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"Los Ojos de Bambú" de Mercedes Valdivieso
Zig-Zag, 1964

Por Ricardo Latcham
Publicado en La Nación, 4 de octubre 1964


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Mercedes Valdivieso se acreditó, rápidamente, con sus novelas La Brecha, y La tierra que les di, en el campo narrativo chileno. En su segunda obra, pareció perder el ímpetu inicial, por encima de sus aciertos. En Los Ojos de Bambú relata una experiencia difícil de trasladar a un público prevenido, sin peligros. Sabemos muy poco de lo que ocurre en la China comunista, a pesar de la propaganda de los dos bandos de la guerra fría. Son incontables los compatriotas que acuden a Pekín requeridos por la seducción revolucionaria del gigantesco pueblo. Abogados, médicos, profesores, hombres de letras, poetas eminentes, como Pablo Neruda, han sido rapsodas de la excelencia de los métodos empleados por los nuevos mandarines del marxismo-leninismo. Hace diez años en Las Uvas y el Viento, el escritor habló de la "fuerte y dulce capitana del pueblo", refiriéndose al régimen de Pekín y además, elogió a Mao que allí estaba enseñando con sus textos y el Partido, con su "severidad y su ternura”. Un abogado izquierdista, Miguel Saidel en su volumen China rompe la historia se agrega el coro da los panegiristas. Pero el viento ha cambiado y resulta difícil conciliar las críticas con progresos y adelantos innegables de un sistema reconocido por los gobernantes de Londres y París. En la novela de Mercedes Valdivieso brota un testimonio sincero y valioso por su valentía e independencia. Fue, como tantos, invitada a la China y su conciencia le impidió aceptar las verdades oficiales, sin incorporarse tampoco a la incontable legión de los demostradores sistemáticos de lo que ayer alabaron.

La consigna es el error y el enorme peligro de nuestro siglo. Entra en la política, en el arte, en la literatura, y hasta en la vida familiar, como lo hemos padecido en Chile. Un invitado de honor debe ser cortés, pero también verídico. ¿Cómo conciliar la realidad fluida que se capta con la sostenida por los mantenedores de la verdad oficial? ¿Cómo conciliar el amor a la libertad que poseen los escritores, de una u otra manera, con los dogmatismos y aberraciones de los corifeos profesionales?

En Mercedes Valdivieso han prevalecido la dignidad y la valentía. Desde el punto de vista técnico, la novela mantiene el interés y resuelve situaciones escabrosas creadas por el tema. Es casi imposible conocer a fondo la China, con su endiablado idioma y su escritura inaccesible para los profanos. La extensión del territorio, la vigilancia de una policía cortés, pero efectiva, el orgullo nacional, exacerbado por Mao, a través de un culto a la personalidad no menos efectivo que el de Stalin y montañas de dificultades se oponen al entendimiento de un régimen como el pekinés. En Hispanoamérica he comprobado que sus normas atraen a grandes sectores juveniles con una saturación doctrinaria que es un rompedero de cabeza para los comunistas de Moscú.

En Los Ojos de Bambú, se palpa, desde el primer capítulo, una atmósfera de soledad y de aislamiento. En medio de la cortesía de los intérpretes y de la pulida amabilidad de los relacionadores públicos, la heroína chilena, Clara, va recibiendo el impacto del medio. Mercedes Valdivieso advierte, en el introito del libro, lo siguiente: "No es fácil hacer una crítica desde la admiración y el respeto, pero es preciso hacerla, más aún hoy, que se han puesto al descubierto las gravísimas consecuencias que produce la ausencia de toda crítica". (Página 11).

Se entra, por anticipado, en un terreno escabroso y erizado de complicaciones. Clara es una chilena de clase alta, heredera de una regular fortuna, con un padre incomprensivo y retrógrado, y una madre que la estimuló dentro de un ambiente restringido. Se casa, sin gran afecto, y el marido muere en un accidente aéreo. Unos años después de enviudar conoce a Javier, y apenas se tardaron seis meses en casarse. Dice la autora, que Javier no hablaba nunca de sí, pero deseaba conocerlo todo de ella. Cuándo se sentía acorralado por las preguntas de su mujer, se refería a su vida, como a la de un extraño. Hijo único, huérfano de madre, vivía con la abuela materna desde el segundo matrimonio de su padre. (Página 184).

La protagonista recibe una invitación y parte a China sin su marido, a estudiar pintura. Javier tiene la posibilidad de ser contratado para un curso de Cultura Latinoamericana en la Universidad de Pekín. La invitación y el contrato llegaron pronto, pero Javier debía esperar el término del año universitario en su patria, mientras Clara, se dirige sola a su destino.

Actúan numerosos personajes, unos de cierto relieve, y los más, accesorios en el conjunto. Germán, un amigo chileno; Vicente, un español republicano, deformado por su adhesión a las fórmulas de Mao; Marta, su mujer; Wang, de enigmática apariencia e impasible aspecto; Fanny, más desdibujada, y la simpática señora Brown, de nacionalidad inglesa. Las mejores observaciones psicológicas de Mercedes Valdivieso están concentradas en el análisis de los caracteres de Vicente, el español; y de Wang, el intérprete y confidente chino.

Fanny hace una observación que ilumina el cuadro de la mentalidad china revolucionaria, cuando dice: “La modestia no es una característica en nuestros amigos chinos”. En un notable libro de Lucien Bodard, experto en asuntos asiáticos, titulado La Chien Du Cauchemar, se coincide con semejante juicio, al expresarse lo siguiente: "La raza china ha recuperado, con su orgullo, su formidable chauvinismo". (Página 46).

Semejante aberración es uno de los corrosivos defectos de la nueva mentalidad de la que el episodio tan elocuente del rechazo que padeció Clara mientras sale, en un crudo día de invierno, luciendo un hermoso gorro de astrakán ruso es decisivo. Unos niños le lanzan pellas de barro, porque la creen rusa. Empieza entonces el gran viraje entre las dos grandes potencias comunistas. Lo mismo ocurre en el instante en que los forasteros residentes en Pekín, son informados de la solución del conflicto entre Rusia y los Estados Unidos, luego de la crisis por el bloqueo de Cuba (Páginas 171-192).

Las primeras impresiones de la pintora se describen así: “Días desconcertantes esos primeros días de su llegada, llenos de cortesía y generosidad por parte de la institución que la invitara, pero llenos, también, de una indefinible angustia que parecía brotar de los pasillos interminables, de la curiosidad ajena, del cemento gris, helado y repetido en los numerosos bloques, cuyo conjunto componía el Hotel Internacional, construido tras una inmensa área cercada, lejana de la ciudad, abierta sólo en dos extremos, y en cada uno, garitas con ojos y manos vigilantes sobre el permiso qua autorizaba a los residentes la entrada o salida del hotel, pequeño pasaporte que le fuera entregado horas después de su llegada". (Página 23).

La reacción de Germán, es curiosa al expresarle a clara lo siguiente: —"Ahora se atreven a todo; no té imaginas cómo han cambiado las cosas desde que llegué. Antes, todo eran sonrisas y amabilidades, hoy te echan los perros... Pero yo, me vengo de ellos, diciéndoles frases que les enfurecen. Claro que después me devuelven la mano, porque acá todo está contabilizado: las personas que recibes, a quien saludas, el nombre de tus libros..." (Página 35).

No se crea, sin embargo, que todo es negativo. La cortesía del pueblo, la fe colectiva, las realizaciones hechas, la esperanza mantenida, son factores opuestos por Mercedes Valdivieso a las anteriores fallas. El tono de la novela es siempre fino y se preserva la critica de la nota corrosiva o resentida. Al final, resume su pensamiento diciendo que "para objetivos similares nuestros caminos difieren absolutamente”.

Los Ojos de Bambú, es la primera novela nacional que se desarrolla en un medio comunista, con personajes chilenos, de otros países y chinos. La trama normal del imperio de Mao, según observa Lucien Bodard, en el campo de la propaganda, se desenvuelve por medio de entrevistas y visitas "preparadas". La tensión con el comunismo ruso ha cambiado la atmósfera y la desconfianza empieza a rodear a la mayoría de los visitantes. Documentos que he revisado de distintas fuentes, tanto del comunismo ruso, como de los excelentes observadores europeos, coinciden siempre en subrayar el chauvinismo creciente del pueblo chino. Cuando se sorprende cualquier tipo ds amistad sospechosa entre un extranjero y una china, existe el deber, impuesto por el Partido de intervenir de inmediato con el máximo de indignación. Esto lo observó Luis Oyarzún, y se advierte mejor en el libro de Lucien Bodard debido a su conocimiento del idioma nacional. La visión de Mercedes Valdivieso es limitada y marginal, con todo, a causa de la imposibilidad de penetrar en el profundo misterio de un pueblo milenario y gigantesco.

En Los Ojos de Bambú se percibe un progreso visible de la prosa y la composición literaria. A la mayor fluidez del relato se añade un estilo limpio y un fino esmalte psicológico en el estudio de los diversos caracteres. En medio de varias desaliñadas y pedestres novelas femeninas del último tiempo, la de Mercedes Valdivieso va a sobresalir por lo diversa y distante. La monotonía y la uniformidad de la vida china en un período de construcción socialista pueden servir de advertencia y abrir los ojos a los doctrinarios obcecados.

Lo humano prevalece en Mercedes Valdivieso y su impacto la ayuda a presentar un cuadro honesto de una realidad a menudo deformada.


 


 

 




 

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Zig-Zag, 1964
Por Ricardo Latcham
Publicado en La Nación, 4 de octubre 1964