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Una lectura de Exilios de Medusa, de Naín Nómez
(LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2015)


Jorge Etcheverry

 


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Este libro, ya desde su título alude a lo que será su temática central: el proceso y circunstancias del exilio y una presencia femenina, primigenia y quizás universal a que refiere la figura mitológica de la Medusa. Ya al iniciar la lectura nos llama la atención, en este poemario rico y quizás denso, el alejamiento formal y por así decir textural que percibimos en relación a la mayor parte de la poesía que se produce no tan solo en Chile, por el nivel de distanciamiento del lenguaje de este libro respecto al de todos los días y por la relativa ausencia de alusiones anecdóticas contemporáneas. Además, aquí encontramos diversas formas poéticas, desde el poema en verso escueto y conciso, hasta el párrafo de poesía en prosa, así, esta obra es de alguna manera intergenérica. La matriz que integra de manera fructífera los diversos elementos es el impulso y la intención poéticos, puestos al servicio de la narración y la recapitulación de los avatares de un periplo existencial centrado en una relación amorosa, que es a la vez una búsqueda de sí mismo y que se realiza desde un presente.  El lector recorre los ires y venires de esa conciencia en recuperación o rescate y las diversas voces, personajes e historias que la acompañan en este recorrido. Respecto al contenido, el elemento básico—y también ámbito constitutivo central— es el agua y sus campos de objetos y cualidades relacionados; lo marino, lo acuoso, la humedad, la fluidez—que se van desplegando a través de una protagonista e interlocutora del emisor poético, que es una versión de la Medusa, figura mitológica clásica, pero que aquí pasa de diosa telúrica a creatura marina, por su exilio, en su elemento acuático en tanto animal marino. Su situación testimonia la degradación de los seres divinos y mitológicos. “La decadencia de las gorgonas/se comentaba en todos los territorios marítimos/habíamos perdido el poder de hacer enmudecer a los hombres/nuestras serpientes ya no asustaban a nadie” (Poema VII, p 44).

El tema central es el exilio, que en este libro es un periplo individual de encuentro consigo mismo y los demás—a través de la interlocutora privilegiada, compañera y testigo imprescindible, la medusa— y además un avatar necesario o fatal de la así llamada condición humana. Así, este poemario o poema largo—como personalmente tendemos a leerlo— tiene su referente y crea su imaginario en una situación contextual y un tema, que han sido determinantes para el desarrollo de la poesía y la literatura chilenas, es decir el exilio. Pero aquí no se ofrece al lector a través de un emisor poético con carta de ciudadanía, no se trata de un chileno concreto exilado en una localidad geográfica determinada, ni hay tampoco un conjunto de situaciones e imágenes que lo sitúen histórica y contextualmente, salvo quizás en los poemas finales, pero esto solo se le insinúa al lector. A diferencia de la mayor parte de los textos poéticos chilenos contemporáneos, aquí es escasa la referencia inmediata al contexto de lo que podría ser la coyuntura situacional, solo aparece puntualmente en los comentarios poéticos que acompañan a cada poema, titulados marginalias, y en los últimos poemas que recapitulan, cierran, evalúan el periplo del acto de escritura, auto descubrimiento y arreglo de cuentas que es este libro.  También creemos que el emisor poético en esta obra de Nómez no calza con un hablante lírico que el lector pueda asimilar al hablante lírico que se espera en un discurso poético, no solo por no estar situado contemporáneamente, sino por su peculiaridad, ya que se introducen diversas voces que hacen que este libro sea bastante dialógico. Incluso se llegan a insinuar estados identitarios escandalosos y múltiples. Entonces, este poemario se lee un poco a contrapelo de la lectura habitual de poesía—por su densidad y materialidad lingüística, su estilo que a veces roza la impenetrabilidad, su manera de privilegiar la sugerencia frente a la exposición, su carácter de prosa poética, su abundante alusión a personajes míticos clásicos. La misma elección de esta cultura y su mitología como referente del imaginario del poema es sorprendente, sobre todo en tiempos de reivindicaciones de alguna manera antioccidentales que abundan en muchas partes del así llamado tercer mundo. .Este libro se sitúa fuera del retorno a la simplicidad que inunda a la poesía, no tan solo en Chile, fenómeno en parte producto de la globalización y de la demanda de facilidad de acceso e inmediatez prevalente en las comunicaciones virtuales y los medios de comunicación social.

El experimentalismo en el lenguaje poético y la preponderancia temática del exilio no son nuevos en la obra de este autor y tienen sus raíces en su historia biográfica, sus afiliaciones, estimativas  y adscripciones. Nómez se inicia poéticamente en la Escuela de Santiago, la más sui géneris y controvertida de las agrupaciones poéticas de los 1960 chilenos, que se enfrentó programáticamente, aunque con diferentes voces, al lenguaje poético coetáneo, abogando en cambio por una expresión poética experimental, urbana, intergenérica y multidiscursiva. El segundo elemento clave en la génesis de esta obra es el exilio del autor en Canadá, donde aparte de ejercer la docencia y el activismo cultural y solidario, escribe poesía y participa en Ediciones Cordillera, junto a Gonzalo Millán, Erik Martínez y el infrascrito—la parte poética de la editorial—los dos últimos también miembros de la Escuela de Santiago, todos poetas de la generación poética de los sesenta, o de las promociones emergentes como Millán denominaría a estos y otros poetas posteriores*, o de la generación de la dolorosa diáspora**. Así, este libro se inscribe en la obra poética de Nómez como otra versión del entrelazamiento de las dimensiones del exilio y la exploración del lenguaje poético, elementos nodales presentes en diferentes combinaciones en los poemarios de este autor. Esto siempre y cuando aceptemos la validez de referir las formas y contenidos del mundo alternativo y representacional que es la poesía y la literatura, a una génesis en última instancia biográfica, vital y contextual, que la obra de que se trate viene a mostrar. Así, ambos elementos se entrelazan en este libro, que alterna poemas y poemas en prosa con comentarios a manera de notas a los mismos, las marginalias—otro elemento de diálogo en este poemario— que a veces tienen rasgos metapoéticos—pero que no parecen aportar conclusiones definitivas y que en realidad abren esta serie de textos y comentarios hacia una especie de trascendencia vacía. Así, por ejemplo, tenemos que en las marginalias de la p. 33 se afirma:

“De nuevo ¿de qué habla? Inventa, inventa lugares, historias insulsas, recuerdos apócrifos. No fue así. Apenas unas cuántas palabras, un orgasmo espurio, el inicio de una levitación en un cielo plúmbeo y vacío”

Este texto contradice y relativiza al poema que se comenta, al emisor o emisores poéticos y al texto que ellos producen. También hay metapoesía en otras partes, como en el poema XVIII, de la página 85:

“suponemos que hemos llegado al grado  cero de la escritura” (verso 1), “Supongamos que la poesía no vale nada en verdad no vale nada” (penúltimo verso).

El imaginario que construyen los poemas es marcadamente sensorial y va creando una atmósfera que se despliega a poco andar en este poemario narrativo, en que la Medusa, hablante femenina, pasa a asumir el papel principal y es la emisora clave, luego de que ella y su ámbito son introducidos por el hablante poético básico que sostiene el poema como totalidad. Como se decía, hay un ámbito referencial culto al mundo clásico, con sus mitos y númenes, y se plasma un espacio imaginario densamente material, a veces uterino, viscoso, y por supuesto, líquido, dado el carácter privilegiado que se da en el libro, ya desde el comienzo, al elemento del agua—que dicho sea de paso está presente en algunas obras de otros poetas de su generación—. Esta viscosidad primigenia, a veces presente, nos trae ecos de la materialidad sin sutura de algunos poemas de la primera residencia de Neruda. La identidad emergente/disolvente, ambisexual, una y múltiple que se despliega en estos poemas se encuentra así en un elemento amniótico o disolutorio, germinal o acídico, por ejemplo, en el poema III se van alterando las voces en un diálogo interno entre un nosotros, un yo, un tú. Aquí se interpela a una de las voces, la femenina:

“te internarás de nuevo en los laberintos de fango y cieno/postrada en el légamo  (p.27).

Hay un personaje interpelado que se revela como siendo andrógino, o como una unidad de los géneros “serás otro, rota y desordenado, polvoso y densa, (p. 28), “como seguir viviendo. Él , ella, nosotros” (p.29)”. La indeterminación o pluralidad identitaria se tematiza en la marginalia de la página 42;

¿Quién es ese yo?
¿Es el tú o el nosotros?
¿Yo soy él o ella soy yo?

Se despliegan en estas páginas las alternativas de una evolución seudo o para biográfica del emisor lírico principal, que es de alguna manera plural, ya que comprende a la entidad destinataria femenina de ese diálogo, que es su otra mitad. El poema pareciera tener una intención explicatoria, justificatoria, recapituladora, que ya se da en el juego entre los poemas y las notas margianalias que los comentan, critican y rectifican. La identidad a que se alude y que se expresa a través de uno o diversos emisores poéticos, es básicamente dialógica, además de esa tendencia ya señalada hacia lo plural y plurigenérico. Se trata, en esta concreción poética, de una identidad, conciencia y subjetividad que parecen alejarse de la concepción del yo y la conciencia modernistas, que son unitarios, subjetivos y monádicos. Este libro poema combina— en este ámbito marino y acuoso, en que la vida dialoga con sí misma y asume sus contradicciones—el tiempo del mito clásico con el presente, como en las marginalias del poema 7 (p.47): “La veo un poco más grisácea y retenida, con su espontaneidad cortada en la raíz, sus sierpes quietas….Nos bebemos el vino, se fuma un cigarrillo tras otro, nos miramos” . Pero nos queda la impresión de que este periplo de reencuentro, recapitulación y recuperación—de uno, del otro, de los otros, del escenario mundo—puede contarse y volverse a contar, pero quedará como un vacío a pesar de las reiteraciones y los intentos, que no lograrán aplacar o embotar a la conciencia que se levanta crítica y distante sobre cualquier ámbito, cualquier viaje, cualquier escritura, la que a la postre no es más que:

unos cuantos manojos de palabras
Para probar que existimos
                                 (autoplagio y final, p.88)

 

 

* * *

 

Notas

*Gonzalo Millán, "Promociones poéticas emergentes: El espíritu del valle," Posdata 4 (Concepción, 1985): 2-9.

**Antología de la poesía chilena. La generación del 60 o de la dolorosa diáspora. Lila Calderón, Teresa Calderón y Thomás Harris, Catalonia, 2012



 



 

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Una lectura de "Exilios de Medusa", de Naín Nómez.
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