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«¿Quién le teme a la poesía?»: La sutileza de un acercamiento
(Laurel Editores, 2019)
Por Nicolás Meneses
Publicado en https://www.cineyliteratura.cl/ 21 de Enero de 2020
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¿Cómo se forman los lectores de poesía en Chile?, ¿cuál es el método que las escuelas de pedagogía han adoptado para renovar la visión reduccionista del colegio?, ¿de qué manera se lee poesía en la universidad?, ¿leen poesía los chilenos?, ¿qué es lo que es la poesía y para qué leerla? Al igual que los autores, debería comenzar poniendo preguntas encima de la mesa. Preguntarnos por el motivo de un libro como ¿Quién le teme a la poesía? (Laurel Editores, 2019) de las académicas/os, escritoras/es y poetas Marcela Labraña, Macarena Urzúa, Felipe Cussen, Manuela Salinas, Gastón Carrasco.
En el prólogo, Marcela Labraña afirma que la intención del libro es convertirse en un manual no académico para leer y disfrutar poesía. También comenta la revisión que se hizo de los libros y manuales que han intentado un acercamiento, que caen en los extremos: o demasiado académicos o demasiado didácticos. ¿Quién le teme a la poesía? podría situarse en ese interregno, consiguiendo un equilibrio analítico, otorgándole llaneza y espesor a un ejercicio tan denostado como la lectura de poesía, sin pretender ser canónico ni un trabajo conclusivo. Funciona como acercamiento y acá valdría bien citar la metáfora mistraliana del huemul y el estudiante (o lector), al que hay que acercarse con sutileza, cariño y gracia.
Si bien el libro no trata de situarse en el espacio escolar ni ser panacea para docentes de lengua y literatura, su equilibrio de registros y su cercanía lo propician para ser un buen manual escolar. Y esto porque logra soslayar lo que Todorov criticaba en su libro La literatura en peligro, en el que critica a la universidad y al colegio por enseñar, más que literatura, un modelo de análisis formalista. Lo que los planes y programas instalaron durante muchos años, no solo en el sistema educativo francés (al que ataca Todorov), sino en el chileno es que la enseñanza de la literatura es el aprendizaje de una forma de leer, de un medio más que de un objeto.
Una de las virtudes de ¿Quién le teme a la poesía? es rehuir este modelo de lectura, ampliándolo notablemente. No niega el formalismo, como no niega ni impone ninguna escuela de análisis, sino que se vale de todas ellas y arma un pequeño decálogo. Una tipología con cincuenta formas de acercarse a la lírica, derribando sus mitos y abordando sus concepciones más básicas, desde la noción de hablante, cronotopo, temática, forma, ideología, amor, sentimiento, etcétera. Ocupando el modelo de El arte de la ficción de David Lodge, cada capítulo es encabezado por una problemática que luego es graficada con dos ejemplos (verso, prosa, collage, imagen) que es revisado por uno de los autores del libro, dando cuenta de forma breve sobre su origen, su desarrollo, el cómo se expresa en el poema, acudiendo a más ejemplos si es necesario. Y como no es un libro que se proponga ahondar en cada tema (valga decir que por cada tema podría hacerse más de un libro), el autor/a consigna una recomendación de lectura.
El texto no se ciñe a lo local e intenta construir este decálogo con poemas venidos de las más diversas tradiciones, logrando así conectar transversalmente la problemática, sacándola de un contexto en específico, llegando a ser mucho más representativa. Lo mismo pasa al vincular la poesía a otras manifestaciones culturales como las artes plásticas, el cine y la música. Esto es un mérito mayúsculo, pues es un cuestionamiento directo a la forma de leer estandarizada que propone el colegio. Los autores saben que la visión unívoca no funciona en literatura y mucho menos en poesía.
¿Quién le teme a la poesía? se suma a esos pocos libros que han intentado mediar la lectura de poesía a sujetos no especializados y ser valioso para cualquier tipo de lector. Sobre todo, para quienes se encargan de enseñar lectoescritura. En un país que se dice país de poetas, cuyos autores más célebres están consagrados solo en imagen, pero no en obra, donde se sigue produciendo y publicando incansablemente poesía de altísima calidad, no serán los críticos quienes eleven de una vez la comprensión de la poesía a un número importante de ciudadanos: serán los propios lectores, una vez que hayan perdido el miedo.
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