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Apuntes para una cartografía (posiblemente) incompleta
"Violencia barroca" (2010) de Nicolás Letelier

Por Marcelo Rioseco

 



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No es arbitrario que a comienzos de este siglo los poetas sigan todavía obsesionados por las imágenes del despojo y la ruina. Estas exploraciones que bien podrían agruparse bajo el rótulo de “la estética de lo fragmentario” tienen más de una lectura. La primera es, por supuesto, el balance de un quiebre. La segunda —quizás desde una perspectiva menos pesimista— podría pensarse como la obsesión por recuperar ciertos significados cuyo origen nos es imposible rastrear. Es en este contexto que creo debiera entenderse el trabajo de Nicolás Letelier. Algo más, toda poesía que sistematiza la experimentación, como lo hace Letelier, revela también una pasión por el lenguaje.

Pasión que es también sinónimo de dificultad. Habitamos ya en lo fragmentario, lo disperso, nuestra mirada al pasado y a la totalidad tiene un extraño sabor arqueológico. Escribir es entonces para Letelier reconstruir, volver a reunir y a reunirnos frente a un mundo que se ve y entiende en la dispersión fragmentaria de su ser. Un espejo de mil caras. Estamos frente a un poeta que trabaja con La tierra baldía y la Neovanguardia chilena como telón de fondo. Lo anterior no busca señalar las herencias literarias de un poeta como Letelier, sino destacar una similitud y quizás una simpatía: el mundo ya no puede ver su totalidad, el lenguaje tampoco puede hablar desde una totalidad. Y sin embargo la paciencia del lector/arqueólogo puede llegar a encontrar una imagen aleph que contenga las otras imágenes especulares que reflejen lo faltante, lo buscado. De ahí un libro como Violencia barroca (2010). El primero de una secuencia de textos que busca instalarse dentro de la tradición de la poesía chilena a través de un proyecto cuya organicidad está dada por proyectos de escritura cuya publicación está espaciada en el tiempo.

Como todo poeta, Letelier sabe que la imagen es también una forma de la imposibilidad. En Violencia barroca, su primer libro, no hay certezas, solo pequeñas impresiones. Lo fragmentario es imagen y metáfora de la vida. El poeta aquí apuesta por lo críptico, lo hermético; elementos del texto que lo acompañan en esta travesía verbal que es Violencia barroca y que, desde el comienzo, nos entrega sus propias “señales de ruta”. Habría que pensar, desde luego, en el título, doble afirmación de una violencia que se aplica tanto al autor como a su entorno. Una violencia sobrecargada, barroca, y que intuimos ha sido, de alguna manera, contenida en estos textos. Como Juan Luis Martínez, Letelier decide prescindir de su nombre en la portada. El autor se retira, se niega inicialmente la autoría y la propiedad del texto (descubrimos recién la autoría de este texto radical en la primera solapa). El autor se aleja al menos para dar paso al lenguaje y, literalmente, a la imagen. Todos estos elementos conducen, por supuesto, al lector. O si queremos ser más exactos, a la lectura, a la experiencia de la lectura.

Violencia barroca consta de una cita introductoria tomada del Código Civil chileno, 30 textos, una colección de 16 imágenes realizadas especialmente para este texto por el artista José Guerrero. Sin embargo, Letelier ha numerado tanto los textos como las imágenes en la misma secuencia componiendo un total de 47 “textos” que no buscan distinguirse entre ellos más que por la ubicación en la que  se encuentran en el libro. Es claro que un texto de esta naturaleza busca un lector especial, un lector/jugador que entienda que entre todos estos laberintos de significación hay también un juego, una complicidad que emerge del texto naturalmente. Los temas —si es posible hablar en estos términos— de este texto laberinto son muchos. Se destaca la preocupación de Letelier por lo religioso, el significado de la sexualidad (y ahí aquí más de una familiaridad con Claudio Bertoni), la violencia y, evidentemente, por las posibilidades de la escritura.

He dicho antes que Violencia barroca es un texto críptico, el primero de una secuencia. ¿Cómo entender entonces esta suerte de clausura inicial de los significados justo al comienzo de la experiencia lectora? Una pista, una señal de ruta: leyendo de atrás para adelante. Violencia Barroca es el primero de una secuencia de tres textos. Los dos siguientes: Al sol invicto y Variaciones a partir de la figura de Don Fernando Álvarez de Toledo. Tercer Duque de Alba. Estos dos textos por venir, el segundo de ellos que saldrá este año, son las piezas faltantes, los otros elementos que componen el proyecto de escritura de Nicolás Letelier. Así, lo que parece evidente es que la lectura de cada uno de estos libros irá completando el significado final de este proyecto. Letelier necesita de un lector paciente, que sepa llegar hasta el final y luego sepa también cómo devolverse para recomponer todas las piezas de este mapa hecho de pedazos, pero que es también un mapa y una cartografía de una escritura original de la cual se desprende asimismo una manera de entender y ver el mundo.



 

 


 

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"Violencia barroca" (2010) de Nicolás Letelier.
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