La Casa que podemos habitar, el mundo nombrado por la palabra poética es tan “vasta como los basurales” y “diminuta como el corazón de las ratas”. Esta visión descreída de toda utopía, de toda ilusión redentora no es una carga o una catástrofe que impida moverse por entre la herrumbre humana, que es una especie de costra de sentidos y significados desechados, pero que por alguna razón sostienen este universo poético.
No hay sentimentalismo frente a esta catástrofe de sentidos, hay, digamos, algo parecido a la objetividad. Una palabra poética que busca avanzar y crear una imagen del mundo a través de un lenguaje que echa mano a recursos dialécticos, a la exégesis, a la elaboración de preguntas con formas de enigmas, así como a la construcción de poemas-cuadros: escenas descritas con precisión que dejan un espacio de fuga para la imaginación, para que quien lea complete la historia.
En Experimentos acerca de la repetición de los días hay poemas que van planteando problemas a resolver, algunas veces las preguntas son retóricas y sirven al despliegue de la revelación de un aspecto cruel de la naturaleza humana/animal: “¿Sabes lo despiadada que es la tórtola / con el enemigo que ya derrotó?”; otras son preguntas que exigen una participación activa en el desenlace de las escenas: “¿Quién es la visitante?”, solo son ejemplos.
Entre los aspectos que vuelven singular la poesía de Natalia Figueroa está la interrelación simbólica de los reinos animal/vegetal, la interrelación de las leyes naturales que ordenan causas y consecuencias, la lógica del biologicismo que reemplaza la ley del destino tanto en las vidas humanas como en la vida de un ave, un perro o una planta. De una forma muy distinta a como se desenvuelve la fusión de los reinos en Marisa Di Giorgio, aquí no hay fusión, sino comparación y contraste.
Me voy a detener en un aspecto del imaginario que otorga unicidad a este libro: la conclusión sobre la que descasa una de sus hipótesis centrales: nuestra existencia y la comprensión del mundo que habitamos están atravesadas por las limitaciones del pensamiento humano expresado en las limitaciones del lenguaje como estructura lógica del pensamiento. Lo verdaderamente novedoso en este libro es que plantea una poética anárquica en el sentido de que la poesía, como todo arte de la composición, estaría también representada por estas limitaciones, por lo tanto su exploración de la existencia y la vitalidad humana/animal/vegetal, no podría escapar a este paradigma totalizador.
El arte —y la poesía como arte del lenguaje— no puede romper los límites del pensamiento y la compresión del mundo, sino que los revela.
Los procedimientos poéticos de la metáfora, la alegoría, el paralelismo, la síntesis, la parodia, la ironía, no transgreden, ni se aventuran, no pueden ir más allá, pero sí pueden describir agudamente las trampas del pensamiento humano. Esto explica algunas cosas: la insistencia en exponer la psicología conductista en el entrenamiento humano/animal, la revelación de la naturaleza como espejo de nuestros autoconceptos: la muerte, el ciclo material de la vida y la muerte inevitable, insoslayable, único freno a la ley de la dominación por la fuerza que es la vida abriéndose paso hacia la muerte.
Una poética que no se presenta trascendentalista, pero que no excluye el éxtasis o el misterio como experiencias vitales que desencadenan la experiencia de la creación. Ahora, lo interesante es que estas experiencias vitales son resultado de la observación (casi científica) de acontecimientos, que en su aparente simpleza revelan el sentido oculto de la permanencia, de la continuidad, de la repetición de los días. Dentro (de la mente de una persona ciega), debajo (de las aguas turbias de los manglares), entre (el espacio del día y la noche), la poesía revela, sin duda, y muchas veces se encuentra con los límites de su propia naturaleza artificiosa: algo dentro del poema lo detiene y le dice, estos son “solo trucos para dominar una técnica como a un perro”. Pero no siempre es así, en el libro juegan las contenciones del descreimiento y la fuerza de una vitalidad poética, ambas se fortalecen mutuamente y permiten que el libro se sostenga en su productividad dialéctica: la síntesis está en la experiencia de la lectura: ¿cómo resuena en mí este roce de fuerzas negativa y positiva, que se intercambian polaridades, que estallan y que se anulan a veces? Es como si la mano izquierda escribiera sobre lo que escribió la mano derecha y a veces borrara y a veces simplemente tarjara.
La vitalidad poética está signada por la experiencia de vida de su autora, creo que cada poema es resultado de una experiencia real, un encuentro, una conversación, una encrucijada, pequeños grandes acontecimientos que han ido marcando su vida, hitos que configuran una cartografía de sentidos profundos. Lo que es contradicción, también es continuidad, la amargura dará paso a la dulzura, el olvido dará paso a la memoria, aun a través de pequeños gestos o escenas mínimas; la fuerza vital de la experiencia creadora dará paso al silencio; y el silencio, el cansancio o la sequía darán paso a al movimiento, al nacimiento de nuevos imaginarios. Advertir a les lectores que esta experiencia de lectura creativa está en sus manos, y es posible que con las respuestas correctas o con las respuestas erróneas.
Mundos que se abren a través de imágenes precisas: el amor entre mujeres y el despliegue de escenas de un viaje compartido va enriqueciendo el imaginario poético que Natalia comienza a crear desde Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo. Este nuevo libro bien puede ser su continuación, atrás quedaron las escenas de la niñez o la adolescencia; aunque los temas familiares siguen desarrollándose, el amor a los más pequeños y la complicidad entre los hermanos. En la repetición de los días los personajes, a veces parecen agolparse, pugnando por entrar al mundo poético de Natalia. Y vienen de todas partes y están en todas partes. Esta mirada descentrada permite crear una lectora o un lector descentrado, y eso resulta muy necesario y saludable para la literatura. Practicar diversas formas de leer y de sumergirse en la experiencia creadora.
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Damsi Figueroa Verdugo (Talcahuano, Chile, 1976). Ha publicado los libros de poesía Judith y Eleofonte (Letra Nueva, 1995 / Libros de Nébula 2012); Cartografía del éter (Ediciones del Temple, 2003); De visita en la casa del caracol ( Amukan, 2016); Viento Sur. Poesía en territorios compartidos (coautora. Amukan, 2016), Memoria poética, reescrituras de la Araucana (coautora. Cuarto Propio, 2010), Muerte Natural (Ediciones Del Archivo, 2021). Parte de su obra ha sido traducida al inglés, alemán, catalán, francés e italiano. Colabora de manera permanente en revistas, antologías, encuentros y festivales internacionales. Profesora de Literatura y creación poética en la Universidad de Concepción. Investigadora especialista en poesía mapuche. Dirige el taller de investigación y creación poética Signos Vitales. Trabaja en Amukan editorial itinerante, donde junto a Noelia Figueroa ha trabajado en la creación de libros sobre diversidad biocultural y participado en residencias artísticas. Dibuja, pinta y diseña libros artísticos, porfiando con el proyecto Libros de cartón, que desde el año 2015 ha llevado la confección de libros-objeto a diversos rincones de su país.
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dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
"Experimentos acerca de la repetición de los días" de Natalia Figueroa
Por Damsi Figueroa Verdugo
Publicado en La Calle Passy 061, julio de 2021