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El affaire y los papeles
Columna de Mónica Ríos
Publicado en BuenSalvaje. Diciembre-Enero 2016
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Bajo nuestros pies se desenrolla de manera precipitada una alfombra política sobre la que tendremos que posar nuestras palabras con cuidado. A raíz de los violentos ataques en París me tocó leer, entre las noticias y las fotografías, los videos y las declaraciones presidenciales, comentarios que sospechaban del uso que se le daba a las redes sociales para expresar opiniones políticas frente a la afectividad que se removía entre quienes estaban cercanos -personal, nacional o identitariamente- a las víctimas. Un artículo, incluso, se mofaba de la transformación “repentina” de los usuarios de las redes sociales en comentadores políticos. Yo, que recuerdo bien cómo durante 2011 las redes sociales se transformaron en medios de organización relevantes en manos de sujetos que siempre fueron políticos, me pregunto ¿cuál es el lugar ideal para que las personas con poca o nula representación expresen sus ideas? Es verdad: en las redes sociales el desacuerdo político puede pasar por un mero “de-friending”, pero ¿no sucede eso también en el bar y en la calle?
A mi entender, lo que está en juego en esas censuras de la sociedad virtual no es tanto delimitar las redes sociales como un medio puramente afectivo, sino qué se considera político y qué no, incluyendo lo afectivo. Especialmente cuando las preguntas se hacen en medio de un shock que, sin tocar la puerta, entró donde nadie lo había invitado. De repente no solo algunos, sino todos, fuimos arrastrados a habitar la política. Si no, ¿cómo entender que solo unos meses antes se reprodujera la fotografía del cadáver de un niño sirio promoviendo una discusión sobre el humanitarismo de Occidente? Tal vez los límites de lo que es político es un asunto de millas de viaje y diferencias de husos horarios. Para quienes vivimos corporal y/o mentalmente en el sur de este globo, ese aterrizaje no nos resulta tan extraño; como dijo una colega colombiana a sus estudiantes universitarios, mientras analizaban imágenes de conflictos urbanos, el de París incluido, “bienvenidos al mundo”. Ella creció bajo una guerra; yo, bajo una dictadura; nuestros amigos, acosados por las policías locales a causa del color de su piel.
Y la literatura, ¿es el medio ideal para escribir sobre política? Algunos podrían argumentar que la literatura debe mantenerla al margen o como trasfondo de una historia de amor que, por ejemplo, empiece en una huelga y termine en la cárcel o en un púlpito. Este mundo una vez más -desde la colonia, en este lado del Atlántico- se divide entre amigos y enemigos, y la palabra queda en disputa. Tomen, pues, el guante: en sus límites disciplinarios y mercantiles, la literatura permite disentir y, a pesar de que se rompan amistades, podemos garantizar que los derechos no vayan a parar debajo de la alfombra.
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Mónica Ríos (Santiago de Chile, 1978) es narradora y ensayista. Es autora de las novelas Alias el Rocío / Alias el Rucio (2014-2015) y Segundos (2010) y coautora del ensayo Cine de mujeres en Postdictadura (2010). Es profesora universitaria de literatura y enseña un taller de narrativa.