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Estéticas digitales en El púgil de Mike Wilson Reginato

Por J. Andrew Brown
Publicado en Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies. Vol. 14, 2010



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Con la llegada del Internet como una de las fuerzas definidoras de la cultura globalizada, hemos visto el desarrollo de estéticas y estrategias digitales en una serie de expresiones artísticas que responden a esa nueva realidad. América Latina ha presenciado una serie de aproximaciones teóricas a esas expresiones, tanto culturales como literarias y artísticas en la obra reciente de Beatriz Sarlo, de Jesús Martín Barbero y en antologías de artículos críticos y teóricos editados por Claire Taylor y Thea Pitman, y Edmundo Paz Soldán y Debra Castillo. En esa crítica, tanto cultural como literaria, apreciamos dos corrientes importantes. Una es la identificación y el análisis de nuevas formas de arte y comunidad, conceptualizadas y creadas en y por los nuevos modos digitales. En eso se incluyen la multiplicidad de blogs literarios y creativos, además de varios experimentos con el hipertexto y otras maneras de crear utilizando la flexibilidad e hibridez inherentes del Internet. Martín-Barbero nota las posibilidades de tal acercamiento de la siguiente manera:

[estos estudios investigan] the creative energy which is freed when wriring, oral expression and visual cultures intertwine and become hybrid, making possible new narratives which are capable of representing the turbulence and speeds, the uncertainties and the vertigos, the migrations and connecrions which the urban experience of the majority of inhabitants of our cities entails and interweaves. (xiii)

La promesa de tales expresiones artísticas y culturales se manifiesta en las posibilidades de reconfigurar cómo se piensan y se construyen ideas de identidad y nacionalidad, mientras también dan lugar a nuevos medios de creación literaria que van mucho más allá del libro tradicional.

Otro acercamiento crítico dentro del género de los estudios de la cibercultura y la ciberliteratura es un tipo de crítica arqueológica en que se intenta identificar textos, escritores y acercamientos al arte que pueden pensarse como proto-: proto-hipertexto, proto-Internet, etc. En esta línea, se ha visto un avalancha de trabajos críticos que identifican las posibilidades hipertextuales de la obra de Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar y de varios otros escritores latinoamericanos cuyos textos literarios han sugerido, sea a nivel filosófico o a nivel conceptual y avant-la-lettre, las ciberculturas, las literaturas digitales y distintas identidades poshumanas que pueblan la cultura contemporánea.[1] Mientras los dos acercamientos son valiosos, me interesa en este artículo la manera en que las culturas digitales producen reacciones en la literatura producida y distribuida por medios más tradicionales, es decir, veré cómo las ciberculturas y las ciberestrategias se construyen dentro de obras narrativas publicadas en libros de goma y papel. Así, sigo la definición de "cybercultures" que proponen Taylor y Pitman en su colección fundamental del estudio de ciberculturas en América Latina:


Thus, cyberculture can be taken to mean the cultural products created for the new medium and those that address it in other more tradicional media, as well as the new discourses, practices and communities that such cultural products generare. (1)


Usando El púgil (2008) de Mike Wilson Reginato, como ejemplo, exploraré la compleja dinámica de esas culturas digitales y cómo se desarrollan en una novela que habla de un Buenos Aires postapocalíptico y que, como texto literario, se posiciona en la intersección de música, cine, narrativa y el Internet.

Antes de entrar en una discusión de El púgil, quisiera señalar la presencia de una creciente estética digital en algunos de los cuentos del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, mentor de Wilson, textos que nos ayudarán a apreciar algunos de los gestos más digitales que literarios que veremos más adelante en la novela de este último. He explorado ya este fenómeno en la obra de Paz Soldán en otros ámbitos,[2] así que me limitaré aquí a una descripción breve de lo que ocurre en dos cuentos que el escritor boliviano publicó en su blog Río fugitivo.[3] Lo que Paz Soldán hace es efectuar una serie de mashups entre cuentos clásicos de la literatura latinoamericana con obras contemporáneas de varios géneros y de varios países. Por ejemplo, en "Las ruinas circulares," reimagina el cuento borgesiano dentro de un mundo virtual llamado "el Playground" donde un avatar es creado por otro avatar (que sólo se da cuenta de su carácter virtual al final del cuento). El "Playground" es un espacio virtual que Paz Soldán elaboró en su novela El delirio de Turing (2003), un espacio semejante a los juegos populares Second Life y World of Warcraft (los cuales, en torno, se inspiraron en el "Metaverse" que había descrito Neal Stephenson en su novela Snow Crash. La reimaginación que Paz Soldán presenta en su re-make de "Las ruinas circulares" produce un tipo de mashup literario del cuento de Borges, la novela El delirio de Turing (2003), donde Paz Soldán introdujo el Playground e, implícitamente, el mundo virtual Second Life. El resultado es una invitación a pensar identidades virtuales y digitales desde el prisma borgesiano en que todo intento de creación es ilusorio y efímero.

En "Casa tomada," Paz Soldán escribe un mashup aún más literal que la combinación conceptual anterior. En su relato, el escritor boliviano empieza la narración en un modo menardiano, citando el texto de Cortázar verbatim durante las primeras líneas para cambiar después a una serie de interpolaciones de la letra de la canción "This House is not For Sale", un tema del cantante alt-country Ryan Adams. El resultado en esa instancia es un cuento fantasmagórico donde los hermanos originales se transforman en una pareja de relación y existencia indefinidas. Con la repetición de líneas y frases exactas, el cuento invoca una estética músico-digital en que el artista samplea canciones ya existentes para producir una obra que es simultáneamente derivada e innovadora. Invita y refuerza lecturas particulares del cuento cortazariano y de la canción de Adams, pero va más allá de esas lecturas intertextuales al logro de un mashup músico-literario.

Este cuento específico abre una manera de entender no sólo el arte digital o arte Internet, sino también la literatura de formato tradicional donde se emplean estrategias similares en su construcción de mundos ficticios. De hecho, el mismo Paz Soldán ha reconocido la importancia de ese flujo bidireccional de conceptos y estrategias entre lo digital y lo analógico:


But the new media and new technologies do not necessarily mean the disappearance of other media and other technologies. What they enact is, instead, a reconfiguration of the media environment and of the technological landscape that surrounds us. It is not the case, as in the song by the Buggles, that video will kill the radio star, but it can indeed marginalise that star—the star will become irrelevant if s/he does not adapt to the new rules of the game and become `mediatised´ (258)


Una novela ejemplar de esa mediatización es entonces la ya mencionada El púgil. Wilson, un escritor argentino que ahora vive y trabaja en Santiago, forma parte de un grupo de escritores chilenos dedicados al género weird, grupo que incluye escritores como Álvaro Bisama, Jorge Baradit y Francisco Ortega, entre varios otros. La mayoría de ellos se dedican a la ciencia ficción, pero con una definición más amplia de la tradicional y que incluye varias subcorrientes y subgéneros, desde el slipstrean al cyberpunk. El púgil es su segunda novela, la primera fue Nachtrópolis, que salió en 2001, y la tercera novela, Zombie, apareció en 2010 con Alfaguara. El púgil comienza con el personaje central Roque Art boxeando en el Luna Park cuando, de repente, empieza a llorar. Destruida así su carrera, él vuelve a su casa y allí encuentra que su heladera ha cobrado conciencia, se ha nombrado a sí misma Hal (de la película 2001 de Stanley Kubrick), y que ha decidido llevar a Art (bautizado Major Tom) por un Buenos Aires que ha entrado en un apocalipsis fantasmagórico, donde aparecen, por ejemplo, clones de Orson Welles, robots, cyborgs y un obelisco que ha dejado su sitio en Corrientes y Nueve de Julio y ha empezado a andar por la ciudad, principalmente por el barrio de San Telmo. La novela, que empieza con un epígrafe de la canción "Transmission" de la banda postpunk inglesa Joy Division, incluye una cantidad impresionante de referencias a la música postpunk y underground, cine weird y a la ciencia ficción, a las novelas de Philip Dick, y a novelas gráficas de Oesterheld, entre una telaraña de grupos, canciones, películas y literatura que interactúan con los personajes y sus experiencias apocalípticas.

Tal y como vemos en el cuento de su mentor literario y académico, es la música underground la que provee la entrada a la novela y a su sistema de referencias culturales. El epígrafe es la cita siguiente de una de las canciones más conocidas de la banda inglesa.


Listen to the silence, let it ring on. Eyes, dark grey lenses frightened of the sun. We would have a fine time living in the night, Left to blind destruction, Waiting for our sight.
Transmission—Joy Division[4]


En una entrevista, Wilson indica que, para él


En un mundo ideal, El púgil vendría con uno de esos viejos walkman que pesaban una tonelada y un cassette TDK con un mix de Joy Division. Es el soundtrack del Buenos Aires que existe en mi cabeza. ("Hoy telépata")


Wilson, de esta forma, escoge un grupo que por su posición en la historia del punk-postpunk ilustra los elementos apocalípticos-postapocalípticos que él aprecia en Buenos Aires y que quiere enfatizar para la novela. Volviendo al epígrafe mismo, el texto citado presenta una serie de imágenes y temas importantes para la novela desde las paradojas de los silencios que suenan y las cegueras complicadas de ojos que esperan la vista a la vez que prefieren la oscuridad de la noche. Aún más impactante es la combinación de las palabras del cantante Ian Curtis (notorio en parte por su suicidio a la edad de 23 años) con el concepto de la transmisión, de la comunicación de un mensaje por vías electrónicas.[5] El epígrafe, entonces, combina los temas apocalípticos con la información extratextual de la biografía del cantante con la idea de que esos textos son transmitidos en vez de publicados. A la vez, cumple una función cinemática en que la música se presenta de manera extra-diegética (es decir, música que la audiencia escucha pero los personajes no perciben) y así condiciona al lector y establece el ambiente lúgubre que se desarrollará a lo largo de la novela.

La importancia del epígrafe llama la atención, entonces, cuando el grupo aparece otra vez en la novela, esta vez en una situación de música diegética (donde la música pertenece al universo narrativo del texto) en la que Art escucha otra canción de Joy Division mientras él y su refrigerador manejan un auto por la ciudad:


El Falcon aceleraba por las avenidas oscuras y desiertas de la ciudad. Art se aferraba al volante, marcando su avance nocturno al compás de She's Lost Control de Joy Division. A su lado, Hal guardaba silencio en el asiento de pasajeros, sujeto torpemente al respaldo por un cinturón de seguridad y una soga. Major Tom disfrutaba de la libertad que sentía al conducir mientras todos dormían, levemente giró el manubrio hacia la izquierda, le gustaba manejar en el centro geométrico de la calle. Las franjas blancas que dividían el asfalto negro brillaban y Art se acordaba con nostalgia de esas tarjetas navideñas adornadas con nieve de fantasía y de los paisajes árticos que siempre aparecían en aquellas animaciones de plastilina, como Rodolfo el reno y Frosty el hombre de nieve. El movimiento de esas líneas blancas provocaba algo en Art, volaban hacia él, fracturadas, veloces y brillantes. Cuántas películas comenzaban así; un coche avanzando por una calle, de noche, ángulo picado, plano americano, iluminación directa, el lente enfocado en el avance veloz de las franjas blancas.
—david lynch. lost highway... carretera perdida. sí. la viste hace poco. pero no te gustó mucho. pensaste que era muy... intencional. ¿te acuerdas, major tom? (27)


La canción que escuchan al principio de la cita es una que escribió Curtis sobre una mujer conocida que sufría (como él mismo) de epilepsia. La canción describe las etapas de un ataque epiléptico y, al desarrollar las emociones e imágenes de una pérdida completa de control, parece invitar a una reflexión sobre la pérdida de control que experimentó Art en el Luna Park cuando, derrotado, empezó a llorar.

A la vez, la introducción de la música de Joy Division hace resaltar el resto de la sección, en el que se incluyen una serie de referencias y estrategias para deslizar referencias que son fundamentales para entender el eco-sistema de la novela entera. Vemos la inestabilidad de la identidad en Art, que vacila entre su nombre y el apelativo, "Major Tom," el que Hal le ha dado. Este apodo establece un sistema de repetición y conexión importante, ya que Hal había escogido su nombre siguiendo el de la computadora loca de 2001, A Space Odyssey y asigna el epíteto "Major Tom" a Art, inspirándose en la canción de David Bowie, "Space Oddity" —y la cadena no termina ahí, la canción de Bowie también se había basado en la película de Stanley Kubrick en el juego de palabras entre "oddity" y "odyssey." La novela escenifica una situación en la que las conexiones auditivas entre diferentes expresiones de la cultura popular producen las identidades de los personajes. Desde esos nombres, Art-Major Tom empieza a ejecutar una serie de estrategias similares en su experiencia de manejar. La imagen de las franjas blancas en la calle empiezan a transformarse en la mente de Art en imágenes de una juventud televisiva, convirtiéndose primero en tarjetas de Navidad y después en los programas navideños juveniles. El efecto de esos pensamientos es el de borrar la línea entre la realidad vivida y la memoria de la cultura popular, una situación en la que la realidad le recuerda a uno el haber pensado en la televisión en vez de usar el arte para recordar la realidad. Es decir, en vez de una situación en que el arte cumple una función mimética sobre la realidad, la realidad deviene una ocasión mimética del arte.

Esta imagen de las franjas blancas en el asfalto negro es especialmente sugerente para desarrollar esta idea. Al manejar por el centro de la ruta a alta velocidad, se produce así un efecto en que las franjas funcionan como dibujos animados que cobran movimiento a través del fenómeno de la persistencia de la visión, fenómeno que sirve como base de la tecnología del cine. Este efecto cinematográfico y fisiológico se combina, entonces, con el hecho de que, como indica Art, muchas películas empiezan con la imagen de un movimiento vehicular en una carretera y el asfalto convertido en pantalla a varios niveles simultáneos. Con el salto a la película de David Lynch, completamos un ciclo que nos llevó desde Joy Division al director de culto Lynch, pasando por 2001, David Bowie y Frosty the Snowman.

Joy Division no es el único grupo que aparece a lo largo de la novela, y la banda sonora completa que se desarrolla ejerce una influencia importante en el progreso de la novela. Las referencias se extienden de los ya mencionados a grupos tan diversos como Radiohead, Billie Holiday y Echo and the Bunnymen, entre otros, con cada canción desempeñando distintas funciones narrativas. En el caso de Radiohead y su canción "Paranoid Android", la referencia tiene aplicación directa a una narración repleta de tales androides, tales como HAL, al androide proveniente de la película AI de Stephen Spielberg, el cual aparece una y otra vez en la novela. Llamativamente, la canción se presenta en la novela sin referencia a título ni grupo:


Vuelven a sonar los rodillos, se activa
la casetera secreta de Hal.
When I am king, you will be first
against the wall
With your opinion which is of no
consequence at all
What's that...? (I may be paranoid,
but no android)
What's that...? (I may be paranoid,
but no android) ...
Desactiva los ojos y descansa. (59-60)


Otra vez, una canción diegética acompaña precisamente la narración, en este caso, Hal escucha la canción y se inspira en la letra para negar su identidad robótica ("I may be paranoid, but no android"), a la vez que depende de su realidad como casetera para escuchar tal negación. En otro ejemplo, aparece la cantante y el título de la canción pero no se incluye la letra:


La boca inmensa del leviatán estaba abierta, estirada, una mueca grotesca las quijadas trabadas con un par de vigas... un cordel rojo de terciopelo cruzaba la abertura. Desde su interior emergía el rumor de una melodía... descolgó el cordel, dio un paso hacia adentro, la cavidad bucal amplificó la música... Strange Fruit de Billie Holiday. Sin titubear, Art penetró la oscuridad e ingresó por el esófago de la bestia. (62)


En este momento de la banda sonora de la novela, la canción emana del estómago de un extraterrestre, caso peculiar aun para este libro, pero a la vez activando las imágenes apocalípticas de los lynchings referidos en la canción de Holiday e introduciéndolas dentro de los imaginarios del apocalipsis típico de la ciencia ficción.

El caso de Echo and the Bunnymen ya es una cuestión distinta y que, por eso, merece más atención. Ese grupo pertenece al mismo momento musical de Joy Division, la época del postpunk británico, un momento que puede verse como postapocalíptico por su estado de post- con referencia al momento punk. Si se interpreta el punk como el apocalipsis de la música pop con sus actitudes nihilistas y su música sencilla y agresiva, el sonido más melódico y melancólico de grupos como Joy Division, Echo y Bauhaus provee la música de después del desastre, una música de duelo y pérdida. En la novela, la referencia a Echo viene al final, cuando se está presenciando el final de la ciudad:


El viento dejó de soplar. La bruma polvorienta comenzaba a despejarse. Volvió el silencio profano. El refrigerador también lo notó. Los rodillos secretos comenzaron a girar. Música salió de sus interiores, las notas viajaban por encima de la devastación. Era un tema de Echo and the Bunnymen... la melodía fantasmagórica proporcionaba un soundtrack ideal para la escenografía. Los pasos de Hal seguían el ritmo holocáustico de la grabación. Llegó a un semáforo retorcido, la luz estaba verde, tomó lo que parecían ser los restos de la avenida Corrientes y se dirigió hacia el norte.
Sintió frío. (123)

La escena en sí es claramente postapocalíptica ya que una de las calles más importantes de Buenos Aires —la avenida Corrientes, que es la avenida del Obelisco, la gran calle de los teatros más importantes de la ciudad y de las muchas conocidísimas librerías— aparece en un estado casi irreconocible. Hal sigue como casetera, tocando un tema de la banda, pero en este caso, tenemos una referencia al grupo sin ninguna indicación explícita de cuál canción es. "La melodía fantasmagórica" es aún más fantasmagórica por el hecho de que, en el contexto de ese párrafo, no se puede identificar a cuál canción se refiere.

A la vez, si uno ha estado siguiendo las otras referencias a la cultura underground a lo largo de la novela, la referencia a Echo sugiere otro vínculo importante, esta vez con el cine. En un momento anterior, Art se encuentra en un cine:


Te despiertas en una sala de cine. Estás desorientado, no entiendes qué haces ahí. Te duele la cabeza, te frotas las sienes, de a poco logras enfocar la vista. Reconoces la música. Estás viendo la secuencia final de Donnie Darko, te acuerdas de otra escena... Donnie en un cine, la chica duerme y aparece un conejo siniestro con el ojo baleado. Aquí las cosas no son así... no tanto. La sala está vacía, quedan evidencias de un público —palomitas regadas por la alfombra, vasos tumbados, Coca pegoteando el piso, una que otra moneda extraviada y lo que parece ser vómito en la octava fila. La película termina. Se exhiben los créditos. La música es insuperable. (79-80)


La película Donnie Darko, otro texto que combina ciencia ficción y apocalipsis, llega a ser otro eco más de los eventos de la novela. Con respeto a Echo and the Bunnymen, la película de Richard Kelly, como se sabe, incluye la canción "The Killing Moon" al comienzo del film mientras Donnie vuelve a casa en bicicleta (por una carretera) para encontrar las rupturas en el espacio-tiempo que culminan en un apocalipsis lleno de conejos con los ojos baleados. Cuando uno recuerda también el papel de Joy Division en la banda sonora de esta película, aprecia aún más lo importante de esa película en la narración de El púgil. Lo que tenemos es una novela que reclama a la película como pariente en su tratamiento de la pérdida, el trauma y lo extraño.

Mientras uno podría continuar ad infinitum aplicando y analizando la función de las referencias en la novela (y he dejado de lado los vínculos con AI de Stephen Spielberg, una película que ocupa buena parte de la obra, tanto a nivel temático como al del hecho de que los personajes de la película invaden la novela), es importante hacer notar también lo que ofrece en cuanto a cómo teorizar lo que está ocurriendo, tanto a nivel narrativo como a nivel lector —el de una cultura nueva de lectura que propongo aquí como una de las aportaciones más importantes de la novela. Cerca del comienzo de la novela, nos encontramos con una historia que Art cuenta de su tiempo en la guerra de las Malvinas, la cual llama la atención:


estaba totalmente perdido el pobre, pasaba días sin decir nada, pero esa mañana se me acercó y me susurró al oído... me dijo...
Chino, escucháme...
Uno. Había una vez un hombre que reparaba compactadores de basuras, porque le gustaba hacer eso más que cualquier otra cosa en este mundo.
Dos. Había una vez un hombre que reparaba compactadores de basuras en una sociedad donde escaseaban materiales para la construcción. La basura debidamente compactada se utilizaba para formar cimientos arquitectónicos.
Tres. Había una vez un hombre que odiaba los compactadores de basuras, sin embargo, los reparaba para poder comprarle sedantes a su esposa.
Cuatro. Había una vez un hombre que, al rearticular los compactadores de basuras que tanto odiaba, creó una máquina que...
Dardo no terminó la frase, una bala inglesa le perforó la tráquea, murió por supuesto, pero por unos instantes la herida tuvo un efecto peculiar. Su voz se había convertido en un zumbido grave... algo curioso... estaba entrelazado con interferencia estática. (38-39)


El episodio llama la atención en el primer momento en que se cuenta por la extrañeza de la lista y el hecho de que la lista resulta ser las últimas palabras del soldado. Además, la descripción de la muerte de Dardo es llamativa por el hecho de que la bala que termina su vida lo convierte en algo robótico, convenida la voz en algo casi mecánico con una "interferencia estática" que recuerda las ideas encapsuladas en el epígrafe de la canción "Transmission". Al seguir la narración, Art indica que después reconocería la voz de Dardo en juegos de Atari (39).

Si fuera sólo eso, sería suficiente para llamar la atención, pero la historia empieza a repetirse a lo largo de la novela. En una conversación con Hal, surge otra vez el cuento:


—Contáme...
—No hablás mucho... encima directo... a ver, te cuento... pero por un precio.
—...
—Un relato por otro... ¿te parece?
—...
—Empezá vos, amiguito autómata.
—...
—...
—Uno. Había una vez un hombre que reparaba compactadores de basuras porque le gustaba hacer eso más que cualquier otra cosa en este mundo...
[...]
Cuatro. Había una vez un hombre que, al rearticular los compactadores de basuras que tanto odiaba, creó una máquina que...
—...
—...
—¿Y?...
—Eso es todo. (67.68)


La repetición de "eso," ya dentro del contexto de hombre y androide, ya dentro de narraciones incompletas, produce, entonces, la idea de que este cuento contiene alguna clave importante para entender la novela. Como la cita es tan clave, Art provee la fuente del texto recurrente:


En todo caso, me obsesioné por averiguar qué clase de máquina creó el cuarto hombre, y no supe nada del asunto hasta muchos años después... en la red descubrí que el texto que me había recitado Dardo pertenecía a la introducción de una novela de Philip Dick... busqué el libro y efectivamente ahí estaba, pero al leer el pasaje del cuarto hombre y su máquina, hallé que el texto original también estaba incompleto... o sea, exactamente como me lo había susurrado Dardo aquella mañana. (39)


Tal y como se hace con la referencia al tema de Echo and the Bunnymen, nos encontramos aquí ante una referencia incompleta, una indicación del autor sin el título de la novela. Como parece ser tan importante, incluyo el texto, la primera parte de la introducción que se escribió para la novela Do Androids Dream of Electric Sheep?, la novela que sirvió de fuente para la película Blade Runner (otra película nombrada en la novela).


An introduction by Roger Zelazny
(1) Once there was a man who repaired trash compactors because that was what he loved doing more than anything else in the world—
(2) Once there was a man who repaired trash compactors in a society short on building materials where properly compacted trash could be used as an architectural base—
(3) Once there was a man who hated trash compactors but repaired them for a living and to keep his manic wife in tranquilisers so that he did not have to spend so much time with his mistress, who was less fun now that she had converted to the new religion—
(4) Once there was a man who, in purposely misassembling the trash compactors he hated, produced a machine which—
lt is not good. I can't do it. I can play the Thirteen Ways of Looking at a Trash Compactor Repairman Game, but I cannot turn it into a story at once puzzling, poignant, grotesque, philosophical, satirical, and fun. There is a very special way of doing this and the first step in its mastery involves being Philip K. Dick. (iíí)


La repetición de esta historia en la novela, junto con la fuente que contiene la explicación del juego de las trece maneras de examinar el reparador, provee una rúbrica para entender la novela a la vez que propone una estética de lectura específica para una época como la digital. Tomando en cuenta lo que hemos apreciado en la manera en que Wilson repite y adapta temas, imágenes y tramas de varias narraciones ya conocidas, de películas y canciones a lo largo de la novela, vemos cómo este juego explica la lógica de El púgil en que Wilson y sus personajes constantemente utilizan esas alusiones, repetidas y transformadas en la construcción de las realidades que experimentan. En este sentido tanto los personajes como la novela misma proponen un juego de hacer trece versiones, no de un reparador de compactadores de basura, sino del momento apocalíptico que va desde el fracaso de Art en el Luna Park a la disolución de Buenos Aires. En este sentido también, presenciamos la cibernetización de la obra en el sentido de que El púgil funciona como un procesador de textos culturales en que canciones, películas y novelas entran en el texto y, a través de las combinaciones y alteraciones, en una palabra, a través de los mashups, produce narraciones que son a la vez conocidas y completamente nuevas, copias de originales que habían empezado desde ya como simulacros.[6]

A la vez, la experiencia de Art con el juego del reparador de compactadores de basura sugiere una estética digital que se atiende desde la lógica interna de la novela a la experiencia de la lectura de la novela. Cuando Art indica la fuente de la cita, también revela el método de su descubrimiento: "en la red descubrí que el texto que me había recitado Dardo pertenecía a la introducción de una novela de Philip Dick"; también sugiere un modelo de lectura para un lector perdido ante la cantidad de referencias a la cultura "underground" de El púgil. Este modelo presupone un acto de lectura en que uno lee la novela al lado de una computadora con Internet y que busca referencias con Google mientras lee la novela. En este importante sentido, El púgil contribuye a la construcción de un lector de la época digital que lee mientras hace "multitasking", y así produce una experiencia multi-media dentro de un libro de materia física tradicional. En este sentido, Wilson puede lograr una experiencia lectora en que se puede escuchar la banda sonora implícita porque se buscan las canciones de Joy Division y Echo and the Bunnymen, y se las pone mientras escucha, una experiencia en que uno puede mirar escenas de Donnie Darko junto con Art, ya que la escena se puede encontrar en Youtube, y la computadora que el lector utiliza para buscar referencias se convierte en una extensión (una prótesis) de la novela. En un caso así, podemos ver la creación simultánea de un lector-cyborg y un libro-cyborg. El lector se vuelve cibernético de una manera similar al proceso que describe Katherine Hayles en My Mother Was a Computer, donde las definiciones de sujetividad pasan de una basada exclusivamente en un sustrato biológico a una que emerge de negociaciones entre cuerpo y pantalla. El lector cyborg emerge del hecho de que la posición del sujeto que lee El púgil pasa de una exclusivamente asociada con el cuerpo orgánico del sujeto a una que se sitúa entre cuerpo e Internet. Aplicando el proceso de posthumanización a la naturaleza de la novela, vemos cómo el Internet puede verse como extensión de la novela que suplementa el texto que aparece en papel.[7]

En la primera parte de la novela, Hal propone la pregunta: "¿cuánto metal hay que tener. en la cabeza antes de que. svsss... te digan robot?" (47). El tema de la identidad ciborguiana en la novela merece su propio artículo, pero se me ocurre que sirve de imagen fundamental para concebir la novela en sí. Además de la idea de la novela como una máquina de escribir pigliana, que se mencionó antes, sirve como una forma de pensar la hibridez genérica que logra la novela. A la vez, esa hibridez genérica también sirve para pensar la construcción de una estética digital cultural ofrecida también por la novela. Es decir, el cyborg, con su colección de prótesis, de combinaciones de elementos orgánicos y tecnológicos, sugiere una metáfora apta de la colección de referencias a la cultura underground, la literatura y la combinación cibernética implícita en el modelo de lectura que se ofrece en la novela. En una cultura de mashups, lo que la novela de Wilson confirma, junto con los experimentos de Paz Soldán, es una visión de la literatura que combina los elementos del arte canónica con las expresiones más extremas del arte digital.

 

 

 

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Notas

[1] He escrito sobre esos modos en la crítica literaria latinoamericana en artículos previos. En cuanto a la obsesión crítica con la construcción de Borges como profeta de la era digital, véase "Retasking Borges" y en el contexto de los enlaces entre Cortázar y el hipertexto en la crítica literaria, véase "Reading Rayuela in the Rayuel-O-Matic."
[2] Véase "Parques tomados: Edmundo Paz Soldán y Julio Cortázar."
[3] Río fugitivo, nombrado por la ciudad ficticia de sus novelas tempranas, fue el primer blog que mantuvo Paz Soldán. Después de unos años, dejó el blog por otro en el que se ha limitado a postear artículos que ha escrito para otros medios. El escritor explicó así el abandono del primer blog: "me había colonizado la escritura" ("Conferencia sobre Blogs en la literatura latinoamericana," Cornell University 2009).
[4] Joy Division fue un grupo inglés de los finales de los años 70 que se formó en la época del punk pero que evolucionó hacia un sonido que después empezó a llamarse postpunk, con una estética más musical y melancólica que el sonido más violento del punk.
[5] Ian Curtis, la voz del grupo Joy Division, luchó con depresión y epilepsia hasta quitarse la vida en mayo de 1980. El grupo y Curtis han sido el objeto de varios estudios y películas, incluso el filme Control de 2007. Se puede leer más sobre la historia del grupo en la biografía que escribió la esposa de Curtis (Touching from a Distance), y en la historia del post-punk que escribió Simon Reynolds.
[6] La semejanza entre esta conceptualización de El púgil y la máquina de textos que describe Ricardo Piglia en La ciudad ausente es notable. De algún modo, las posibilidades de la lectura mass-mediática que Piglia implica en las lecturas que hace Junior dentro del Museo anticipan y prefiguran los logros de la novela de Wilson. Para explorar más las implicaciones del lector de textos mass-mediáticos en la novela de Piglia, véase el capítulo 1 de Cyborgs in Latin America y "Cyborgs, Post-Punk and the Neobaroque."
[7] Para explorar el tema de la narrativa cibernética, también se recomienda consultar el libro de David Porush y, en el contexto latinoamericano, mi Cyborgs in Latin America.

 


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Obras citadas

-Brown, J. Andrew. Cyborgs in Latin America. Nueva York: Palgrave Macmillan, 2010. Impreso.
-"Cyborgs, Post-Punk and Neobaroque: Ricardo Piglia's La ciudad ausente". Comparative Literature 61.3 (Summer 2009): 316-26. Impreso.
-"Parques tomados: Julio Cortázar y Edmundo Paz Soldán". Tradition et Mondernité dans l´oeuvre d´Edmundo Paz Soldán. Ed. Erich Fisbach. Angers: Presses de l'Université d'Angers, 2010. 57-66. Impreso.
-"Reading Rayuela in the Rayuel-O-Matic". Revista Canadiense de Estudios Hispánicos 29 (invierno 2005): 379-96. Impreso.
-"Retasking Borges: Technology and the Desire for a Borgesian Present". Variaciones Borges 28 (October 2009): 231-40. Impreso.
- Control. Dir. Anton Corbijn. Weinstein Company, 2007. Película.
-Curtis, Deborah. Touching from a Distance: Ian Curtis and Joy Division. Londres: Faber, 1995. Impreso.
-Hayles, N. Katherine. My Mother Was a Computer: Digital Subjects and Literary Texts. Chicago: U of Chicago P, 2005. Impreso.
-Martín-Barbero, Jesús. "Latin American Cyber-literature: From the Lettered City to the Creativity of is Citizens". Taylor & Pitman, XI-XV. Impreso.
-Paz Soldán, Edmundo. A Cyberliterary After-word: Of Blogs and Other Matters". Taylor & Pitman, 257-62. Impreso.
____________"Las ruinas circulares (un cuento)". Río Fugitivo. 10 enero 2008. Web. dutp://rioftigitivo.blogspot.com/2008/01/ las-ruinas-circulares-un-cuento-rodrigohtml>.
____________"This House is Not for Sale (Ryan Adams)". Río Fugitivo. 16 enero 2008. Web. <http://riofizgitivo.blogspot.com/2008/01/ rya n-adams-th is-house- is- not- fo r-sa le.html>.
-Porush. David. This Soft Machine: Cybernetic Fíction. Nueva York: Metheun, 1985. Impreso.
-Reynolds, Simon. Rip It Up and Start Again: Postpunk 1978-1984. Nueva York: Penguin, 2005. Impreso.
-Sarlo, Beatriz. Escenas de la vida posmoderna: Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Buenos Aires: Ariel, 1994. Impreso.
-Taylor, Claire y Thea Pitman, eds. "Introduction." Taylor & Pitman, 1-30. Impreso.
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J. Andrew Brown es Profesor Asociado de Español en Washington University en St. Louis, co-editor general de Revista de Estudios Hispánicos, autor de Test Tube Envy: Science and Power in Argentine Narrative (Bucknell UP 2005) y Cyborgs in Latín America (Palgrave, 2010) y editor de Tecnoescritura: Literatura y tecnología en América Latina (Revista Iberoamericana, 2007). Actualmente se encuentra trabajando en un libro que examina la estética del mashup y del sampling en la expresan cultural de América Latina, a la vez que prepara, como co-editor, una colección de ensayos sobre la ciencia ficción en la región.

 



 



 

 

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Estéticas digitales en El púgil de Mike Wilson Reginato
Por J. Andrew Brown
Publicado en Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies. Vol. 14, 2010