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El duelo de la luz
[El duelo de la luz. Antología de Cortejo y Epinicio. David Rosenmann-Taub. Valencia: Pre-Textos, 2014.]

Naín Nomez
(Universidad de Santiago de Chile)
nain.nomez@usach.cl

Publicado en Revista Letral. Número 17, Año 2016
Universidad de Granada


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La poesía de David Rosenmann-Taub se relaciona con una amplia cohorte de poetas, cuya producción se inicia alrededor de los años cuarenta del siglo XX en Chile y cuya matriz central es la ruptura con las vanguardias históricas, ruptura que se da de manera central en Nicanor Parra y de manera tangencial en otros poetas como Gonzalo Rojas, Jorge Teillier, Enrique Lihn, Stella Díaz Varín, Armando Uribe y el poeta aquí antologado. Dentro de la trayectoria poética del autor (más de una docena de poemarios), la tetralogía Cortejo y Epinicio, es una obra que el poeta ha desarrollado durante toda su vida. El primer libro de los cuatro, apareció en 1949 con el título de Cortejo y Epinicio y fue editado por Cruz del Sur, tomando el nombre de lo que sería la tetralogía completa, lo que ha llevado a confusión puesto que cuando el autor concibió la tetralogía, el primer volumen se denominaba El Zócalo (con ediciones corregidas de 1978, 2002 y 2013) y los cuatro tomos recibían el nombre de Cortejo y Epinicio. Los otros tres volúmenes son El Mensajero (2003), La Opción (2011) y La Noche Antes (2013). El editor de Cruz del Sur, Arturo Soria, le dijo al poeta en relación al título El Zócalo, que “publicar a un autor desconocido como volumen I no es la mejor manera de darlo a conocer”. De este modo, sugirió para el primer tomo el nombre de la tetralogía con el acuerdo del poeta y luego debido al éxito de edición este título se mantuvo durante las siguientes ediciones.

El propio poeta ha señalado lo que significa, a su juicio, el título de la tetralogía, explicación que ha sido recogida por los editores en la presentación de la antología El duelo de la luz: “Cortejo y Epinicio: la esencia de lo que es, para el hombre, vivir en la tierra, en un particular tiempo y espacio, desde su ahora hasta su adiós. Volumen I: El Zócalo: la primavera: la mañana: los iniciales veinte años. Volumen II: El Mensajero: el verano: la tarde: de los veinte a los cuarenta años. Volumen III: La Opción: el otoño: el crepúsculo: de los cuarenta a los sesenta años. Volumen IV: La Noche Antes: el invierno: la noche de los sesenta a los…”.

Esta explicación necesaria nos introduce en el meollo de esta antología de Cortejo y Epinicio, cuya principal característica es entregar una selección de poemas de los cuatro volúmenes, que se focaliza en dar una visión específica de la producción del poeta. En este sentido, se escogieron aquellos textos que pudieran acercar al lector, a una obra de por si compleja por su carácter neobarroco y postvanguardista. Más aun, si se considera que se trata de materiales poéticos trabajados una y otra vez hasta despojarlos de toda tesitura excesivamente retórica. Para los editores, “Rosenmann-Taub es […] un poeta de la totalidad, de la totalidad y de lo absoluto, de la creación en un sentido bíblico. En consecuencia es también […] un poeta de los límites, de lo inefable, del más allá del poema. Es decir, un poeta autoexigente, que no se cansa de pulir y de corregir su obra todo lo que considera necesario” (El duelo…, 14). Al escoger esta selección, Salvador y Martínez se han focalizado en poemas que puedan mostrar de manera fehaciente el meollo de la poética de Rosenmann-Taub con sus neologismos, sus vínculos con una trascendencia totalizadora, sus búsquedas estéticas y su autoconciencia de la relación de la poesía con una verdad siempre transitoria, siempre articulada a una historia que se mueve en lo efímero del tiempo. Por otro lado, prima en esta selección también el deseo de llegar a un lector para quien esta poesía puede ser dificultosa, nueva o demasiado innovadora.

La antología privilegia del tomo I, El Zócalo, poemas como “Preludio”, “El gato coge a una mariposa”, “Canción de cuna”, “Genetrix”, “Dios se cambia de casa…”, “Ah, ser la triste oveja que ante el perro temible…” y “La taza de café, la cafetera..”, que dan cuenta de las diferentes matrices de trabajo del poeta. La selección del tomo I culmina con el texto “Pasión”, que es también el último poema del libro. Entre el primero y el último poema se encauza el planteamiento central de toda la obra del poema: movimiento del sujeto hacia la vida, aspiración a la regeneración y trascendencia hacia la muerte. El primer poema es un pórtico a toda la tetralogía. Citamos un fragmento: “Después, después el viento entre dos cimas,/ y el hermano alacrán que se encabrita,/ y las marcas rojas sobre el día…/ Después la noche que no conocemos/ y, extendido en lo nunca, un solo cuerpo/ callado como luz. Después el viento” (21). El preludio ejerce el sentido de una entrada en un tiempo-lugar que se sitúa en un después, un universo que se muestra a través de imágenes desorbitadas que evocan la muerte, un desplazamiento permanente. Es hacia ese lugar del “nunca” y del “después”, que se desarrolla el despliegue de la memoria en el poemario con sus desplazamientos hacia un pasado que solo aparece en esa especie de no-lugar entre la vida y la muerte, pero también en un “entre” después de la muerte. El poema final del libro que comentamos y que aparece en la antología, cierra el círculo. En este texto todo se hace tierra, lo que permite regenerar la vida: los cuerpos caen y mueren, pero todo cae y muere y a la vez brota de esa muerte. Citamos un fragmento del poema “Pasión”: “(S) obre la cumbre, muere, muñón de tierra, el aire./ Vedada epifanía hacia los cielos,/ mueren mis brazos./ Muero…Se precipita el llanto” (43). La tierra, aquí, se humaniza y se transforma en un bálsamo a través de su llanto. De este modo, en el texto final del libro, Cortejo y Epinicio se reúnen. Vida y muerte, aparecer y desaparecer, así como aire y tierra, amanecer y noche, se funden, fragmentan y reúnen en una unión-desunión permanente que aparece como un fulgor de trascendencia.

En el tomo II, El Mensajero, la selección incluye, entre otros, los poemas “Ficción”, “Rodeado de naranjos blanquecinos…”, “Hurgando el escozor de una turgencia…”, “Por unos hilos de agua…”, “Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga…” y “El lecho –que navío– nos separa…”. El tomo se caracteriza por poner textos sin nombre, solo separados por la página. En estos casos elegimos el primer verso para dar nombre al poema. El poema “Ficción” que abre la selección de este tomo, se inicia con los versos que dan nombre a la misma: “El duelo de la luz: la luz del sueño/ el sueño de la luz: la luz del duelo…”. En forma recurrente, apreciamos la búsqueda de una trascendencia que se sabe utópica, pero aun así se busca y conjura a través de un discurso exorcizante, reiterado, de una complejidad oscura y que sin embargo, destella. Comentamos el texto que comienza “Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga…”, para ejemplificar este tomo. Escrito en alejandrinos con 12 estrofas, de tres y cuatro versos, la estructura paralelística y la construcción anafórica intensifica el sentido musical y conjurativo del texto. Indica el poema en su inicio: “Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,/ libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,/ dejar correr el tiempo po. ¡La más oscura ciénaga!” (62). Basado en el refrán del primer verso, la reiteración y las variaciones de ese deseo, expuestos en forma de ensalmo, dan cuenta de la contradicción de un sujeto que sufre la vida y apela a una divinidad en la que se quiere creer pero al que también se quiere olvidar para no ser: “Cómo me gustaría olvidarte, Dios mío./ Cavílame en tu nada. ¡No me hagas volver nunca!” (63). Deseo de borrar la memoria y con ello borrar cualquier posibilidad de utopía o trascendencia humana. Pero también deseo imposible, ya que cualquier deseo se inscribe en la historia y en el poema como búsqueda de una trascendencia impotente.

En los últimos dos tomos de la trilogía que se antologa, se seleccionan varios poemas que mantienen estas líneas de trabajo del poeta y que permiten al lector apreciar en forma amplia la obra de Rosenmann-Taub. Del tomo III, La Opción se privilegian los poemas que empiezan “Este viento de otoño me nutre…”, “Se oscurecía el bosque…” y el texto “La traición”. En el último volumen, La Noche Antes, destacamos “Trizalejo, trizalejo…”Las proas habrán aprendido arraigo…”, “El cuento empezó en Echaurren…”, “Sublime Antología Mundial de Poesía…” y “El carruaje ligero de la noche”. Con un temple cada vez más desprovisto de adornos, los poemas se van decantando y mondando hasta llegar a un esencialismo de pureza ascética que se focaliza en la palabra desnuda, como en el verso final de “Este viento de otoño me nutre…” de La Opción: “Nieve chúcara:/ viento luz: mi anaconda:/ mi buitre de horizontes:/ santidad rufianesca:/ mi tahona de entrañas./ ¡Viento efímero!” (70). Lo mismo ocurre en el poema que empieza “Se oscurecía el bosque./ Sedienta, la vertiente./ No un alma a la redonda./ ‘Quedar/ en la memoria/ de los hombres.’ ‘¡Jesús!’, me tascó Cristo” (82). En poemas de La Noche Antes, como “Trizalejo, trizalejo…”, la síntesis lingüística no impide que el poema deje entrever el gesto de defensa del sujeto ante la presencia de la muerte: “Arrebujarse. No hay más/ que sentir frío: morir./ Sucumbiendo, resistir/ la nostalgia del jamás./ Arrebujarse. No hay más/ que sentir frío: morir” (94).

En definitiva, creo que El duelo de la luz es una excelente antología de la tetralogía de David Rosenmann-Taub. La selección, el formato y la presentación del libro permiten que los lectores accedan a la producción de un poeta complejo, cuya imaginería se arraiga en las profundidades de una genealogía literaria que recobra la tradición hispana clásica medieval, del Siglo de Oro y de las vanguardias europeas y latinoamericanas.



 

 

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