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Mike Wilson y la estética del frío
Ártico, Mike Wilson, Fiordo, Buenos Aires, 2017.

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. Domingo, 19 de marzo de 2017



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"No, no es seudónimo, he lidiado bastante con eso", dice Mike Wilson en el pequeño café de José Miguel de la Barra donde suele ir a escribir, cerca de su casa. En realidad se llama Michael, pero en Estados Unidos el diminutivo es inevitable. Nació en Saint Louis, Misuri, en 1974. No tiene recuerdos de esa época porque vivió allí hasta los 2 años. Luego su familia se trasladó a Santiago, más tarde a Asunción y, por último, a Buenos Aires, en tiempos de Alfonsín. Su madre es argentina y su padre entró a la diplomacia norteamericana en la Presidencia de Jimmy Carter. Finalmente la familia regresó a Estados Unidos. Mike Wilson estudió Literatura Hispánica en la Universidad de Cornell. Allí conoció a Edmundo Paz Soldán, pero a diferencia del escritor boliviano, nunca tuvo la intención de quedarse.

"Me gusta ir en vacaciones. Sobre todo recorrer el oeste, el desierto, y subir hasta Montana si es que no han cerrado los caminos por la nieve", dice con entusiasmo. "Allá está mi familia, pero yo tenía clarísimo que no me iba a quedar a vivir", se acuerda.

Regresó a Chile en 2005 con un doctorado de Romance Studies. Necesitaban a un profesor de literatura inglesa en la Universidad Católica, su lugar de trabajo hasta hoy. En ese entonces todo el mundo tenía un blog y también creó el suyo. Así conoció a Jorge Baradit, Álvaro Bisama y Francisco Ortega. Entre los cuatro armaron uno con versiones alternativas de la historia nacional, "Ucronía Chile", precedente del libro colectivo Chil3. Relación del Reyno (2010). En 2008, Mike Wilson publicó su novela El púgil, que comienza con la derrota humillante de un boxeador, sigue con un viejo refrigerador que le comienza a hablar y termina con la devastación de Buenos Aires en un escenario futurista. La primera novela, Nachtrópolis (2003), también ucrónica, había aparecido en una pequeña editorial argentina que desapareció en tiempos del "corralito" financiero. "Fue un libro que escribí muy chico, onda policial noir . No te pierdes nada", admite Wilson sonriendo.

"Leñador", su novela decisiva

El púgil le siguieron otras dos novelas cortas: Zombie (2009), que insistía en hibridar cultura popular y ciencia ficción postapocalíptica, y Rockabilly  (2011), que reflejaba enrarecidamente el suburbio del oeste norteamericano. Leñador (2013) supuso un punto de inflexión. En sus 500 páginas, el narrador -derrotado en el ring de box y en la guerra de las Malvinas- describe minuciosamente herramientas, usos y costumbres de los leñadores del Yukón, en el noroeste de Canadá. La anécdota es mínima. Casi no hay narración, sino una serie de entradas, como en un diccionario, un estudio antropológico de campo o en uno de los manuales de instrucciones, muchas veces obsoletos, que Mike Wilson hojeaba fascinado cuando niño. Al publicar Leñador, Wilson cambió Alfaguara por Orjikh -una editorial pequeña de poesía y ensayo filosófico- y dejó la agencia literaria de Guillermo Schavelzon.

"Había muchas cosas pasando en mi vida personal", recuerda. "Fue justo en la época en que me separé. Estaba reevaluando algunas cosas y además había una preocupación existencial que traía de chico. Llegué a un punto de quiebre. Leñador fue un libro muy terapéutico, por falta de otra palabra. En ese momento había vuelto a Wittgenstein, tema que también me obsesiona desde siempre. Estaba buscando sentido, pero en un plano fundamental, ya de encontrar certezas. Escribir Leñador fue alejarme del ruido de las cosas y de las expectativas de los otros".

A pesar de considerarlo un texto muy íntimo, y convencido de que a nadie le iba a interesar, la novela se transformó en un éxito de crítica y ganó importantes premios, incluido el del Consejo Nacional del Libro. Tuvo dos ediciones en Chile y llamó la atención del sello argentino Fiordo, que publicó 2.500 ejemplares el año pasado. Le fue tan bien que sus editores le preguntaron si tenía algo más. Mike Wilson les ofreció Ártico: una lista, que será presentado en la próxima Feria Internacional del Libro de Buenos Aires por Edmundo Paz Soldán. En las antípodas de Leñador, el nuevo volumen es muy breve. Consiste, formalmente, en una larga y delgada columna de texto donde se cuenta lo que le va pasando a un hombre que entra en el zoológico abandonado de una ciudad sin nombre.

"Ártico es un inventario de impresiones, una nouvelle en verso, un poema largo, una lista", dice la contraportada del libro sin decidirse nunca. "En realidad, creo que no importa, que da lo mismo", comenta Mike Wilson. "El tema de los géneros es un debate un poco tonto. Si lo piensas, es ridículo asociar la disposición del texto con ciertos géneros como la poesía, cuando puede ser algo muy narrativo. Es una convención. Creo que si me resigno a encajar en un género literario estoy limitando lo que hago. Escribir Ártico fue un proceso orgánico. Ni me lo cuestioné. Partió como una lista de ideas y después de un rato me di cuenta de que funcionaba. Así seguí hasta el final. En ningún momento sentí que fuera poesía. Tampoco es una lista en el sentido habitual, pero me gustó ese concepto".

Dos epígrafes preceden el texto de Ártico. Tres líneas del popular tema navideño "Santa Claus is coming to town", de Haven Gillespie, y un fragmento de La carretera, de Cormac McCarthy. "Me acordé de la canción dentro de las primeras diez páginas que empecé a escribir, cuando ya tenía claro que el personaje se iba a disfrazar de Santa Claus. La cita de McCarthy me la mandó un amigo de Argentina que leyó el manuscrito y se acordó de la novela. Me pareció perfecto porque trabaja tanto el frío como la memoria y la lista".

"Ushuaia, un buen lugar para escribir Ártico"

Escribió Ártico en 2015 durante un viaje a la Patagonia argentina. "Ushuaia en invierno me gusta mucho, no hay turistas, los días son brevísimos, harta nieve. Allá me siento lejos de todo, me pareció un buen lugar para escribir Ártico", dice. "Además tengo cierta obsesión con el tema del frío y me interesa su estética. Pienso en el frío como una temperatura en peligro de extinción. Cada año que pasa los veranos son más largos y más cálidos, y los inviernos, breves". Ártico, por último, es también una historia de amor, pero de esos "amores que se pierden en el tiempo de la adolescencia o la niñez y te producen un dolor distinto al amor imposible del ahora, porque son aun más inalcanzables", precisa.

Admite que el modelo real del zoológico abandonado que aparece en el libro es el de Buenos Aires. "Me acuerdo cuando chico de la biblioteca que había dentro del zoológico", dice. "Nunca entré, pero la veía y me preguntaba por qué estaba ahí. La imagen me quedó dando vueltas y quizá a partir de ella se construyó todo lo demás. El tema del zoológico abandonado creo ahora que se relaciona con la ausencia. Siempre me ha atraído la idea de lugares donde solía haber mucha gente, y cómo perturba cuando uno ve esos espacios completamente vacíos".

- Cuando publicó "Leñador" dijo que se despedía para siempre de la narración. ¿"Ártico" es su regreso?
- En el momento que escribí Leñador no quería saber nada con narración. Necesitaba alejarme y no tenía muchas ganas de seguir publicando ficción. Era lo que honestamente sentía en ese momento y creo que todavía un poco. Igual he hecho trampa. El año pasado escribí "Scout", una historia bastante tradicional en su narración. La edité con formato de fanzine y la dejé en algunas librerías para que la regalaran. Fue una forma de no estar en el circuito oficial. Lo mismo que publicar en Argentina. Esa distancia me tranquiliza. Ahora publico de nuevo, pero Ártico tampoco es una narración convencional. Disfruto mucho escribir, me hace bien, es necesario. Pero el proceso que viene después, no tanto. El trabajo con las editoriales y la promoción en los medios no son situaciones en las que me siento muy cómodo.


 

 

 

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Ártico, Mike Wilson, Fiordo, Buenos Aires, 2017.
Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. Domingo, 19 de marzo de 2017