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Testigo de mí mismo: "Sin decir nada" de Ishikawa Takuboku.
Traducción de Claudio Bertoni.
Por Nicolás Meneses
Publicado en
http://www.colera.cl/
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La tanka es, junto al haiku, una de la estructuras clásicas de la poesía japonesa. Caracterizadas principalmente por su brevedad, la tanka resalta por ser un poco más extensa que el haiku, añadiendo a la fórmula cinco-siete-cinco dos versos más de siete sílabas. Esta es la extensión de escritura de la que se vale Ishikawa Takuboku, considerado el padre de la poesía moderna japonesa por sacarla de los tópicos estacionales y llevarla a un plano más cotidiano.
Sin decir nada es una selección de poemas del libro Un puñado de arena, compilación de 551 tankas que Takuboku escribe en Tokio entre 1908 y 1910, libro que lo consagra inmediatamente en su país. A pesar que cada tanka sea un universo independiente, el libro está organizado por cinco capítulos de corte temático: I. Cantos que me quieren II. Humo III. Con el talante del viento de otoño IV. Personas inolvidables y V. Al quitarme los guantes. Bertoni no elige más de cien y los reúne, quitando el peso de los capítulos y la obsesiva organización, dejando una buena muestra de la escritura de este autor: un libro breve y fluido.
Algunas traducciones españolas de este libro ocupan la estructura de la seguidilla gitana: una composición de cuatro versos y veintinueve sílabas que riman en el segundo y cuarto verso. Esto, explicado por los mismos traductores en los prólogos, tiene una justificación insólita: como el tanka y el haiku son estructuras clásicas de poesía, las traducciones tienen que ser fiel a esto, pero desde los patrones clásicos de la lengua de traducción, es decir, del castellano, y nos entregan pequeños poemas en rima. Quizás el mayor mérito de Bertoni es, sin apoyarse completamente en los originales en japonés, haber entregado una traducción fiel a los patrones clásicos japoneses, no a los castellanos. La poesía japonesa carece de rima (ya que no hay acento) y siempre se mantiene en un registro llano, en la simpleza descriptiva y la conexión con el entorno.
Biografía y escritura son un binomio indisociable en la obra de Takuboku. En ella se puede leer la angustiante vida de un hombre hipersensible que pasa por innumerables conflictos: desde problemas amorosos, enfermedades, muertes, despedidas, injusticias sociales y rechazo. Todas experiencias que plasma en sus tankas: breves bosquejos que como él mismo afirmaba eran los mejores para captar las impresiones cotidianas efímeras, esas que habitualmente olvidamos y despreciamos y que el poeta, en este caso, resignifica, pues entiende que son instantes preciosos que no volverán jamás. Un acto de fe que eterniza los pequeños momentos, que exalta lo nimio y lo fugaz: «haciendo/ un hoyito/ en la arena/ encontré/ una pistola oxidada» (Pág. 13). Y es el vértigo de esa experiencia en que la certeza de la vida se afianza frente al carrusel de la muerte.
«llevo al apa/ a mi mamá en broma/ y es tan liviana que lloro» (Pág. 17) o «volviendo a casa del trabajo/ tarde en la noche/ abrazo a mi hijo/ que acaba de morir» (Pág. 64). Si el haiku es la poesía como camino espiritual, que encarna la dimensión mística del alma, descripción pura, exacta, sin intromisiones del yo, el tanka habla de amor y naturaleza, del padecimiento y la tragedia. Un cielo hermoso cruzado por cables al que le faltan cuervos o un pequeño montoncito de arena en la playa que sugiere una tumba marina. La contemplación de un sol radiante frente a la niebla invernal mientras se sufre de un dolor de muelas. El tanka suma a la ecuación la naturaleza humana y la integra al paisaje. Bertoni lo sabe muy bien y sin traicionar demasiado al autor le da personalidad a una escritura que cada vez se afianza más en Occidente.