Manuel Rojas
 
 





Lanchas en la bahía, novela

Lanchas en la bahía
Manuel Rojas
24ª edición - Mayo de 1993







3

....

. . . -¡Guachimán de la W!...
..... Había dejado de remar y abocinando las manos lanzaba a través de ellas el grito de llamada. El grito surgía recto y de un solo tono, pero el viento cogíalo y lo dividía en muchos gritos que tomaban distinta trayectoria y que vibraban sobre el mar con diferentes tonos, hasta caer al agua.
..... -Grita no más... -murmuró Rucio del Norte.
..... -Me parece que tendremos que dormir a bordo -exclamó Alejandro, de pie en la proa.
..... Puse de nuevo la caña junto al pecho, me incliné al levantar la pala y avanzando un paso la hundí en el agua. Me erguí, dejándome luego caer hacia atrás, mientras la pala, impulsada por el peso del cuerpo, partía en surco fugitivo la superficie del mar. La lancha se movía lentamente, como de mala gana, balanceándose un poco. Cuando la caña me tocó el pecho, me enderecé y repetí el movimiento. Era un movimiento sencillo y mecánico, que exigía más habilidad que fuerza, pero en cuya realización fijaba toda mi energía palpándome de rato en rato los músculos de los brazos, esperando encontrarlos como los de Rucio del Norte, trenzados como gruesos cabos, o como los de Alejandro, largos y elásticos.
..... Volví a gritar.
..... -Me parece que gritas para descansar del remo- comentó irónicamente Rucio, volviendo su cabezota roja.
..... Rió Alejandro y contesté, picado:
..... -Si te parece mal, no volveré a gritar ...
..... Rucio lanzó una carcajada. Una gaviota, detenida en la copa de una boya, alzó el vuelo.
..... -¡Je, je, je! -remedaron en una lancha.
..... -¡De qué te ríes, alcatraz! -rezongó el lanchero.
..... -Me río de la risa -respondió el hombre.
..... En la oscuridad solo se veía una camiseta. La cara y el resto del cuerpo desaparecían en la sombra.
..... -¿Y por qué no te vas a reír de tu abuela?
..... -Porque no tengo, roto atrevido...
..... Inclinóse el hombre y algo pasó zumbando sobre la lancha, cayendo al agua. Rucio buscó a su alrededor un proyectil, pero no había allí sino barricas de carburo, pesadísimas.
..... -No te tiro con una barrica de carburo... por no matarte.
..... -¿Para dónde van? -preguntó el hombre, ya en tono amistoso.
..... -Al fondeadero. Si ves al guachimán de la W, échalo para allá... ¿Andas trabajando en el carbón?
..... -En el carbón.
..... -Dales recuerdos a las sábanas, entonces.
.... Reímos y volví a remar: adelante, atrás, adelante, atrás, una, dos , tres...
..... -¡Para de singar! ¡Stop! -gritó Alejandro, alzando un brazo.
..... Me detuve. Estaba bañado en sudor y cansado, pero me sentía alegre, animoso. Varios días llevaba ya sobre esa lancha, días de sol, de viento, trabajando desde el alba, con los pies desnudos, en camiseta, endureciéndome, tostándome. Sin embargo, cuando me invitaron a trabajar como lanchero tuve miedo, pareciéndome que aquel trabajo era superior a mis fuerzas, propio solamente para hombres como aquellos que veía desde la orilla: resueltos, hábiles, fuertes.
..... -No es ninguna cosa del otro mundo -me dijo Alejandro- y sólo es cuestión de costumbre y de voluntad. No hay ningún trabajo que pueda acobardar a un hombre.




(texto escogido)


 

 
 

 

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