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LAS VICTIMAS DEL AMOR

Mauricio Wacquez: Frente a un hombre armado. Editorial Bruguera. Barcelona, 1981.

Por Carlos Meneses
Publicado en Nueva estafeta: Nº 42 (Madrid) mayo 1982


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El hecho de que todo el relato de una historia, con evidentes e intencionados errores por parte del autor, como una de las tantas tretas que pretende montarle al lector, pueda ser un sueño, o la conclusión de una vida, por lo que se recuerdan apresuradamente las escenas de todo lo vivido, no impide que lo narrado puede ser utilizado como zona perfectamente analizable. Y eso es lo que puede y debe hacerse con Frente a un hombre armado del chileno Mauricio Wacquez, interpretar lo que se desarrolla en esa especie de sueño angustioso. En ese pesadillesco discurrir entre la guerra y el amor, o en esa lúcida e interesante reflexión acerca del sexo, de sus connotaciones, de su ineluctable y amarga meta. Porque lo que el autor ofrece, lo que Wacquez propone, es la historia de Juan de Warmi, para ser sometida a consideración del lector, para ser deglutida e interpretada por el lector. Y aquel epilogo, que pretende, o parece pretender, desdibujar mucho de lo que se halla en la historia, que parece querer aclarar lo inaclarable, lo que siempre debe estar en penumbra, en perfecta y necesaria penumbra que no impida el análisis, se ha de tomar como parte del juego, y no como una parte que trate de guiar, de sentar bases, sino como un accesorio que hace ver algunas triquiñuelas del autor, pero que de ninguna manera puede variar los conceptos que cada cual se forja de la historia.

Mauricio Wacquez (Chile, 1939) es uno de los más destacados narradores de su país. Ha publicado, con la presente, tres novelas, demostrando no sólo que es capaz de lograr una musicalidad en el lenguaje utilizado, sino que demuestra un aplomo cultural muy loable, que le permite esas valientes incursiones en el terreno amoroso, sin caer en ningún momento en la ramplonería, sin tropezar con lo basto, sin que decaiga su ritmo elegante, inteligente, pulcro. Aunque convergen varias teorías, es indiscutible que lo más importante, y lo que resalta del conjunto, es todo lo referente al aspecto sexual, que el autor no sólo trata de analizar, y concluir mostrando lo que esto significa en la vida del hombre, sino que también tiene la preocupación por enseñar casi gráficamente, y es ahí donde la habilidad narrativa crece vertiginosamente, y no lo traiciona en ningún momento. La obsesión del sexo en los personajes de Frente a un hombre armado es manifiesta, y se nota algo distorsionada, por esa forma extraña de relato, en la que parece que se obedeciera a las normas del sueño o de algún extraño juego. El tiempo no es vital, no es centro de la acción del hombre, es accesorio, está al servicio del hombre. De ahí las posibilidades de ir de un siglo a otro, de retroceder hasta 1840 y llegar hasta nuestros días. Pero lo fundamental, lo que acapara la atención son las relaciones obsesivas y homosexuales de Juan de Warmi y su sirviente argelino, Alexandre. De este binomio y el comportamiento que los une se podrán extraer muchas conclusiones, la más sencilla, la que está más a la vista es la del choque y a la vez aproximación de dos clases sociales, de por si distantes, y el motivo que las reúne. Pero aun dentro de esos esquemas de atracción sexual superlativa, la jerarquía prevalece. Juan de Warmi asume siempre la iniciativa, actúa con evidente sadismo, extrema su crueldad cada vez que puede, exige, niega, y llega al asesinato (aunque en el epilogo que trata de dar claves, se hable de irrealidad, de producto de sueños o de exacerbación).

Sobre el amor, tanto en el aspecto exclusivamente sentimental, como en el estrictamente sexual, se vierten interesantes conceptos que son los que rigen la historia bellamente narrada: «El amor es el encuentro de dos seres imperfectos que creen mutuamente en las perfecciones del otro, lo que crea en cada cual situaciones sucesivas de desmedro y sobrevaloración» (p. 55). Más concreto aún, es en la siguiente frase, que surge como consecuencia del amor homosexual, o que es aplicable a toda sodomización: «Dominado o ser dominado son facetas de una misma delicia, y mientras no se establezca que el dolor es un estado inferior de la existencia, debemos aceptar su idéntica jerarquía frente a las opciones de la dicha» (p. 69). El continuo citar el poder de parte del que domina el acto sexual, y mostrar esta relación como una cacería, y hasta como una guerra, denota el grado de hondura a que se llega en el análisis. Hay un ser poderoso y otro sometido, en este juego que señala con tanto énfasis y brillo el narrador. Hay un poderoso que se impone y una víctima que aprende a gozar con la sumisión.

Al margen de si La Rochelle es verdaderamente La Rochelle descrita en la novela; o el slip aparece en una época en que aún no se usaba, u otros aspectos similares que son los que el propio Wácquez señala en el epilogo, lo que importa es ese monstruo llamado Juan de Warmi, y ese excelente enfoque de las relaciones homosexuales. Hay momentos verdaderamente excelsos, desde el punto de vista literario, en que la belleza lo reviste todo, aun la propia amargura de la «víctima», aun el sufrimiento físico. Y la escena erótica es intensa y obsesiva, concediendo un ritmo febril a la narración, que es el ritmo precisado en este caso. Frente a un hombre armado es más que un sueño o el discurrir de un personaje literario ante el problema del amor, la lucubración que amalgama el dolor y el placer y tiene como meta el amor. La relación de dos seres.

 

 

 

 



 

 

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Mauricio Wacquez: "Frente a un hombre armado".
Editorial Bruguera. Barcelona, 1981.
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Publicado en Nueva estafeta: Nº 42 (Madrid) mayo 1982