ausencia de otoño
/giro del destino /

Mi madre no se llama María
no es virgen, ni hubiese permitido que me flagelaran
tolerándolo en sosiego.
Pero
como María
se adhirió a mi flanco con un lirio entre sus labios
y dijo:
Tú eres El Profeta.
El Profeta de la orfandad.
Mi sangre dejó de dar vida
se hizo un río de muerte que corona el Gólgota
tierra donde Adán permanece
entronizado en su vergüenza.

Se extravían mis pasos
por cuarenta noches
y otros tantos días
pues fue crítica la memoria del Levante
una épica justa de orfandad
librada sobre mis huesos de serpiente
que penden como candelabros
de la higuera donde incógnito
el dedo del limbo muerde la rueca.

Relincho mordiendo las faldas de mi madre
guardo en mi sangre
la sombra de un destino ulcerado
y solo puedo susurrar
la merma de mi odio:
tú no cambias.
Eres oscura.

 

Oteando el Edén
(visiones de Maïacovski)

O tú o cualquier otro
colgará una cruz negra
y el himno de la rabia
sobre el sudor de los huesos
que crujen desde la estepa
hasta La Mancha
retorciendo un mundo adormecido
por el hambre y la furia que truena
entre las razas nómades
arrojadas a las faldas de la culpa
con un pregón marchito
cosido al paladar.

O tú o cualquier otro
construirá un altar retorcido
famélico
montado en los talones de un reino antiguo
jaula de cazador y trofeo
con el único ánimo de reconocer
que es sobre los huesos del fracaso
desde donde habrán de levantarse
las edades de la nueva Historia
y la lengua áspera del futuro.
Mientras una cruz negra sonría
será clavada
en la espalda desnuda
de nuestros hijos.

 

Oración del clochard moribundo

Tres manchas de mierda
develan mi rostro mejor que cualquier fotografía
al menos ese soy yo, digo
un adorador egocéntrico
la lepra en el culo de mi familia
el rosario de mi madre
que arde bajo mi almohada

y todas las cruces
resbalan de mi cogote desorientadas
mientras oigo caer sus oraciones en saco roto
y en mi sueño más calmo
veo que Lima arde, mi familia arde
este poema entre tus manos
arde
mis huesos se ampollan
y mi sangre adelgaza hasta convertirse
en cuerdas muy delgadas que me ahorcan.

Siempre fui un mal hijo
soy agnóstico y me masturbo, pero
mi sangre jamás nutrió
el ideal de otro cuerpo.

Un buitre viejo me observa
y canta un estribillo alegre
donde se yergue el árbol de Judas
yo también soy un traidor, respondo
vendí mi nombre y mi voz
la enclaustré eternamente
en el llanto de mi madre.

Por primera vez
suda frente a la Cruz
un hombre que ya ha muerto.

 

Auto de fe

Qué soy que no puedo
separarme de mis huellas
ni despojarme de mi piel
para empezar a vivir en carne viva
este abismo que crece tan ciego
raíz de un arbusto
que se entierra en su muerte
sin saber que fluye
por los otros caminos del planeta
hundiendo su tiempo
en el tiempo de lo divino.

Extraño la vida.
El Pensativo dirá que me escondo tras la sombra
de un caracol hambriento
o tras el andamio                    ampliamente cansado
que mantiene en pie mi cuerpo
y avanza hacia atrás
con el corazón infartado de dolor, pero
toda flama arde por mi fuego
por mi ausencia
y besa conmigo este mundo
que ha nombrado con horror
¡mujeres de alegría tan distinta!
Como aquella que terminó por parirme
sin aceptar el consejo de su propia voz.

 

Sueño en Tokio

Tus labios como una gran hoz
que hiende la única ruta al estío;
una corriente de fuego
comprime mi cuerpo hasta dividir
el alma de la carne;
tus ojos como el azufre que carcome
todo aquello que la noche ha negado.

Puedo decir
que reconocería tu voz
aun si migraras de cuerpo.



 



 

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Muestra Poética.
Mario Pera.
(Lima, Perú, 1981)