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“CHILEAN ELECTRIC”, DE NONA FERNÁNDEZ
Alquimia Ediciones, 2015

Por Ramiro Rivas Rudisky
   Revista Punto Final, 4 de Marzo de 2016



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Nona Fernández (Santiago, 1971) es actriz profesional (egresada de la UC), guionista de televisión, dramaturga y escritora. Como narradora ha publicado, entre otros textos, el volumen de cuentos El cielo (2000) y las novelas Mapocho (2002), Av. 10 de Julio Huamachuco (2007), Fuenzalida y Space Invaders (2013).

Chilean Electric (Alquimia Ediciones, 2015) es una novela breve y muy particular en su formato editorial. Libro inusitadamente pequeño para lo que se está usando hoy en día (lo que nos trae al recuerdo los libros de los años 60 y 70), con una diagramación atractiva, con muchos espacios en blanco, grabaciones del mapa del centro de Santiago colonial y el actual, fotocopia de lectura de una cuenta de luz, fotografía  de una niña montada en un caballo de palo en la Plaza de Armas, conjunto de elementos que reducen las cien páginas del libro a no más de 60 de texto. Por la extensión, hasta se podría considerar como un cuento largo. Sin embargo se estructura narrativa es de novela.

El relato se sustenta en el recuerdo memorioso de la protagonista sobre su abuela. Todo gira alrededor de este personaje lúdicamente fabulador que ilumina la mente de la que fue una niña curiosa. Los espacios narrativos funcionan como escenas teatrales. Por ejemplo recuerda cuando sorprende a su abuela desnuda y comprueba que no posee ombligo; recuerda que en 1984 vio tirado en el suelo de la Plaza de Armas a un niño golpeado por un carabinero; recrea la escena del niño en un charco de sangre con un ojo colgando junto a su cara; recuerda y constata que la compañía que instaló los postes de la luz en Santiago pertenecían  a la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad.

Todos sus conocimientos se originan desde la voz mágica de esa abuela que trabajaba de empleada pública y su labor consistía en teclear sobre una vieja máquina de escribir las resoluciones fiscales. Esa antigua Remington negra es un preciado objeto de valor de la niña adulta que también teclea en la misma máquina de la abuela esta historia entrecortada del Santiago de principios del siglo XX. Pero la imaginación desbordante de la abuela le produce, hoy adulta, ciertas contradicciones. Porque entiende que la ceremonia de la iluminación de la Plaza de Armas se efectuó en 1883 y la abuela nació en 1908. Pero para la niña que fue el relato era verídico, los hechos eran casi reales en la boca de la abuela y ella no tiene por qué no creerle. Además que fue un año histórico, puesto que ese mismo año la Guerra del Pacífico llegó a su fin.

Nona Fernández estructura el relato desde la conciencia del narrador en forma fragmentaria, trastocando la cronología. Pareciera que los recuerdos de este relator femenino pertenecieran a la autora, una suerte de alter ego. La edad del personaje corresponde a los datos biográficos de Nona Fernández. El móvil de la historia, la inauguración de la luz eléctrica en un Santiago casi colonial, sirven para recrear hechos históricos y cotidianos en el sector aledaño a la Plaza de Armas. La memoria cumple un rol esencial en la novela, concisa, esencial, escrita con la nostalgia de la infancia y los recuerdos adulterados del pasado. La abuela es el faro que ilumina esa ciudad a oscuras, alumbrada con chonchones en las calles. Chilean Electric  es una novela sintética hasta lo indecible, no deja espacio a la digresión inútil y no recurre en ningún momento a la descripción decimonónica de una ciudad recién despertando a la luz. Sólo bastan sugerencias, hechos aislados en el tiempo, una historia transversal que se diluye en la memoria de la narradora, pero que el lector adscribe sin cuestionamientos.

La escritura de Nona Fernández ha logrado un sello muy personal, diferenciándose de las buenas escritoras de su generación. Su lenguaje es más parco, desprovisto de florituras estilísticas. Pero posee una fuerza interior que subyuga al lector y lo transporta a una realidad que la autora sabe descubrir en lo indeterminado y lo oculto.

Este relato podría considerarse como la historia individual de la autora, la autoconciencia de un narrador lúcido que funciona en contrapunto con la historia del país. Pero esta autoconciencia es parcial, discontinua, con saltos temporales que van de comienzos del siglo XX a las últimas décadas del siglo recién pasado. La dimensión temporal es clave en este texto, puesto que todo se inicia y configura a partir de una fecha: 1883. Fecha crucial para el país, puesto que es el año en que se inaugura la luz eléctrica en Chile. Y, a la vez, una localización urbana: los alrededores de la Plaza de Armas de Santiago. Tiempo y lugares que actualiza el relato, circunscrito a la memoria de la protagonista, a la ambivalencia de la realidad y la ficción recreada por la abuela. La recurrencia al pasado memorioso, a la infancia, no se contrapone con el presente activo, entrelazados en distintos planos del recuerdo. Todo gira alrededor de la abuela y su discurso, verosímil o no, pero que la nieta reconstruye y armoniza con la historia real del país.

Chilean Electric, en palabras del escritor argentino Patricio Pron, “es uno de los proyectos personales más importantes de la literatura contemporánea en español”. Lo que no es poco decir.                                                                                           



 



 

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