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Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo
Natalia Figueroa, Das Kapital (2014)
PRESENTACIÓN

Jaime Retamales
http://lacallepassy061.blogspot.cl/



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Una anécdota, un suceso circunstancial o irrelevante para algunos, puede convertirse perfectamente en un relato y también en un poema-relato. Ribetes de anécdotas tienen todas las historias que se cuentan. Hace casi sesenta años, Claudio Giaconi citaba a un exigente crítico que decía que “estaba demostrado que se podía escribir cuentos notables sin ese elemento tan invalidado que es la anécdota…”, pero lo que valoriza a un cuento —agregaba Giaconi—, tanto como a una pintura o a una pieza musical, no es lo que tiene de sujeción a un molde establecido sino su capacidad de enriquecimiento de la realidad sensible” (499).

Eran tiempos en que nuestra poesía sufría la implacable crítica de las vanguardias hacia el texto narrativo y defendía, como muchos lo hacen hoy, la estética del fragmento, por lo que no parece extraño que Claudio Giaconi no haya mencionado a la poesía como otro ejemplo en su comentario, aunque resulta lógico suponer que esta es el componente al que se refería, validando por extensión el uso de cualquier recurso expresivo en que se encuentre presente o se incluya. 

También Enrique Lihn, de la misma generación, la del cincuenta, sentaba las bases por esos tiempos y a contracorriente escribía:

“El propósito universalista de una nueva literatura poética latinoamericana —si es que se puede hablar positivamente de una nueva poesía latinoamericana— sería la de expresar o configurar poéticamente una imagen analítica, una visión crítica del hombre; y del hombre en un mundo histórico de situaciones perfectamente concretas y determinadas en cada caso, que actúan sobre él y sobre las cuales él actúa, que lo enajenan y de las que trata de enajenarse, con o sin éxito, pero de las que es preciso rendir cuentas, dar un testimonio […] ir a lo universal significa ahora más notoriamente que nunca definir, o simplemente describir desde adentro una situación histórica entendida en su doble cara individual y colectiva, y naturalmente crearla y hacerla vivir plenamente en el lenguaje”.

Estamos lejos de conocer los resultados del antagonismo, si es que existe, entre la forma del fragmento y la narratividad poética: “la narratividad en poesía ocuparía un costado marginal ante la posición canónica del fragmento, considerado como piedra de toque del repertorio formal de la vanguardia”, dirá más tarde Eduardo Milán, en el año 1995. Pero lo cierto es que estamos en una época de manipulación narrativa de la poesía, o podríamos decir en la ruptura del género: una des-identificación funcional entre poesía y prosa para des-formalizar, cambiar el ropaje tradicional, remozar los recursos que han dejado de interesar por obvios.

Natalia Figueroa se suma a las voces que de preferencia utilizan la técnica de la poesía narrativa, es decir: el tratamiento de la “realidad” con una perspectiva poética. De hecho una buena parte de los poemas que conforman este libro corresponden a breves relatos y/o fragmentos descriptivos, pensamientos y hallazgos del drama cotidiano, puestos todos al servicio de una talentosa voz que tiene control y conocimiento de este: su repertorio de materiales. También incluye poemas de corte algo más clásico. 

En todos ellos comunica el atento registro de su observación —sin grandilocuencia o aspavientos en un lenguaje cuidado y preciso, sin adjetivos ni figuras retóricas típicas o referencias literarias de nombres o citas (*)-: los movimientos de una sinfonía del deseo aplacados ante los hechos que parecen surgir de un mundo alejado de las grandes urbes y que aún conserva la vida de la provincia, como acá se dice. Y cierta marginal universalidad, a la que siempre los poetas vuelven con nostalgia, se escurre en una secreta dimensión. 

Se advierten las buenas lecturas reflejadas en sus poemas, lo que ya es un mérito, no caer en el lugar común, sortear con claridad y eficacia el inicio de un viaje, la aventura del lenguaje que es el arte de la poesía. 

Finalmente, se debe destacar la poética presentación de Bruno Vidal en la contraportada que descubre, ilumina, e insinúa con exactitud lo que el libro de Natalia es: “La poesía se cultivó en horas buenas, / Se nombró a sí misma con genuinas extrañezas/…/ Y nos hace el honor de ver como se desvive,/ En la condolencia, en el testimonio, en sus ornamentos;/ Ah, y abre sus puertas de par en par en sus escondites/…”.


(*) Dice el texto: “sin adjetivos”, refiriéndose a esos que al decir de Huidobro en su "Arte Poética": cuándo no dan vida, matan.


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Bibliografía

—Claudio Giaconi, un escritor invisible. Editorial Etnika y Pequeño Dios Editores, 2010. 
—Lihn, Enrique. El circo en llamas. LOM ediciones, 1997. Ver págs. 62 y 63. 
—Milán, Eduardo. "Visión de la poesía latinoamericana actual". Revista Matadero, N.°102, julio-agosto 2000.

 

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Jaime Retamales (Santiago, 1958). Poeta. Autor de Dominey en la Vía Crotona (1994), Dinastía circense (1998), Desertor (2003), Long Street (2003), Crack Up (2010) y Mercante (2013). Actualmente reside en la ciudad de La Serena.



 


 

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