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Marcelo Rioseco: Me interesa la disidencia, no la crítica social
AMERICAN VISA. Marcelo Rioseco. Mondadori, Santiago, 2013, 246, págs

Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 2 de Junio de 2013

 



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Marce, el protagonista de American Visa, la primera novela de Marcelo Rioseco (Concepción, 1967), viaja de Santiago a Los Angeles, Estados Unidos, para reunirse con su novia Kimberly, hija de una psiquiatra judía nacida en Austria y de un padre que trabajó para la CIA y ahora está internado en un asilo. Junto a la suegra y a su novia, Marce debe atravesar el país en automóvil hasta Filadelfia, donde iniciará un posgrado en literatura en la universidad pública.

En 2003, nueve años después de ganar el Premio Revista de Libros de "El Mercurio" con su poemario Ludovicos o la aristocracia del universo, Marcelo Rioseco se fue a estudiar un doctorado en la Universidad de Cincinnati, Ohio. Desde entonces ha dictado cursos de español y seminarios de poesía latinoamericana y narrativa del Cono Sur. Actualmente enseña en la Universidad de Oklahoma, donde es profesor de cultura y civilización de América Latina.

Toda semejanza entre Marce y Marcelo es y no es mera coincidencia. Como dice él mismo, "uno pone las cosas tan cerca de la biografía que se crea un espacio ambiguo, intermedio, donde la ficción se vuelve muy confusa, pero muy divertida también. Es para que el lector juegue con la realidad y se pregunte: ¿Qué es verdad?, ¿qué es ficción? En literatura todos los personajes tienen algo de la gente que conoces". Rioseco hace notar que cuando criticaron a Truman Capote por haber hablado mal de sus amigos en Plegarias atendidas, él dijo: "¿Y qué esperaban de un escritor?"

-Es una respuesta que resume algo muy importante de la literatura -comenta el autor chileno-: el escritor es un observador, pero también es un traidor. A mí me gusta tomar distintos rasgos de personas que conozco, a la manera proustiana, y ponerlos en un solo personaje. Me parece más creativo y así se evita la sátira directa que, siempre, es algo burda, pedagógica.

"Fue al comienzo una humorada"

- ¿"American Visa" fue desde el comienzo una novela o era, primero, un texto autobiográfico?
- Inicialmente fue un relato largo que escribí para divertirme cuando estaba haciendo mi tesis doctoral. Estaba en Pittsburgh con una beca para estudiar a Rodrigo Lira, Juan Luis Martínez y Diego Maquieira. Las cosas no funcionaban. Estaba atrapado con las teorías, la crítica, artículos académicos. American Visa fue al comienzo una "humorada" tipo El Buscón de Quevedo, algo que uno escribe para molestar un poco, para divertir a ciertos amigos, pero, en mi caso, también para superar un bloqueo creativo. Y "lo testimonial", en este contexto, es la gran broma del libro, pues es evidente que se trata de una parodia, de ahí "testimonio de un latino legal en USA". Creo que este tipo de juegos y el humor de la novela son su espina dorsal.

- ¿El tono sarcástico es un ajuste de cuentas con tu proceso de inserción en la sociedad norteamericana?
- Es para divertirse, para meter el dedo en la herida, especialmente ahora que todo es tan políticamente correcto. Una manera de decir lo que se supone que uno no debe decir. A mí lo que me interesa es la disidencia, no la crítica social. A los americanos les encanta mirar y estudiar otras culturas, especialmente si son "exóticas", pero casi siempre lo hacen de una manera muy paternalista, con mucho sentido de su propia superioridad. American Visa, en ese sentido, es una vuelta de mano, es el inmigrante "legal" hablando de ellos, alguien que en la realidad no tiene una voz crítica dentro de la sociedad americana. Es que si no eres americano, nunca te vas a insertar bien en Estados Unidos. No es culpa mía.

- ¿Conociste a un agente retirado de la CIA?
- No era de la CIA realmente. Era de otra agencia de seguridad del gobierno, pero no había sido funcionario de carrera. Cuando lo conocí estaba muy enfermo, y John, el personaje de la novela, está creado a partir de la mirada que me dio ese hombre la última vez que lo vi en la clínica. Una mirada llena de tristeza. No me habló, no me dijo nada, pero yo creí ver algo en ese hombre moribundo que provenía de un gran dolor. Fue algo muy impactante. Después nunca más supe de él. Pero conocer a alguien como John en Estados Unidos no es tan extraño como pudiera parecer a primera vista.

- ¿Es "American Visa" un cruce entre la novela de campus y la novela de carretera?
- Las dos cosas y ninguna. Me cuesta verla como lo primero porque si hay alguna relación con las novelas de campus, eso se da solo en la segunda parte. Y no es una novela de carretera porque habla muy en contra de las carreteras gringas. De alguna manera da por clausurada la experiencia del viaje en auto como el gran mito americano. Hay más movimiento que viaje, diría yo. La escena en la que Simón, el amigo argentino de Marce, simula ser un pastor protestante, por ejemplo, es un tributo a Mark Twain. Y los juegos de la autoría son clásicos juegos metaliterarios de la posmodernidad. Todo junto hace de American Visa un libro muy ecléctico, muy difícil de definir.

- ¿La presencia de un narrador que interpela al lector, divaga y se autosabotea viene de tu interés por los autores posmodernos norteamericanos como Joseph Heller o John Barth?
- Ese segundo narrador ha estado presente en casi todos mis libros antes. Todo Ludovicos está armado con ese recurso. Lo mismo Espejo de enemigos. O sea, no viene de los posmodernos norteamericanos, sino de la poesía dramática. Yo lo que quería era una voz más bien delirante, un hablador, quizás de la manera que había definido el término Enrique Lihn cuando describió la poesía de Maquieira, alguien que fuera más un "hablador" que un "escribidor". Lo del autosaboteo tiene que ver con decir que la novela no es Madame Bovary o Absalom, Absalom. Nada de creérsela mucho. It is just a funny book .

- ¿Compartes la desilusión del protagonista por el estado actual de los estudios literarios en las universidades norteamericanas?
- Absolutamente. Creo que ha habido un abuso de la teoría crítica y los estudios culturales muy en desmedro de la literatura en sí misma. Quizás a la literatura le hayan faltado más propuestas literarias, aproximaciones teóricas más convincentes después del fin del postestructuralismo. Lo que molesta es la manera en que estas miradas y aproximaciones se apoderan de la realidad para crear una forma de entender Latinoamérica como el "eterno lugar del conflicto político". No digo que esto no sea cierto, pero no es toda la realidad. Esto ha propiciado que el realismo siga siendo el género por excelencia en América Latina. Claro, la literatura de imaginación tiene muy poco que hacer en este contexto.

- ¿Cómo se produjo este paso a la novela después de tantos años de publicar poesía y solo con el lejano antecedente de tu libro "El cazador y otros relatos" (1998)?
- Bueno, siempre he estado escribiendo narrativa. Antes de American Visa intenté dos novelas que no resultaron. Como Piglia, me ejercito en la escritura de un diario desde hace casi quince años, así es que la novela no la veo como un salto tan disímil, tan extraño. Lo que pasa es que yo me tardo un poco en publicar. Por otra parte, me siento afín a algunos escritores chilenos que han pasado de la poesía a la narrativa. Por ejemplo, Santiago Elordi, Alejandro Zambra, Julio Espinosa. Creo que por ahí hay una nueva tradición que se comienza a abrir en Chile.

"Chile tiene buen lejos"

- El concepto que tienes de Chile es muy crítico: idiosincrasia pesimista, desigualdad social, mal uso del idioma. ¿Lo tenías antes de irte a Estados Unidos o lo desarrollaste allá?
- Al contrario, mi opinión sobre Chile ha mejorado bastante en los últimos años. Es que Chile tiene "buen lejos". Y lo que se ve mejor de lejos son los engañosos números macroeconómicos. La única opinión que se ha deteriorado progresivamente es la que tengo del neoliberalismo chileno que es, sin lugar a dudas, un desastre espiritual y ha afectado muy negativamente la cultura nacional. Es un páramo vacío donde los buitres sin alma se comen un muerto que no existe.

- ¿Te sientes más latinoamericano que chileno desde que vives allá?
- Me siento muy cómodo con la respuesta de Bolaño: "Soy chileno, pero muchas otras cosas más". Y entre esas cosas me siento muy cerca del desmadre y la energía creadora latinoamericana. Siempre me gustó el espíritu latinoamericanista de alguien como Pedro Lastra, por ejemplo. Creo que aprendí de él que Latinoamérica era también el lugar donde viven nuestros amigos.

- ¿Con ganas de quedarse en Estados Unidos o de regresar en algún momento?
- Te contesto con ese hermoso poema de Cernuda, otro expatriado que tenía las cuentas mal ajustadas con su país. El poema se llama "Peregrino": "¿Volver? Vuelva el que tenga,/ tras largos años, tras un largo viaje,/ cansancio del camino y la codicia/ de su tierra, su casa, sus amigos. [...] Sigue, sigue adelante y no regreses,/ fiel hasta el fin del camino y tu vida,/no eches de menos un destino más fácil,/ tus pies sobre la tierra antes no hollada,/ tus ojos frente a lo antes nunca visto". Entre estos dos polos me he movido en los diez últimos años de mi vida. Yo la verdad es que quisiera volver a ese país tan bonito que se llama Providencia y que está entre Plaza Italia y Tobalaba, en Santiago de Chile. Como Pessoa, tal vez un día me compre un pasaje para ir a la calle Rafael Cañas, donde viví unos años muy felices.



 



 

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