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CHILENIDAD
Manuel Rojas
Las Ultimas Noticias, 1944
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Hace algún tiempo, la prensa y numerosas personas, de ésas que siempre tienen algo que proponer, se ocuparon bulliciosamente de algo que, como muchos Otros asuntos abstractos o concretos, quedó propuesto a la opinión pública, aunque sin destino ni dirección alguna. Ese algo era la chilenidad. ¿Qué era la chilenidad? ¿Era, acaso, la higienización de Chile, el despojamiento de los conventillos, la disminución de la tuberculosis y del alcoholismo, la edificación popular y el aumento del standard de vida de las clases populares? ¿O era, simplemente, el cacareo periódico de virtudes que se atribuyen de modo exclusivo al pueblo chileno y que hasta ahora no le han servido, en verdad, de maldita la cosa? No lo sabemos. La chilenidad, como la paradoja azul de la hortensia loca, es algo que cada uno puede interpretar como quiera, sin que con ello vayamos ganando nada que valga la pena.
Una chilenidad bien entendida exigiría, antes que nada, unidad. No la tenemos, y no sólo no la tenemos sino que, peor aún, hacemos lo posible por no llegar a tenerla jamás. No hablemos de política o de economía. Hablemos de las relaciones que existen entre las clases sociales de Chile. Triste tema. Creemos que en ningún país del mundo se tiene, como en el nuestro, un mayor odio y menosprecio hacia las clases populares. Todas las clases superiores, empezando por la pequeña clase media, sienten por la gente del pueblo el mismo sentimiento que un lord inglés estúpido puede sentir por un pigmeo del África Central: desprecio, repugnancia e ira. En Chile, lo único aparentemente chileno es el pueblo. Los demás parecemos extranjeros que viven aquí en contra de su voluntad.
Si por las clases superiores fuera, las clases populares no deberían hacer otra cosa que trabajar, y trabajar por el salario que esas clases superiores quisieran buenamente pagarles. Nada de formar sindicatos —rotos alzados—, nada de pedir aumentos de jornal —se emborracharán más a menudo—, nada, sobre todo, de hacer huelgas —el lema presidencial es: gobernar es producir; no se ha dicho nada de pagar salarios altos. Existe en ese mundo superior lo que podría llamarse, menos que chilenidad, antichilenidad, y esto de un modo compacto, parejo, uniforme y simultáneo, o sea, todas esas clases están de acuerdo en lo mismo.
¿Cómo hablar así de chilenidad? Cualquiera que sea, será una chilenidad fraccionada y sin facetas, una chilenidad pobre, exclusiva de algunos y no de propiedad de todos.
