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ÉRASE UNA VEZ UNA ENREDADERA
La historia de una hiedra, de Luis Chaves. Ediciones Overol, 2017. Poesía, 125 págs.

Por Nicolás Meneses
Publicado en https://jampster.cl/ 23 de Mayo de 2018



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La historia de una hiedra es la primera antología de poesía de un autor latinoamericano publicada por Ediciones Overol, la apuesta por la trayectoria del costarricense Luis Chaves (1969), que abarca la revisión de todos sus libros desde 1997. La publicación está complementada con una serie de imágenes de la diseñadora Daniela Escobar, un sello distintivo que se viene dando en la editorial desde La poesía no es un proyecto de Dorothea Laskyhasta sus últimos libros de la colección de poesía como Monstruos marinos (2017) o Nada es hombre nada es tierra (2017). Diseño que logra sustento y refuerza el imaginario de los autores sin superponerse a los poemas.

La hiedra como imagen es constante y transversal al libro, se acomoda como un ser vivo que crece en el mismo sitio, tomándose los espacios domésticos, incluso las fotografías, como se aprecia en este poema innominado de la página 17: “Tenías dieciséis en esa foto/ atrás la hiedra crecía como un cáncer./ Sin simetría, con determinación./ Dieciséis y ya sabías/ lo que tus manos no alcanzaban”. La metáfora de la hiedra nos sirve también para identificar cierto mecanismo del tiempo que actúa como maleza y cubre parte de los recuerdos, los deja truncos, dislocados, como en el poema C.B.P: “De niño vi a mi abuela/ agonizar en casa por meses./ Ahora no sé cómo era su cara/ solo recuerdo el pelo negro y largo,/ como si la hubiera mirado siempre desde atrás.” O para ser más gráficos, en el poema Monumentos ecuestres: “La maleza crece/ cuando dejamos de mirar./ Los años se acumulan/ mientras nos ocupamos de la maleza./ Aprender esto nos tomó/ más tiempo del que hubiéramos querido.”

Obstáculos o interferencias visuales son una constante en los primeros textos de la antología, dispersados como una enredadera que se apropia de los cuadros que el hablante pinta. Estas obstrucciones adquieren una importancia más allá de bloquear parte del paisaje, enmarcan la vista de las cosas y evidencian esa mirada siempre parcializada. Los poemas, entonces, concentran su ojo en el entorno como recogiendo pedazos, imágenes filtradas con pequeños rayos de luz que viajan entre las hojas o cruzan el parabrisas de un auto en movimiento como leemos en la página 13: “El horizonte se licúa/ en el lugar exacto de la cosecha/ o el peaje.// Las niñas atontadas/ en el asiento de atrás,/ lloran o sudan/ no se sabe bien”.

El tiempo vertiginoso que se sucede entre poema y poema es un rastro del que se va dando cuenta página a página, en una sucesión de elipsis extraña, que acumula vivencias por doquier, sin jerarquización clara: ritos familiares, intimidad, fracasos, viajes, tránsitos callejeros, frenazos de viaje que el ojo recoge y colecciona en una especie de collage mural. La superficie de los hechos asoma, a veces sin lograr desprender la importancia de ciertos momentos como el poema México D.F: “Esa foto donde ninguno sonríe:// ¿quién nos creería que fue de la época buena?”. O la madre católica que despierta cada tanto su radar de masculinidad, cito nuevamente del poema largo Monumentos ecuestres: “Cada cuatro meses,/ cual chequeo técnico,/ mamá pregunta si soy gay.”. Porque el tiempo, al igual que el clima, desata tormentas que revuelven y mezclan los recuerdos como una masa uniforme, leemos en Mudanzas: “Del temporal va quedando ese color/ de todas las barras de plasticina que se mezclan se mezclan”.

La lectura del libro es rápida y ligera, toma ciertos aires de catálogo con la gran cantidad de fotografías e ilustraciones. Llega a ser una experiencia aventurada la de complementar el libro con la calidad del diseño, exigiendo que los textos estén a la altura y viceversa. Basta decir en este caso que ninguna se tropieza, la complementariedad se da con mucha soltura.

La historia de una hiedra cierra con el poema Grandioso bingo, una especie de paneo de este ritual popular en que la tercera edad combate el sopor de la jubilación: “Cartones cuadriculados,/ cinco columnas por cinco filas/ de números enteros al azar:/ Aquí no juegan las modernas/ combinaciones alfanuméricas.// “A mí -comenta la doña de atrás-,/ nada de esos bingos para intelectuales”. La poesía de Chaves mantiene su forma, constancia en temas y persistencia en la mirada prístina. Si bien no es una escritura novedosa para lo que se está publicando en Chile, el gesto de remar hacia otras latitudes lo ubica como un libro valioso entre las obras que cruzan fronteras y nos sacan momentáneamente de nuestro aislamiento. Da para decir, como en el poema Huso horario: “Ensaya el vecino/ (y no es principiante)”.



 

 

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ÉRASE UNA VEZ UNA ENREDADERA
La historia de una hiedra, de Luis Chaves. Ediciones Overol, 2017. Poesía, 125 págs.
Por Nicolás Meneses
Publicado en https://jampster.cl/ 23 de Mayo de 2018