Se considera un hombre afortunado. La vida le ha dado mucho más de lo que él, humildemente, le había pedido. Es lo que quería ser: escritor. Y tiene cuanto puede pedir un hombre de letras: imaginación, memoria, y amigos —muchos y buenos amigos— que saben valorar su trabajo, que conocen su empeño, su esfuerzo y profesionalidad ante la hoja en blanco.
Esta entrevista ha sido llevada a cabo por Francesc García-Cardona, recientemente fallecido, compañero durante un cuarto de siglo del propio Wacquez, y José Belmonte-Serrano en dos etapas (1985, 1998) y escenarios distintos. Pero la magia es la magia. El transcriptor de la misma no ha hecho sino eliminar lo intemporal y lo superfluo —casi nada— y llevar a cabo una cuidadosa labor de montaje como si de un largometraje se tratara. Mauricio Wacquez ha sido siempre un hombre de palabra, coherente e íntegro con sus ideas; practicante de lo que él mismo predicaba. De ahí que las dificultades a la hora de hacer ciertos "arreglos" hayan sido mínimas. Éste es el resultado.
Pregunta: Cuando se habla de Mauricio Wacquez siempre, inevitablemente, salen a relucir sus facetas de narrador, ensayista, editor y también traductor, parcela con la que ahora se gana usted la vida. ¿Es esto un signo de los nuevos tiempos, la dificultad para poder vivir de lo que uno escribe y tener que recurrir a otros oficios que pueden entorpecer la labor puramente creativa? MW: Bueno, sí, es un signo de estos tiempos, y también de los tiempos pasados y futuros. En la medida en que los escritores no escriban tendrán que vivir de otra cosa, aunque sea de agricultores. Yo tenía, yo tengo, varios amigos en Chile que son escritores a sus horas, y que la mayor parte del tiempo lo pasan criando animales o sembrando trigo; así que no creo que el mío sea un caso aislado. ¿Culpa de la Administración? Yo nunca le he echado la culpa a la Administración. Esto me lleva a un tema que siempre había sido polémico dentro de mí mismo, que es el de la deshumanización del arte, que me parece una mala costumbre. En primer lugar, porque el creador pierde libertad. Sin embargo, he luchado siempre por los grandes gremios que no han sido justos con ellos. Pienso en Rosa Chacel. Siempre pongo el ejemplo de Rosa Chacel, que todavía vive, pero que morirá y que todos se juntarán a glorificarla cuando muera, pero que nadie le pagó la luz durante muchos años. Esto, el enterrar antes de que mueran a las glorias nacionales, a los que hacen este país grande, me parece casi un escándalo.
Pregunta: Una de sus novelas, Ella o el sueño de nadie, fue incluida, si no mal recuerdo, en la colección La Sonrisa Vertical de la editorial Tusquets; una colección que dirige en cineasta español Luis García Berlanga. Se trata, no haría falta decirlo, de una colección de novela erótica. ¿Se considera un escritor de novelas eróticas, si tenemos, además, en cuenta el contenido de Frente a un hombre armado y algunos de sus cuentos? Y, en cualquier caso, ¿qué opina sobre esa desmedida proliferación en España y fuera de ella del género erótico-pornográfico? MW: Bueno, se trata de una respuesta lógica de los comerciantes del libro a requerimiento de un determinado tipo de público. Pero personalmente nunca he sido proclive a la literatura de género. Cada vez que termino algo me doy cuenta de que tiene cosas incluso policiales, pero yo nunca he pretendido escribir una novela policial, y menos, ¡líbreme Dios!, una novela erótica. Que el Eros sea parte de la vida humana, yo no tengo la culpa y que la intriga sea también parte de la vida humana, tampoco yo tengo la culpa. Son los exégetas y los profesores los que clasifican a los autores y los meten en casilleros, ¿no? Y también, por otro lado, los compradores de este producto, que es un producto como cualquier otro, un producto comercial, digamos.
Pregunta: ¿Desde su óptica particular y privilegiada, qué ha pasado con el llamado boom latinoamericano al que tantas páginas dedicó en un ensayo ya clásico su amigo y paisano José Donoso? ¿Por qué no se ha prolongado aquella fiesta literaria que parecía no tener fin allá por los años setenta e incluso ochenta? MW: Tú te refieres a que no han seguido apareciendo nombres, nombres rimbombantes al menos. La respuesta es bien sencilla: es que no los hay. Ni siquiera Carlos Barral sería capaz de desenterrar de la nada a escritores que no existen. Pero el boom, llámesele boom o cualquier otra cosa, está ahí y tuvo en su momento un gran auge.
Pregunta: Hasta el día de hoy hemos oído de todo. Opiniones a favor, otras en contra, puntualizaciones, apostillas, réplicas y duplicas... ¿Qué opinión le merece a Mauricio Wacquez la conmemoración o celebración del V Centenario del Descubrimiento de América? MW: Bueno, yo estoy tratando de escribir una novela en contra del pillaje europeo en América latina. Yo soy, como sabes, de América latina, pero soy completamente europeo. Pero de todas maneras no puedo estar de acuerdo en que hay una cultura que es la cultura cristiana-grecolatina, cristiana-hebrea, que haya tratado de creerse la tontería de que es mejor que las demás, y ahí tienen a nuestros indios que están absolutamente en los últimos momentos, en las últimas boqueadas del pez fuera del agua. Nos hemos apoderado de todos esos territorios, pero también lo estamos pagando porque hemos sido robados por todo el mundo. Los ladrones siempre se roban a sí mismos.
Pregunta: Hablemos, si le parece, de su labor de traductor de un buen número de obras escritas originalmente en lengua francesa. ¿Qué se queda en el camino en el tramo que va desde el original a la traducción? MW: Depende del idioma. Del alemán, por ejemplo, se pierde mucho; del alemán se pierde casi todo, y también del latín. Pienso en Virgilio; pienso en el capítulo más lírico del Libro III de Perseo: el llanto, el lamento... eso es irrepetible fuera del latín, fuera de su idioma, del idioma en el que se escribió.
Pregunta: ¿Sigue siendo un tópico eso de que el traductor está muy mal pagado, que es la última pieza —al menos, económicamente— de esta larga cadena? MW: ¿Que si lo está? Eso no es un tópico; eso es una realidad como una casa: está mal pagado. El único editor que finalmente no ha tratado de timarme es Mario Muchnick, que es un gran traductor, escritor y amigo. No obstante, en la nueva ley del libro se contempla el que los traductores reciban un porcentaje del precio exacto. Yo acabo de estar en un congreso de la Comunidad Europea sobre libros y traducción representando a España, y te puedo decir que España es una de las naciones más avanzadas, de las más revolucionarias. En Francia, por ejemplo, darle un porcentaje al traductor es una ofensa al editor.
Pregunta: ¿Qué es lo que pierde un creador como usted cuando se dedica profesionalmente a la traducción? MW: Se pierde tiempo, muchas novelas por escribir; muchas novelas que podían haber sido escritas y que no se van a escribir nunca porque uno tiene que dedicarse a cultivar cl campo de la traducción. Sin embargo, lo más cercano al escritor es traducir, estar entre libros, las investigaciones en bibliotecas...
Pregunta: ¿Qué le aporta la traducción a un escritor? ¿Tiene algún lado positivo la traducción? MW: Poca cosa. Yo creo que uno aporta mucho más a la traducción que lo que la traducción le aporta a uno.
Pregunta: ¿El traductor sigue siendo un traidor, como indica la propia etimología? MW: ¡Ah, sí!
Pregunta: ¿Por qué está tan seguro? MW: Porque de un idioma a otro, por muy cercanos que estén, por muy hermanos que sean, se pierde un gran porcentaje. Yo conozco varios idiomas y te digo que la traducción de la obra final a la traducción nunca se cubre un porcentaje demasiado alto de fidelidad, sobre todo cuando se trata de un escritor lírico, demasiado desiderativo siempre. El castellano, por ejemplo, es un idioma que se presta al lirismo, pero hay lenguas que están en el lado opuesto.
Pregunta: Probablemente, si nos fiamos de críticos y profesores, su obra más carismática, mejor conseguida sea Frente a un hombre armado, aparecida, recordemos, en 1981, cuando tenía usted cuarenta y dos años, una buena edad para una buena novela. ¿Qué tiene que ver Frente a un hombre armado con sus novelas anteriores, con la ya lejanísima Toda la luz del mediodía, Paréntesis, etc.? MW: Frente a un hombre armado es una novela cuyo proyecto data del año 1962, después de muchas versiones abortadas e incipientes. De todas maneras, en el momento en el que la novela se armó se tiñó de muchos problemas que eran acuciantes para mí en ese momento. Creo que para bien o para mal todos los escritores, de una u otra forma, de este lado del Atlántico o del otro lado, estamos escribiendo una novela sobre las peculiaridades e incidencias del poder. Esto creo que no es nuevo no sólo en la literatura actual, sino en roda la literatura desde los profetas; pero ha habido en la realidad hechos que nos han marcado de una u otra manera, y que, por ejemplo, para citar algunas obras que de manera automática me vienen a la mente, están Casa de campo, de José Donoso, y Los convidados de piedra, de Jorge Edwards, chilenos y amigos míos, por eso los cito . Pero con mayores o menores diferencias, la literatura actual es una literatura sobre el problema actual; y el problema actual es el problema de cómo la política nos usa y nos gasta. Son problemas que están tanto en el periodismo como en la literatura, no por eso creo que se deba hablar de una literatura periodística, no. Trato por todos los medios de hacer una literatura que se pueda leer en cualquier época, de ahí que muchos acontecimientos de esta novela, de Frente a un hombre armado, transcurren fuera de la actual, pero no por eso no va a haber un movimiento alegórico de los hechos y de las figuras del personaje. Ahora bien, yo no creo que se desconecte demasiado esta novela de mis libros anteriores, ni creo que se pueda distinguir o por lo menos acotar como un acceso diferente, demasiado diferente de la carnalidad que me rodea. Lo digo porque creo que cada novela —ya lo decía el maestro Borges—, cada página del libro y cada capítulo del libro, y cada libro de la obra es parte de un mismo discurso. Habrá diferencias formales y argumentales, pero en el fondo las diferencias son tan pocas que bastaría una sola novela. Esta novela debe tener facetas, debe tener lados diferentes, pero son lados de un mismo objeto.
Pregunta: Usted mismo ha pronunciado una de las palabras que consideramos clave en Frente a un hombre armado: el poder. ¿No le parece que el poder, visto desde todas sus dimensiones, es el asunto más significativo de este libro? MW: Lo que sucede en esta novela es que la relación interpersonal no es el fin de la reflexión, sino el medio con el cual se ilumina, se hace explícito, el cuadro general de lo que yo considero que es el poder.
Pregunta: A ningún lector atento se le escapan esos continuos cambios de espacio y de tiempo que hay en la citada novela. Juan de Warni es el protagonista, el padre del protagonista y hasta el abuelo del protagonista. ¿Cómo se explican estos saltos temporales, desde los tiempos de Louis Philippe hasta la 11 Guerra Mundial? MW: Esta novela pretende ser un pastiche de las novelas del siglo XIX, de ahí que su subtítulo sea el de "Cacerías de 1848", al igual que sucede, con otra variante, con El rojo y el negro de Stendhal. Frente a un hombre armado tiene su centro temporal en los años de Louis Philippe, pero el que el protagonista sea el padre y el abuelo del propio protagonista y que esto no quede claro al principio de la novela es un problema que viene del argumento mismo de la novela, de la clave misma de la novela. Si yo contestara directamente a esta pregunta tendría que dar la clave de la novela y sería irrelevante leerla. Creo que esta novela participa tanto de esa literatura amada del siglo XIX cuanto de la literatura psicológica para situarla en un contexto histórico-literario. Lo importante es que el lector pueda dirimir y dividir los ámbitos de lo que es verdaderamente argumental de lo que es real, de lo que es onírico en cuanto a literatura y onírico en cuando al sueño del protagonista. Pero este es un problema que resume la novela entera.
Pregunta: Y al mismo tiempo que existe un paseo por el tiempo, también hallamos un paseo por el espacio. Un espacio que comparten el Cono Sur y Francia . MW: Construir un espacio imaginario que no es otro que el espacio de la novela es, en principio, al menos para mí, delimitar lo que también podría llamarse la patria de la novela. Hay un problema y este problema no puedo sino dejarlo entre comillas porque me parece un falso problema no tanto de la literatura como de los escritores en general cuando ellos reivindican que la literatura o la novela debe ser eficaz y debe incidir directamente en alguna realidad determinada, conocida; de ahí que hablen de país, de patria, de raíces, de folklor, de luz, de cierto gusto austral o tropical o meridional, y, por supuesto, de nombres: hay una literatura mexicana, francesa, española... y esto no tiene otra motivación que la sed incesante y casi destructora de motivos nacionalistas. Es decir, ¿debe describirse un país. acotarse una cultura, debe reivindicarse, o vindicarse mejor..., debe vindicarse una realidad geográfica, cultural, política? Yo, personalmente, no tengo este tipo de preocupaciones. No puedo compartir ninguna adjetivación sobre mi ser, sobre lo que yo soy, sobre la nacionalidad que tengo. Tengo dos, la francesa y la chilena, y estas dos son las que rotatoriamente aparecen en la novela. Tuve, eso sí, que elegir una lengua, y no pude elegir sino aquella que me marcó con más amor, con más fuerza, con más permeabilidad en mi infancia, porque en el fondo ya no se puede escribir en una lengua franca, no podía hacer un chapurreado entre el francés y el español, por eso verás que en la novela toda palabra que está en francés y que infecta naturalmente mi conversación diaria no está en cursiva, porque yo no la pienso en cursiva. Eso no quiere decir que mi idioma base, mi idioma literario, el idioma en el que amo, el idioma con el que voy a morir, el idioma del insulto, sea el español, sea el castellano. El castellano es la lengua de mi madre, pero el francés es una lengua muy importante para mí, puesto que es la lengua del poder, es la lengua de mi padre. No se trata de un mecanismo psicologizante, líbrenle Dios; lo que sí quiero decir es que para mí la botánica está completamente confundida, y los paisajes están confundidos, la zoología está confundida; tal es así que en la novela se puede distinguir un paisaje, una zona imaginaria en la cual están fundidas mis dos patrias elementales, mis dos patrias principales, porque además de esas tengo otras y si no salen en esta novela es porque una novela tiene que ser de alguna manera acotada, pero ya aparecerán en otros textos.
Pregunta: ¿Considera usted que Frente a un hombre armado no es una novela para todos los públicos, sino, por el contrario, un texto complejo, para un lector poco común, un lector cómplice y bien adiestrado? MW: Creo que a esta pregunta podría contestar Julio Cortázar mucho mejor que yo. Él habló de un lector macho, lector activo, y de un lector hembra, lector pasivo. Al pasivo se le dan unos materiales que él no tiene que elaborar, no tiene que poner nada de sí mismo, no hay una digestión del texto. Por esto es muy curiosa la guía de lectura de Rayuela que propone el mismo Cortázar. Yo creo que es una broma, una exquisita broma, porque me parece que Cortázar se propone incentivar la participación del lector dentro de la obra. Esto no quiere decir que mi novela sea una novela críptica; no creo que sea críptica, tanto es así que en la broma final se propone una cierta lectura que puede seguir o no el lector. Ahora bien, no estoy en absoluto de acuerdo con simplificar la tarea; yo no soy un escritor de best-sellers, ni lo quiero ser. Si me publican una novela es por gracia del Espíritu Santo; a mí siempre me ha parecido milagroso que me publiquen una novela. Uno escribe la literatura que puede.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Mauricio Wacquez:
Las Caras De Un Mismo Espejo (Entrevista).
José Belmonte-Serrano y Francesc Garcia-Cardona.
Publicado en Romance Quarterly, N°3, Summer 2001, Vol. 48