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Pasé por México un día
En la carretera: la aventura amorosa de Manuel Rojas viajando por México

Por Javier García
La Tercera, 15 de enero de 2015



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Era joven, rubia y alta. La llamaba “La liebre”. Era Julianne Clark, de 19 años, alumna de literatura latinoamericana de la Universidad de Washington, en Seattle. El profesor era Manuel Rojas, de 65 años, escritor chileno y Premio Nacional de Literatura.

Corría 1961 y entre la guapa Julianne y el autor de Hijo de ladrón habían 47 años de diferencia. Un breve escándalo sacudió al campus universitario. Por entonces, en Estados Unidos, la mayoría de edad comenzaba a los 21 años.

Manuel Rojas estaba casado en segundas nupcias con Valerie López Edwards, con quien llegó a EE.UU. Tras enterarse del romance, ella decidió regresar a Santiago.

El profesor Rojas partió entonces a Los Angeles para dictar un curso en la Universidad de California. Hasta esa ciudad se trasladó Julianne Clark. Los padres de ella dieron aviso a la policía, pero los enamorados estaban decididos a estar juntos. También querían casarse.

“Son las tres y media de la tarde cuando el automóvil entra por fin, después de luchar largo rato con el tránsito de Los Angeles, California, en la ruta 101 interior; vamos hacia México, pasando por San Diego”, anota Manuel Rojas en su diario.

Hasta que la pareja llega a Ciudad Juárez, donde el escritor consigue un certificado de nulidad para poder casarse de una vez con Julianne.

“Ya está todo listo. Está hablado el oficial del Registro Civil, hay testigos, todos los que se necesiten...”, escribe Rojas con fecha 4 de agosto, de 1962, en ese cuaderno que crecerá hasta transformarse en el libro Pasé por México un día, que ahora es reeditado por el sello Catalonia a 50 años de su primera publicación, en 1965.

La pareja está casada. Serán meses de aventuras en la carretera manejando un Austin negro del año 57. Su siguiente destino: Ciudad de México.

“Está enamorado y lejos de su país natal, habita en un paréntesis donde es capaz de concederse el tiempo que no ha tenido hasta ese momento. México existe como una ficción frágil, como una promesa endeble que debe aprovechar porque tiene fecha de vencimiento”, señala el escritor Alvaro Bisama en el prólogo de la nueva edición de Pasé por México un día, que a la vez es un testimonio de los primeros días de su romance con Julianne.

El libro además demuestra el interés de Manuel Rojas por la cultura mexicana. Hay apuntes de historias, fragmentos de textos de antropología; se refiere a volcanes, cerros y valles, y cita desde Mariano Azuela y Carlos Fuentes hasta su amigo Augusto Monterroso, con quien pasará el Año Nuevo de 1963.



La vida corriente

Van por la carretera, y tras mirar un río, Manuel Rojas se pregunta: “¿Será Julianne el río, seré yo el ventisquero, que un día desaparecerá, dejándola libre?”.

De Ciudad Juárez hasta Zacatecas. De Querétaro rumbo a Ciudad de México. Miles de kilómetros. Se detienen. Duermen en moteles. Se turnan para manejar. “Estamos asustados: la idea de llegar a una ciudad grande y desconocida. (...) ¿hacia dónde ir? No tenemos un mapa de la ciudad, un mapa grande, sólo uno chico que no da ni siquiera un reflejo de lo que resulta ser México”, apunta Rojas junto a Julianne Clark, quien décadas más tarde publicará el testimonio Y nunca te he de olvidar (2007), que plasma la relación desde su mirada. Perfecto complemento de un matrimonio que duraría cerca de una década (hasta 1970, tres años antes de la muerte de él). “Nuestra vida cotidiana en el D.F. era una aventura”, recordaría ella.

En octubre de 1962 se instalan en Ciudad de México. Arriendan un departamento. El escritor buscará impartir algunos cursos sobre poetas chilenos para reunir dinero. La madre de Julianne los visita. También la hija del primer matrimonio de Rojas, María Eugenia.

A pesar de su pasado proletario, el autor de Lanchas en la bahía se sorprende con la pobreza que observa en México, así como con la violencia. “Si dijera que Ciudad de México es una ciudad aséptica, impecable desde todo punto de vista, all right, comme il faut y el mundo norteamericano lo creyera, México perdería de golpe setecientos millones de dólares y quizá yo sería asesinado como traidor”, escribe Rojas en el libro que por primera vez incluye fotografías del viaje.

En enero de 1963, la pareja decide regresar a la frontera con EE.UU. Se cumplirán los seis meses de la visa de turistas. A Rojas le revisan el pasaporte. “¿Quién soy yo, de qué vivo, en qué trabajo? El pasaporte dice claramente que en México soy un visitante y que trabajo en algo; ese trabajo le parece un poco sospechoso: trabaja en libros”, apunta en su diario.

La pareja regresará a Ciudad de México. Irán a Guadalajara, Oaxaca, Puebla, Cuernavaca, Veracruz.

Julianne aún no cumple la mayoría de edad. Sería complicado volver a EE.UU. El narrador de ese diario se pregunta: “¿Deberíamos irnos? ¿Para dónde? ¿Deberíamos quedarnos?”.



 



 

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En la carretera: la aventura amorosa de Manuel Rojas viajando por México
Por Javier García
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