© Copyright de Nadia
Prado
Simulacro y palabra de un cuerpo nefasto
Por Luis Valenzuela
P.
www.sobrelibros.cl, 31
de agosto de 2004
Nadia Prado, en Copyright, propone el discurso inestable
y vacilante de una hablante poética en cuya geografía
corporal tanto llaga como sangre forman parte del paisaje. Sin embargo,
desde la inestabilidad intenta reconstruirse por medio de una palabra relativizada que le permite en ocasiones resarcirse. Así, al
recorrer los versos de este poemario nos cruzamos con una poesía
de cuerpo y palabra en constante roce con el mundo. Percibimos una
poesía que bien podría entrar en la tradición
de la poesía chilena que ha planteado esta enlace, bastaría
leer a Gabriela Mistral en Desolación, a Carmen Berenguer
en Sayal de pieles y Naciste pintada, y hace poco a
Paula Ilabaca en Completa, para reconocer el hilo conductor
que las une. De esta manera, tanto en esa tradición como en
la de Copyright percibimos el cuerpo como único bastión
de lucha frente al mundo, en este caso intentando emerger como apariencia
tras un discurso desgastado: “estoy débil/ algo más
débil/ mi cuerpo yace/ pero parece tan grande”.
Entonces, ¿cómo intenta configurarse la hablante de
Copyright en su universo vacilante? Se coloca en tensión
entre palabra y vivencia, entre un adentro-cuerpo y un afuera-mundo:
“La ciudad grita de horror, mientras tanto,/ cierro los ojos y simulo
no temer nada”. Así, el cuerpo se arrulla y se contorsiona
frente al mundo externo desde el cual oye risas y luego llanto; donde
las estrellas pueden ser belleza, pero: “si les doy un tiro apuesto
a que sangran y dicen/ un aullido que también el lago conoce”.
Por lo tanto, tal tensión es parte de la contradicción
que experimenta: “Es un día de sol,/ sólo que lluevo/
oscuro [. . .] Es un día de frío,/sólo que ardo/
quieto”; un oxímoron de polaridades imposibles, pero que a
la vez invierte y da nuevo sentido a la palabra como enunciación
creativa.
Copyright es poesía en prosa, con sesgos narrativos
y desorden gramatical. O sea, un todo que forma parte del simulacro
y que a la vez es acto verbal creativo: “Me llené de palabras,
comí palabras
y con las que me sobraron mentí lo necesario”. De esta forma,
la palabra no solo es letra y sonido, también es pensamiento
e imagen para la hablante, y lo que se piensa se transforma en realidad:
“Comía, soñé que comía./ Comía,
pensé que comía”. Estamos en presencia del cuerpo nefasto
que hace de la palabra un verdadero simulacro que le permite habitar
ese sitio de afuera, a veces hostil. El cuerpo que mora el poema es
surcado y llagado sin lograr callar a esta silenciosa hablante. Por
el contrario, le da voz. Voz contradictoria, pero voz; incierta, pero
voz; simulada, pero voz. Cuerpo, sangre, llagas, costra: “la costra
ahora es cáscara que me cubre por completo”. De este modo,
este cuerpo que habitualmente queda afuera se refugia en el interior
de la voz poética, donde espera construir su sitio, tal vez,
desde la palabra simulada. Esta tiesura da cuenta de una hablante
que entabla una relación fingida y a veces cínica con
el mundo por medio del cuerpo nefasto y aciago. Este roce con el mundo
es a través de los sentidos -“Los sonidos en silencio”-, un
oxímoron sensorial auditivo que nuevamente desestabiliza el
real significado de todo, y termina por simular y contradecir.
Por otra parte, el cuerpo también es carencia cuando el hambre,
el frío y el calor llegan a quemarlo. Hay carencia, pero a
la vez oposición a la hostilidad: “Resistiré este cuerpo
nefasto. Sin párpado, sin ojos, sin boca, sin lengua”. Por
lo tanto, el cuerpo nefasto intenta habitar simulando por medio de
la palabra que es el verso y la literatura que hace real todo lo que
dice: “Llamé a mi provincia mentira”. La palabra, la literatura
del simulacro es la construcción que desde un adentro corporal
—como defensa frente a un mundo antagonista de afuera— hace la hablante,
en roce sensorial constante: “Yo fui a buscar palabras, me costó
tanto hielo y tantos golpes encontrarlas”. El cuerpo es el bastión
y la palabra también lo es, ambos desde lo precario y frágil:
“Escribo los objetos en la ingenuidad del lápiz que cree que
atrapa la realidad, pero lo que existe es lo que creo que existe,
más allá a lo lejos destellos que engañan”. Pero
el engaño está acá también, en este cuerpo
nefasto y marcado, en esta palabra: copyright.