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Presentación Antología de Poesía Política
DESMANES Poesía Combativa para la Lucha Cotidiana.
Compilado por Mauricio Torres Paredes y Samuel Ibarra. Editorial Quimantú, 2010

Carlos Ossa
Teórico en Historia del Arte y Crítico Cultural




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Quisiera proponer una lectura que nació de la dificultad que significó para mí enfrentarme con este texto a partir de la pregunta ¿en que sentido la poesía puede de traer de vuelta una cierta imaginación política a un país que parece entretenerse en deshacerse de ella? ¿En que medida esa convocatoria de lo político podría tener un rendimiento que no fuera un ejercicio narcisista de una poesía desolada, angustiada, por que la voz política que quiere colocar solamente tiene efectos sobre los propios poetas y quienes los leen? De que manera entonces preguntarse por la efectividad, cuando se nos dice y se nos recalca que cualquier pregunta en función del arte está demodé y que incluso hacerla implica traer de vuelta un ideologismo sesentesco, poco pertinente y adecuado para una época de agencias, de flujos y también de convenios de desempeño.

Entonces habría que buscar algo en la poesía, que aunque esta  continuamente transgrede, parece pertenecerle como obligatoria condición, una tradición. Una tradición donde uno pudiera leer de que modo se ha ido construyendo ese vinculo, no esa complicidad y tampoco esa instrumentalidad entre el lenguaje y la política. Dicho de otra manera, la pregunta por una poesía que intenta desgarrar el tejido neoliberal, tendría que ser una pregunta, una poesía que se preguntara por ¿Qué relación entre lenguaje y política es posible? ¿Qué es lo que en estricto rigor acontecería en ese pacto? Y ahí entonces uno se da cuenta y recuerda el viejo y más conocido y más citado episodio de la tradición clásica, el libro décimo de Platón, en donde el filósofo es decir el político, nos recomienda desterrar al artista, al poeta de la ciudad, porque en su palabra no solamente hay engaño, sino que hay falsificación de ese estado de pureza que solamente el conocimiento puede dar.
 
Entonces la pregunta ¿Porqué hay que expulsar la poesía de la ciudad? Y porqué se hace en nombre de la política. Y si la historia de la poesía en occidente parece ser justamente la porfía por retornar después de esa expulsión, como si toda la tradición literaria clásica y moderna reclamara que esa expulsión no solamente ha sido ilegitima, sino que los griegos en este caso no solamente no tenían razón, sino que fueron totalitarios y arbitrarios, pero paradojalmente es Grecia el modelo de nuestra democracia o al menos así lo dicen los cientistas políticos, que les interesa justamente buscar un blasón, un escudo con el cual defender esta felicidad mediocre que han construido para poder proteger sus intereses.

Entonces que es la política o mejor dicho ¿habría una política poética o una poética política? O mejor es volver a preguntarse ¿En que sentido el lenguaje no es solamente una especie de decorado, ornamento o mensajero de la política, sino que configura diametralmente la existencia de la política? Si aceptáramos esa premisa, es posible entonces que toda poesía sea política por configurar en el lenguaje la necesidad de una palabra, que abra el sentido y no solamente para transmitir una idea ideológica o por defender a la izquierda o la derecha. Entonces ahí hay un problema que el texto plantea ¿es toda la poesía en el texto política? ¿Basta construir el detalle de una sociedad que no nos gusta y declarar ciertos lugares que con el tiempo se vuelven testamento de la ira, para decir que la poesía de este texto es total y absolutamente política? ¿Basta con solamente considerar el reclamo que en la palabra hay, por una sociedad desenfadada, para considerar todo el texto político?

Con la consigna “muera el liberalismo” ya me estoy de alguna manera disculpando del rendimiento de lo político. Y por lo tanto es necesario revisar el ejercicio que el lenguaje trae consigo y no solamente escudarlo en el argumento de una poética que declarada del lado del malestar reivindica la palabra justa que debería ser dicha en la poesía, para que acontezca la política.

Aquí hay un primer problema que me parece radical y a pesar que tengo alguna discrepancias con el texto en su conjunto, diría que el texto logra algo que obviamente ninguna antología que haga concurrir a voces tan distintas, tan heterogenias y tan conflictivas, dramáticamente entre si, logra, y es justamente, el rebelar que el lenguaje es política y no que el contenido del poema es lo político. Y ahí entonces me parece que hay una cosa que este texto más bien abre e inaugura y rebela en cierto sentido y que puede permitirnos responder a la pregunta de porque el filosofo expulsó a la poesía de la ciudad, porque la poesía si es política es básicamente una palabra trágica y como es palabra trágica, arrastra consigo lo que la memoria, incluso la memoria de la victima  no quiere escuchar.

Y en ese plan entonces, estos textos, se puede decir lo que construyen, lo que obligan, lo que demandan, lo que exigen, que  es  leer poesía, el acto básico, el más político de todos y no tratar de encontrar la consigna poética que salve al poeta a través de un lenguaje justamente que buscara lo que debe hacer. En ese sentido el texto es tremendamente afortunado, a pesar de sus deficiencias porque intriga, compromete y conflictua, porque ofrece una voz que reúne un tiempo que afortunadamente, y en eso hay que destacar la selección, no es generacional y con ello entonces evita cierta monotonía, cierto cliché, cierta redundancia, a pesar que hay figuras reiterativas como el cuerpo, el sexo, la violencia, el estado neoliberal, el mercado, el consumo, pero los libera justamente de la monotonía, la monotonía de palabras que de tanto ser repetidas en manos de los que no se sienten, de alguna manera beneficiados por el orden, también en esas voces se vuelven vacías.

Y por tanto pierden la fuerza y la convocatoria que debería unirlas a una militancia a una movilización, a un deseo de cambio que no solo sea testimonio. Militar en la palabra no es solamente significa denunciar, también imaginar de que manera la denuncia cancela la imaginación que puede aparecer en esa palabra. Por eso que me parece que el texto es maravilloso por las problemáticas que genera, por los autores que convoca, por las contradicciones que expresa, porque en definitiva, de alguna manera cumple con aquel principio político que nos recuerda Rancier cuando nos dice que el fundamento de todo lo político es el “desacuerdo” sería absurdo estar de acuerdo, porque en el estar de acuerdo lo que hacemos es suprimir, silenciar, finalmente invisibilizar aquello que nos diferencia.

Entonces una poesía militante que se vuelve en el fondo idéntica en sus nombres, en sus figuras, en sus retratos, no cumple su tarea de política, sino lo que hace es reproducir justamente lo que quiere resistir. Por eso el problema del sentido poético no tiene que ver solamente con el contenido poético, tiene también que ver con ese ejercicio de ruptura, de desfase, de distancia con la propia palabra a la que nunca se puede dejar sola y a merced de algo así como su significación. Por ello  diría que este texto tiene una ventaja y una virtud, a pesar de que trata de llenar, a pesar de trata de copar, a pesar de que es una palabra a ratos saturántemente hegemónica, nos da todavía la oportunidad de pensar que las palabras están vacías y que nosotros tenemos el derecho a llenarlas.

 

 

 

 Presentación realizada en Noviembre del año 2010, en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende. En el marco del lanzamiento de la Antología DESMANES Poesía Combativa para las Luchas Cotidianas. Editorial Quimantú, 2010.



 



 

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