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A 120 años de su nacimiento
Manuel Rojas, el mito del autor
Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 29 de Mayo de 2016
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Nació en Buenos Aires, como pudo haberlo hecho en cualquiera de las ciudades argentinas -o chilenas- donde vivieron sus padres a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Llegó al mundo en un barrio obrero de esa capital, el 8 de enero de 1896, hijo de Dorotea Sepúlveda González, talquina, y Manuel Rojas Córdoba, santiaguino. Cuando, ya adulto, optó por la nacionalidad de sus progenitores y fue al consulado argentino a pedir una copia de su fe de bautismo, el funcionario que lo atendió, luego de mirar de arriba a abajo sus dos metros de estatura, le dijo: "Sepa, usted, señor, que la ciudadanía argentina es irrenunciable".
Cuenta la anécdota su amigo Enrique Espinoza (Samuel Glusberg), otro argentino avecindado en Chile, cerebro de la revista "Babel", en la que también colaboró González Vera. Tantos fueron los viajes que Rojas hizo de un país a otro, que Espinoza propuso llamarlo "el Ande", tal como algunos críticos denominaban "platense" al eximio cuentista Horacio Quiroga, quien emigró a la Argentina después de vivir hasta los 23 años en Uruguay.
El estrecho vínculo del autor de Hijo de ladrón con los dos lados de la cordillera se refleja hoy en el programa de actividades conmemorativas organizado por la Fundación Manuel Rojas en los 120 años de su natalicio. Así, la exposición itinerante "Manuel Rojas. Una oscura y radiante vida" se iniciará en julio, coordinada por la Dibam en varias ciudades de Chile. A partir de noviembre, la muestra se presentará también en Argentina, con apoyo de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores (Dirac). Primero, en el Centro Cultural Matta de la Embajada de Chile, en Buenos Aires, para luego trasladarse a Rosario y Mendoza.
En paralelo a la itinerancia de la exposición en Chile -apoyada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- se desarrollarán las "Jornadas Rojianas", en universidades de Santiago y regiones.
- El legado de Manuel Rojas tiene muchas facetas -dice Jorge Guerra, presidente de la fundación-. Nos interesa prioritariamente su herencia literaria, pero también poner en relieve su singular condición de ser humano. En el primer aspecto nos importa dar a conocer la dimensión de su obra más allá de una relegada condición de textos escolares o juveniles. El pensamiento de Rojas alcanza una profundidad y trascendencia que no han sido apreciadas por el lector común, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito académico. Esto sumado al rupturismo literario que significa su narrativa novelística principalmente lo destacan como un escritor excepcional en distintos géneros: cronista, narrador, poeta, incluso como dramaturgo.
La fundación ha impulsado una serie de reediciones anotadas, atractivas para los lectores y con prólogos actualizados. Zig-Zag reunió, por primera vez, las cuatro novelas que integran el ciclo "Tiempo irremediable": Hijo de ladrón (1951), Sombras contra el muro (1964), La oscura vida radiante (1971) y Mejor que el vino (1958). Se publicaron en dos tomos insertos en un estuche de cartón ilustrado con un retrato al óleo de Manuel Rojas hecho por Roser Bru. El prologuista, Ignacio Álvarez, informa que la edición ordena las novelas siguiendo cronológicamente la vida de Aniceto Hevia. Adopta su nombre, "Tiempo irremediable", del título con el que Rojas envió el manuscrito de su primera novela a un certamen convocado por la Sociedad de Escritores de Chile en 1950. Nascimento lo cambió por el de Hijo de ladrón, que propuso Espinoza.
Rojas y Bolaño, vidas paralelas
Este año se reeditaron otros libros fundamentales del autor: Imágenes de infancia y adolescencia (Tajamar) y Cuentos (Ediciones Universidad Alberto Hurtado). El primero constituye una autobiografía publicada originalmente en 1955 como Imágenes de infancia, título aumentado a Imágenes de infancia y adolescencia, en la edición póstuma de 1983, que incorporaba manuscritos inéditos conservados por su hija María Eugenia. El libro abarca los primeros años de vida del autor hasta su llegada a Chile en 1912. La edición que ahora publica Tajamar, a cargo de Jorge Guerra, se enriquece con un anexo de fotografías, dos crónicas autobiográficas de Manuel Rojas y un reportaje.
Mientras que la ensayista argentina Sylvia Molloy -ex profesora de las universidades de Princeton, Yale y Nueva York- considera Imágenes de infancia una "narración picaresca" de su niñez, al mismo tiempo que una "celebración de la clase obrera" ( Acto de presencia ), la investigadora Lorena Amaro, de la Universidad Católica, repara en el hecho de que la figuración mediática alcanzada por Rojas, luego de su primera novela, lo mueve a proporcionar las claves autobiográficas de sus obras.
-Existe una conciencia de la curiosidad de los lectores por saber si lo que escribió en Hijo de ladrón era ficticio o real -afirma-. Esta tensión entre la autobiografía y la ficción es un gesto muy moderno. Con ella Manuel Rojas crea un mito de autor. En su obra es tan importante el mito autorial como la literatura misma. Rojas tenía conciencia del lugar anómalo que ocupaba: el escritor que viene de abajo, baudelaireano, con una visión moderna de la literatura y cierta estética de la pobreza. Bolaño también creó ese mito: el escritor que no fue a la universidad, que se construyó leyendo solo. Los dos son autodidactas y por eso es importante para ellos ponerse como personajes a través de un alter ego : Aniceto Hevia y Arturo Belano. Ambos se dan cuenta de la seducción que este gesto provoca.
La relación de Manuel Rojas con la prensa fue temprana. En su prólogo al volumen Cuentos -que el propio autor compiló para editorial Sudamericana en 1970-, recuerda que escribió su primer relato por dinero, al quedar cesante: "Laguna" obtuvo, en 1923, el segundo lugar en un concurso del diario argentino La Montaña. Meses después ganó el mismo premio en el certamen de la revista Caras y Caretas, con "El hombre de los ojos azules". Se hizo colaborador habitual de la prensa bonaerense. Lo mismo sucedió una vez que se radicó en Chile. "El Mercurio" le publicó cuatro relatos el año 1927, y dos en 1951, varios de ellos en portada, como "El vaso de leche". Aparte de su excepcional valor literario, la celebridad que alcanzó ese cuento le debe no poco al soporte masivo en el que apareció. Luego vendrían la consagración de la crítica, el Premio Nacional en 1957 y el ingreso al currículum escolar que decidieron su lugar en el canon.
Ignacio Álvarez -profesor de la Universidad de Chile e integrante del directorio de la Fundación Manuel Rojas- trabaja hoy en una edición crítica de los Cuentos completos del autor. Ya ha realizado el cotejo con todas las versiones de prensa (cinco o seis para cada texto) y le falta revisar el archivo del escritor.
-La mayor dificultad ha sido justamente acceder al archivo -dice Álvarez-. Todavía no se ha clasificado profesionalmente, de modo que su acceso es restringido. Diría que los mayores descubrimientos han sido dos: el primero es que Rojas corrigió sus textos continuamente, para cada edición, buscando siempre la expresión más clara y sencilla. A veces es el orden de las palabras, a veces la puntuación, otras vuelve a la expresión primera. El segundo es que trataba de "poner al día" sus cuentos, para lo cual va eliminando menciones a la raza, o bien expresiones machistas, cuando los tiempos le enseñan que ya no es aceptable. Espera que sus cuentos estén siempre en tiempo presente.
La futura edición de sus Cuentos completos va a incorporar cuatro relatos publicados en diarios y revistas que el autor dejó fuera en el volumen de 1970: "Una pelea en la Pampa" (1926), "Una historia sin interés" (1927) y "Corazones sencillos" (1930). El cuarto, "Muerte en otoño" (1950), es "un texto cercano a la corriente de la conciencia, probablemente un ejercicio que le permite llegar a Hijo de ladrón ", afirma Ignacio Álvarez. "Por lo que he mirado muy fragmentariamente en algunos cuadernos manuscritos, es probable que haya dos o tres textos realmente inéditos, y algunos pasajes escritos a mano que vale la pena revisar", concluye.
En ruso y mapudungún
Varios son los libros de Manuel Rojas que vienen en el marco de su 120° natalicio. La Biblioteca de Lenguas Extranjeras de Moscú reeditará Hijo de ladrón con el patrocinio de la Dirac. En Chile, Catalonia publicará una edición aumentada y con ilustraciones del volumen de crónicas A pie por Chile (1967). Ediciones Biblioteca Nacional presentará en agosto Manuel Rojas para todos, integrado por los cuentos "El vaso de leche" y "Pancho Rojas", en español y en cuatro lenguas originarias: rapanuí, mapudungún, aymara y quechua. El volumen incluirá un CD con los audios correspondientes, uno de los cuales contiene la voz del propio Rojas. El lanzamiento coincidirá con la inauguración, en la Biblioteca Nacional, de una muestra sobre la vida y obra del escritor. Finalmente, en 2017, Ediciones Tajamar publicará Punta de rieles (1960), novela en la cual se basa una obra teatral que estrenará en septiembre de este año la compañía La Ermitaña.
-Hay que leer o releer a Manuel Rojas en todo lugar y circunstancia, casi digo a como dé lugar -dice Jorge Guerra, coordinador de estas iniciativas-. Rojas es el vivo ejemplo de un hombre que se construye a sí mismo, y de la posibilidad de avanzar y crecer gracias a una meritocracia químicamente pura. Desde los barrios pobres de Buenos Aires y Santiago llegó a convertirse, con voluntarioso empeño, en catedrático de universidades norteamericanas. Su obra, su figura, se construyen desde la marginalidad que proyecta en su quehacer literario, pero él mismo, sin proselitismo y en silencio, surge como una posibilidad de superación.