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Juan Santander Leal, poeta:
«Hay muchos hijos únicos en mi generación y habrá más en las venideras»
Por Nicolás Meneses
Publicado en
http://colera.cl/
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Juan Santander Leal acaba de publicar su tercer libro de poesía titulado Hijos únicos. Lo antecede La destrucción del mundo interior (2015) y las tres partes que lo conforman en ediciones de poca circulación: Allí estás (2009), Cuarzo (2012) y Agujas (2015). Nacido en Copiapó pero radicado en Santiago, su nuevo libro mantiene el color del fondo de una piscina. En él se sumerge en las aguas de una memoria concentrada en imágenes de un rompecabezas: infancia, adolescencia y juventud, que se confunden en un mismo movimiento.
— ¿Cómo es la rutina de Juan Santander Leal?
— Hago clases de español a extranjeros, en distintos lugares de Santiago, por eso me muevo bastante. Leo lo más que puedo durante la semana y trato de escribir por períodos. Gracias a mis horarios, logro hacerme el tiempo para leer y escribir.
— ¿Qué significa ser hijo único?
—Trato de responder a esa pregunta en el libro. Algunos de mis amigos más cercanos son hijos únicos y en un tiempo hablábamos sobre qué significa serlo. Supongo que creces más solo, sobre todo si tus padres trabajan en horario de oficina. Hay algunas lógicas que no logras entender durante la infancia y adolescencia (cómo compartir, cómo proteger o verse protegido por la figura fraterna, cómo defenderse de ella). Por otra parte, me parece una característica singular, pero que a la vez se diluye. Hay muchos hijos únicos en mi generación y habrá más en las venideras.
— ¿Cuándo apareció la escritura en tu vida?
—Desde que era estudiante de enseñanza media. Sin embargo, me empecé a tomar más en serio el tema de escribir después de terminar el pregrado en Literatura. Fue la primera vez que pensé en poemas, libros, publicar, etc.
— A grosso modo, ¿cómo definirías los rasgos de tu trabajo y las temáticas que representa?
— Me interesa escribir poemas que dialoguen entre sí, a través de anécdotas, paisajes, estados de cosas. Busco no quedarme en el fragmento, asomarme al lenguaje que puede haber más allá de objetos, sujetos y momentos. Me interesa mucho el verso, el poema, pero también cierta trama o narrativa que puede subyacer a los elementos que escojo en cada texto.
— ¿Cuáles son para ti las mejores condiciones (ambientales, de tiempo, de espacio) para leer un libro?
— Hoy en día, ojalá donde haya silencio. Me gusta leer en la casa, tranquilo. Las bibliotecas no me dejan concentrarme bien, y he ido perdiendo la habilidad para leer en el metro o micro. Los cafés no me son muy gratos para leer, porque hay demasiadas distracciones.
FAMILIA, LA PROVINCIA Y SANTIAGO
Su poesía ha sido recomendada, entre otros, por Paulina Flores, fue musicalizada por la banda CHINI and the technicians, The Clinic publicó un par de poemas en su edición impresa y varios artículos de internet hablan en buenos términos de sus versos donde «va perdiendo miedo a no ser entendido y entiende que el objeto puede morder al sujeto y tatuar su mirada», como afirma David Bustos en Letras en Línea. Eso y el respaldo de Ediciones Overol, que nuevamente apuesta por él.
— En La destrucción del mundo interior la subjetividad se explota, hay un desplazamiento del hablante entre un adentro y afuera constante, ¿qué crees que ha cambiado de eso en Hijos únicos?
— Puede ser, en este libro creo que el foco está más puesto en los sujetos. Por eso el título hace alusión a personas, más que a cosas, como en el libro Cuarzo, por ejemplo, o en el texto Agujas. Aquí busco más hablar de relaciones humanas, soledad, amistad, familia y ensimismamiento.
— ¿Cuál es la importancia de la provincia en tu obra?, ¿cómo tomas el cambio y desplazamiento de paisajes, personas y el abandono de la familia en tu escritura?
— Le doy bastante importancia a los espacios y experiencias fuera de Santiago, a pesar de que también me interesa mucho lo que pasa aquí y ahora. No quiero reiterar la nostalgia. En parte, creo que mi trabajo hasta ahora ha sido eso, indagar en las formas que toma el recuerdo y cómo pasado, presente y futuro son parte de un mismo material con el que se escribe.
— ¿A qué le podrías atribuir esa aparente transparencia que de pronto muta a extrañeza en tus poemas?, ¿crees que es concorde con la dificultad de habitar un espacio que se siente ajeno?
— Todo objeto tiene algo de transparente e inquietante. Cuando observo, me gusta encontrar lo que nos es familiar y lo que nos hace sentir ajenos. En lo cotidiano, sobre todo. He aprendido poco a poco a hacer esto, mirando mi alrededor y leyendo a poetas que me parece que consiguen esto con gran destreza, por ejemplo: Juan Luis Martínez, Wallace Stevens o John Ashbery.
— Los objetos tienen un rol protagónico en tus textos, sobre todo muebles, puertas, sábanas, fundas, lápiz y papel, ¿cuál es la importancia que se deposita en estos elementos de uso diario?
— Son los materiales que usamos para habitar. Zapatos, ropa, papel, lápiz, nos parecen casi imprescindibles. Por una parte, están los utensilios con los que aprendemos, nos expresamos, enseñamos. Por otra, vivimos en un mundo lleno de cosas, debido a la sociedad de consumo. Las cosas que adquirimos parecen definir quiénes somos, qué queremos, etc. Hay una relación muy extraña entre la afirmación de la subjetividad y el uso de tal o cual objeto, ropa, celular, libro, etc. Siento que es una característica fuerte del mundo actual y por eso hago hincapié en las cosas.
POESÍA, LECTURAS Y COMUNIDAD
Lecturas de presentación, de difusión y encuentro con autores, mesas de conversación, entre otras actividades, han aparecido en la agenda de Santander Leal este último año. Su nuevo libro tiene el mismo diseño del anterior, pero la portada cuenta con una pintura de Santiago Salvador Ascui. Hijos únicos es un libro de treinta poemas que miden casi lo mismo y se acomodan muy bien en sus 65 páginas. En él se ensayan varias formas de crecer sin hermanos, con cierta lejanía de los padres, pero en compañía de amigos y los objetos de uso diario.
— Últimamente te ha tocado participar en muchas mesas de lecturas poéticas, ¿qué piensas de estas instancias de encuentro entre lectores y autores, cuáles crees que son las ventajas y desventajas de estos espacios?
— Generalmente las lecturas se organizan con mucha dedicación. Me gusta este aspecto, aunque el público a veces no vaya mucho. Pienso que la gente que asiste toma en cuenta a quienes están leyendo, los escucha con atención. Es una buena forma de difundir los textos. Una desventaja de las lecturas, pienso, es cuando hay demasiados poetas en el evento. Uno puede escuchar cinco, hasta seis, pero después, se hace difícil retener la información.
— ¿Te ha tocado ir a leer a colegios o interactuar con estudiantes?, ¿piensas que el espacio escolar es importante para promover la formación de buenos lectores?
— No me ha tocado, pero pienso que es bueno el contacto con estudiantes, para que se interesen por la lectura y para que se entusiasmen también a escribir y a no pensar que la poesía y la literatura pertenecen a la esfera de lo aburrido, lo inalcansable, o lo impracticable. Estoy seguro de que hay varios estudiantes interesados por la literatura en general. Para ellos es un aliciente y para los que no, también es una gran motivación.
— ¿Cómo surgió la participación del pintor Santiago Salvador Ascui en la portada de Hijos únicos?
— Nos conocimos jugando fútbol siete. A mí me interesaba mucho su trabajo, por las subjetividades que traza, peculiares y a la vez seriales. Me llaman mucho la atención el color y las formas en que interactúan los individuos de sus pinturas. El título del libro, pensaba, se podía complementar muy bien con alguno de sus trabajos. Con Daniela Escobar, de Overol, lo contactamos y él fue muy entusiasta y generoso con nuestra idea de que una de sus pinturas fuera la portada del libro. Quedamos muy contentos con el resultado.
— ¿Existe la poesía civil, del ciudadano de a pie?
—Sí, por supuesto. En este momento en Chile hay una cantidad bastante amplia de poéticas, de formas de plantarse frente al oficio. Una de ellas, y que me interesa mucho, es la de indagar en el presente, con sus tensiones sociales, políticas, económicas, etc. La poesía de quien observa e intenta descifrar las coordenadas en las que le tocó vivir me parece muy atractiva.
— Por último, ¿qué expectativas tienes respecto a tu nuevo libro?
— Pienso salir un poco del esquema del poemario donde todo trata de calzar: temas, espacios, formas. Me gustaría hacer un «Álbum de toda especie de poemas». Pero falta mucho para eso.
Lee un adelanto de algunos poemas de Hijos únicos:
Arena negra
Mis amigos miran el Río Cruces,
responden las preguntas que les hago
en peldaños cubiertos de maleza,
la mañana empieza a despejarse.
Los lobos marinos toman sol,
un pato lleva horas en el agua
como un narrador omnisciente
encerrado en su propia novela.
Tomamos una micro hacia la costa,
compramos empanadas de marisco,
nos acostamos en la arena negra,
ninguno de los tres quiere bañarse.
La tarde se alarga, conversamos
de por qué los niños les dibujan
una cara al sol y a la luna.
Una jaiba se esconde De nosotros.
Antes de volver al paradero
nos quedamos mirando las gaviotas
marcadas con un solo trazo
de lápiz grafito en el horizonte.
Enseñanzas
La primera vez que armé un plan
para irme de la casa, tenía todo listo:
dónde vivir, con quién. Ahora busco
la libreta donde puse todo eso.
Los ídolos musicales que murieron
jóvenes no dejan de tener algo
de razón. Ni la lengua, ni los dientes
de los que les robamos sus canciones.
Un día en la escuela me enseñaron
a teñir un clavel con anilina,
la profesora nos dio como tarea
escribirle un poema a esa flor.
Un poema es una trampa bien hecha,
un parque de árboles anémicos
visitado a lo largo de los años,
clara y yema de huevo que no existe.
La isla del silabario
Me acuerdo de cuando cambiamos
las persianas por cortinas, las sillas
por sillones y la mesa para dos
por una mesa para cuatro.
Los muebles
eran importantes para nosotros
como lo son algunas palabras
para los niños que aprenden a leer.
Las persianas habían acumulado
nuestra haba, nuestros monosílabos,
esas torpes frases con las que todos
algún día aprendimos a escribir:
la is la es tá le jos, la noche es tá os cu ra,
los mos qui tos pe que ños. Realmente
no sé si quería tantos cambios.
Me acuerdo muy bien
de la palabra isla dividida en dos
en el Silabario Hispanoamericano:
Is la es una porción de tie rra
Rodeada de a gua por todas par tes.