Con un lenguaje claro, sin esfuerzo, el personaje principal, una mujer, nos lleva de los salones de un Santiago señorial, a los lugares de reunión de una sociedad inquieta. Nos presenta personajes tan reales, escenas tan conocidas, que tenemos la sensación de haberlos visto muchas veces. Al avanzar en la trama, siempre sin esfuerzo, la mujer va derribando, uno por uno, todos los valores establecidos, todos los principios sobre los que se funda la sociedad. Nos parece estar asistiendo a la demolición de un inmenso edificio que se desploma sin ruido, como en el cine mudo. Sin esgrimir arma alguna, el personaje principal cercena de su vida la religión, el matrimonio, el deber maternal.
Desde el punto de vista moral, LA BRECHA, es un exponente de literatura que pinta el pecado sin pasión, sin conciencia de ser pecado, y por lo tanto sin semilla de redención. Desde el primer instante, la mujer rechaza toda entrega, aún la más legítima; se niega al deber, despoja al dolor de todo sentido, y al hacerlo, también despoja de sentido a la vida. Al final de la jornada se ve en un callejón sin salida y enfrentando el muro infranqueable de la rutina y el hastío.
El libro está muy bien escrito, con ese dominio del oficio que logra dibujar a un personaje con cuatro pinceladas. En su inmoralidad tal vez tenga un efecto moralizador, a la manera de las novelas de Sagan o de "La Dolce Vita": deja tal sensación de vacío que por reacción viene a ser una apología de los mismos valores que pretende derribar.
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Mercedes Valdivieso, Santiago, Zig-Zag, 1961
Por Estela Lorca de Rojo.
Publicado en revista MENSAJE, N°100, julio de 1961