Texto Presentación del Catalogo NO COMPRE
exposición visual sobre la obra poética de Mauricio Torres Paredes
Por Mario Sobarzo
Doctor en Filosofía. Universidad de Chile
.. .. .. .. .. .. .. .
Mauricio Torres es un poeta que se caracteriza por el trabajo colectivo. Esto no quiere decir que no exista su propia producción poética, sino que además de ser capaz de construir un trabajo personal, arraigado en su vida, aún se toma el tiempo para interactuar con otros formatos artísticos, además de con otros poetas. De modo que la exposición que se presenta en la Sede para la Cultura y la Autoeducación Popular es expresión de esta multiplicidad de intereses y tonos que tiene su trabajo.
Es cierto que el diálogo entre la poesía y el arte nunca ha sido extraño. En Chile incluso ha sido patrocinado por las grandes empresas y ha reunido a las vacas sagradas del medio. Es esta una de las mayores diferencias de la exposición No Compre con estos ejercicios que se realizan desde el poder. Es un trabajo en los bordes, en los extramuros del arte oficial y esto se hace evidente desde el lugar mismo en que se encuentra emplazado: no una galería o un centro de arte en Nueva Costanera, pero tampoco en el museo, nacido del afán moderno por la construcción de memoria oficial. Con su aparecer este cruce entre poesía y arte nos desvía en al menos tres sentidos. Un diálogo existencial entre las distintas experiencias artísticas, que nos recuerda la materialidad profunda de la poesía. Una investigación representacional sobre el modo de aparecer del poder. Y una geopolítica del arte que nos recuerda las fisuras y fronteras que lo atraviesan.
Quiero comenzar a partir de tercer punto debido a mi doble condición de integrante del lugar en que se muestra la exposición No Compre y también en cuanto interlocutor con el trabajo poético de Mauricio, y artístico, de bastantes compañeros involucrados. El hecho mismo de un espacio con características de uso principalmente utilitarias debería marcar el trabajo creativo de esta exposición, si no fuera porque los artistas se instalan en el medio de una discusión acerca del propio lugar del arte. No son artistas ni ingenuos ni huidizos en relación a la pregunta por el lugar que ocupan ellos y su forma de proceder “artística”.
Los trabajos presentados en este sentido tensionan el límite representacional de lo canónico. Interactúan en la muestra referencias publicitarias y composiciones musicales, danza y pinturas, performance y afiches, entre otros formatos artísticos. Pero el trabajo no sólo interactúa al nivel de la discusión artística, sino además lo hace interrogando sobre el lugar y modo de proceder que el poder instala en sus esferas de representación oficial. En este sentido la renuncia de Mauricio a pretender el reconocimiento de una instancia de poder y el ejercicio del diseminación que esto instala abre incertidumbres difíciles de responder en un medio tan elitizado como es el chileno. La mayoría de las veces los trabajos que no calzan en el canon correcto del curador de turno terminan invisibilizadas. Pero quizás el ámbito más interesante de la propuesta presentada tenga que ver con la propia autografía (en palabras de Nietzsche) de cada uno de los autores que participan de la muestra. Como si una suerte de ejercicio del exceso los hubiera relegado al margen, permitiéndoles desde ahí tomar el cielo por asalto, la recurrencia del trabajo artístico vuelve a instalar el incómodo ejercicio de la pregunta. En un trabajo como el de Mauricio esta pregunta asume condiciones materiales específicas y muchas veces brutales.
Quizá, si el arte no fuera hijo de la memoria, este ofrecimiento de Mauricio podría aún aspirar a calzar con el horror, patentizado en un gesto que se repite en distintos formatos, pero no basta sólo con la oficialidad para entender el trabajo, hay que mirar afuera, en el descalce de una palabra que opaca la experiencia, aún cuando sea nuestra.