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Nir Baram en Chile
"A veces es tan importante escribir como no escribir"

Por Nicolás Poblete
La Panera, N°57, enero de 2015


 

 


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Invitado a Chile por editorial Alfaguara, el escritor y articulista israelí Nir Baram (1976) participó a fines de septiembre en el diálogo Israel/Palestina: Espacios de Encuentro, Caminos para la Paz, donde fue posible visualizar, desde su particular perspectiva, el conflicto bélico en su dimensión geopolítica.

Además de compartir su postura política sobre la guerra, la violencia y las terribles consecuencias de esta tragedia, Baram nos habló de "Las buenas personas", su más reciente publicación en español, que contiene una gran ironía, pero también una señal de esperanza.

"Las buenas personas" se distingue por ser una narración única: es el primer relato surgido en Israel sobre la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva de los colaboracionistas judíos para con los nazis. No es de extrañar, entonces, que esta narración haya despertado no sólo interés y polémica; su traducción a distintos idiomas ha permitido leer una tragedia histórica desde un ángulo provocativo y paradójicamente humano.

En este libro nos encontramos con Thomas Heiselberg, quien toma la decisión de trabajar para la empresa nazi en la Polonia de 1938. En un contexto donde resaltan el miedo y la cobardía, pero también la integridad y la conciencia de una lucha por la cual es necesario sacrificarse, Baram nos acerca a una realidad tanto histórica como omnipresente en nuestra actual aldea global. Alabado por la crítica y elogiado por autores como A.B. Yehoshúa y Amos Oz ("En su núcleo late una curiosidad inmensa que es, ante todo, una curiosidad moral", escribió Oz sobre esta obra), Baram ha sido analogado a escritores tan dispares como David Grossman y Louis-Ferdinand Céline.

La novela es muy palpable en su escenificación, y las descripciones resultan muy verosímiles, a la vez que sensoriales, con un alto grado del sentido del lugar. El lector es consciente del peso histórico que cargan sus páginas y resulta evidente que hay un gran trabajo investigativo detrás de lo narrado. Si no fuera porque se trata de ficción, este texto podría ser confundido con una novela histórica.

- Primero quería preguntarte por tu participación en el diálogo. Hablaste de la idea de la guerra como una empresa, pero también del concepto de la paz como una empresa. ¿Cómo llegaste a esta posibilidad de analogía?
- Bueno, estaba intentando explicar cómo en Israel algunos países europeos y los Estados Unidos, durante los últimos veinte años, desarrollaron una cierta "industria de la paz" a través de muchas ONGs, tratados alrededor del mundo, investigaciones, puestos burocráticos; una mezcla de todo aquello más negocios privados, que veo como una suerte de pesadilla de "las buenas intenciones del capitalismo global". Ves todas estas fuerzas manejando el "proceso de paz", pero en realidad no hay un "proceso de paz". Entonces me volví más y más crítico de esta cultura de la paz que "no es política" y que desperdicia mucha energía positiva en empresas no políticas. En mi nueva novela, "La sombra del mundo", que será publicada en español este año, escribí sobre este conflicto.

- En tu novela se ve la necesidad de hablar desde otra perspectiva, de ver a las víctimas de manera diversa y problemática.
- Admiro a Primo Levi y pienso que hizo libros importantes sobre el Holocausto y las víctimas. Debo enfatizar que no escribí una novela sobre el Holocausto; escribí una novela sobre personas brillantes y capaces que sirvieron a las dictaduras durante la Segunda Guerra. No intenté crear mis personajes como víctimas o victimarios. Intenté pensarlos desde la lógica del mundo que construí en la novela.

- "Las buenas personas" es un título engañoso, irónico. ¿Cuál es la expectativa en cuanto a los lectores de este libro? Háblanos de la dimensión moral del texto.
-Este título es una forma de expresar la ironía del autor hacia sus personajes. La novela está escrita desde la perspectiva de los personajes, o sea, representa ese punto de vista. Y, de hecho, en varias partes del relato, y a través de todo tipo de justificaciones, excusas, evasiones, indiferencia e incapacidad de reconocer el verdadero significado de sus acciones, el deseo de logro, plenitud, así como el  miedo (todas características que no son ajenas a nadie que vive en nuestro mundo hoy), ellos se las arreglan para escapar y evadir el reconocimiento de sus acciones para definirse como buenas personas. Obviamente, no comparto esa perspectiva. En mi visión, esta novela no lidia con la interrogante sobre la culpa o la maldad, sino más bien con la pregunta sobre la responsabilidad, una pregunta relevante para cualquier sociedad en crisis, en cualquier momento. ¿Cuáles son los límites de nuestra responsabilidad como personas? ¿Podemos argumentar, como Thomas, que "no somos políticos" y, por ende, no responsables? ¿Cómo sabe una persona, en un momento presente, cuando las cosas tienden a ser vagas, en oposición al recuento histórico, cuál es el camino político correcto? Y quizá la pregunta más decisiva: si se sabe cuál es esa acción correcta, ¿estás dispuesto a pagar el precio?

- Has comentado que tu propósito es "pasar la página" históricamente, por ejemplo, en temas como el Holocausto.
- Eso no es exactamente lo que dije. Hablaba de mí mismo y de por qué era interesante para mí escribir una novela que acontece durante la Segunda Guerra. Durante mi adolescencia tenía curiosidad respecto al tema pero sentía que la discusión era limitada, y a veces hasta me sentía sofocado por la simplicidad de las conclusiones y la tendencia de las  instituciones israelíes de usar el Holocausto como una forma de etiquetarnos a nosotros, los judíos, en una posición de eternas víctimas. Y pensé que una novela podía insertar, por ejemplo, dos personajes nuevos dentro del discurso sobre la Segunda Guerra; personajes que no habían estado antes, y entonces, como de pronto entran en existencia, puedes hacer preguntas diferentes, explorar otros temas.

- Aunque la novela es un trabajo literario, a veces da la impresión de que personajes y lugares son emulados de manera hiperrealista. ¿Cómo promedias la investigación y la poética?
- A veces, la atmósfera de hiperrealismo se basa en cosas que inventé completamente; otras, es investigación. Lo que me importaba era el viaje imaginario de los personajes. Es por esto que ambas facetas mantienen posiciones dentro de los regímenes que inventé, puestos absurdos; no había tales puestos: la protagonista es editora literaria en la policía secreta soviética, y él, el otro protagonista, obtiene modelos de marketing de una corporación norteamericana y los vende a la maquinaria nazi como "ciencia". Quería crear una atmósfera realista, pero mezclar el realismo con otros géneros (como es la última parte con el "gran plan", donde todo decanta en una fantasía loca de dos personas desquiciadas). Como es un libro sobre la Segunda Guerra, la gente tiende a pensar que todo es real.

- El personaje de Aleksandra es crucial. Ella representa el aspecto burgués, intelectual de cierta capa social de Leningrado en la ex Unión Soviética. Su decisión de colaborar para Stalin como interrogadora es un acto muy problemático. ¿Cómo creas este personaje femenino tan complejo?
- Aleksandra no es solamente ambiciosa; su explicación para todas sus acciones es que ella quiere salvar a sus hermanos y, en consecuencia, se sacrifica por ellos al trabajar para la terrible NKVD, asociada a la policía secreta soviética. Por supuesto, esto es una explicación incompleta: la NKVD le da la oportunidad para satisfacer su talento. Creo que la voz narrativa de la novela siempre duda de su versión. Al contrario que Thomas, ella no celebra su ambición, más bien batalla contra la culpa, con su familia, con gente a la que mató; sin embargo, creo que es más sofisticada que Thomas, pues ha creado un sistema casi genial de negación, en el cual ella es la víctima, y esto es algo que intenta desesperadamente de preservar en contra de todo el mundo. Al final, este mecanismo la hace alejarse del mundo hacia una realidad alternativa y fantástica.

- Me sorprendió mucho una cita de la novela: "A veces nos sentimos culpables justamente por haber hecho lo que debíamos, en especial si se encuentran involucrados en ello los que en el pasado fueron nuestros seres queridos".
- Es algo que el marido de Aleksandra le diría. Claro, él es un asesino que trabaja para la NKVD y, a propósito, mi personaje favorito. El trata de mantenerla viva de manera de tener una respuesta para todo.

- ¿Cuáles son tus intereses literarios actuales? ¿Proyectas nuevas publicaciones?
- Bueno, mi última novela fue publicada en 2013. No tengo nada escrito por el momento. Creo que a veces es tan importante escribir como no escribir. Entonces leo mucho y pienso en "la vida y la muerte", como le dijo Boris Pasternak a Stalin en la famosa llamada telefónica entre ellos. El poeta Ossip Mandelstam había escrito un poema titulado "Epigrama contra Stalin" y hubo gran discusión y tensión en torno a este escrito. Stalin le preguntó a Pasternak si Mandelstam mostraba algún talento, a lo que Pasternak respondió: "Ese no es el punto; estamos hablando de la vida y de la muerte". Frente a esto, Stalin respondió que él habría sido capaz de defender mejor a un amigo, y a continuación, colgó. Me gusta mucho esta historia.



 



 

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