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Natalia Berbelagua:
“Cada uno de los tipos o tipas que describo se pasean por las reglas sociales,
las entienden, pero no les importan”


Por Abril Becerra Muñoz
Publicado en Lucha Libro, 18 de octubre 2013


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Natalia Berbelagua (28) debutó en la escena literaria chilena el año 2011 con su libro  Valporno, una compilación, de cuentos cortos eróticos y de humor negro, que despertó las miradas del sector literario producto de la osadía de su pluma y lo crudo de sus relatos.

Este año la escritora “porteña por elección”, como ella misma se define, vuelve a aparecer en la palestra del mundo literario independiente por su reciente publicación La Bella Muerte.

En este libro la autora describe “la muerte” desde distintos puntos de vista; un entierro en donde no existe un cuerpo para velar; una mujer que producto de una enfermedad fulminante decide vivir en el cementerio; un hombre muerto en vida; una mujer que pinta los pajarillos muertos de su jaula para que no sean olvidados. A estos relatos, se suman nueve notas necrológicas en las que se resaltan personajes tales como la poeta Nahuin Ollín, el compositor Erik Satie y Hans Pozo, entre otros.

 

 

—Si el trabajo de “Valporno” podía definirse por su marcado erotismo y humor negro, ¿Cómo defines el trabajo de La Bella Muerte?
La Bella Muerte es mi aproximación a ese momento radical. Es un libro donde convergen la enfermedad, el abandono, las adicciones, la violencia, el amor. Los personajes se acercan a ella por curiosidad, de alguna forma son tentados por la muerte, y en esa tentativa aparecen las obsesiones, la paranoia, la seducción, la rareza que conlleva ese desconocimiento, porque todos tenemos claro que vamos a morir, pero no sabemos ni cuándo ni cómo, ni adónde nos vamos. Eso es lo más atractivo, el misterio. La Bella muerte es en suma un trabajo personal, mi imaginario necrológico, es desde esta perspectiva un trabajo más íntimo que el realizado en Valporno.

—En algún momento, en el prólogo de “Valporno” la escritora, Pía Barros, señaló que tomas “personajes que se revuelcan en el fracaso” ¿Esos son los personajes que redescubres o se te dan solos en la escritura?
Los personajes se manifiestan solos en la escritura, jamás me he propuesto utilizar a uno de ellos para dar cuenta de algo referente a la realidad, al menos no concientemente. De alguna manera comparten ritos, edades, oficios, pero eso tiene que ver con el momento en que me sitúo, en mi experiencia, en mi forma de ver la vida. Pía Barros dice que se revuelcan en el fracaso, y eso lo entiendo como un gusto por ese barro, el empaparse de algo que saben que les traerá consecuencias, pero aún así se quedan, lo disfrutan.

Ahora, la misma Pía Barros en el prólogo habla de una fiesta interminable y en eso tiene mucha razón, es un festejo, una celebración del descalabro, de vivir al márgen de ciertos cánones. Cada uno de los tipos o tipas que describo se pasean por las reglas sociales, las entienden, pero no les importan, están ocupados en cosas más importantes, como ensayar la vida, y me refiero al ensayo como una forma de creer que no todo es tan determinante ni tan radical, que el ir a la deriva también es factible.

Todo está recubierto de una lámina de seriedad, los mismos sentimientos ya no se expresan de manera inocente, hay un utilitarismo, nos volvimos unos capitalistas hasta en esas cosas que solían ser sencillas, hasta el lenguaje nos juega en contra.

—En las historias que relatas existe una constante espera de la muerte, en donde la muerte como tal o es motivo de conflicto, de miseria, de abandono, de obsesión. Me llama la atención el título, La Bella Muerte, ¿por qué Bella Muerte si en los relatos se describen situaciones en donde abunda la desolación en cierto sentido?
En esa espera y en esa desolación que trae la muerte también hay belleza a mi juicio. La muerte nos genera contradicción. En mi trabajo me gusta dar ese sello de mirar con otro cristal temas que parecen viejos, manoseados. En Valporno fue disociar el sexo del amor y mostrarlo como un concepto donde converge principalmente la imaginación, que es un pozo profundo, podemos quedarnos con la claridad aparente del agua o analizarla químicamente para ver qué tan limpia está.

Con la muerte lo mismo. Podemos quedarnos con el terror, con la incertidumbre, con el desasociego o intentar darle un giro, mirarla con sus colores, ceremonias, celebrar la vida, porque la muerte también puede ser eso, una celebración de los años en que una persona mantuvo los ojos abiertos y viajó y conoció gente en el camino, o se aisló y dedicó toda su vida al trabajo y se dedicó a mirar el mar en un protector de pantalla. Sea como sea, cada uno es dueño de un cuarto de hora que irá amoblando como se le plazca, hasta cuando dure. Sin la muerte la vida no tendría ningún sentido. En lo negativo, en el asco, en lo perverso, en el dolor también hay belleza.

—En los relatos de La Bella Muerte existen pasajes en los que se observa la muerte de diferentes ángulos; una mujer que padece cáncer, “Muerte sin Cuerpo” en donde relatas un funeral de una mujer en donde no existe el cuerpo para enterrarlo, ¿qué imagen de la muerte rescatas en estos cuentos sobre la muerte?
La muerte tiene muchas caras, en el cuento “La casa nueva” se llama enfermedad, en “Muerte sin cuerpo” es un concepto, una idea, porque el cuerpo no está para ser velado ni enterrado y eso desafía a la mente en términos prácticos porque en casos como esos necesitamos ver para asumir. En el caso de “El arte de la sonrisa” es una muerte en vida, es vivir a través de un otro, en el cuento La Bella Muerte es la violencia y también el amor. Las imágenes que propongo son las mismas fotografías que hemos visto o que sabemos por otros, todos tenemos una experiencia personal asociada.

Mientras escribía el libro me pasó mucho que se me acercaba gente para contarme anécdotas relacionadas. Hay una necesidad de hablar del tema pero también una mordaza, es tabú. Se teme hablar de ella porque nadie quiere invocarla, mejor que lo haga otro. Estas imágenes son mías, las he visto desde que era niña, quiero ofrecérselas al lector, él será quien juzgue finalmente.

—En los cuentos existen distintos relatos, algunos más de ficción que otros, como lo es, a mi parecer, “La Mala suerte de Gerardo Vian”, sin embargo, existen otros que parecen más íntimos, como lo es “Última Cena”, en donde el relato me parece casi familiar. Desde este punto de vista, ¿La Bella Muerte contiene relatos más personales que Valporno?
Hay de todo. “La mala suerte de Gerardo Vian” está contado por un narrador que genera mayor distancia con el conflicto, por eso está la sensación de que es un cuento más de ficción, y en el caso de “Ultima Cena” hay una obsesión por el detalle de lo sentimental, lo que genera más empatía o familiaridad. Sí creo que este es un trabajo más íntimo, hay más fichas puestas en juego, pensar un año y medio en la muerte ha sido todo un desafío, ponerme a prueba a mí misma, superar mis propios temores, ir a mis recuerdos,desde ese punto de vista

La Bella Muerte es sin duda más personal. Me involucré más en este trabajo, el tema se prestaba para ello, no se puede hablar de la muerte desde la vereda, jugar a escribir sobre algo trascendental. Los costos fueron altos, las consecuencias insospechadas, pero ya está. Este era el momento de hablar de un tema que me apasiona y que me intriga al mismo tiempo. La muerte ya estaba en Valporno, aparecía varias veces, era la hora de darle un lugar protagónico. A su vez, eso me permite descansar un poco de esos temas o personajes que se repiten una y otra vez, que te persiguen hasta que los cuentas, hasta que los dejas en su sitio justo. La literatura es un caldo de cultivo para obsesiones e inquietudes.

—La segunda parte del libro contiene notas necrológicas. En ellas se pueden leer notas dedicadas a personajes que van desde Nahui Ollín a Hans Pozo , entre muchos otros, ¿Por qué rescatas a estos personajes y no a otros?
Rescaté a algunos de los personajes que me hicieron un click dentro de este año y medio de trabajo, digamos que llegué a ellos por azar, porque se hicieron presentes sin querer. En el caso de Nahui Ollín, me encontré con una foto suya, un retrato donde parece una mujer de los años noventa cuando en realidad corrían los años 20. El siguiente paso fue ese encuentro con su poesía, también con su vida, donde la muerte fue siempre una protagonista. Erik Satie es uno de los músicos que aparecen mucho en mis inviernos.

Y el proceso de escritura del libro se volvió más intenso entre junio y agosto. Sus melodías se transformaron en mantras, sonaban una y otra vez a la hora de escribir alguna historia, por tanto fue algo lógico dedicarle una nota, a modo de homenaje. En el caso de Hans Pozo y Jorge Matute fueron seleccionados por el impacto que generaron en mí ambas noticias.

La imagen de Pozo siempre se me aparece por partes, como su cuerpo, es difícil quitarse de la mente las fotografías que circularon por internet, pero también había que devolverle en parte la dignidad, pese a ese crimen tan horrendo, él era un hombre, un tipo que sufrió el abandono, la desigualdad, es un ejemplo de muchos otros que han sido marginados por la sociedad, y cuando hablo de la sociedad me refiero a todos nosotros, no con distancia. Somos responsables en alguna medida que historias de personas reales terminen como la más horrenda de las ficciones. En el caso de Matute Johns, lo que más me conmovió fue el silencio, el secreto de su o sus homicidas. Son los rostros de la muerte chilena, con toda su podredumbre.

—Cuál es el sello de Natalia Berbelagua, me imagino que como escritora existe un proyecto; qué tipo de literatura quiero hacer, qué personajes y temas pretendo descubrir…
Cada escritor necesariamente tiene que mostrar una cosmovisión, debe tener un sello, algo que lo haga original, que el lector reconozca en él sus temas, sus conflictos, sus colores. Me interesa hacer de la literatura una práctica honesta. No cuento grandes historias con grandes construcciones estilísticas, en buenas cuentas, creo que hago algo simple, escribo tanto para lectores ocasionales como para otros más compometidos, no hay temas vetados para mí, ni demasiado usados, todo va en el tratamiento que se les de.

En  Valporno  fueron las perversiones cotidianas, el desamor, la excentricidad del deseo tratado con sarcasmo, con ridículo, con humor negro, en el caso de la Bella Muerte son historias fúnebres donde los personajes utilizan la muerte como una forma de reinvención o de salida a otros temas o conflictos.

No tengo claridad sobre lo que contaré en el futuro, siempre estoy atenta a lo que pasa, no sé cuáles serán los personajes que abordaré ni en qué escenarios desarrollarán la acción. La literatura en mi caso está matizada por mis propios acontecimientos personales, cuando tengo ganas de hablar o decir algo no me reprimo, experimento con ello hasta darle forma de cuento. Es muy fácil enfermarse dedicándose a este oficio, estoy constantemente poniéndome a prueba, desafiándome. Quiero que ese desafío persista, quiero seguir provocando.

—¿Hay feminismo en tus textos? Te lo pregunto porque siempre ha sido difícil escribir siendo mujer y porque recientemente la literatura erótica ha tenido un fuerte impulso, aparte del feminismo.
Mis textos no son para nada feministas, de hecho muchas lectoras que vieron el nombre de Pía Barros en la contraportada leyeron  Valporno  pensando en que se encontrarían con textos de ese estilo. Se me criticó que reducía a las mujeres a un bestiario, que no tenía dolor de género. Yo me pregunto si por ser mujer tengo necesariamente que situarme en ese plano, y creo que no. Nunca ha sido mi intención.

Mi única militancia es con la literatura, tengo mis ideas claras, pero nunca he utilizado mis cuentos para adoctrinar a nadie. Si critico a la sociedad no pueden haber preferencias, hombres y mujeres son puestos bajo la lupa, a ambos se les muestran las imperfecciones. Decir sobre un personaje femenino que no tiene atisbo alguno de inteligencia más que para la maldad estoy refiriéndome a una mujer en particular, que por supuesto observé y que me provocó algo tan potente que no tuve miramientos al describirla, lo mismo con los personajes masculinos del libro que están lejos de ser tipos moralmente correctos, ejemplares y buenas personas, está lleno de pelotudos. El humor es democrático a mi juicio, pero con mayor razón el ridículo. Todos somos y hemos sido material de burla.

Hay que separar la literatura erótica de la literatura feminista y de la literatura de mujeres. De hecho no me gustan esas clasificaciones, escribo cuentos que están llenos de contradicciones, en un momento es la mujer la víctima, en otro el hombre, después me pregunto por qué siempre tiene que estar la victimización en las relaciones de pareja. Lo mismo ocurre con los géneros, me paseo por varios de ellos al mismo tiempo. Creo que al feminismo más rudo le falta sentido del humor. Yo lucho día a día por no perderlo, por cultivarlo. Lo tengo guardado en una cajita, le saco brillo con un pañito cada mañana.

—¿Cómo percibes la literatura independiente, existe un auge o renovación respecto a lo que se está haciendo en Chile? De ser así, ¿hacia dónde crees que se dirige?
La literatura independiente ha ganado fuerza, desde hace un tiempo somos visibles para los medios, hace bastante tiempo que los lectores nos aceptaron. Les gusta que las editoriales que nos editan sean combativas, que luchen por abolir el cartuchismo y el empaquetamiento. Antiguamente publicar en una editorial pequeña era sinónimo de que no eras tan bueno como estar en una transnacional. Los tiempos han cambiado, incluso se ha dado el fenómeno de que varios autores de editoriales más grandes se decidan por los independientes, precisamente por eso, por la independencia, porque aquí los temas críticos tienen cabida: el sexo, la violencia, homosexualidad no elitista, humor y desenfado se ven con mayor frecuencia.

Son las grandes editoriales las que ahora se resienten porque no participan en ferias como la Primavera del Libro, aluden discriminación, cuando han sido históricamente los discriminadores. Ahora les duele, porque los independientes se han hecho su espacio, sobretodo con el público joven. Creo que todo este fenómeno es una renovación del panorama literario, aparecen nuevas voces, cobran notoriedad las regiones, este es un nuevo aire para la literatura chilena, espero que siga el atrevimiento, que se conozca el trabajo de los buenos autores, que aunque no vendan millones de libros ni estén en las ferias más importantes, tienen mucho que decir.



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Natalia Berbelagua
 (28) comenzó a escribir en el laboratorio poético de la revista virtual  “La gran Arcada” bajo el seudónimo de Alice Antoine.  Desde entonces, la escritora capitalina, hoy residente en Valparaíso, ha desarrollado una propuesta ligada a la narrativa erótica y de humor negro.  Sus cuentos han sido publicados en  la antología de narradores chilenos contemporáneos CL Textos de Frontera (Universidad Alberto Hurtado) y en la Sección ” Cuentos de Sábado” del diario La Segunda. Ha publicado dos libros bajo el sello independiente Emergencia Narrativa. Su primera publicación, Valporno  (2011), sumó una serie de cuentos cortos eróticos y de humor negro. La bella muerte  (2013), corresponde al segundo libro de la joven escritora, un libro que, de manera reflexiva revive la muerte bajo distintas perspectivas. Esto siempre bajo un fuerte sentido del ridículo. 

 

 

 

 



 

 

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