Los lectores de este ensayo se encontrarán con un Pezoa desfamiliarizado, ambiguo y subversivo, aquel poeta "otro" o aquel "huacho" que efectivamente fue; a contrapelo de la crítica hegemónica que insistió en adecentarlo o desgajarlo de los circuitos populares, y a contrapelo, también, del sesgo biografista que ha nimbado un presunto pesimismo ("un pathos tremebundo y lastimero", p. 24) para neutralizar a este autor o para encasillarlo en el panteón criollo de los poetas malogrados.
Hasta antes del trabajo del doctor Luis Hachim, los delegados de la ciudad letrada habían tendido a marginar, en su mayoría, la producción pezoavelista en décimas escritas y publicadas bajo el formato de la lira, así como los poemas de su período acrático o de rebeldía social. La lectura institucional solía telurizar dicho corpus o estigmatizarlo según la denominación de "poesía vulgar", absorbiendo su potencial de disidencia en la supuesta ubicuidad de un paradigma incapaz de transgredir el binarismo que separa, sin posibilidad de entrecruces, lo popular de lo culto.
Hachim considera la 'obra' en escrutinio como un enigma o una anomalía dentro del sistema cultural chileno del 900: Pezoa Véliz incomoda a los conceptos de literaturidad vigentes en el período y produce inclusive hoy una vacilación epistemológica. Su adscripción a la dominante modernista resulta, por decir lo menos, problemática, mientras que sus vínculos con el purismo folclorizante de los "puetas" de su tiempo presenta elementos de crítica, ampliación y radicalización.
Alma chilena de la poesía propone en cambio a un poeta de la mezcla, de la interacción cultural, uno de esos agentes transculturales que fungen como mediadores entre componentes tradicionales y modernos. Se trata más bien de una discursividad compleja, una práctica poética heterogénea que se va constituyendo conforme se afianza el espacio público de masas y se pone en crisis, a la vez, la razón dualista que legitimaba la hegemonía del libro y las bellas letras.
La primera parte del texto de Hachim contiene una "Crítica a la crítica de Pezoa Véliz", ejercicio inicial de un programa metodológico que avanza desde el discurso específico hacia la teoría conveniente. Este capítulo cuestiona tanto el catálogo del Pezoa consagrado como la preceptiva que ha orientado su canonización, reclamando nuevas formas de atención para ciertos textos manipulados o rechazados por una serie de reescrituras tergiversadoras. Se vuelve, de este modo, a la recepción que en su momento tuvo el poeta de parte de críticos y antologadores como Ernesto Montenegro, Armando Donoso, Raúl Silva Castro y Antonio De Undurraga, en los que Hachim descubre problemas conceptuales y de datación cuya consecuencia ha sido el mentado proceso de "adecentamiento", la exclusión de las mediaciones que señalan el sistema de negociación entre los diversos circuitos o sub-sistemas culturales. Leído desde el dogma, Pezoa ha quedado a merced de unas construcciones de salubridad incapaces de justipreciar los procesos de reelaboración de códigos, ante los cuales han preferido reaccionar con la cantinela de la autonomía o con el recurso a un "estado mental sospechoso".
"Por una nueva lectura", la segunda parte, reorganiza el corpus y ofrece una periodización distinta, incorporando esta vez aquel conjunto de poemas hasta hace poco repudiados como sub-literatura, una producción que, al contrario de lo establecido por el dictamen ilustrado, no constituyó una especie de prehistoria del poeta sino que estuvo presente en toda su escritura, siendo fundamento de su plasticidad hibridadota. Son tres las etapas recorridas por el autor: Poesía Popular (1899-1902), Poesía Nacional (1903-1905) y Poesía Moderna (1906-1908); etapas que describen el desarrollo gradual de una poética que integra, reconvierte y resignifica -en la totalidad de los niveles- aportes de raigambres diversas. Sin ir más lejos, fue el uso del repertorio grecolatino en las décimas de Pezoa sobre sucesos criminales, el factor que se transformó en "estímulo apriorístico" para que el doctor Hachim emprendiera su investigación y su relevo de las mencionadas lecturas equívocas.
El análisis pormenorizado de una treintena de textos refuerza la otredad del poeta respecto de su icónica trivializada y contribuye a respaldar el aserto de que estamos ante un discurso anómalo, heterogéneo y, en definitiva, fundacional para la poesía chilena. En el período popular, por ejemplo, este discurso se apropia diferencialmente de la lira, introduciendo perspectivas cultas, intensificando funciones de resistencia social, deconstruyendo la autonomía tradicionalista e inaugurando las referencias a la temática étnica, en la forma del exotismo de un sujeto textual marcado como "poeta araucano". En torno a núcleos temáticos como el crimen (asesinatos alevosos, suicidios, fusilamientos), y bajo el seudónimo de Juan Mauro Bío-Bío, Pezoa publica en pliegos de papel basto unos "relatos de lo real", unos suplementos de disidencia que constituyen formas de información alternativa a la prensa oficialista. En su etapa nacional, el autor confirma la versatilidad de sus fusiones interdiscursivas al apuntar hacia "lugares de carencia" (las comunidades indígenas: ya está dicho) que permanecían fuera del furor identitario de aquel contexto belicista y patriotero. Lejos de servir de epígono al rubendarismo, Pezoa dinamiza "el matiz modernizante" al tiempo que desajusta "los ideologemas de la nación" y amplía su léxico con términos importados de la cultura de masas. Ya en la fase moderna, toda colección estática y toda clasificación sesgada se desmoronan ante la evidencia de una discursividad híbrida en la que el habla subalterna manifiesta su constante fricción con los patrones cosmopolitas. El examen de la serie diacrónica cumple con rebatir, además, aquel veredicto que sancionaba la impresión de una poesía cursi en los casos donde tendía a suprimirse -en virtud de una modalización o shifter- la distancia entre el sujeto del enunciado y la referencia al contexto del sujeto enunciacional. Antes que una deficiencia kitsch fácilmente descartable, este cambio de historia a discurso no sería sino una forma más de señalar el cruce, la interacción en el espacio de lo masivo, inclusive el desplazamiento desde el libro hacia el tango o el bolero.
Una de las aportaciones del ensayo del profesor Hachim es la recuperación de El fusilamiento de Dubois, lira publicada en marzo del 1907 en El Chileno de Valparaíso, y hasta hoy no considerada en los hitos del corpus crítico sobre Pezoa Véliz. Esta recuperación no sólo comporta una relevancia filológica sino que viene a impugnar el prejuicio letrado, repetido por Montenegro y Silva Castro, que reducía la producción de décimas populares a los años previos a la entrada del poeta en el circuito culto. Es imprescindible destacar la esclarecedora relectura que Hachim opera sobre los poemas más conocidos y citados de Pezoa: “Nada” (1904), que se ve restituido a su forma original, después de unas sospechosas mutilaciones; “Tarde en el hospital” (1907), cuyo dialogismo rectifica la ingenua (o mejor dicho: torpe) acusación de plagio de que fuera objeto; y “El pintor Pereza”, ahora resemantizado de acuerdo a una concepción más intertextual que imitativa, es decir, como pastiche que comporta una dimensión de resistencia crítica. Dicha relectura podría abrir el camino para aproximaciones similares a otros poetas del 900, a menudo tanto o más victimizados por una espiritualización esteticista que ha sustituido su 'obra' por el consumo de su imagen pública y un par de anécdotas y versos para el bronce.
Esta primera edición de Alma chilena de la poesía -que también incluye un sugestivo material gráfico- consigue arrebatar a Pezoa del dominio de los "guardianes del discurso", resposicionando al autor como precedente de las poéticas heterogéneas de Mistral, De Rokha, el mismo Parra, quien, como sabemos, se ha encargado de reconocer explícitamente sus "deudas" en este ámbito. El estudio de Luis Hachim ha sido enfrentado desde una perspectiva que pondera la acción contrahegemónica y "antropofágica" de una cultura latinoamericana capaz de oponer la articulación de sistemas a las taxonomías rígidas, e interesadas, de la razón instrumental. Es en ese sentido -en la emergencia del espacio de masas como campo de batalla para viejas matrices culturales y nuevas experiencias colectivas- que Carlos Pezoa Véliz puede ser visto como un pionero, un "emblema" de la descolonización espiritual, un oficiante inédito que busca el encuentro con la realidad americana, que confunde "el idioma de los conquistadores" y desafía a los poderes teóricos, que asume préstamos disímiles y "destruye la apologética del Yo ensimismado" (219).
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Bibliografía
Hachim, Luis. 2005. Carlos Pezoa Véliz. Alma chilena de la poesía. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Carlos Pezoa Véliz. Alma chilena de la poesía
Luis Hachim Lara. 2005.
Ediciones Universitarias de Valparaíso. 236 páginas.
Por Mario Verdugo
Publicado en Documentos Lingüísticos y Literarios UACh, N° 30, 2007