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Paraguas para lágrimas
Por César Díaz-Muñoz Cormatches
La Prensa, Santiago, 12 de Octubre de 1971
Poe, en su ensayo The Philosophy of Composition, hace la siguiente reflexión: «Frecuentemente he pensado que cualquier autor podría escribir un artículo muy interesante detallando, paso a paso, analíticamente, los procesos que permitieron completar su composición».
Sobrepasando, desbordando escuelas y modalidades, aún las más recientes consagradas o surgidas, en una abigarrada diversidad de formas que va desde la humedad subterránea hasta la tibieza solar; derogando fronteras y tocando lo elemental y casi infantil, lo bárbaro, lo anárquico; desde el dibujo (literalmente el ingenuo dibujo) con las palabras, hasta la utilización de diversas lenguas en un mismo poema, en busca de esa línea sinuosa y sonora como playa de mar que es la poesía, nos entrega Mauricio Rosenmann Taub en los paraguas del no un libro diverso, extraño como un ser vivo, con cien alas batidoras en el aire sustentador o en el vacío silencioso y hondo de la página casi vacía, frente al cual el lector, marginado o estrecho de inspiración, frecuentemente precisaría la reflexión ayudadora del autor al que se refería el poeta de El Cuervo, para una comprensión o gozo cabales.
Hay en este libro paisaje y realidad —pura concreta ecología— donde las fuerzas agentes de la poesía pulsan con hondo, largo vigor:
«allí Santiago en luz se sobrecoge
en el cajón del Maipo que es estero
o riachuelo del color del pobre
Santiago hundido en luz y su alma pobre
de miedo que la tierra lo deshoje
en temblores andinos o costeros» (pág. 57)
Y el amor, el signo ineluctable, irrenunciable fascinación que abrasa desde los ojos y los labios todo el profundo continente que llamamos nuestra alma:
«tú no has nacido nunca sólo
nos amamos
hace
veinte años
en una tarde turbia hemos crecido
juntos» (pág. 137)
Y por naturaleza, y pasión y compañía, la presencia sensible del tiempo sideral, inmenso y señor:
«pasa
la
vida
corre viviendo
corre viviendo
y muriendo» (pág. 110)
para poder levantar en él —«minuteros de frutos empapados / de sucias lágri-mas y de humareda» (pág. 76)— la frágil y hábil construcción, desorientada, reencontrada y nuevamente perdida, de nuestro destino:
«desde espejo en derrota voy dibujando huellas
voy dibujando huellas
voy dibujando
sin saber
pie
ni
dónde
ando
hacia el espejo voy hacia mis huellas» (pág. 141)
Huellas de desilusión, de derrotada o sepultada exaltación, en la que triunfa el reloj sobre la flor:
«controlarás entradas donde no pasa nadie
y mostrarás ventanas a ventanas ventanas
tocarás un teclado azul o imaginario
luego de haber tocado teclado verdadero» (pág. 144)
¿La repetición? ¿El significado de la reiteración, liberada de la sintaxis? ¿Procedimiento, retórica, fórmula?
No
Son lágrimas amarillas, a contraviento, perforadas, claras, huracanadas, resplandecientes, obsesivas, persistentes, golpeando el paraguas, sin osmosis y sin color —el paraguas del no—, abierto al cielo ancho que busca, germinador de formas y de nueva expresión para los eternos sentimientos del hombre, sostenido por la mano firme y voluntariosa de Mauricio Rosenmann Taub, poeta, poeta en el camino de la brújula esquiva y verídica, en el camino de las perspectivas inacabables.