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Historia de la bêtise (*): La hora del « Zorro Blanco » en El rumor de las aguas mansas [1]

Por Mario Wong


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De même, par le seul fait de la foule, les germes de bêtise qu’elle contient se développent et il en résulte des effets incalculables.
G. Flaubert

« Caminaron un largo trecho por la carretera en medio de cenizas, cenizas de desolación que anunciaban un sombrío panorama.
Era una marcha eterna, interminable. Una procesión al infierno, a la muerte, al más despiadado adios a la vida. »
(Ch. Reynoso, Ob. Cit., p. 128)

Flaubert escribía -en Boubard et Pécuchet- que la bêtise, la estupidez, avanzará inexorablemente en el mundo. Si recurro aquí a la « historia » de la bêtise, es que intento -en este comentario crítico de El rumor de las aguas mansas- trasmitirle al lector, que el sienta en cada frase de esta novela de Christian Reynoso, que hay en ella toda un engranage de complot, que esconde un « secreto » enorme, aunque conocido por todos inaccesible, pues bastante próximo; que es como una presencia, « familiar » a todos en la scène du crimen, pero sobre la cual nadie puede volver la mirada, sin que corra el riesgo de ser devorado súbitamente por la Esfinge [2].

La manipulación de la estupidez humana por políticos corruptos (ligados al contrabando y al narcotráfico, al « nuevo » poder mafioso) desemboca, en El rumor de las aguas mansas, en el asesinato de Fernando Godoy, el « Zorro Blanco », alcalde de Ilave (capital de la provincia del Collao, de Lago Grande), por sus enemigos políticos. Desde el comienzo de esta novela, el autor utiliza elementos -como veremos más adelante-, que corresponden a la hermenéutica del relato policial, sin que estrictamente corresponda a las normas de la novela policial. La investigación que se despliega presupone un lector interesado en el « secreto » que esconde este crimen; y, sobre la escena misma del crimen, va introduciendo ciertos elementos que iluminan, de otra forma, las relaciones que la novela policial establece entre Estado, verdad y sujeto. Es el escritor Bruno Giraldo quien quiere saber, quién…, y es, él, el que convierte la cuestión de la verdad en…

La investigación que realiza el periodista Nuñez, amigo de Giraldo, se entrecruza, como por azar, con la vida del escritor quien se encuentra en Lago Grande, ciudad capital del altiplano, para casarse. De ahí, su vida de pareja con Almudena, su novia, se verá alterada.

1.- Escritura & pasión amorosa
Escribe Vila-Matas, sobre El camino deSirtes, novela « de estirpe rimbaudiana », en las iluminaciones de Julien Gracq, que « uno de los aspectos más seductores de la literatura -en la línea de un Kafka, por ejemplo, « como una gran sabiduría de percepción del futuro »- se encuentra en el hecho de que algunas veces puede ser algo así como un espejo que se adelanta; un espejo que, como algunos relojes tiene la capacidad de avanzarse » Y agrega, cito in extensius:

« Kafka fue un buen ejemplo de esto porque percibió hacia donde evolucionaría la distancia entre Estado e individuo, máquina de poder e individuo, singularidad y colectividad, masa y ser ciudadano. Kafka vio el panorama más allá en la evolución. Eso explica que le gustara tanto otro libro de marcado acento perceptivo Boubard et Pécuchet, donde hay ya un espléndido diagnóstico de cómo la estupidez avanzará imparable en el mundo occidental. El libro de Gracq se sitúa en esta corriente de escritores con espejos que tienen la capacidad de adelantarse. Parece conocer el núcleo de nuestro problema actual: la situación de absoluta imposibilidad, de impotencia del individuo frente a la máquina desvastadora del poder, del sistema político » [3]

Unas breves anotaciones, en este párrafo, sobre la « bêtise politique » en Flaubert; retomo aquí sus tésis anti-democráticas, anti-republicanas y sesgadamente elitistas; él las expone a través de sus dos personajes, Bouvard y Pécuchet con una extrema virulencia: «(…) yo creo más bien en la necedad del Pueblo » y acusa, en seguida, a la masa de ser el sinónimo de la estupidez. Bouvard -sostiene Thierry Poyet (4)- deviene el portavoz del escritor que afirma: « En consecuencia, por el sólo hecho de la masa (la muchedumbre, el gentío), los germenes de la estupidez que ella contiene se desarrollan y resultan efectos incalculables. » (O.C., p. 857) Ambos personajes ocupan un lugar privilegiado en la obra novelistica de Flaubert, aunque él se defienda; de ahí los utiliza, en su novela, como una tribuna para lanzar a la cara del mundo todo lo que lo toca profundamente[4]. Solo señalo que hay, también, una intelligence des foules

Es en la ciudad de Lago Grande, en el altiplano peruano, donde Bruno Giraldo espera a su novia, Almudena, para casarse. El escritor, en un momento de ebriedad -al salir de un bar, en pleno centro, repleto de gente, cuya efervecencia era atizada por la música de los blues y el rock and roll-, al ver tres muchachas rubias con los brazos levantados, entre un grupo de jóvenes vestidos de negro, largas melenas (¿son los Allkamaris, muerto ya el « Zorro Blanco » o anticipando su muerte?), que tarareaban una canción, acompañados de un guitarrista, y agitaban los puños, « en señal de victoria como guerreras después de la batalla », tiene una especie de visión:

« Imaginé que de sus manos manaba sangre y que, al caer al piso, formaba un gran charco rojizo y nauseabundo donde navegaban barcos cargados de palabras; entonces, me pregunté si de algo habían servido tantas palabras escritas y tantos cuardernos de correcciones amontonados en el anaquel de mi biblioteca. ¿Que había hecho yo en mi vida? ¿Escribir y escribir? ¿Era eso suficiente? No lo sabía. Quizá estaba descubriendo la imposibilidad de la perfección, aunque fuese demasiado tarde para ello. ¿Era auna cuestión de tiempo, espacio y vida? ¿Acaso esta ciudad de Lago Grande y sus calles eran las que guardaban las razones de mi inestabilidad? Esta ciudad de la que siempre me iba pero a la que siempre volvía. ¿Y acaso esa muchachita, Almudena, que se había colgado de mi cuello, para abrazarme el primer día que nos conocimos, no significaba nada en la maraña de cuestionamientos de mi propia conducta? ¿Adónde se había ido la tranquilidad de siempre?

« Cerré los ojos, me tapé la boca y la nariz, y contuve la respiración por unos segundos. ¿Sería fruto del alcohol toda esta abstracción absurda que me apartaba de la realidad?, me pregunté »[5].


2.- El puzzle de la conspiración política: la manipulación del « Toro » Sandovaly el rol en ésta de Peter Janampa (« La Culebra », los Allkamaris y la pulsión de muerte en el linchamiento de Godoy)
… y El rumor de las aguas mansas conlleva un recorrido, una inmersión sería mejor, del lector en el caos reinante en el altiplano peruano poseído, en ese entonces, por una pulsión mortífera; como si el extravío del escritor, Bruno Giraldo, fuese una condición para llegar a conocer la verdad: « el perderse, para no perderse »; y llegar a armar el puzzle de lo que sucedía (aunque, siempre faltasen piezas en ese rompecabezas que es el aparato corrupto y siniestro, la estructura mafiosa, del « nuevo » poder regional).

La existencia de un « complot », de una conspiración en marcha para eliminar a Fernando Godoy, el « Zorro Blanco », es el motor de esta novela, lo que permite que el narrador despliegue la trama que la estructura. Así, el « secreto » pasa a ser una instancia dinámica del relato; lo que en el espacio y el tiempo le da sentido a todo lo que ocurrió (la « crónica » de una muerte anunciada, la del asesinato a sangre fría del alcalde Godoy) y, también, de todo lo que les está ocurriendo a otros personajes de esta novela (a la pareja Bruno-Almudena, al periodista Nuñez que es secuestrado…); más allá de su develación misma, que persigue Bruno, es parte constituyente de la trama narrativa. En realidad, todo se sabe y nada se sabe[6]

La muerte del « Zorro Blanco », el alcalde de Ilave Fernando Godoy, más de veinte días después de ocurrida se convierte en un suceso mediático nacional e internacional:

« Veinte días después, el 26 de abril, como resultado de los encuentros y desencuentros, la prensa nacional e internacional dedicó su atención a Ilave. Una turba de comuneros, dirigentes e instigadores, ebrios por la protesta y el hartazgo de la situación, asesinó sin piedad, con suma brutalidad y a plena luz del día, al alcalde de su municipalidad. En pocas horas la noticia dio la vuelta al mundo. El nombre de Fernando Godoy, la víctima, empezó a ser pronunciado por conocidos y desconocidos. El altiplano peruano ardía »[7] Y el escritor Giraldo comenta: « La imagen gana a lo objetivo », anoté como impresión en el borde de las hojas correspondientes a este capítulo. Era entendible: Nuñez, aparte de la investigación periodística, también se solazaba en la poesía. Toda su vida había estado entre la disyuntiva de… » [8]

El estallido del conflicto, el 2004, trajo consigo el asesinato del alcalde; el manuscrito de un libro sobre los acontecimientos, que iba a publicar el periodista Nuñez, y su secuestro (por la información que proporcionaba sobre los hechos luctuosos) constituyen la columna vertebral de la trama de esta novela (para intentar armar el complejo rompecabezas de lo acaecido, descartando la explicaciones apresuradas difundidas en la prensa). Cito: « … un libro con información reveladora sobre el asesinato del alcalde Godoy, en el que daría a conocer las identidades de los responsables materiales e intelectuales. No era casual que días atrás la policía hubiese capturado al buscado Zapatero, presunto autor del crimen. Entendí que no cabía ninguna duda de que el secuestro de Nuñez estaba relacionado con estos dos hechos: el asesinato de Godoy y la captura del Zapatero. Las piezas empezaban a encajar como en un rompecabezas »[9]. A la información, que Bruno Giraldo intuía que faltaba (en el manuscrito), el escritor tendra acceso en un sobre de manila que le trae su novia. Se trata del capítulo ausente en la investigación de Nuñez; aunque Giraldo « no podía saber si solo se trataba de un borrador o de una versión definitiva. No existía ninguna indicación respecto a ello ». Pero, ¿por qué Nuñez no lo había incluido en el manuscrito que le entregó a corregir al escritor? Existen motivos reales o se trata del puro azar, que haciéndoselo llegar en « en forma tan extraña, coincidiendo además con su secuestro, lo cual, por supuesto, le otorgaba otro valor »[10].

La estupidez política, hasta llegar al crimen (manipulando a las masas), se manifiesta en el complot del « Toro » Sandoval, miembro de La Culebra, quien se sirve de Peter Janampa, del Zapatero y los Allkamaris (especie de banda armada, « fuerza negra », de origen étnico aymara), y que terminará en la muerte del alcalde de Ilave, Fernando Godoy (como en Crónica de una muerte anunciada, la novela de Gabo, ésta ocurre al inicio de El rumor de las aguas mansas, que bien podría haberse titulado La hora del « Zorro Blanco »).

3.- El asesinato a sangre fría del « Zorro Blanco », Fernando Godoy el alcalde de Ilave (dinámica infernal de los acontecimientos)
En la ficción, la realidad se comunica mediatizada, siempre, por ciertas perspectivas que deben ser descubiertas en el transcurso de la lectura de la novela. Es condición, para sostener la verosimilitud narrativa, que el autor desaparezca, es cierto, pero sigue presente, de alguna manera en el entramado textual a través de la figura del narrador, al que le ha cedido su voz (para que no se perciban sus opiniones y juicios en la trama argumental), generando así la ilusión necesaria que interpela al lector[11]. Examinemos esto, en El rumor de las aguas mansas, en lo concerniente al asesinato del alcalde de Ilave.

En cuanto a los documentos sueltos (que acompañan el capítulo que faltaba), Giraldo advierte que se trataba de las pruebas que sustentaban la investigación de Nuñez, y se pregunta si tendría todo en sus manos si el periodista no hubiese tenido la sospecha de su secuestro: « … lo que se decía era revelador. Se mencionaba con nombre y apellido a los autores del plan que condujo al crimen del alcalde Godoy, el cual respondía a un propósito aún más complejo de lo que era posible imaginar: la pugna encarnizada por obtener el poder político y el control económico del altiplano peruano. En ese contexto el asesinato había sido el punto más álgido de un plan concebido para generar un conflicto social de grandes proporciones, y con ello, llevar a los promotores a ganar espacio y notoriedad en la zona. De paso, fomentar un espacio de inestabilidad para el gobierno nacional. A ello se sumaba que, según una creencia aymara, el año 2004, en el que sucedieron los hechos, estaba destinado al vuelo de las aguilas negras o Allkamaris, las aves que guiarían el renacimiento de los Andes »[12]. Y es, sin duda, como si la realidad revasase a la ficción; y esta novela diese cuenta de las posibilidades latentes, en ella, que incluyen la estupidez misma (la bêtise même), en el crimen, por el solo hecho de existir [13].

¿Cómo se urdió el « complot » para asesinar a Fernando Godoy y quiénes tomaron las decisiones? La investigación de Nuñez aportaba las pruebas y, asimismo, « analizaba cuáles serían las consecuencias del hecho cuando todo esto se pusiera en evidencia. Era fácil adivinar que habría mucha gente que haría hasta lo imposible por silenciar o desaparecer dicha información. Eso explicaba su secuestro »[14].

Fueron miembros de la organización clandestina La Culebra, conformada por ganaderos y comenciantes del altiplano peruano, ligados a la mafia del contrabando, de mercancías provenientes de Bolivia y Chile, « con vínculos con ex funcionarios del gobierno boliviano que en los últimos años habían adquirido gran notoriedad junto a otros lideres aymaras peruanos », los que -según Nuñez- habían concebido el plan de desestabilización de la región; y quienes financiaron el asesinato del alcalde dentro de lo que se había empezado « a perfilar como el proyecto político de fundar o refundar la gran Nación Aymara del altiplano peruano-boliviano »[15]

Así, lo « réel fictionnel » aparece al lector, es claro, a través del « decir » del narrador [16], el escritor Bruno Giraldo, quien nos hace acceder a la investigación (y a sus alcances y consecuencias) de Nuñez, el periodista secuestrado por ordenes de miembros de la Culebra comprometidos en el asesinato del alcalde de Ilave. Cito:

« De modo que, si el Zapatero era quien se había manchado las manos, Janampa había sido el operador, que había actuado bajo ordenes de La Culebra. La condición del último era de no habido desde el día del asesinato. Por otro lado, Nuñez identificaba a varios miembros de la elite de La Culebra y demostraba su participación en la decisión de eliminar al alcalde Fernando Godoy. La orden final del asesinato había sido dada en una reunión clandestina en la comunidad de Jacha Huinchoca, a la salida de Ilave, a la que llamaron « la hora del Zorro Blanco »… [17].

La pesquiza argumentativa, « policial », los desarrollos, en la novela, de lo que ha sucedido (y sus alcances y consecuencias) se da mediada por el acceso que tiene el narrador, B. Giraldo, al manuscrito de la investigación del periodista Nuñez, quien con una cámara filmadora, oculta, habría asistido al asesinato, a sangre fría, del « Zorro Blanco » [18]. Dejo al « último lector », para concluir, el seguimiento, en su « pormenores » -donde la verdad tan buscada por Giraldo no lleva, por tanto, a un develamiento conclusivo (ahi está la desaparición de una carta, en las páginas finales, que habría escrito el alcalde asesinado; lo que lo lleva a decir: « … Podríamos imaginar mil cosas y seguir lejos de la verdad ». Constatación fascinante de la tela de araña que ha tendido la conspiración por el poder, en la que el « riesgo del amor », como un dato escondido, se hace presente)-, de la trama argumentativa de El rumor de las aguas mansas, excelente « novela abierta » (U. Eco) de Christian Reynoso que forma parte de un tríptico.

 

(*) bêtise nf (défaut d’intelligence) estupidez f, tontería (Le Robert & Collins. Dictionnaire Français-Espagnol).

Mario Wong, escritor peruano
París-Montmartre, 15 de enero del 2018.


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Notas:

[1] Christian Reynoso, El rumor de las aguas mansas, Lima, Peisa, 2013.
[2] Voir Flaubert, L’empire de la bêtise, p. 170.
[3] Enrique Vila-Matas, Perder teorías, Barcelona, Seix Barral, Coll. Únicos, 2010, pp. 47-48.
[4] Thierry Poyet, Bouvard et Pécuchet. Le savoir et la sagesse, Paris, Éds. Kimé, 2012, pp. 100-101.
[5] Ch. Reynoso, Ob. Cit., pp. 14-15.
[6] Sobre el « secreto » como motor estructural en la narrativa de Roberto Bolaño, leer del crítico Ezequiel De Rosso « Una lectura conjetural. Roberto Bolaño y el relato policial »; In: Celina Mazoni (Ed.), Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia, Buenos Aires, Eds. El Corregidor, 2002, p. 137.
[7] Ch. Reynoso, Ob. Cit., p. 31; parte final que corresponde al Cap. I del manuscrito del libro de investigación del periodista Nuñez, amigo del escritor Bruno Giraldez.
[8] Idem.
[9] Ob. Cit., p. 44.
[10] Ob. Cit., p. 46.
[11] Sobre esto, que concierne al narrador y narratario, véase Fernando Gómez Redondo, El lenguaje literario. Teoría y práctica, Madrid, Ed. Edaf S.A., 1994, pp. 169-170 y Sgtes.
[12] Ob. Cit., pp. 46-47.
[13] Esta novela, que se ubica el la línea del realismo literario, me lleva a recurrir a El arte de la novela, del escritor checo M. Kundera, que sobre el personaje, sostiene, que no es una simulación de un ser vivo, que es un ser imaginario, « Un ego expérimental » y del lector « et son désir aussi naif que légitime de se faire emporter par le monde imaginaire du roman et le confondre de temps en temps avec la réalité… » (pp. 47-48); esta es la misma crítica de Flaubert, en Bouvard et Pécuchet, del personaje pensado en función de su credibilidad realista (y de la concepción balzaciana, en La comedie humaine, del escritor como el solo competidor del estado civil), y que corresponde a la misma voluntad de ir más allá del suceso histórico o de lo puramente anecdótico. Cito: « En effet, il faut comprendre c’est qu’est le roman. Un historien vous raconte des événements qui ont eu lieu. Par contre, le crime de Raskolnikov n’a jamais vu le jour. Le roman n’examine pas la réalité mais l’existence. Et l’existence n’est pas ce qui s’est passé l’existence est le champ des possibilités humaines, tout ce que homme peut devenir, tout ce dont il est capable. Les romanciers dessinent la carte de l’existence en découvrant telle ou telle possibilité humaine » (L’art du roman,…, p. 57; Cit. In: Thierry Poyet,  Bouvard et Pécuchet. Le savoir et la sagesse, Chap. 7, p. 181; ver notas a pie de página 35 y 36).
[14] Ch. Reynoso, Ob. Cit., p. 47.
[15] Idem.
[16] « … Piénsese que el narrador habla o cuenta (« decir »), pero en función de las informaciones que el autor (« saber ») le ha conferido. En ese tránsito (que marca también la ficcionalidad) se generan importantes perspectivas para que el lector comprenda todo el desarrollo argumental, porque, al fin y al cabo, el receptor todo lo que sabe es todo lo que, en principio, le dice el narrador. En ese juego de perspectivas se han determinado importantes clasificaciones del punto de vista con que la realidad argumental (historia) es enfocada desde el relato » (F. Gómez Redondo, Ob. Cit., p. 171).
[17] Ob. Cit., p. 48.
[18] Como Lönnrot, en el cuento de J.L. Borges « La muerte y la brújula », el alcalde Fernando Vallejo, el « Zorro Blanco », en su recorrido infernal, en esa su vía crucis dantesca, hacia la muerte (bajo las miradas y la agitación de las masas bestializadas por la absorción de alcohol) pareciera seguir, sin saberlo, las líneas de una historia trazada de antemano. Cito, seguido, a R. Piglia: « En « La muerte y la brújula », Lönnrot tarda en comprender que la sucesión confusa de hechos de sangre que intenta descifrar no es otra cosa que un relato que Scharlach ha construido para él, y cuando lo comprende ya es tarde. (…)// La misma relación está por supuesto en « El jardín de senderos que se bifurcan » y en « Tlön, Uqbar, Orbis Tertius », pero es en « Tema del traidor y del héroe » donde Borges lleva este procedimiento a la perfección. Los patriotas irlandeses, rebeldes y románticos, son los destinatarios de una leyenda heroica urdida a toda prisa por el abnegado James Alexander Nolan, con el auxilio del azar y de Shakespeare, y esa ficción será descifrada muchos años después por Ryan, el asombrado e incrédulo historiador que reconstruye la duplicidad de la trama » (Cit. in : Antonio Fernández Ferrer, Ficciones de Borges. En las galerías del laberinto, Madrid, Eds. Cátedra (Grupo Anaya, S.A.), 2009, pp. 448-449).


 

 

 

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