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Naín Nómez, poeta y crítico literario:
“Silva Acevedo es un poeta riguroso, pero no grandilocuente”
Por Diego Escobedo
Publicado en The Clinic, 26 de agosto de 2016
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Hay un lobo en mi entraña
que pugna por nacer
Mi corazón de oveja, lerda criatura
se desangra por él
— ¿Por qué cree que le dieron el premio a Silva Acevedo?
— Este premio era muy disputado, había como 17 candidatos, todos con mérito, algunos más que otros, y creo que Manuel Silva Acevedo es uno de los mejores poetas chilenos vivos. Tiene una obra muy consistente a través del tiempo y textos sumamente importantes, como “Lobos y ovejas”, que han sido antalogados en todas partes. Yo creo que el premio está bien dado.
— Algunos creen que se está premiando una poesía poco contemporánea, que dice poco a las generaciones posteriores, a diferencia de Claudio Bertoni o de Elvira Hernández.
— Creo que eso es un resabio un poco dogmático sobre lo que es la poesía,y lo digo con todas sus letras. César Vallejo, que murió en 1938, hoy día es más contemporáneo que una serie de poetas jóvenes que están escribiendo. Yo creo que la poesía no pasa por qué le dice o no le dice a los jóvenes. Cada uno tiene que buscar en los poemas lo que efectivamente puede recibir. Y en el caso de Silva Acevedo, no entiendo por qué podría ser arcaico, o no decirle nada a los más jóvenes. Si los jóvenes saben leer, van a ver las innovaciones que él hizo.
— ¿Cuál diría que ha sido el aporte de su poesía?
— Él tiene una obra muy original, muy propia, que es una mezcla entre la poesía política, la ironía parriana y un intimismo que tiene un cierto carácter espiritual, casi religioso. Esta mezcla de elementos que él hace, lo vuelve bastante distinto a otros poetas. Porque uno podría decir que hay influencia tanto de Parra, de Neruda, como de la poesía religiosa chilena y latinoamericana, como Ernesto Cardenal, por ejemplo. Y también es un poeta que, a través de ciertos elementos irónicos, hace una crítica social bastante fuerte.
— ¿Y cómo lo ha tratado la crítica literaria en Chile?
— Creo que él es un poeta bastante silencioso, que no ha sido develado por la crítica en forma desmesurada, por así decirlo. Y su propia obra tiene también ese carácter de cierta mesura, muy trabajada desde la rigurosidad del lenguaje. Es un poeta riguroso, pero no grandilocuente. Y un poeta poco conocido para la importancia que tiene.
— Usted comparte con él la pertenencia a la generación del 60. ¿Qué caracterizó a esa generación?
— Por un lado, es una generación que siguió a los grandes poetas que venían de las vanguardias, es decir Neruda, Mistral, Huidobro. Pero por otro lado, también tuvo una fuerte relación con los poetas del 50, como Lihn, Parra, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier, etc. También es una generación que se distinguió por su relación con la academia y por un lenguaje depurado y que, en ese sentido, quedó entre los poetas de los 50 y los que vendrían después, como Juan Luís Martínez o Zurita. Pero es una generación que tiene méritos propios, entre otras cosas, por la manera en que se relacionó desde la poesía tanto con lo político como también con lo académico.
— Muchos analizan el libro más conocido de Silva Acevedo, “Lobos y Ovejas”, como una premonición del Golpe del 73.
— Sí. Pero como ocurre con la poesía, este libro fue escrito antes del 68, y tiene más que ver, como el mismo Manuel Silva Acevedo ha dicho, con una relación amorosa. Sin embargo, la poesía tiene esta posibilidad de varias lecturas, y con el tiempo “Lobos y ovejas” se pudo leer también como un libro que habla del poder, y de la relación entre los lobos y las ovejas como entre los victimarios y las víctimas. Y eso es lo interesante de ese libro, se puede leer de muchas maneras. También desde la perspectiva religiosa –los lobos y ovejas están en la Biblia– y desde la dialéctica de las relaciones amorosas, donde algunos son lobos y otros son ovejas. Y cuando un libro tiene más lecturas, es mucho mejor.