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Por la biología matemática y la física,
un afortunado encuentro con Nicanor Parra
Por Faustino Sánchez Garduño
Publicado en Boletín, N°420. Departamento de Matemáticas. Facultad de Ciencias UNAM
Octubre de 2013
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Me da muchísimo gusto que Nicanor Parra haya ganado el Cervantes.
Teníamos una deuda con él”
José Emilio Pacheco
El 30 de noviembre de 2011, el Jurado del Premio Cervantes 2011 —máxima presea que se otorga a escritores en lengua española— decidió adjudicárselo al poeta chileno Nicanor Parra Sandoval. De esta manera, Parra se convirtió en el tercer chileno que recibe el Cervantes. Antes lo fueron Jorge Edwards (en 1999) y Gonzalo Rojas (en 2003); también, con ello se convirtió en el escritor más viejo a quien se le haya otorgado el prestigiado premio. A juzgar por los nombres de los finalistas, seguramente la decisión no fue fácil, pues en la lista final se encontraban el nicaragüense Ernesto Cardenal, el colombiano Fernando Vallejo, el uruguayo Eduardo Galeano y la cubana Fina García Marruz. Por México, los finalistas fueron Fernando del Paso, Homero Aridjis y Margo Glantz.
La ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2011, se realizó el 23 de abril de 2012 en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Debido a lo delicado de su estado de salud, el poeta chileno no asistió. En su representación, lo hizo un nieto suyo. Éste llegó a Alcalá de Henares, haciéndose acompañar de una vieja máquina de escribir que su abuelo envió como obsequio a fin de que esta reliquia pasara a formar parte del inventario de dicha Universidad. No era cualquier máquina de escribir… se trataba de la máquina con la que Nicanor Parra escribió sus primeros poemas. Para esta ocasión, el nonagenario poeta preparó un discurso leído por el nieto. En él, entre otras cosas, Parra pidió un año de plazo para terminar (y entregar) un libro de su autoría… ya transcurrió un año, ¿lo habrá terminado?
Nicanor Parra nació el 5 de septiembre de 1914 en San Fabián de Alico, Chile, en el seno de una familia modesta y arraigada a lo popular. Su padre (don Nicanor), fue profesor de primaria, juglar, guitarrista y bohemio. Su madre, doña Clara Sandoval fue modista. En 1932, el joven Nicanor viajó a la capital chilena donde estudió Física en el Instituto Pedagógico y después en Estados Unidos. Licenciado en Ciencias Exactas y Físicas por la Universidad de Chile, después se especializó en Mecánica Avanzada en la Universidad Brown de Rhode Island en Estados Unidos y amplió su formación académica en la Universidad británica de Oxford, en Inglaterra.
Nicanor Parra, es el mayor de una familia de nueve, entre los que se cuenta a la conocida cantante Violeta Parra, tres años más joven que Nicanor; también otros dos hermanos suyos se dedicaron a la música. Pablo Neruda, el segundo Premio Nobel en Literatura de nacionalidad chilena, estableció un paralelismo entre las familias Revueltas, de México, y la Parra, de Chile. En su Para Nacer he Nacido [1], el poeta escribió:
“Esta familia Revueltas tiene “ángel”. En un país de creación perpetua, como el país hermano, ellos se revelaron excelentes y superdotados. Es una familia eficaz en la música, en el idioma, en los escenarios. Pasa como con los Parra de Chile, familia poética y folklórica con talento granado y desgranado.”
Sus tiempos en Oxford: Gravitando entre dos centros de atracción
A finales de la década de los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado, Parra residió en el Reino Unido, donde, con una beca otorgada por el Consejo Británico, se matriculó en el Saint Catherine’s College para realizar un doctorado en Cosmología en la Universidad de Oxford. Su estancia en la vetusta y también cosmopolita ciudad británica —quizás debido a la atmósfera que genera la flema inglesa— lo acercó a la poesía. Sin embargo, para él la existencia de dos polos de atracción intensos, le produjo momentos de conflicto. Nuestro personaje lo expresó así:
«Llegué a Oxford y percibí algo en la atmósfera, sentí dos tipos de fuerzas. Percibía por un lado a Shakespeare y por otro a Newton, y una de las primeras cosas que me ocurrió fue memorizar el monólogo de Hamlet, y aplanaba las calles de Oxford, repitiendo hasta el infinito el “to be or not to be, that is the question”.»
Realmente el conflicto lo resolvió gravitando desde la órbita alrededor de Newton a la correspondiente de Shakespeare. Aparentemente durante este periodo, tanto la cuenca de atracción de la literatura como la intensidad de aquélla, sobrepasaron a las de la física. Así, durante su estancia en Inglaterra, además de definir su estilo literario, Parra escribió una buena parte de su obra poética inicial y también estudió mecánica avanzada. En ésta, tuvo como supervisor al reconocido astrofísico y matemático inglés Edward Arthur Milne. El tema sobre el que versaría la tesis para obtener el doctorado (D. Phil., de acuerdo a la tradición oxfordiana) era: Algunos problemas no resueltos en relatividad cinética [2].
En el año 2000, la Universidad de Oxford nombró a Nicanor Parra Honorary Fellow del Saint Catherine’s College. Este honor lo comparte, entre otros, con: el destacado matemático inglés Michael F. Atiyah a quien se le confirió la Medalla Fields 1966 [3], el lingüista, filósofo y crítico político norteamericano Noam Chomsky y la ex-primera ministra pakistaní Benazir Bhutto, asesinada en diciembre de 2007.
Durante sus años en la Universidad de Santiago, Parra hizo compatible su labor literaria con la enseñanza de la mecánica. En 1996 dejó de impartir clases de Mecánica Teórica, actividad que desempeñó durante cincuenta y un años. Ahí fundó el Instituto de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ingeniería junto con Enrique Lihn, otro poeta “todoterreno”.
Apasionado defensor de la democracia; en 1988 participó en su país en el Frente Amplio de Intelectuales por el “No”, el cual se formó a raíz de la realización de un plebiscito que la dictadura militar que gobernaba Chile desde 1973, se vio obligada a realizar a fin de decidir su permanencia en el poder o abrir las puertas a las jornadas electorales. Como sabemos, ganó el “No” a la continuidad de la dictadura.
El afortunado encuentro
Uno de los objetivos de este escrito, es compartir una afortunada coincidencia que —junto con otros colegas biomatemáticos latinoamericanos— tuve el privilegio de vivir en agosto de 1998. En esa ocasión, se realizó el IV Encuentro Latinoamericano de Ecología Matemática; las actividades de la primera semana del evento, se desarrollaron en el Instituto de Matemáticas de la Universidad Católica de Valparaíso, en Valparaíso, Chile; mientras que la segunda, se efectuó en Mendoza, Argentina… cruzando la cordillera de los Andes. Si la memoria no me falla (o por lo menos no tanto), de México asistimos: los hermanos Miramontes (Octavio y Pedro), Ignacio Barradas, Jorge Velasco, Andrés Fraguela y yo. Valparaíso, ciudad y puerto situado en el Pacífico chileno destaca por lo escarpado de su suelo; montañas por las que trepan decenas de colonias: algunas, populares; otras, de clases acomodadas. Los organizadores del Encuentro nos hospedaron en Viña del Mar, centro turístico situado a pocas decenas de kilómetros de la sede del evento. El viaje —el de ida y el de regreso— nos permitía tener una vista de la playa en dos momentos muy distintos del día. Una tarde en la que no hubo actividades del Encuentro, Pedro Miramontes —mi amigo desde hace casi ocho lustros— y yo, la aprovechamos para caminar por el centro de Valparaíso; también fuimos a un mirador desde el cual se dominan perfectamente las instalaciones del muelle. Entre las muchas embarcaciones —grandes y pequeñas— en un sitio reservado, se encontraban tres navíos de guerra pertenecientes a la marina chilena. Éstas, fueron obsequiadas por la Gran Bretaña, por la entonces primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher en gratitud por los servicios que el régimen de Pinochet le prestó durante la guerra Argentina-Reino Unido (del 2 de abril al 14 de junio de 1982), por la posesión de las Islas Malvinas, y las Georgias del Sur situadas en la parte más sureña de nuestro continente. Chile le prestó a la Gran Bretaña dos barcos recién adquiridos y que ya venían rumbo al Atlántico sur. El hecho de que ya hubieran recorrido buena parte del camino les permitió una gran ventaja estratégica en la pronta recuperación de las islas Georgias del Sur. Adicionalmente, Chile le proporcionó informes a la Gran Bretaña acerca de las capacidades militares argentinas, además de permitir las maniobras desde sus aeropuertos de aviones británicos pintados con las insignias de la fuerza aérea chilena. Después de dos meses, los británicos, al salir victoriosos, reafirmaron la posesión de las islas Malvinas y de las Georgias del Sur. Por su parte, aun hoy día la Organización de las Naciones Unidas considera esa región de nuestro planeta como “zona en litigio”.
Al final de la primera semana del Encuentro, un grupo pequeño de los asistentes organizamos una visita a la casa de Pablo Neruda que se encuentra en Isla Negra en la provincia de San Antonio, a unos 85 kilómetros al sur de Valparaíso. A ese viaje se apuntaron los venezolanos Diego Rodríguez y Jesús Alberto León. Este último, además de ecólogo matemático, también es poeta. De México, íbamos Andrés Fraguela y yo. El grupo se completó con una pareja de colombianos cuyo nombre no recuerdo ahora. Nos fuimos en un autobús de segunda y, en menos de dos horas, llegamos a Isla Negra. De inmediato preguntamos por el sitio en el que se encontraba la casa del Nobel en Literatura. Una persona nos indicó la forma de llegar: “váyanse por aquí, caminen derecho y luego doblen a la derecha...”. Se trataba de un acantilado desde el cual se domina en toda su inmensidad esa parte del Océano Pacífico, al que Neruda en su Memorial de Isla Negra[4], se refirió así:
“El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana.”
El azul intenso del agua de esa parte del océano, lejos está de hacer honor al calificativo “pacífico”, pues el agua golpea y vuelve a golpear desordenadamente las rocas obscuras del acantilado. La casa es un decir, se trata del casco de un velero de unos 20 m. de eslora colocado en una ladera de un predio con vista al otrora llamado Mar del Sur. Al lado de la entrada del predio, cual guardianes, se encuentran dos grandes vigas dispuestas en forma de una “x” asimétrica y, de unos travesaños que las unen, cuelgan unas campanas de cobre. En el interior del casco —además de objetos personales del Premio Nobel de Literatura 1971— se encuentra una abundante colección de artesanías y otros objetos de los más variados rincones del planeta. Destacan artesanías de India y México; también hay una que otra pieza prehispánica de México. Sobre la ladera, a unos treinta o cuarenta metros hacia abajo, vimos una choza (la Covacha de Neruda) de paredes de madera y techo de tejamanil desde cuyas ventanas se domina el Pacífico sur. Al velero —ahora hecho museo— y a la choza, los une una veredita que serpentea. Al vigilante de la casa-museo le preguntamos: ¿qué es ese lugar?, ¿qué hay ahí? De inmediato y con gentileza, nos contestó: “Cuando don Pablo quería estar solo para escribir, se encerraba horas y horas en esa choza”. Conjeturamos entonces que, desde la soledad de la Covacha, habrían salido quién sabe qué cantidad de poemas.
En su poema Disposiciones, contenido en su Canto General[5], escrito cincuenta años atrás, el poeta dejó dicho: “Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras / y de olas que mis ojos perdidos / no volverán a ver...” Voluntad que se cumplió en diciembre de 1992, cuando en un gran acto nacional, los restos de Matilde Urrutia —quien fuera la última esposa del Nobel[6]— y los de Pablo Neruda fueron trasladados de Santiago a la casa del poeta en Isla Negra, lugar donde ahora reposan[7].
Al terminar el recorrido por el museo, preguntamos por un lugar para comer. Alguien nos dijo, sigan por la carretera unos 100 m, después bajen hacia la playa ahí hay un lugar. Son unas palapas sencillas, pero se come muy rico, nos dijo con marcado acento de esa región de Chile. Seguimos las indicaciones, bajamos y en un espacio entre el acantilado y el agua oceánica, nos encontramos con un área (de unos doscientos metros cuadrados) techada con palma. El poeta y ecólogo teórico venezolano, se quedó viendo a la barra de un pequeño bar, sitio en el que se encontraban unos parroquianos, entre ellos uno ya mayor, alto, delgado, algo encorvado, de pelo largo y blanco y barba crecida. Al verlo, nuestro amigo Jesús Alberto León se adelantó y, abriendo sus brazos, exclamó: ¡Mi amigo, Nicanor cuántos años sin vernos! Se dieron un abrazo muy sentido y enseguida Jesús Alberto nos presentó a Nicanor Parra como: “el gran poeta chileno…a la altura de Neruda”. Confieso, mea culpa, que yo no había escuchado antes el nombre. Recuerdo que Jesús Alberto nos presentó ante Parra, como sus amigos biomatemáticos y mencionó la nacionalidad de cada uno de nosotros. El ahora laureado, dijo que él tenía formación de físico y que dio clase de mecánica racional durante muchos años y que parte de su formación la había hecho en Oxford. Estas frases dieron pie, dado que también tengo la formación de físico y que pasé por esa universidad británica, a un diálogo entre Parra y yo. Recuerdo que se refirió a los conceptos de masa, de energía, al teorema de las fuerzas vivas, etc., que Ernest Mach discute en su obra: Desarrollo histórico-crítico de la mecánica[8]. Casualmente, en mis años de estudiante de la carrera de físico en la Facultad de Ciencias de la UNAM, yo había leído ese libro. Creo que Don Juan de Oyarzábal, quien fue mi maestro de mecánica, entre otras muchas referencias de las que nutría su curso, se encontraba esta obra de Mach. Con el don de excelente expositor y conferencista excepcional que tenía Don Juan, recuerdo que él nos comentó —y así lo refiere Mach— que fue Hüygens el primero en usar el teorema de las fuerzas vivas el cual no es otra cosa que la ley de conservación de la energía mecánica, aplicado a objetos en caída hacia la Tierra.
Después de este rápido pero intenso intercambio de frases, dejamos a Parra y a sus acompañantes en la barra y el grupo de biomatemáticos reunimos dos pequeñas mesas, nos acomodamos a su alrededor, ordenamos un buen vino chileno y, con vista al mar, disfrutamos las delicias de un rico pescado. En esa ocasión, Jesús Alberto me hizo un encargo que, debo confesar, no lo he cumplido. “Saluda mucho de mi parte a José Sarukhán…mi gran amigo, lo conocí durante mis estudios de doctorado en el University College de la Universidad de Bangor, en el Norte de Gales”, fue el favor que me pidió el venezolano.
Regresamos a Valparaíso, justo en el momento de la puesta del sol…que, rojo, muy rojo, se escondía en el horizonte marino. Íbamos muy contentos: por haber visitado la casa de Neruda y por el inesperado y agradable encuentro con Parra.
Al Premio Cervantes 2011, Nicanor Parra suma los varios reconocimientos que ha recibido: el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2001), el Premio Municipal de Santiago (1937 y 1954), el Premio del Sindicato de Escritores de Chile (1954), el Nacional de Literatura de Chile (1969), el Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1991). Además posee la Medalla Abate Molina de la Universidad chilena de Talca (1998), la Medalla Rectoral de la Universidad de Chile (1999) y el Premio Bicentenario de la Universidad y la Corporación del Patrimonio Cultural chilenas (2001).
Una mirada a su poesía
Sería un despropósito que alguien como yo que tiene una formación básica en las llamadas “ciencias duras” y que se ha mantenido en ellas por algunas décadas, intente siquiera caracterizar la obra poética de Nicanor Parra. Sirva este comentario como una disculpa ante el amable lector a quien le adelanto que lo que escribo enseguida perfectamente pudiera tener imprecisiones propias de un lego en la materia, pues esto viene de la interpretación que me permito hacer de algunos autores, quiénes sí tienen la formación y la calificación para emprender la tarea mencionada arriba. Todo indica que el estilo poético de Parra se empezó a gestar —y posiblemente a desarrollar— durante su estancia en la universidad cuyo lema es: “Dominus illuminatio mea”, pues en una carta fechada en noviembre de 1949, escrita en Oxford y dirigida a Tomás Lago[9], Parra hace una suerte de declaración de lo que sería su poesía: “Estoy en contra de los tristes y los angustiados, de la misma forma que estoy en contra de los bufones estilo Huidobro. También me rebelo en contra de los profetas y en contra de los pensadores proféticos estilo T. S. Eliot.”
Utilizar el “lenguaje del pueblo” es uno de los elementos principales de la poética de Parra, además de su temática, que pone al hombre común enfrentado a sus dilemas de la vida cotidiana. Por ello, los que saben de estas cuestiones, ubican la obra poética de Nicanor Parra como “antipoesía”, supongo que por lo irreverente de la misma. De hecho, en su obra Poemas y Antipoemas[10] cuya primera edición apareció en 1954, causó tanto el asombro, como el rechazo de los puristas amantes de la poesía clásica. En esta obra suya, Parra creyó encontrar un remoto referente de la antipoesía, pues utilizó “el lenguaje del pueblo” en su creación literaria. La antipoesía es la poesía de lo cotidiano en su forma y en su fondo y Parra lo dejó en claro cuando, en 1962, en sus Versos de salón, escribió los siguientes versos que fácilmente se confunden con prosa. En ellos, con un dejo de egocentricidad, les aprieta los tornillos a los poetas:
“Durante medio siglo / La poesía fue / El paraíso del tonto solemne / Hasta que vine yo / Y me instalé con mi montaña rusa.”
De hecho, ya antes había escrito:
“…El poeta no es un alquimista / El poeta es un hombre como todos / Un albañil que construye su muro: / Un constructor de puertas y ventanas.”
Después del éxito de sus Poemas y Antipoemas a Nicanor Parra se le preguntó si buscaba ser el mejor poeta de Chile, a lo cual respondió: “No. Me conformo con ser el mejor poeta de Isla Negra”, en alusión a Pablo Neruda, que en ese entonces ya vivía en esa localidad de la costa central de Chile. También aludió a otros poetas chilenos cuando proclamó: “No a la poesía de pequeño Dios (por Vicente Huidobro), no a la poesía de toro furioso (por Pablo de Rokha), no a la poesía de vaca sagrada (por Neruda)”. Pese a estas opiniones críticas contra sus colegas y coterráneos, Parra vive ahora en Las Cruces, un lugar situado entre Isla Negra, donde vivió y está sepultado Neruda, y Cartagena, donde vivió, murió y está enterrado Vicente García-Huidobro Fernández, otro de los grandes literatos chilenos, iniciador y exponente representativo del movimiento estético llamado creacionismo.
Mark Strand es unos de los principales poetas estadounidenses. En 1990 fue nombrado poeta laureado de Estados Unidos; mientras que en 1999 recibió el Premio Pulitzer. Strand ha reseñado varias obras de Parra. Consultado sobre el poeta chileno y su influencia en Estados Unidos, señaló:
“Creo que Nicanor Parra es uno de los mejores y más originales poetas del siglo pasado. Las estrafalarias casi-narraciones en su libro de Antipoemas han sido tanto una inspiración como una influencia en mi propio trabajo, mucho más, digamos, que los poemas de Pablo Neruda. No puedo decir con seguridad si él es o no muy leído por los jóvenes poetas en los Estados Unidos. No estoy seguro si los poetas jóvenes leen mucho de alguien. Para mí y para otros poetas de mi generación, es un maestro, una de las grandes figuras de la poesía del siglo veinte.”
....Como cantaba su hermana Violeta: “Gracias a la vida…”, yo agrego —y con ello le pongo punto final a este escrito—-: gracias a la vida por haberme permitido este afortunado encuentro.
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Referencias y Notas
[1] Pablo Neruda: Para Nacer he Nacido. Seix Barral, 2005.
[2] Según lo consigna la Enciclopedia Británica: “Como las cosmologías basadas en la teoría general de la relatividad de Einstein, la relatividad cinética caracterizaba a un universo en expansión, pero no era relativista y usó el espacio euclidiano. La teoría de Milne se enfrentó con la oposición de sus contemporáneos tanto por sus fundamentos científicos como por los filosóficos, pero su trabajo ayudó a precisar las principales ideas sobre el espacio-tiempo…”
[3] Como es sabido, no existe Premio Nobel en Matemáticas. Sin embargo, en el mundo de los matemáticos la Medalla Fields se considera el equivalente al prestigiado premio. Ésta se otorga al o a los matemáticos que hayan hecho contribuciones fundamentales a esta ciencia y se entrega en una ceremonia especial en el marco del Congreso Mundial de Matemáticas que se celebra cada cuatro años. Compartida con otros matemáticos entre los que destaca el también líder opositor de la guerra de Estados Unidos contra Vietnam, Stephen Smale, Atiyah recibió el reconocimiento en el congreso mundial realizado en Moscú en el año 1966.
[4] Pablo Neruda: Memorial de Isla Negra. Editorial Seix Barral 1976.
[5] Pablo Neruda: Canto General. Editorial Seix Barral 2004.
[6] Matilde Urrutia: Mi vida junto a Pablo Neruda. Editorial Seix Barral, 2002.
[7] Para las fechas en las que termino de redactar este escrito, los restos de Pablo Neruda estarán siendo analizados por antropólogos y científicos forenses chilenos; los estudios fueron ordenados por un juez como respuesta a la demanda interpuesta por el chofer del poeta, quien asegura que Neruda no murió debido a las enfermedades que le aquejaban, sino que fue envenenado por los militares golpistas quienes, violentando la voluntad de la mayoría de los ciudadanos chilenos, dejando atrás una estela de muerte y represión, por las armas derrocaron al presidente democráticamente electo: Salvador Allende.
[8] Ernest Mach: Desarrollo histórico crítico de la mecánica. Espasa Calpe. Buenos Aires, Argentina, 1949.
[9] Tomás Lago, es un escritor chileno que cultivó varios géneros literarios, siendo el ensayo en el que mejor se desempeñó. Lago impulsó —y lo logró— la creación de un museo dedicado a la investigación y a la conservación del patrimonio artístico popular chileno. Uno de los poemas más bellos, más íntimos y fraternales de Nicanor Parra, se llama Palabras a Tomás Lago. Según Alvaro Matus: “Leerlo es una forma de recuperar un Chile perdido en la bruma de la historia y traer de vuelta a uno de los intelectuales más brillantes de nuestra tierra.”
[10] Nicanor Parra: Poemas y antipoemas. Nascimento, 1954.