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Para matar ese tiempo que ayer nos tocó padecer y el tiempo que hoy nos toca soportar.
Sobre Para matar este tiempo, de Guillermo Riedemann (Bogavantes, 2018)

Por Manuel Silva Acevedo




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En primer término, cabe puntualizar que la figura de “matar el tiempo”, en la forma empleada por nuestro autor, apunta a poner en evidencia las iniquidades que caracterizaron o que aún caracterizan a los períodos mencionados, y que estos textos denuncian con particular vehemencia. Textos a la manera de Catulo, podemos decir sin temor a exagerar. No es casual que el poeta latino sea citado al comienzo del libro.

Recuerdo que en los primeros años ochenta compartíamos con Guillermo Riedemann una pequeña oficina en calidad de creativos de una prestigiosa agencia de publicidad, mientras que afuera, en las calles y plazas, la ciudadanía rebelde intentaba deshacerse de una dictadura que ya llevaba un decenio asesinando, encarcelando, desapareciendo y exiliando a miles de compatriotas. Entonces, contagiados por el clamor ciudadano y sin pensarlo dos veces, abandonábamos los escritorios de la empresa y nos uníamos a la multitud que coreaba “Y va a caer… y va a caer”.

La crisis económica, la cesantía, la corrida bancaria y las protestas populares ponían en jaque al dictador, que debió recurrir a un viejo carcamal derechista, Onofre Jarpa, gran señor y rajadiablos, para erigirlo como ministro del Interior, en una maniobra desesperada que con Guillermo denominamos “el último Jarpazo de la dictadura”.

En ese escenario nació el poemario Para matar este tiempo que conforma la primera parte de la presente publicación. Como es de comprender, no se trataba tan solo de matar el tiempo, como una forma de evasión, sino de matar aquel tiempo infame que parecía interminable. Y, además, dejar estampado en la página en blanco y en la poesía una rebeldía irrenunciable.

La página en blanco es el peor desafío para un poeta
El pueblo en la calle es el peor desafío para un dictador
Cómo llenarla con qué palabras
18 mil soldados son incapaces de controlar la situación
Hasta que se empieza con el primer verso

Situado en ese álgido escenario, el autor plantea entonces lo que a su entender debe ser el deber del poeta:

Acabar con las reglas que te exigen escribir así o asá
Pasarse por el forro todas esas normas
Escribir como se habla incluso escribir como se piensa
[...]
Y que los críticos se vayan a la punta del cerro
O por lo menos al huerto de los olivos.

Para Riedemann, el poeta debe cumplir su propósito escribiendo a como dé lugar y haciendo de la poesía una trinchera para sobreponerse a aquel período execrable de la historia nacional. Se trata sin duda de un tiempo atroz, que en la postura crítica del poeta se prolongará más allá del fin de la dictadura e incluso hasta nuestros días:

Veinte mil personas viviendo en carpas y mejoras
Hechas de cartón y latas y trapos
[...]
Incluso que no nos falle la memoria
El 11 de septiembre de 1973 murieron más de veinte mil.

En este contexto llaman la atención estos polémicos versos de la década de los ochenta del siglo pasado, que encierran una aguda aproximación a un tema surgido en los últimos tiempos y que ocupa un lugar central en las redes sociales tanto en Chile como en el extranjero.

El feminismo tiene la brújula mala
Las amigas feministas están un poco extraviadas
El problema no es feminismo-machismo
Lo que camina mal no tiene mucho que ver
Con ser de este o del otro sexo
Si nos decidiéramos a enfrentar las cosas
Tomados de la mano como buenos compañeros
Como iguales que apuntan a un mismo blanco
Todo empezaría a ser un poco más claro
Hombres y mujeres del mundo uníos
Mujeres y hombres del mundo uníos

Y así llegamos al poemario de 2018, textos escritos a partir de los años 90, donde el poeta observa con bronca y escepticismo, con profunda desilusión, cómo los efectos de la dictadura y su implantación del modelo neoliberal de los “chicagoboys” lograron colarse en el adn de la sociedad, la política y la economía chilenas.

Un país como un gran fundo
Con más o menos los mismos propietarios
De siempre con muy pocos cambios

En la mirada crítica de Riedemann, todas las expectativas puestas en el retorno a la democracia en los años noventa acaban en una negociación que significa impunidad para buena parte de los violadores de los derechos humanos y un sitial de privilegio para el dictador, primero como comandante en jefe y luego investido de senador vitalicio. Incluso el Gobierno chileno concertacionista lo rescata cuando es detenido en Londres y se le enjuicia internacionalmente por obra del juez Garzón, lo que hará escribir a nuestro autor:

Ya sabemos casi todo sabemos quién dio la orden
Quién o quiénes se encargaron quiénes fueron
Los cómplices lo sabemos disponemos
De la información prácticamente todo el mundo
Lo sabe [...]
También sabemos quiénes decidieron negociar
Con ellos y firmar acuerdos y traicionarnos
Y después pidieron que los apoyáramos alegremente

y que más adelante agrega con sorna indisimulada:

La represión de los estudiantes en la calle
La ordenó el ministro del interior de la dictadura
Del mismo modo que la ordena el ministro
Del interior del arco iris made in taiwán

Su mirada se vuelve entonces hacia los efectos del consumismo en que se halla atrapada la sociedad chilena:

En la esquina de la sublevación
Levantaron un mall y la casa
Que era un barretín es un mc donald’s
Las hamburguesas terminaron
Con la desnutrición
Ahora nuestros hijos son obesos
Los multicines arrasaron con
El comando cultural
Ahora todos comemos pop corns

Del mismo modo, no puede contener su desprecio cuando observa a un viejo político lavarse las manos ante las cámaras de televisión:

No se lave las manos
Ante las cámaras ministro
De pacotilla pequeño ministro
Sepa usted que no olvidamos
Que en 1970 predijo la bancarrota
Del país apenas el pueblo ganó

Este desalentador panorama social lo lleva a la pesarosa conclusión de que

El poeta pierde la partida frente al poder
El poeta se opone y enfrenta al poder
Escribe poesía para matar este tiempo
A sabiendas de que la batalla está perdida.

Como perdida parece la confrontación con aquellos que en el pasado fueron los artífices y sostenedores políticos de la dictadura:

Los chicos fascistas de chacarillas vuelven a la moneda
Los criminales siempre regresan al sitio de los hechos
Los elegidos por san jaime y apadrinados de modo augusto
Antorcha en alto como falos que harán arder a los enemigos
Chicos fascistas desflorados por san jaime y condecorados
Y bendecidos en su misión de modo augusto
Se instalan en la moneda como los dueños de casa que son
Regresan al lugar de los hechos como los criminales que son.

Digamos finalmente que en la escritura de estos poemas, imprecatorios, denunciantes y muy cerca del tono clásico de los poetas latinos de hace 20 siglos, Guillermo Riedemann se ha jugado por hacer uso de una voz rebelde e inconformista que, sin duda, nos hace reflexionar —con dolor y a veces con ira— sobre nuestra historia reciente y sobre el papel que nos ha tocado desempeñar en ella. El poeta remacha con indignación e incredulidad:

Tomemos nota dejémonos de tonteras abramos los ojos
Quién puede creer que les preocupa la desigualdad
A quienes la reproducen todos los días en sus vidas
[...]
Quién podría creer que detendrán
Los abusos si reproducen los abusos diariamente
[...]
Mientras hacen gárgaras frente a las cámaras de televisión.

Me he extendido en lo que se refiere a las citas textuales, pero no podía hacer menos pues mi propósito es resaltar la crudeza de un discurso osado y desmitificador, que merece ser oído y reflexionado en la sociedad chilena de hoy.



 

 

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