Como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar el lenguaje humano
Apología de la droga de Mario Verdugo
Editorial Fuga, 2012.
40 pgs.
Por
Cristian Geisse Navarro
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Las palabras que usamos
para designar esas cosas están viciadas.
No hay nombres en la zona muda.
Enrique Lihn
El título de este libro quizás confunda, atrayendo a lectores beatniks, jipis trasnochados, amalditados equilibristas borrachos en la cuerda floja, filósofos de la droga, adolescentes eternos y esa ralea de desincorporados de la sociedad.
Pero tras las primeras páginas se encontrarán con una sorpresa, pues a primera vista este libro no tiene nada que ver con psicotrópicos, lisérgicos, estimulantes, narcóticos o neurodepresivos. Esta quizás sea la primera broma del autor.
Porque este es –me parece– uno de esos libros realmente serios y notables, que a la vez tienen como uno de sus pilares el humor. Y si bien es en gran parte un libro desopilante, hallamos en él planteamientos sobre la naturaleza de lo que llamamos realidad, que es uno de los problemas más serios que hay.
Por supuesto el título ya debiera darnos una pista. La droga como una distorsión de la realidad, pero también una posible puerta a “intermundos” –mundos que están en este mundo– que guardan claves importantes y necesarias para la comprensión de lo que nos rodea.
El epígrafe nos da otra idea al respecto. “Ya está dicho: una superficie esférica no puede ser desarrollada sobre un plano”. La frase es una cita del libro “La perspectiva como forma simbólica” del filósofo del arte Erwin Panofsky, ensayo que trata en parte de la ilusión mental de la perspectiva, desarrollada por los occidentales durante el renacimiento. Se nos explica ahí que debemos entender a partir del surgimiento de esta técnica mimética, que la intuición del espacio en la antigüedad difiere de manera significativa a la de la época moderna, por lo tanto estamos frente a una concepción del mundo peculiar y diferente. La perspectiva así depende tanto de la reducción de los fenómenos artísticos a las matemáticas, como a la vez del individuo, determinado por la posición de un punto de vista subjetivo, elegido por voluntad. Nos prepara Verdugo quizás a la búsqueda de una nueva concepción de mundo, distinta a la antigua y a la moderna, a esta conciencia de lo engañosas que son nuestras perspectivas de la realidad, de los trazos que hacemos para representarla.
Siguiendo en esta línea, al final del libro nos encontramos con una advertencia que podría indicarnos que estamos frente a la Nueva Telenovela: “Cualquier semejanza con los personajes de este libro y algunos sujetos empíricos o muertos no es pura coincidencia, pero tampoco tiene que ver con la realidad”. Y lo que pasa es que el grueso de este libro parece una suerte de reordenamiento de nuestra literatura basada en una taxonomía arbitraria y alevosa de nombres, nombres de sujetos empíricos o muertos, todos adictos a la droga dura que es la literatura.
Pero este reordenamiento, estructurado en torno a “inéditos” de pedro nolasco cruz, de arturo torres rioseco, de misael correa pastene, de marino muñoz lagos y de roque esteban scarpa (así, con minúsculas), se solaza en los complejos mecanismos semánticos del absurdo, combinados astutamente con una erudición importante sobre nuestros escritores mayores y menores –una mezcolanza de las vacas sagradas con las ratas de laboratorio– cuyo principio estructural es la coincidencia, disidencia, similitud y disimilitud de la onomástica, ya sea basada en posiciones dentro del canon –las menos– y sobre todo la sonoridad de los nombres.
Algunos ejemplos:
De los inéditos de pedro nolasco cruz:
9
una corporación de beneficencia sexual
pudo haber extinguido el linaje
de c. vicuña y j.m. vicuña.
una corporación de beneficencia sexual
pudo haber recompuesto la estirpe
de enrique bunster y enrique lihn.
11
conforme a las ideas de guillermo blanco,
ver televisión era como tragarse una lagartija.
conforme al ideario de juan negro
ver televisión era peor que comerse una rata cruda.
De los inéditos de arturo torres rioseco:
6
cruchaga rimaba siglos con años, alcayaga rimaba días con horas;
munizaga los amparaba a ambos en su revista,
pues a juicio de munizaga
todo se podía rimar.
8
raúl norero construyó toda su fama sobre la siguiente idea:
“volver produce amnesia”; leoncio guerrero, por su parte,
se basó nada más que en el siguiente lema:
“correr produce parálisis”.
9
siete años después
salgado aún pensaba en los mismos materiales.
diecisiete años después,
collado aún pensaba en los mismos materiales.
veintisiete años después,
morgado aún pensaba en los mismos materiales.
De los inéditos de roque esteban scarpa:
2
montes miraba a la izquierda y a la derecha, y se sentía asustado.
montecino miraba en derredor y experimentaba un pánico infantil.
montealegre miraba hacia el futuro y gemía como un marsupial sureño.
cada uno entregaba así su aporte
al desarrollo de un cine pulcro y químicamente puro.
3
méndez confundió la ecología con una dosis de muérdago.
zambra confundió la computación con un golpe de corriente.
bustos confundió su propio mensaje en clave
con la robótica.
bustos atribuía sus logros a la influencia de huidobro.
zambra atribuía su fortuna a las enseñanzas de parra.
méndez atribuía su destreza a los consejos de neruda.
Mario Verdugo ha realizado en programas de magíster y doctorado, importantes estudios sobre las formas como Chile ha intentado ordenar su literatura en compendios, parnasos, diccionarios, antologías, recopilaciones, arqueos e investigaciones académicas. Es un erudito conocedor y analista de las estrategias textuales utilizadas para ordenar nuestros documentos literarios de acuerdo a la territorialidad, principios de configuración identitaria, visiones epistemológicas, cuerpos teóricos y de moda. Actúa aquí, sin embargo, como el Borges de “El idioma analítico de John Wilkins”, quien nos explica que “notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural”, poniendo como ejemplo la inolvidable clasificación que se podría encontrar en una enciclopedia china de nombre El emporio celestial de conocimiento benévolo, según la cual los animales se dividen en (a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (i) incluidos en esta selección… y así.
La nueva visión de mundo entonces que se nos propone acá –que ya no es tan nueva–, la nueva perspectiva que define nuestra representación del espacio, y que nos diferencia tanto de la antigüedad, como de la modernidad –haciendo de este libro uno absolutamente post moderno–, es esa formidable conciencia de las limitaciones y alcances del lenguaje, de su importancia para nuestros aparatos cognitivos, pero también de la sana sospecha en relación con su veracidad. Incluyendo en este caso a nuestra capacidad de reírnos de todo eso.
Por supuesto a partir de los “complejos mecanismos del absurdo” (me cito a mí mismo con una suerte de falsa vergüenza) que ordenan este libro, de los delirantes juegos fonéticos, sintácticos, semánticos –y por supuesto– pragmáticos, no se puede sino concluir que las interpretaciones del texto necesariamente serán múltiples. Yo ya he dado en parte la mía, que no es definitiva y no es la única. Me atrevo con otra que ya se atisbó anteriormente: este es un libro que también nos quiere decir que la literatura funciona como droga, tanto como sustancia que induce a diversos estados anímicos y mentales, así como a una terrible adicción en la que caen los más capos y los más pencas. A pesar de que se trasluce aquí que los escritores son gente ridícula –a veces adorables de lo puro ridículos– no hay denostación, no hay jolgorio frente al patetismo de la adicción y sus estragos, sino más bien algo así como cariño, ternura por ese montón de extraños seres deformados por el vicio, la mayoría de los cuales se lanzaron al vacío en medio de la búsqueda frenética de ese “angry fix” que da la literatura. La utilización de letras minúsculas para consignar los nombres quizás indirectamente democratiza este dantesco infierno postmoderno de la droga literaria, en el que se queman por parejo reyes y pajes. Aunque debo advertir que quizás extrapolo, aparte de la palabra droga en el título, no hay en el resto del libro –que yo recuerde– la menor alusión a este tipo de sustancias. Pero sí la aparición de elementos propios de los habitus, trayectorias y campos literarios, tales como antologías, ediciones, biografías, hagiografías, frases para el bronce, viajes al extranjero, rimas, anotaciones, páginas, tinta y etcétera etcétera, que se alternan con visiones destellantes que podrían no guardar relación alguna con estos mundillos.
el mundo –para gonzález cangas–
quedaría bajo el dominio de sincrón siete.
para gonzález zenteno, el mundo quedaría en manos de los multi-hombres.
para gonzález urízar, el mundo quedaría a merced de las ultra-mentes.
para gonzález vera, el mundo quedaría en poder de los seres pardos.
A la larga, todos aquellos que somos adictos a la droga de la literatura –vicio que no es impune en ningún caso– somos también entonces lectores beatniks, jipis trasnochados, amalditados equilibristas borrachos en la cuerda floja, filósofos de la droga, adolescentes eternos y parte de esa extraña ralea de desincorporados de la sociedad. Y yo los invito a todos a acercarse a este libro, no en busca de la cura o la salvación, sino de todo lo contrario.