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Fonchito y la Luna” de Mario Vargas Llosa, y el amor que “convierte en milagro el barro.”

María-Elvira Luna-Escudero-Alie
PhD, Montgomery College.
Literature_courses@yahoo.com

 



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A Karl y Michael Alie, Ian Martin, David
Ballester Massey, Katya y Dima Shvetsov.


Mario Vargas Llosa no cesa de sorprendernos con su vasta creatividad, su innegable talento que va de la mano de su férrea disciplina, con esa infinita capacidad de trabajo, y francamente, también con su versatilidad a prueba de muchas décadas de dedicada labor literaria. En 2010, el mismo año en que la Academia Sueca finalmente hizo justicia y le otorgó a Vargas Llosa su merecido Premio Nobel de Literatura, publicó bajo el sello de Alfaguara: “Fonchito y la Luna”, un cuento para niños.

“Fonchito y la Luna” (2010), es un cuento infantil, encantador y pleno de ternura. A diferencia de los típicos cuentos infantiles poblados de brujas canallas, princesas hermosísimas, príncipes tan guapos como valientes, monstruos horrorosos, dragones feroces, hadas madrinas generosas, y muy poderosas, enanitos astutos, manzanas envenenadas, hecatombes sin par, paisajes encantados, y hechizos de todo tipo, “Fonchito y la Luna”, es un cuento realista, como el estilo de las mejores páginas que su creador nos ha regalado a lo largo de muchos años. En este cuento breve pero intenso, se nos presenta un niño de unos siete años, más o menos, que está enamorado de Nereida, su compañera de clase. Fonchito quiere darle un beso en la mejilla a su amiga y para lograrlo está dispuesto a afrontar la prueba difícil que ésta le pide: bajarle la Luna.

El cuento empieza con una frase que contiene prácticamente todo el argumento: “Fonchito se moría de ganas de besar las mejillas de Nereida, la niña más bonita de su clase.” Luego tenemos una descripción física de la niña de cabellos largos y negros, acaso como los de las cincuenta hijas de Nereo y Doris, de la mitología griega. La niña Nereida era sin duda, a los ojos de Fonchito, tan bella como esas ninfas del Mediterráneo que dieron origen a su nombre ondulante y sibilino.

Un día, durante el recreo, Fonchito se armó de valor y le preguntó a Nereida cortésmente: “Me gustaría darte un beso en la mejilla. ¿Me dejarías?” La bella niña, tras ruborizarse un poco, le respondió coqueta: “Te dejaré si bajas la Luna y me la regalas.”

Desde ese momento, Fonchito, luego de desanimarse un poco al interpretar que Nereida lo había mandado a ver si llovía (como decimos en Lima cuando queremos que alquien se pierda de vista y se vaya muy lejos), empezó a darle vueltas a la posibilidad de bajarle la Luna a Nereida.

Fonchito miraba la Luna noche tras noche, “[…] Es decir, cuando la Luna salía, lo que ocurre rara vez en la ciudad de Lima, cuyo cielo suele estar cubierto de nubes muchos meses del año.”

Finalmente, la perseverancia de Fonchito sostenida por su amor infantil hacia Nereida, dio grandes frutos.  “[…] Y en eso, con un aceleramiento del corazón advirtió de pronto que la Luna no sólo estaba en el cielo sino también a sus pies, reflejada en el balde-regadera que usaba Don Rigoberto, su padre, para regar los maceteros de geranios que daban color y vida a la azotea de su casa.”

Tras su feliz descubrimiento, Fonchito le dijo a Nereida: “Ya está, ya sé cómo bajarte la Luna y regalártela. ¿Cuándo podría ir a tu casa de noche, a la hora que sale la Luna?” Nereida le dijo que solamente los jueves porque era el día en el que su padre se iba al club con sus amigos, y su madre jugaba al bridge.

El siguiente jueves, Fonchito fue a la casa de Nereida y por suerte, la Luna brillaba en el cielo así que Fonchito le pidió a la niña que le trajera un depósito lleno de agua para cumplir su deseo. En la terraza, Fonchito colocó el recipiente de agua en un lugar estratégico. Luego llamó a su amiga. Nereida “[…] vio en el fondo del recipiente, temblando levemente con el movimiento del agua, una pequeña Luna redonda y amarilla.” El cuento termina con el beso prometido.

Este cuento realista emplea la ternura y también la picardía de los niños para brindarnos una historia sencilla; pero ingeniosa, y sobre todo muy verosímil, y desde luego, como todo lo que construye Vargas Llosa, muy bien estructurada.

Este cuento nos dice que por amor todo es posible, que incluso el barro se puede convertir en milagro gracias al amor, como señala acertadamente la canción de Silvio Rodríguez. Fonchito no necesitó de hadas madrinas ni de varitas mágicas, tampoco de elementos fantásticos de ninguna clase para conseguir su objetivo. Su imaginación y su voluntad para cumplir con el requisito de su dama fueron suficientes armas para lograr esa meta que se vislumbraba inalcanzable.

Es interesante que Vargas Llosa use como protagonista al travieso Fonchito, cara de ángel y espíritu hedonista, obsesionado con la obra del pintor austríaco Egon Schiele (1890-1918), y personaje turbulento de sus novelas eróticas: “Elogio de la madrastra” (1988) y “Los cuadernos de Don Rigoberto” (1997). En “Fonchito y la Luna”, el protagonista es todavía completamente inocente y el beso que le pide a Nereida no tiene los ecos que sí conllevan los besos eróticos que Fonchito en “Elogio de la madrastra” le pide e incluso le roba, muchas veces con chantajes enrevesados, a Lucrecia, su madrastra voluptuosa.

Fonchito es un niño sin edad en las dos novelas eróticas mencionadas y tampoco sabemos cuántos años tiene en: “Fonchito y la Luna”. Como anécdota quiero indicar que Vargas Llosa – a quien tuve la fortuna de tener como profesor en la Universidad Georgetown-, un día, cuando estábamos discutiendo su novela: “Elogio de la madrastra” (1988), como respuesta a la pregunta de una estudiante sobre la edad de Fonchito, él preguntó a la clase lo que nosotros creíamos. Un estudiante dijo que tendría unos doce años, y el gran maestro respondió vivamente : “En ese caso sería un niño idiota.” Por eso, calculo que el Fonchito del cuento solamente tiene siete u ocho años y quizás tenga diez o nueve en “Elogio de la madrastra,” y sea adolescente en “Los cuadernos de Don Rigoberto.”

El lenguaje utilizado en “Fonchito y la Luna” es el adecuado para un cuento infantil; es obvio que su autor, maestro del diálogo, ha pensado muy bien en la manera peculiar de hablar que tienen los niños. Desde el punto de vista gramatical el uso de los verbos en el pretérito imperfecto del modo indicativo es también el correspondiente para crear la ilusión de movimiento y duración en el pasado, y para las descripciones tan empleadas en los cuentos infantiles. Por ejemplo; “Había una vez en un lugar muy remoto, una niña que era muy linda y obediente y a quien todos llamaban Caperucita….” Las ilustraciones del cuento hechas por Marta Chicote Juiz son sin duda muy bellas, así como también el uso de los colores en la historia. En suma, se trata de un cuento infantil muy bien estructurado que sin embargo no es un cuento típico porque el tema es realista y el desenlace aunque es feliz y muy ingenioso, no deja de ser en ningún momento realista ni menos verosímil.

“Fonchito y la Luna”, sin ninguna duda, nos llena de ternura por la manera tan inocente y tierna en la que es presentado el tópico del primer amor, y también por la forma tan ingenua e ingeniosa en la que Fonchito resuelve el requisito de su amiga Nereida. También por el hecho de que un niño tan pequeño, enamorado de su compañerita de clase, esté dispuesto a hacer todo por ella. De hecho, Fonchito se queda mirando la Luna noche tras noche para encontrar la manera de bajársela y regalársela a su amada. Justamente la Luna, tan cantada y reverenciada por los poetas de todas las épocas y hemisferios.

Es posible que Vargas Llosa, maestro de maestros, nos haya querido decir que con elementos simples y sencillos también se puede escribir una historia tan conmovedora como “Fonchito y la Luna.” Este cuento encantador nos permite reflexionar con ternura sobre el primer amor, y en general sobre el amor; asunto tan complicado como universal.



 



 

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“Fonchito y la Luna” de Mario Vargas Llosa, y el amor que “convierte
en milagro el barro.”
Por María-Elvira Luna-Escudero-Alie