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Condenados por los cuentos: «Tony Ninguno» de Andrés Montero
La Pollera Ediciones. 2016. 149 págs.
Por Nicolás Meneses
Publicado en http://www.colera.cl/
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El gran circo sigue en pie es el título de la pintura de Cristián Elizalde que hace de portada para la primera novela del cuentacuentos y escritor Andrés Montero: Tony Ninguno se muestra de frentón en nuestro imaginario a partir del título y la colorida cubierta. La novela trata de la historia del Gran Circo Garmendia, negocio familiar que Malaquías hereda por traición y en el que obliga a parte de su familia y demás integrantes del negocio a seguirlo contra viento y marea.
Pero la carpa con su colorido mundo comienza a cambiar con la llegada de un árabe. Este regalará al circo los dos tomos de Las mil y una noches, el clásico literario. Pese a la negativa inicial, Malaquías acepta cuidar a un niño en forma de pago al comerciante, sin saber que no podrá deshacerse de él. Así es como llega Tony Ninguno, apodo que los dos payasos del circo, el Tony Frambuesa y el Tony Frutilla, le dan. El niño que se vuelve un espectro durante la mitad del relato empieza a tomar forma a medida que la narradora, una niña trapecista que luego de accidentarse y quedar incapacitada de volar por los aires, se encierra en los cuentos que Sherezade teje noche a noche frente al Rey Sahriyar para dilatar su asesinato.
En un juego entre ilusión y verdad, este circo se transforma paso a paso en el palacio móvil del Rey Sahriyar. La narradora de un momento a otro empieza a contar las historias del libro árabe en las funciones y el circo vuelve a llamar la atención en los pueblos que se instala. Los números regulares pasan a un segundo plano y el funcionamiento solo se sustenta en la performance que la pequeña Sherezade abraza al contar un nuevo relato del libro para cada función, parando diez veces, pero nunca retrocediendo. La ilusión —que es la realidad fuera del circo—, la verdad —que es el circo— y la ficción —que son los cuentos de Sherezade—, se mezclan e intercambian en un juego mortal en donde, sin darse cuenta, la narradora se está jugando la vida.
La novela retrata la metamorfosis del circo, la brutalidad de Malaquías Garmendia y su obsesión para que la tradición prosiga con sus herederos, junto a la conversión de la narradora en la verdadera protagonista de Las mil y una noches y Tony Ninguno en el Rey Sahriyar. Castillos en el aire, un precipicio construido por dos niños huachos sobreviviendo en un circo desmoronándose, que terminan enamorándose y encarnando esta narración marco: «comprendí además que ni siquiera el rey y la princesa existían ni existieron jamás: nos golpeábamos en la tierra después de caer en picada desde un mundo más bello y más fabuloso, caímos y el dolor era inmenso porque veíamos todo claramente, por primera vez veíamos que nuestra verdad, el circo, era la ilusión; que nuestra verdad, Persia, era otra ilusión, y que lo único real era lo demás: lo que estaba fuera del circo» (pág. 146).
La novela se mueve de forma ágil y pintoresca, tal como los integrantes de este mundo. No se ahonda tanto en el espectáculo y los números como lo que ocurre tras bambalinas: la relación tensa entre el supuesto heredero, Malaquías Garmendia, y los demás integrantes a quienes trata como empleados. Con los recursos necesarios y el evidente manejo del oficio en que contar una historia prima por sobre todo lo demás, Andrés Montero consigue reescribir un clásico en su propio oficio y en un mundo como el del circo, que en Chile cada vez pierde más mística.
