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Nicanor Parra en París
Por Luis Pradenas Chuecas(*)
Publicado en LE MONDE diplomatique | septiembre 2014
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… sur l’eau dansait le navire…
Je marche près de la Seine
Et sur le pont du Louvre
Mon cœur pleurait !
Violeta Parra, Une chilienne à Paris
Querido Nicanor, fue un domingo en la mañana, en el bar de un hotel cercano al Louvre, muy cerquita de donde el corazón de Violeta dejó caer al Sena, treinta y tantos años antes, su dolorido y nostálgico lagrimón. Toda la semana, mi amigo Felipe y yo, la habíamos pasado siguiendo y filmando Les Belles Étrangères (1), por distintos rincones de París.
—¿Y para qué es esta entrevista? –usted nos preguntó, a Felipe, que manejaba la cámara, y a mí, que por azares y mágicas circunstancias me tocó apechugar como su entrevistador.
—La primera idea es guardar un documento... No es ni periodístico ni crítica literaria lo que queremos hacer... Nosotros dos venimos de Temuco, somos músicos y hace más de catorce años que vivimos aquí. Entonces, de repente usted viene acá, y nos dijimos ¿por qué no hablar con él? Así, tal cual, nosotros mismos...
—Eso seria lo ideal, para uso privado, una cosa así ...
—No tanto, nosotros pensamos darle difusión, hemos buscado el mejor material...
—Claro, al mismo tiempo tienen que financiarse...
—Hace un rato, viniendo para acá nos preguntábamos ¿para qué estamos haciendo esto, a quien nos vamos a dirigir?, y le decía a Felipe que yo pensaba en mi hija Martina, que vive en Chile, en mis hijos parisinos, en mis amigos... Es la gente que yo tengo en la cabeza... y en todo.
—Qué bueno que me dices esto porque uno se inhibe si está hablando para un público. Yo me inhibo...
Así se iniciaba nuestra conversación, en una especie de tanteo en el que mi voz tartamudeaba a veces, pero que usted escuchaba atentamente y, para mi sorpresa, también, a veces solicitaba. Usted comenzó por hablarnos de un encuentro del día anterior con una periodista mexicana, “de una de esas transnacionales de la cultura”, que cubría el evento en París.
—Resultó una anti-entrevista... tuve una pataleta ante las cámaras y al mismo tiempo yo sabía que las cámaras estaban ahí. Estábamos los dos allí presentes. Ella, como entrevistadora, que se defendía de los ataques míos, y yo que me defendía también de ella y que quería hacer mi numerito frente a las cámaras y no el numerito que ella quería que hiciera.
Yo tuve entonces como un desasosiego... –como decía mi tía Laura– hasta que pasado un rato, volviéndome el alma al cuerpo, le oí hablar de sus hijos entonces veinteañeros..., y luego decir, muy amistosamente: “Entonces, vamos a hablar para nuestros hijos”. Ese fue su “vamos”, así se fue hilando la conversación en la que yo intentaba sobrepasar el respeto paralizante, buscando al poeta y al hombre con la mayor franqueza posible. Hoy quiero nuevamente agradecer que haya aceptado nuestra invitación, tan generosamente haciendo gala y no ostentación de las cualidades humanas cantadas por su hermana Violeta: “discreto, fino y sencillo son joyas resplandecientes, con las que el hombre que es hombre se luce decentemente”.
Hasta ahora, muy pocos amigos han visto la filmación o leído la transcripción de aquel encuentro (2), regalo de la vida. Y si es solo ahora, veintidós años más tarde, que estos extractos salen a la luz, es porque queremos compartirlos con aquellos que lo quieren, a manera de saludo, festejo y homenaje, en el día de su cumpleaños número 100, uséase, su primer centenario.
Volvamos, entonces, querido Nicanor, a les Belles Étrangères, a aquella mañana de domingo, mezclando ideas, improvisando una forma de acercarnos a conversar y a conocerlo, ahí, en vivo y directo.
—Usted es poeta y matemático... las matemáticas como que tienden a representar la realidad en una ecuación y la poesía en la metáfora. ¿Cómo se conjuga en una persona un pensamiento riguroso, matemático, científico, con aquello que es como una sensación, el pensamiento poético, la poesía?
—Bueno, yo fui profesor de física teórica toda mi vida –estoy usando ahora la expresión que usaba Newton para designar a la física. Trabajé cuarenta años en lo que podría llamarse los fundamentos de la mecánica clásica y la relatividad, y por otra parte hacía mis poemas, mis anti-poemas... No hay física sin matemáticas, la física necesita de las matemáticas, ese es el lenguaje de los físicos, o uno de los lenguajes... Yo trabajo mucho en la poesía con un principio que podría llamarse “principio de economía del pensamiento”, de manera que los poemas podrían llamarse también teoremas. Esta no es una poesía decorativa, se trata de decir el máximo con el mínimo. Y
ese es un principio que respetan también las matemáticas. Así es que ahí tendríamos, como te dijera yo, una primera aproximación a esta actividad doble.
—La primera vez que lo vi fue en el Centro Pompidou. Lo primero que le oí leer fue “Defensa de Violeta Parra”, y desde ese día usted es el Nicanor Parra que yo conozco así, materialmente. Y de la lectura de ese día, me quedó grabada una frase, un verso... en “El hombre imaginario” todo es imaginario menos el dolor.
—El hombre imaginario es un poema escrito en Conchalí, un barrio de Santiago, ahí en la Herradura de El Salto, en el año 1978. En ese año yo tuve una experiencia sentimental limite... andaba todo el tiempo pensando en una pistola, una cosa así. Y después de escribir este poema como que empecé a remontar una curva que hasta entonces venía bajando, parece que iba derecho al abismo no más. O sea, este poema indica una suerte de punto de inflexión, si yo no hubiera escrito este poema no me hubiera salvado.
La conversación bifurca a ratos hacia los costados, el hombre imaginario nos lleva por entre vericuetos imaginarios... En el entusiasmo me encuentro de pronto hablando del exilio y los sueños...
—Cuando nosotros nos preguntamos de donde venimos, nuestro pensamiento vuelve a la infancia, al sur de la infancia... y entonces nos decimos, y ahora ¿volvemos, nos quedamos, para donde vamos?, lo que tratamos así lo más honestamente de realizar es..., decir, tenemos sueños que realizar, aquí o allá, o en donde sea, en este paso por la vida. Entonces, hacia allá vamos exactamente como cuando en Chile alguien dice : “Vamos andando y veremos”, dijo un ciego a un cojo.
—Verdad... Pero espérate, se me quedó algo en el tintero. Tú dijiste que en El hombre imaginario hay una palabra, un sustantivo que no está acompañado del adjetivo imaginario. Perfecto, pero hay además otro sustantivo... Claro tu podrías decir que el dolor no es imaginario, o no se dice que lo sea, pero también la muerte, “a la muerte del sol imaginario”, se dice por ahí. Eso quería recordarte, serían dos los puntos de apoyo del poema, el dolor y la muerte.
—Cuando me refiero al poema no me refiero a partir de una lectura detallada sino a partir de...
—La impresión general
—La percepción que yo tuve, lo que sentí en ese momento ahí
—Si, claro. ¿y tú crees que seria bueno repetirlo ante la cámara, o ya lo tienen archivado?
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
Rodeada de arboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
Irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
Ocurridos en mundos imaginarios,
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
Y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
Que consiste en un valle imaginario
rodeado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
Entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
Que le brindó su amor imaginario,
Vuelve a sentir ese mismo dolor,
ese mismo placer imaginario
Y vuelve a palpitar el corazón
del hombre imaginario
—Hablando de experiencia limite... Para nosotros, para una buena parte de Chile, yo creo que hubo gente que se dio cuenta y gente que no se dio cuenta de lo que fue el golpe de Estado y la dictadura. Dentro de mi familia, digamos, una parte de mi familia con una relativa consciencia de lo que pasaba y otra parte como si nada. La vida seguía su curso... variaron muchas cosas pero la “normalidad” se veía en las calles, una apariencia de calma… Yo estudiaba antropología y se trataba de ir a la realidad.
—¿Y tú veías el mundo a través de gafas ideológicas o no? Porque eran tiempos de ideología, ¿tenías una camiseta puesta o no?
—Yo tenía catorce años cuando salió elegido Allende
—Ah, bueno, eras un niño. Retiro la pregunta.
—No, pero es importante, porque la camiseta yo me la puse con la Violeta, con Víctor Jara, escuchando sus canciones, y leyendo también sus poemas. Mi camiseta es la que usted también me dio. Entre mis 14 y mis 17 años, que es la época de la Unidad Popular, no era alguien de partido, pero si tuve una militancia en el sentido que en esa época yo no tuve polola, yo tuve compañera, a mi enamorada yo le decía compañera, ¿entiende?
—Ah, ya. Estabas ubicado en uno de los bandos
—Por supuesto
—La palabra compañera lo decía todo.
—Para mi era total. Allende en Temuco, era solo mirarlo desde lejos pero ver mucha esperanza ahí, en el aire había como una felicidad al alcance de la mano.
—Claro, una aproximación afectiva. Fíjate que la posición mía era distinta, y sigue siéndolo… A mi todavía me hacen preguntas en las entrevistas: ¿bueno, y usted es izquierdista o derechista?. La respuesta mía es: yo soy ciudadano planetario, yo soy ecologista. Nosotros estamos convencidos, yo pertenezco a un grupo de ecologistas que estamos convencidos de que el conflicto es de mucho mayor calibre… Si bien no estamos en el abismo, estamos al borde del abismo. Andábamos buscando el paraíso terrenal, tanto capitalistas como socialistas, las diferencias eran de método no más, pero todos íbamos derecho al paraíso. ¿Cómo es posible que este paraíso haya resultado ser un infierno? Cuando nos hacemos esa pregunta ya entramos en profundidades, y tenemos que revisar la historia de la cultura, los postulados, los paradigmas del pensamiento, que son los que en último término están determinando la acción…
—Entonces, si dar respuesta a todo eso es el resultado de un viaje en el tiempo, y si el contacto con otras realidades permite una nueva óptica hacia una realidad local, el paso, digamos, de todo ese bagaje, de todo ese equipaje, se vierte en un lenguaje que reinventa y replantea lo cotidiano, y nosotros como lectores en esa época, cuando usted regresa de los Estados Unidos, nos encontramos con “Artefactos”
–y no sé, pero un artefacto es distinto de un poema, artefacto es una estufa, una cosa así– la forma aparece como una prolongación del significado, y en un lenguaje que en Chile era o es rechazado. Que alguien diga “pico”, por ejemplo, es mal visto.
—Sí
—Ahora mismo a mi me cuesta un poco decirlo frente a la cámara y todo eso…
—Natural
—Sin embargo, usted viene y lo pone, lo sitúa al centro de la poesía
—Exactamente
—Entonces, ese lenguaje cotidiano deja entrever, como un rastrojo, ese bagaje y ese planteamiento que usted acaba de hacer…
—Claro, porque el problema de la contaminación no está solamente referido al aspecto material de la cultura, sino también al otro. También está contaminado el lenguaje, nuestra visión de la realidad está en tela de juicio…
A media mañana, el bar comienza a llenarse de pasajeros y clientes del hotel. Mientras filmamos y conversamos, algunos asoman furtivamente la cabeza por la puerta del bar. El aroma del café, el humo azul de los cigarrillos mañaneros, las voces repitiendo los pedidos a los garçons del bar y un murmullo constante que se instala nos apuran la conversación, que pasa de un sujeto a otro, como saltando entre las piedras de un riachuelo sonoro.
—Volviendo un poco a un plano local… Hay en Chile una tradición que se instala, que es como yo también lo pienso una tradición inventada, todo depende por donde se la mire. Dentro de la literatura, por ejemplo, ¿existe una tradición chilena propiamente tal?, o en el fondo ¿qué es Chile?
—Bueno, este tema de la reflexión crítica hispano-americana a mi me interesa de sobremanera. Yo empiezo por decir que la palabra misma “hispano-américa” es una palabra que no está bien ubicada ahí. Solamente un sujeto muy inocente y muy primario puede aceptar que se le cuelgue este San Benito de “hispano-americanismo”. Hispano, fíjate tú, la palabrita. Nosotros seriamos hispanos, y después, Américo, americanos. O sea nosotros tenemos que ver exclusivamente con lo que ha pasado en nuestro continente después de la llegada de los españoles. Bueno, eso es lo que quieren los españoles y los europeos en general que ocurra pero nosotros, imagino yo que además de esa, también tenemos otra perspectiva. Nosotros salimos de allí, de esa tierra, de ese paisaje, y muchos tenemos además gotas de sangre mapuche. A mi me parece que la palabra mapuche es una palabra clave. Mapu, es tierra, che, hombre, mapuche: hombre de la tierra. Nosotros somos hombres de la tierra, es un espanto que aceptemos el calificativo de hispano-americanos. Quedan inmediatamente al margen, marginalizados, los pobres mapuche no son hispano-americanos. ¿Te das cuenta de la monstruosidad? Fíjate Lucho, nosotros hispano-americanos o latino-americanos, los pobres mapuche no quedan incluidos en esa comunidad, ¡quedan excluidos desde la partida! … Desde el punto de vista mapuche, los invasores son los “huinca”. Y no tan solo invasores sino que “huinca trewa”, es decir perros bandidos. A continuación ellos agregan : “kiñe ñuke mari chau”, una madre diez padres, o sea, perros ladrones, hijos de puta. Yo creo que es de ahí de donde deberíamos partir nosotros. Claro que habría que agregar una tercera categoría, que es bastante espantosa, pero parece que todos somos eso. No somos ni mapuche ni huinca, ¿sabes lo que somos?: yanacona. O sea, mapuche pasado al bando de los huinca. Yanacona, o malinche, como les llaman en México. Yo creo que al hacerse consciente de esas tres categorías –mapuche, huinca, yanacona– vamos a poder vernos mejor, creo yo.
—Buscando un plano en que situarnos frente a usted, nosotros vimos llegar a un hombre que de antemano queríamos, leíamos y sentíamos así como a un amigo. Lo vimos leer y escuchamos de entrada la Defensa de Violeta Parra, y era la primera vez que lo veíamos de cuerpo presente. No queríamos cuestionarios, de chincol a jote, queríamos un encuentro. Y cuando usted hace un rato decía que en los años setenta estaba de bandera verde, yo tenía 17 años y estaba con mi compañera… hay una diferencia de bagaje, también de persona. Entonces ¿hasta qué punto lo que hablamos uno y otro no se pierde?, yo lo busco y lo sigo con los ojos…
—Por cierto. Además no te olvides que estamos frente a una cámara, una cámara. Y lo que se puede decir al respecto es que la cámara nos modifica a nosotros. Hay que recordar ese principio básico de la física contemporánea: el observador modifica el objeto observado. Para observar un electrón hay que iluminarlo, o sea hay que modificar la partícula observada. En este momento frente a la cámara nosotros no somos lo que somos…
—Justamente, esa fenomenología de la situación está en su poesía. Digamos, yo escribo y yo me escribo… hay una contestación constante, allí está la vida en movimiento, en un fluir, y ese fluir es lo que necesitamos, sea para los sueños o sea para tomar la micro…
—En relación a esto que tú dices del movimiento. Recuerdo haber leído una vez un poema frente a un amigo en los Estados Unidos, un amigo mío que es un gran crítico… Leí el poema, creo que fue “El hombre imaginario”, y él me salió con una respuesta que me dejó patitieso. Porque yo esperaba una respuesta, un comentario que pensaba iba a ser más rico. Me miró y me dijo: “Nicanor, fluye”. Y en vista de que me vio confundido, me dijo: “Nicanor, lo más que se puede decir de un texto es que fluye”. Yo agregué después algo más. Aquí nos vamos a poner un poco críticos literarios, ah. En el texto, además de fluir, las palabras deben también rotar. O sea, deben estar dotadas de dos movimientos: un movimiento de traslación en el texto, pero ellas deben ir también girando en un movimiento de rotación, como el movimiento de la tierra alrededor del sol…
Felipe nos advierte que solo quedan unos pocos minutos de película para filmar…, “pero, denle no más” -dice, sonriente. Se han juntado en el bar algunos curiosos, escritores y poetas, pasajeros y clientes del hotel. Un hombre permanece allí de espaldas, sentado en una silla junto a la puerta del bar, escuchando. Y usted, querido Nicanor, está acomodado en el sofá, las piernas alargadas reposando sobre un pouf, y yo sigo también allí, junto a una mesita frente a usted sentado, en un rincón del bar. Queda poco por filmar, usted tiene la palabra, diga lo que usted quiera…
—Claro, seguimos conversando, evidentemente… En la conversación apareció esa palabra misteriosísima, el Tao. Imperceptiblemente llegamos al Tao Te King, o sea El libro del buen camino. Yo llegué a este libro en forma accidental, en la década del setenta, el año 1978. De nuevo el mismo año de El hombre imaginario. Y El hombre imaginario no hubiera sido posible sin el Tao Te King, y sin la experiencia que provocó el poema, que fue como dije un “happy law affair”. Si hubiera conocido el Tao Te King antes, yo no hubiera escrito El hombre imaginario y la mujer imaginaria no hubiera saltado después desde un octavo piso, como efectivamente saltó. Y si hubiera conocido oportunamente, antes del año 1967, año del suicidio de la Violeta, si entonces hubiera conocido el Tao Te King, –la Violeta me daba mucha bola a mí–, yo la hubiera salvado del suicidio.
—El Tao Te King podría ser un secreto vacío…
—Podría ser. Se ha dicho que es un manual de primeros auxilios, que es un tratado de artes marciales, se le puede enfocar desde muchos ángulos. A mi lo que me llamó la atención fue una vez que yo tomé un libro, y resultó ser éste que estaba sobre un piano, y en ese momento yo estaba cerrado a toda posibilidad de lectura, no podía leer ni a Homero, no podía leer nada, ni Rimbaud, ni Baudelaire, me parecía que ya había estado y que todos esos espacios estaban contaminados y agotados. Pero entonces leo lo siguiente: “El Tao del que se habla ordinariamente no es el Tao propiamente tal”. Segunda línea: “El Tao propiamente tal es innombrable”. ¡Dios santo! - dije yo, esta plenitud que se logra en estos dos versos se tiene necesariamente que romper en el tercero o en el cuarto. Leí toda la primera página y vi que seguía en pie. Demoré más o menos una hora, porque es un texto muy breve, y quedé absolutamente motivado. Y a partir de ese instante yo me di cuenta de que, -y ahora uso por tercera vez el término punto de inflexión-, me di cuenta de que a partir de ese momento yo empezaba a recuperarme, y que el dolor que hasta ese momento era un dolor purulento, un dolor vicioso, pasaba a ser un dolor positivo, un dolor higiénico. Este libro me enseñó a mi lo siguiente: yo me di cuenta de que yo había sobreactuado en esta relación, yo como Ying y ella como Yang. Había sobreactuado y que lo que tenía que hacer era simplemente sentarme. El que se mueve está perdido. Esa es una de las enseñanzas, el que no se mueve ese es el vencedor. Claro que estas son imágenes poéticas no más, no se puede decir que el Tao Te King diga esto o lo de más allá, porque en realidad lo que vale en ese libro, me parece a mi, es lo que va entre líneas, y que no son afirmaciones ni negaciones, sino que es una especie de música lejana que se percibe ahí. Es una voz la que se percibe, y uno quiere seguir escuchando esa voz nada más, y uno sabe que es una voz que no está rota, que no está quebrada…
Aunque ya no había más película para filmar, Felipe no quiso interrumpir esta conversación que se prolongó por un largo rato todavía. Luego, nos despedimos apresuradamente con un abrazo. Mientras enrollábamos los cables y plegábamos el trípode de la cámara, el hombre que había permanecido largo rato sentado de espaldas junto a la puerta del bar, se acercó a nosotros. Era el poeta Juan Luis Martínez, para decirnos que nos invitaba a tomar el desayuno la mañana siguiente en el hotel, pero sin cámara ni grabadora –insistió- solo para conversar. Al día siguiente, eso hicimos, junto a Eliana, su mujer. Nunca nos volvimos a encontrar pero, como usted, Juan Luis nos dejó también la inmensa alegría de compartir la poesía, no solamente como un texto sino como una manera de vivir. Desde esa mañana en París, nosotros tampoco nos hemos vuelto a ver, sin embargo su recuerdo y poesía permanecen en mi alma como una invitación a la alegría y aun como un antídoto a la siutiquería y al cangrejo neuroendocrino que mordisquea el tiempo en mis entrañas, o como usted ya lo dijo, en su brillante Defensa de Violeta Parra, “un manantial inagotable de vida humana”.
Querido Nicanor, reciba un gran abrazo, más allá del tiempo y la distancia, deseándole con nuestro amor de siempre un muy feliz cumpleaños y que para nuestra alegría viva cien y mil años más.
París, agosto de 2014.
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Notas
1. “Les Belles Étrangères” es un encuentro literario internacional realizado en Paris desde el año 1975. Invitados por el ministerio de la Cultura y otras instituciones francesas concernidas, diez escritores y poetas chilenos exponen las tendencias y desafíos de la literatura chilena contemporánea, les belles étrangères chiliennes, a través de lecturas, conferencias y debates, realizados en distintos lugares culturales parisinos, entre el 6 y el 16 de abril de 1992. Los escritores y poetas invitados son: Poli Délano, José Donoso, Jorge Edwards, Diamela Eltit, Juan Luis Martínez, Luis Mizón, Nicanor Parra, Antonio Skármeta, Armando Uribe, y Mauricio Wacquez.
2.Philippe Jobet – Luis Pradenas, Nicanor Parra en París, abril 1992, arcafilms, Paris.
(*) Antropólogo, músico, sociólogo. Doctor de la Universidad de Paris 7 - Denis Diderot