-USTED se acuerda: yo era
muy joven, mi madre había muerto y mi padre estaba en alguna parte,
tal vez en Ushuaia, condenado a muchos años de presidio; mis tres
hermanos habían desaparecido.
Yo también era un desaparecido, lo
soy aún. No sé, y quizá no sabré nunca, dónde están ellos , y ellos
tampoco saben, ni sabrán dónde estoy yo. Puede que alguna vez nos
encontremos y nos reconozcamos (no es fácil, por cierto, pero tampoco
es imposible. Al maestro Menares, el carpintero, le pasó algo curioso:
se le deshizo el hogar de repente -cosa que ocurre mucho a los pobres-
y el salió al mundo como tras un empujón. Durante algunos años no supo
de su madre ni de sus hermanos. Un día, mientras almorzaba en un
figón, a muchas leguas de pueblo nativo, advirtió que una de las
muchachas que servían las mesas se pareciá a su madre. Le habló: era
su hermana). Pero usted sí sabe dónde estoy: estoy aquí, a bordo del
vapor "Chiloé", en la bahía de Corral, y acabo de despertar. Me
despertó la sirena del barco; soñaba con mi primera llegada a Chile,
en 1912. Estramos en 1921, es decir, han transcurrido nueve años;
tengo veinticinco. Es ya un hombre, dirá usted. Puede que lo sea,
aunque no lo siento así y creo que nunca llegaré a ser un hombre, un
hombre hecho y derecho, terminado, como un perno. Me parece, siempre,
que me falta algo. No sé si usted se habrá dado cuenta de que existen
individuos que no necesitan nada y que lo rechazan todo; están ya
hechos, definitivamente hechos, se hallen donde se hallen, en los
talleres de una fábrica o en la oficina de la gerencia, en un cuartel
o en un salón de ministerio. No quiero decir que los que nacen hechos
o se hacen de una vez, los que están acabados de hacer, los que no
admiten ya nada, no tengan categoría. Muchos la tienen, y alta y buena
o alta y mala. En ocasiones se combinan bien los factores y algo
perfecto, dentro de una detreminada condición, sale de una vez al
mundo. Yo no: necesito de todo, acepto todo y no soy así porque lo
quiera, sino porque lo soy, aunque a fuerza de serlo terminaré,
posiblemente, por querer serlo. Y esto no significa que tenga alguna
categoría; no la tengo, ni buena ni mala, y no sé si alguna vez
llegaré a tenerla, mala o buena. ¿Quién podría decirlo?
......
"En estos nueve años han sucedido algunas
cosas, así como sucedieron en los nueve años anteriores. ¿Qué irá a
pasar en los nueve años que vienen? En los míos hubo una guerra
mundial y se desarrolló un arte, el cinematógrafo; desapareció un
imperio, el ruso, y en su reemplazo nació una república llamada de
trabajadores; la gente habló a través del aire, y el automovil y el
aeroplano empezaron a andar por las ciudades y por el espacio como
Pedro por su casa. Siempre hay gente pobre, tuberculosis, niños que
mueren de hambre, conventillos, tifus exantemático y tifus abdominal,
o sea, piojos y mugre; pero quien sabe si esas cosas y esos seres no
tienen nada que ver con las otras, el cinematógrafo, el automóvil, los
aeroplanos, la radiotelefonía, la guerra, los imperios y las
repúblicas llamada de trabajadores. Hay gente, claro está, que pelea
por los pobres y contra la tuberculosis, la mortalidad infantil, los
conventillos, los piojos y la mugre. La gente no descansa, ello a
pesar de que mucha está ya hecha, y si no descansa la gente tampoco
descansa el mundo; siempre hay algunos que pelean, en apariencia
inútilmente, aunque de pronto se salen con lo suyo, malo o bueno, pero
salen. Otros mueren sin conseguir nada y muchos son asesinados. "¡Para
qué te metes en eso!", se oye gritar. Sí, ¿para qué te metes? Pero,
también, ¿cómo no meterse? Todo está por hacerse, incluso el hombre, y
alguien tiene que hacerlo, aunque sea de a poco y a tropezones. Unos
empiezan, otros siguen. Siempre hay alguien que sigue a los que
empiezan, hagan éstos lo que hagan, comercio, arte, ciencias, guerras,
programas sociales revolucionarios o doctrinas religiosas. "¡Por qué
no se quedan tranquilos!", gritan, desde Poncio Pilatos, los ya
hechos, que creen, como es natural que crean, que todo está ya hecho,
acabado, como ellos, y que no hay más que sentarse a disfrutar de
todo. Pero los otros no lo creen y siguen. Sienten que ni ellos mismos
están hechos y quieren hacerse y hacer. ¿Qué importa el tiempo? Nada
¿Ha calculado usted los siglos que se necesitan para producir una hoja
fósil?