....
. . . -¡Guachimán de la
W!...
..... Había dejado de remar y
abocinando las manos lanzaba a través de ellas el grito de llamada. El
grito surgía recto y de un solo tono, pero el viento cogíalo y lo
dividía en muchos gritos que tomaban distinta trayectoria y que
vibraban sobre el mar con diferentes tonos, hasta caer al
agua.
..... -Grita no más... -murmuró
Rucio del Norte.
..... -Me parece que
tendremos que dormir a bordo -exclamó Alejandro, de pie en la
proa.
..... Puse de nuevo la caña junto
al pecho, me incliné al levantar la pala y avanzando un paso la hundí
en el agua. Me erguí, dejándome luego caer hacia atrás, mientras la
pala, impulsada por el peso del cuerpo, partía en surco fugitivo la
superficie del mar. La lancha se movía lentamente, como de mala gana,
balanceándose un poco. Cuando la caña me tocó el pecho, me enderecé y
repetí el movimiento. Era un movimiento sencillo y mecánico, que
exigía más habilidad que fuerza, pero en cuya realización fijaba toda
mi energía palpándome de rato en rato los músculos de los brazos,
esperando encontrarlos como los de Rucio del Norte, trenzados como
gruesos cabos, o como los de Alejandro, largos y elásticos.
..... Volví a gritar.
..... -Me parece que gritas para descansar del
remo- comentó irónicamente Rucio, volviendo su cabezota roja.
..... Rió Alejandro y contesté, picado:
..... -Si te parece mal, no volveré a gritar
...
..... Rucio lanzó una carcajada. Una
gaviota, detenida en la copa de una boya, alzó el vuelo.
..... -¡Je, je, je! -remedaron en una
lancha.
..... -¡De qué te ríes,
alcatraz! -rezongó el lanchero.
..... -Me río de la risa -respondió el hombre.
..... En la oscuridad solo se veía una camiseta.
La cara y el resto del cuerpo desaparecían en la sombra.
..... -¿Y por qué no te vas a reír de tu
abuela?
..... -Porque no tengo, roto
atrevido...
..... Inclinóse el hombre y
algo pasó zumbando sobre la lancha, cayendo al agua. Rucio buscó a su
alrededor un proyectil, pero no había allí sino barricas de carburo,
pesadísimas.
..... -No te tiro con una
barrica de carburo... por no matarte.
..... -¿Para dónde van? -preguntó el hombre, ya
en tono amistoso.
..... -Al fondeadero.
Si ves al guachimán de la W, échalo para allá... ¿Andas trabajando en
el carbón?
..... -En el carbón.
..... -Dales recuerdos a las sábanas,
entonces.
.... Reímos y volví a remar:
adelante, atrás, adelante, atrás, una, dos , tres...
..... -¡Para de singar! ¡Stop! -gritó Alejandro,
alzando un brazo.
..... Me detuve.
Estaba bañado en sudor y cansado, pero me sentía alegre, animoso.
Varios días llevaba ya sobre esa lancha, días de sol, de viento,
trabajando desde el alba, con los pies desnudos, en camiseta,
endureciéndome, tostándome. Sin embargo, cuando me invitaron a
trabajar como lanchero tuve miedo, pareciéndome que aquel trabajo era
superior a mis fuerzas, propio solamente para hombres como aquellos
que veía desde la orilla: resueltos, hábiles, fuertes.
..... -No es ninguna cosa del otro mundo -me dijo
Alejandro- y sólo es cuestión de costumbre y de voluntad. No hay
ningún trabajo que pueda acobardar a un hombre.