UN NARDO EN LAS SABANAS
            Una misma uña furiosa
              parece haber dibujado la  Alhambra 
              que serías finalmente,
              y las estelas de piedra  mayas 
              que te imaginaron
              y el océano agreste  donde te encontré.
              Un jardín quebrado como  los desiertos
              se añora y se adivina en  sus nostalgias,
              y una sed de muerte  asida a sus escarabajos
              desea todavía 
              las flores prometidas
              de la estrella ¿cansada?  de ser nueva
              que creara el mago en  nuestro nombre
              para perpetuar por todo  el orbe de mi vida
              tu eclipse de azucena
              y el nardo insomne de tu  ausencia.
              Percibo el aroma de tu  vuelo y sus almendras
              como una luz que titubea  sus manzanas
              en la distancia aún sin  luna 
              donde fuiste amazona de  mi alhambra
              antes que escaparas del  sueño en tus halcones
              como un sol de limonero  en la mañana
              una rosa solitaria en tu  incensario
              un mito de jade maya que  te encubre
              y un océano de palmas  blancas
              --naturalmente caribe--  como tú,
              que sacudes todavía con  tu olor a las sabanas.
             
             
             
            ERES EL VIENTO QUE ERAS
                                                              
                  Has llegado siempre
–y diré que dije  siempre–
a este lugar en que  habitan 
mis costumbres más  mapuches
porque habita aquí mi  memoria gastada
y mis medidas más  exactas
y cada una de las líneas  de mi mano
con su sueño torcido de  ónix
y su desvelo todavía  suspirando
    la sombra de mis luces
    de casi medio siglo
la acuarela de las  piedras
    que recogí al pie de tu pirámide
la cítara y los arcos
    de la mezquita de Córdoba...
            Has llegado siempre
              como dije que diré
              sin residuo ni migaja
              y como siempre te  encontré
              reinita o quetzal
              que igual cantabas en lo  alto
              de las ruinas de  Misiones
              aquel atardecer de nuevo  cielo
              que rondaba el río  Paraná.
            Porque vuelves 
              como la línea que se  cierra casi
              en herradura
              y porque vengo a ti 
              por la suerte que me das
              somos la aguja en el  tejido
              que rebota y retoza en  los minutos
              como un colibrí de fuego  que no quemas
              una fugacidad que no  termina
              una intermitencia  repetida al infinito
              un ritmo de alabanza 
                  para ellos y para su patria
              una red de pentagramas  de agua 
              que enreda y teje la  ternura
            Subí a tramos breves 
              y a tragos hondos por  esa pira
              de tu cuerpo en que me  quemas
              y supe allí, en ti,
              en lo alto de tu  Pirámide del Sol
              que el horizonte era un  punto recogido de tus pechos
              el horizonte era el  punto de lo alto donde estabas
              Teotihuacan era la  altura enardecida de tu pecho
              y que todos los vientos  venían hacia ti,
              del páramo abierto del  norte
              del páramo abierto del  sur
              del este persiguiendo  los oestes
              del oeste que se escurre  hacia el sol que nace.
              Decir que vivo en ti y a  barlovento
              y que llegas siempre
              como el viento que  desordena los papeles
              fluida, ágil,  impenitente
              algo que derrama el agua  en la mesa
              algo que se mueve, se  inclina, encarrila
              y se descubre en la  sorpresa
              Siempre llegaste a mi  vida, 
              barlovento,
              como ahora
                  ahora mismo
              estás llegando
              Un surco que se abre
              una pendiente que  arrastra
              y ese viento, viento  fuerte
              que hincha las velas que  me llevan
              y muestran mi rumbo    a sotavento                                
              sobre la mano abierta  del océano
              y enardece mi bandera
              que me recoge el cuerpo  debajo del abrigo
              o me revuelve, se me  escurre
              y me lame bajo las ropas  mis erizos.
              Siempre llegas a mi vida
              como el viento aquel de  Teotihuacan
              un poco entre el susto y  la sorpresa
              el viento que apaga a  veces y a veces enciende
              la vela en la tormenta 
              la vela en las iglesias
              la vela de los sustos
              la vela de aquel lecho
                  y tantas noches
              la vela de la mañana  aquélla
                  y de mis pasos
              la vela de nuestros  sábados de gloria
              la vela grande de mi  vida
              de mi vida en pie
              que en ti, viento, y por  ti, Velita,
              encuentra su sentido.
             
             
             
            ESE CORAZÓN 
            La hoja que no cae
                       prendida y victoriosa
              la rosa encendida en la  floresta
              el susurro de un beso
                  que renace
              el sueño que brota de lo  oscuro
              la ansiedad que sacude  sus cenizas
              los pasos que animan el  camino 
              la nuca que se vuelve
              los ojos que se anidan
              la memoria transparente
                  de un abrazo
              la sangre de un te  quiero
                  herido en su ternura...
            Pero aún eres más...
              la palabra que anula la  distancia
              la ansiedad de un tiempo  eterno
                   y sin nostalgia
              el salto que se entrega
              en el vacío
              y ese corazón que canta  siempre
              al compás del mar
              y el sol de la mañana.
             
             
             
            COMO SALTA EL AGUA EN LA CASCADA
                                                   
                  Nunca se extravía un  colibrí 
                  Busca en el convite del  camino
                  y llama como un dedo  desde allá
                  en la mano de las flores
            Me llama con cara de  mimo 
              y bigote de chaplín 
              Me llama desde allá
              coqueto y payasito 
              Con cara de melo
              de trapecista del viento
              y flautista de hamelín
              cuando atajado en la  poza
              no hallamos sombra 
              para un sueño
              y oímos pasar los  pájaros
              toda la noche
              aferrados a la orilla de  un desahucio
            Sí, el tiempo es humo  extraviado
              en el archivo fugaz del  calendario
              Me llama desde allá...
              Pero huele a aguacero
              en el granero
              y los ojos de mis  luciérnagas
              aún te buscan un cielo  mudo
              para amarte  
              Y aún soy vega y  quebrada
              y puente
              y agua llovida
              Y habita en mí el río  vivo de los días
              sordo a la queja de las  sombras
              y aferrado a la memoria
              del viento
              de la luz
              y de las aguas 
              Pues cuando se ama de  oído
              cuando se palpa en la  vena 
              las cuerdas de un  madrigal
              y mana lentamente el  manantial
              nada nos roba el sueño  de cantar 
              como salta
              jubilosa
              el agua en la cascada 
            Me llama desde allá
              muy pajarito.