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Handke, auténtico indignado

Por Matías Rivas
Publicado en La Tercera, 16 de Diciembre de 2012



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Ordenando mi biblioteca me di cuenta de que en un rincón tenía un par de libros de Peter Handke que había comprado en los años 80. Los saqué de la semioscuridad. En segundos se me vino a la memoria una época de mi vida en la que visitaba asiduamente los centros culturales Goethe y el Chileno-Francés para ver ciclos de cine o películas que no circulaban comercialmente. Eran los años de la dictadura y quienes íbamos a esas sesiones éramos un grupo de sujetos disconformes que, aunque apenas se saludaran, se sentían parte de una hermandad. Entre los espectadores estábamos los adolescentes que queríamos tragarnos la cultura con desmesura y pretensión, y los mayores que buscaban en el cine europeo distracción cuando la oferta cinematográfica era escasa.

En esos años vimos como acólitos de la iglesia de la angustia películas de Rohmer, Godard, Truffaut, Bergman, Antonioni, Fassbinder, Kluge y Wim Wenders. Tal vez anhelábamos una forma de comunidad en torno al cine que nos salvara del aburrimiento y la desolación. Fue en esa etapa cuando leí por primera vez a Peter Handke. Y la razón no podía ser más evidente: era el guionista de un par de películas de Wenders que repetían en los ciclos una y otra vez: El miedo del portero ante el penalty y Falso movimiento. Eran cintas largas y lentas, melancólicas y desgarradas. Handke estaba de moda en ese mundo subterráneo. Era un autor atractivo, cool: hippie, rockero, lector, político, neurótico y caminante. Recuerdo un verano leyendo El peso del mundo. Un diario (1975-1977). Con ese libro me entregué a su narrar lento, interrogativo. El conjunto de descripciones sin afectación de instantes y situaciones, parajes y relaciones personales que se entrecruzan en ese libro me impactó por la libertad que expelía y, a la vez, por su estilo glacial. "Si hablo de mí mismo, a menudo es sólo por incomodidad'', señala en una entrada Handke. Seguí con las novelas La repetición, El chino del dolor y Desgracia impeorable.

Con la vuelta a la democracia, Handke perdió ese lugar preeminente. Pasó a ser una más de las opciones de lectura y, al poco tiempo y de manera inusitada, un paria. Sus crónicas sobre la Yugoslavia bajo las bombas y su relato en torno a los juicios del tribunal de La Haya lo transformaron en un enemigo público sin pruebas en su contra. Mostró su disidencia intelectual y fue insultado por los bienpensantes. Terminó sancionado socialmente. Es verdad que Handke se lanzó contra la política norteamericana y la Unión Europea en los Balcanes, y que apuntó contra los medios de comunicación con una ferocidad digna de los mejores y más crueles ensayistas. Fue temerario y no lo escucharon. Como director de Ediciones UDP decidí publicar uno de sus libros malditos, Preguntando entre lágrimas. Ninguna editorial en español se atrevía a traducirlo.

Pese el odio que cundió por décadas, veo que el veto se está levantando. Salió hace poco su libro de notas Ayer, de camino y acabo de leer Luces en la sombra, un volumen reciente donde se pueden leer discursos, textos sobre literatura, cine, artes, además de fragmentos autobiográficos. Van desde el compromiso político hasta la confesión y el ejercicio de la duda como sistema. Handke no ha cesado de investigar el extrañamiento. Sus obras ligan con genial soltura la introspección, la representación mínima y la ambigüedad ante las certezas asentadas. Una cita que puede alumbrar su tipo de conducta en este aspecto está en un ensayo dedicado a un compatriota suyo, igual de rebelde: "Thomas Bernhard decía que no bien se le aparecía durante la escritura aunque más no fuera la punta de una historia en el horizonte, le pegaba un tiro. Yo contesto: no bien aparece al escribir aunque más no sea la punta de un concepto, me evado -sí aún puedo- hacia otra dirección, hacia otro paisaje, en el que aún no haya alivios y pretensiones de totalidad a través de conceptos. Y estos se ofrecen en cada movimiento de escritura como lo primero y lo peor; si uno está cansado, los deja estar; son lo aparentemente difícil, que es fácil de hacer".



 

 

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Handke, auténtico indignado.
Por Matías Rivas.
Publicado en La Tercera, 16 de Diciembre de 2012