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La ley del abuso: “La contru de mi alma”, de Daniel Tapia
Editorial Hebra, 2014. Poesía, Colección Malas Juntas, 94 págs.
Por Nicolás Meneses
http://colera.cl/
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“Disfruto de un placer inmenso cuando caigo/ en la boca del hombre al que agota el trabajo”. Estos versos que cierran el poema «Día viernes» de Héctor Figueroa son posibles de clavar en La contru de mi alma, segundo libro de Daniel Tapia: un relato laboral que se reparte en tres capítulos, algunos con demasiados epígrafes (en el primero hay tres) pero que en alguna medida ponen estacas en el terreno a trabajar, lo delimitan. Asimismo, la presencia de las ilustraciones de Camilo Espinoza Gajardo exploran otra plataforma de lectura: la del trazo y de la imagen que hace que la experiencia del libro sea directa e incisiva.
Un cara-y-sello aterriza el drama: la muerte de la bisabuela y el advenimiento del primer hijo. Un cara a cara vital que luego del luto y el deslumbramiento obliga al hablante a poner sus críticos pies en el suelo e ir en busca de trabajo. En «Cuerpo de obra», segundo capítulo de la serie, se inicia un simulacro de trabajo, casi como en un cuento de Bukowski, donde se da una bajada a la ética de clase de un trabajador precarizado, que día a día en la obra bajo su mirada vivaz y quejumbrosa desarma el discurso mojigato del emprendimiento: “Porque si hablamos francamente y decimos las cosas/ como son ‘si el pobre recupera lo que es suyo es/ considerado un robo y si el rico roba su tiempo al pobre/ hablamos de trabajo’” (pág. 19).
El problemático puesto de guardia le permite al hablante aguzar el ojo y el oído, espabilarse a sí mismo y a sus compañeros en un diálogo –a veces invisible– de reconocimiento mutuo. Este se consolida con la seguidilla de retratos que urde de ellos y la identificación de roles en la obra que abre paso a esa aura entrañable que decanta de la manera de relacionarse y cooperar, la complicidad como mejor ejemplo de confianza en el otro: “Cuando la obra se vacía/ hacemos sendos asados, tomamos pilsen y fumamos paragua/ y así cobramos el resto que nos deben” (pág. 25). O en confidencias de un jornal: “Maestro Zenteno, jornal de emergencia, casco amarillo/ en un arranque de luz, verdadera iluminación/ me dice:/ ‘esos demonios de casco blanco/ ésos son los que nosotros queremos comernos’”.
Los abusos del trabajo se enumeran y poco a poco se van registrando en el itinerario, hasta el punto de permutar la dialéctica del trabajo por la de la esclavitud: “A las 8 en punto de la mañana debemos ingresar a la obra/ (de ahora en adelante centro de reclusión)/ necesariamente estampamos la firma en el libro de asistencia/ (de ahora en adelante registro de los reos)/ para ver así cuánto sale a pago a fin de mes” (pág. 34). O en los gritos en sordina del lúcido maestro Zenteno: “En buena onda esclavitud, agrega/ no ve que aquí nos pagan/ Pero he perdido mi vida trabajando/ Perdí mi mujer que se fue con otro weón/ soy separado legal y siempre le di plata a mis cabros/ Pero esto de darle la vida a los patrones sale caro” (pág. 37).
El último capítulo del libro, «Maldito dinero», es un relato post despido que nos habla del destino del hablante después de su paso por la empresa constructora, su nueva frustración laboral y el lamentable episodio de la muerte de la poeta Ximena Rivera, referente de la V región y quien fuera poco valorada en vida. Su funeral sigue impregnado de ese halo de precariedad y dignidad que Tapia reconoce y encarna en el libro: “Ahí está tu ataúd, esa caja de regalo en que te devolverán a la tierra/ De no mediar aquella amable mujer que encontré en la capilla/ habríamos estado a solas/ A ella pude contarle que no podía acompañarte en tu último tránsito en Valparaíso/ Ella vio la humildad con la que puse esta rosa sobre tu cajón” (pág. 79).
Para terminar me gustaría destacar la coherencia y jugada de circulación que tiene este libro: Editorial Hebra puso a libre acceso en internet el PDF íntegro. Un gesto necesario de una editorial para con un libro que necesita circulación más allá del circuito de ferias y las limitaciones económicas –aunque ojo, el libro es barato y de buena factura–; queda con él un espinudo documental del régimen del trabajo tercerizado y servil que satura los gráficos de empleo en Chile.