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Monumento en vida a Manuel Rojas

"Obras Completas", Zig.Zag, Santiago de Chile, 1961, 898 páginas

Publicado en Ercilla N°1396
21 de febrero de 1962


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Que a un autor le editen sus "Obras Completas" en vida, en un volumen de lujo, con amplia nota biográfica de su más íntimo amigo, seleccionadas y ordenadas por él mismo, es el mejor monumento en vida que se le puede ofrecer. Zig-Zag acaba de hacer esto con las "Obras Completas" de Manuel Rojas, que pronto será seguido de otros volúmenes del mismo tipo, con la producción de otros Premios Nacionales de Literatura. Entre los próximos se cuentan las "Obras Completas" de Marta Brunet. El volumen presente va precedido con un ensayo del mismo Manuel Rojas, sobre "Mi experiencia literaria", que constituye una especie de introducción. El libro finaliza con un ensayo sobre Manuel Rojas, de José Santos González Vera —una serie de viñetas que trazan el perfil del amigo de infancia y de toda la vida—, que es también compañero en el Olimpo chileno de los Premios Nacionales de Literatura.

La edición de casi novecientas páginas es un modelo de sobriedad y cuidado. Papel finísimo, portada empastada, tipografía holgada y de fácil lectura, el volumen estuvo a cargo de ese maestro de ediciones chilenas: Mauricio Amster. Sólo cabe un reparo que hacerle a este extraordinario volumen: no hay una nota bibliográfica completa, que haga que este libro, además de ser una admirable fuente de experiencias estéticas, sea también un guía para el estudioso, o para el lector que desea ir un poco más allá de las obras aisladas, y quiera profundizar en la estructura total de la producción de Rojas o en alguna novela en particular. Faltan fechas, puntos de referencia, y la circunstancia que rodea la obra de arte, interesantes para el lector avisado.


La parte débil

Los ensayos y los poemas de Manuel Rojas siempre han constituido la parte más débil de su producción. Manuel Rojas no es ni un pensador ni posee tampoco ese idioma ágil, agudo, que el poeta necesita como instrumento primordial para su creación —y tal vez por estas mismas carencias es el extraordinario cuentista y novelista que es—. Su cualidad excelsa es aquella que contiene lo que dijo Flaubert: "Mme Bovary soy yo". Manuel Rojas tiene la poderosa facultad de adentrarse en el alma de sus personajes, y desde su interior, manifestarse él mismo por sus múltiples vidas, creando así dos planos de vida: uno, el del personaje que describe y de sus circunstancias; dos, el plano del escritor mismo, que se adivina o entrevé en todas esas vidas, problemas, observaciones, gustos y rechazos que pinta.

En su ensayo "Algo Sobre mi Experiencia Literaria", dice Manuel Rojas:

"No ignoro que existen teorías que pretenden explicar por qué un artista es artista. Una es la de que la fuerza vital, común a todos, que se descarga a través de nuestros órganos y facultades, puede encontrar en un órgano o facultad una represión, una obstrucción fisiológica, o psíquica, que la obligue a descargarse por otro órgano o facultad, ya que por alguna tiene que salir. Al ocurrir esto, la facultad o el órgano que recibe esta fuerza complementaria y gratuita adquirirá un vigor o una sensibilidad de que carecería si no contara más que con aquella que naturalmente le corresponde".

No sabemos qué facultad está reprimida en Manuel Rojas, u obstaculizada, pero, ciertamente, no es la fuerza creativa ni la imaginación. En sus poemas, Manuel Rojas se ve como comprimido, como con ropa que le queda chica. El novelista necesita: mayor frondosidad, mayor espacio vital para regodearse con lo innecesario, para perderse y volver a encontrarse. Es curioso que en estos poemas, un creador tan original como Manuel Rojas se vea contaminado con influencias a veces reconocibles de los grandes poetas chilenos, que son sus contemporáneos. Pero esto no importa. Cuando un artista sale del género que, más que elegido, se ha visto obligado a elegir por sus propias condiciones, el resto de su producción queda siempre teñida de un aroma algo derivativo.


Los cuentos

Entre los veintidós cuentos que aparecen en el volumen de las "Obras Completas" de Manuel Rojas figuran por lo menos dos cuentos suyos que han llegado a ser clásicos, de antología, dentro de la literatura chilena: "El Vaso de Leche" y "El Bonete Maulino". Es en los cuentos donde comenzamos a ver al creador, en pleno uso de sus facultades, paseándose libre y a sus anchas por su casa, no sentado en la punta de la silla, como de visita, como en los dos ensayos y los poemas. Aquí están el colorido, lo particular, el rasgo que define y marca, la visión de una atmósfera, de un mundo coherente, que no hay que pensar ni definir, ni analizar, sino que presentar. El cuentista tiende la red de su sensibilidad, y manteniéndola quieta, o agitándola un poco, atrapa verdades en forma de personas, de cosas o de circunstancias. Y en este atrapar de verdades, Manuel Rojas es un maestro sin par. "Canto y Baile" comienza así:

"Los muebles de aquel salón de baile eran tapizados con brocato color rojo; rojo era también el papel que cubría las paredes, y roja la alfombra que, después de orillar de encarnado las patas de las sillas y sillones, terminaba súbitamente ante el piano. En las ropas de las mujeres de aquel salón de baile predominaba igualmente el color rojo. Los espejos, cuatro, grandes, colocados uno encima del piano, otro al fondo, en la pared contraria a la que ocupaba el primero, y dos frente a frente en las paredes restantes, recogían y multiplicaban aquel tono rojo de las sillas, de los sillones, de la alfombra y del papel. Era todo como una sinfonía en rojo, tal vez si conscientemente organizada por la dueña de casa, que no ignoraría, ya que eso formaba parte de su conocimiento del negocio, que el color rojo influye en los nervios, excitando a los apacibles y enloqueciendo a los irritables."

El mundo está construido, listo para que salten a escena los personajes. Y los personajes, en los cuentos de Manuel Rojas, son siempre una parte viva, inseparables del ambiente en que el autor los coloca. No hay pasos en falso en este sentido, y las síntesis de vida que forja en sus cuentos no pierden ni el olor ni el sonido, ni el color que les corresponde, aunque ni siquiera hable de ellos.


Las novelas

El volumen contiene cinco: "Lanchas en la Bahía", "Imágenes de Infancia", "Hijo de Ladrón", "Mejor que el vino" y "Punta de Rieles". Las obras maestras de Manuel Rojas siguen siendo "Lanchas en la Bahía" e "Hijo de Ladrón". En la primera está contenido un aire, una atmósfera, que Manuel Rojas no perderá nunca a través de toda su producción —uno ve moverse los músculos de trabajadores, ve el agua sucia, siente que las reacciones de los personajes no pueden ser otras, tan vivos y tan reales son. Tan reales, que si un lector que jamás haya conocido personajes del tipo que pinta Rojas lee "Lanchas en la Bahía", se siente con el derecho de juzgar la verosimilitud de los personajes y del ambiente: es el mayor mérito de un novelista.

"Hijo de Ladrón" es una novela de rango universal, como todos lo saben. Ediciones en alemán e inglés, entre otras, la han difundido con éxito en USA —donde Rojas actualmente se encuentra, haciendo cursos de literatura latinoamericana— y en Europa. Releer una novela que ha procurado gran placer al ser publicada hace algunos años, generalmente produce una desilusión. No así "Hijo de Ladrón". El lector busca ansiosamente las escenas admiradas —la huelga en Valparaíso, los trabajadores en la nieve de la cordillera— y se asombra de encontrarlas tan vitales y verdaderas como en una primera lectura.


 

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"Obras Completas", Zig.Zag, Santiago de Chile, 1961, 898 páginas
Publicado en Ercilla N°1396. 21 de febrero de 1962