Escritor Nicolás Poblete y su novela sobre Antuco:
“Malas decisiones provocaron una tragedia”
"CORRAL", Editorial Cuarto Propio, 2024, 224 pp Por Juan José Jordán Publicado en EL MOSTRADOR, 26 de mayo de 2024
Nelson nunca se imaginó que tendría que volver a vivir con su padre y su tío a Valdivia, luego de haber sido dado de baja a raíz de un procedimiento policial que estuvo a su cargo, en Santiago. En el sur deberá acompañar y cuidar a don Manolo, alto funcionario en retiro, que tiene justificada fama de complicado.
Esta es la inquietante premisa de Corral, última novela de Nicolás Poblete, quien se ha ido abriendo un espacio en la literatura nacional gracias a su capacidad para desentrañar los rincones oscuros del alma humana.
Autor de una abundante obra, busca constantemente nuevos temas y formatos, publicando también poesía si el texto así lo requiere, como demostró en el lanzamiento de esta novela que tuvo lugar en el Espacio Literario de Ñuñoa, donde también dio a conocer Atisbos, libro de poesía.
—Ocurre algo muy interesante en la novela que es esta ilación de distintos acontecimientos de la historia nacional: la tragedia de Antuco, el estallido social, el terremoto de Valdivia y todo eso queda muy bien integrado, ¿cómo surge la idea de conectar estos hechos históricos que, aparentemente, no tendrían mayor relación entre sí? —Sí, aparentemente no tienen relación y quizás tú podrías escribir una novela con la trama, sin necesidad de incorporar ningún marco histórico. Hay textos así. Pero para mí creo que es muy difícil escribir sin un marco de referencia histórico. Por más dislocado que parezca, siempre hay algún antecedente.
Hubo varias aristas que confluyeron a la hora de consolidar la narración. Uno fue el escenario, que para mí era muy importante, que es el de esa parte del sur de Chile, Valdivia, Corral. Mi mamá era de Valdivia y parte de mi familia se quedó allá. Un tío de ella, o sea un tío abuelo mío, vivió en Corral toda su vida. Él pasó el terremoto y el maremoto ahí y nosotros lo fuimos a ver una vez. Contaba de su experiencia y cómo la gente corría hacia los cerros, como cabras, así lo describía me acuerdo. Él nos invitó y nos hizo unos congrios fritos ahí mismo, era una persona bien encantadora. Esto fue en los años 80 y el terremoto fue el 60, o sea, tampoco era tanto tiempo atrás para él desde esa perspectiva. Eso fue un primer impulso. Y luego empecé a estudiar la cuestión militar, la jerarquía y la historia, que no es algo de lo que sepa mucho, entonces requirió bastante investigación, leer bibliografía de esa área, informándome sobre la instrucción en la escuela premilitar, la escuela militar, los cursos por los que pasas, etcétera, y ahí uno de los hitos fue un libro que leí, probablemente era de un coronel, donde comentaba la tragedia de Antuco, que por supuesto yo recuerdo, porque fue en el 2005, o sea, es reciente en la memoria de todos nosotros. Y ahí encontré otro candado que podía ser abierto.
Paralelamente, estuve observando mucho tiempo a los lobos marinos. Me instalé dos semanas en una reserva que tiene la Universidad de Valparaíso en Viña, la Facultad de Ciencias del Mar, y ahí pude observar de cerca a los lobos marinos, que son unos personajes de la novela bastante importantes. Entonces fueron una serie de temas y preocupaciones que fueron entrecruzándose, incluso llegando al pasado más remoto de nosotros como colonia española, porque en esa zona del sur de Chile, Valdivia, Niebla, Corral, los fuertes, que todavía están, algunos en ruinas, hablan de ese pasado remoto que tenemos nosotros como colonia española. Para mí fue interesante hacer como un paneo con esos hitos históricos; la colonia, el terremoto, el estallido representado en la figura del protagonista, la tragedia de Antuco, en un amplio espectro histórico.
—Con respecto a lo que dices de Valdivia, no es solamente que la novela transcurra allá; no es que se mencionen un par de hitos turísticos que la gente conozca, como el Jardín Botánico o la Plaza de Armas; acá hay un conocimiento de alguien que se nota que sabe, que conoce el lugar, de hecho, me metí a Google Maps para ver dónde quedaba Corral y es un lugar lleno de riachuelos y ríos, es bien especial el lugar. ¿Crees que en la narrativa chilena hace falta poblar más el país? ¿No estará como muy restringido geográficamente? —Creo que sí. Si te fijas en las convocaciones a ferias, la Feria del Libro de Guadalajara o la Feria del Libro de Buenos Aires, por ejemplo, las temáticas son la ciudad, la dictadura… uno puede hablar de cualquier tema básicamente, pero siento que hay una carga muy fuerte en lo urbano. Pero sí que esto es un reflejo de la centralización que tenemos en nuestro país, con la ciudad como crisol cultural muy fuerte.
Por supuesto, tenemos las narraciones del norte de Hernán Rivera Letelier; tenemos también a Francisco Coloane en el sur. Los poetas se han dedicado a hacer un poco eso, Gabriela Mistral escribió Desolación en Punta Arenas. Pero sí que creo que lo que dices es verdad, falta poblar otros lugares que están un poquitito, no quiero decir menospreciados, pero quizás menos observados. El paisaje mismo es muy rico, no solamente en su flora y fauna, sino que en su atmósfera. La atmósfera es muy atractiva para un tipo de narración como esta, que requiere de un determinado tipo de clima, de un paisaje, el agua como elemento más simbólico.
—Hay una serie de situaciones ante las que el lector se descoloca, por ejemplo, cuando llega Nelson y está la señora en la tina con Kevin, lavándolo. También cuando se describe de cerca las gaviotas, en detalle, que aparecen casi como estos seres de otra dimensión. Lo misterioso, lo que no se entiende, lo ominoso ¿será un requisito para la sensación de miedo? —Sí, absolutamente. Yo estudié literatura e hice mi tesis sobre monstruosidades, entonces convivo con ese tema. Por supuesto que un ensayo fundamental es Lo ominoso de Sigmund Freud, donde pone como ejemplo este cuento de E.T.A. Hoffman, The Sandman, que sugiere la castración con la arena que él arroja a los ojos de los niños que no se quieren dormir. El terror está sugerido por lo desfamiliarizante, como el hecho de bañar a una guagua en una tina, algo que todos probablemente hemos visto, pero aquí hay una cosa perturbada, descompuesta, porque él es una persona de casi 40 años que está siendo bañada por alguien mayor que él. El hecho de que ellos no se lo planteen como raro lo hace más perturbador. Nelson ve esto y lo encuentra raro. En realidad siente miedo, pero no se lo plantea así, sino sólo como algo “raro”. Son gestos que hablan de esta conformación de una narración de terror, donde lo familiar se torna ominoso.
La naturaleza juega a favor de esto, en particular los pájaros, que son muy simbólicos. Tenemos la película de Hitchcock Los pájaros, que muestra ese miedo atávico, psicoanalítico. Hay también un, ese miedo. Hay ciertos guiños cercanos al realismo mágico en La mujer de los lobos que es la señora Ernestina. Ella tiene un poder, que es una comunicación muy fluida con los animales. Hay gente que tiene esa facilidad. Entender sus signos, sus lenguajes, dialogar incluso y eso es lo que ella hace con estas gaviotas. El reino de los animales está muy cerca de su experiencia. Yo creo que sí puede verse como una novela de terror, porque además hay unos detalles muy truculentos hacia el final. Se anticipan un poco, pero sí que son truculentos y probablemente característicos de una narración de terror, como hemos visto en esa tradición, con Edgar Allan Poe en Estados Unidos, luego el gótico europeo, hasta llegar al gótico ibérico en España, con escritoras como Adelaida García Morales, que han hecho su carrera en torno a ese género.
—Sí, hay un componente bien surrealista, mágico, pero la base misma de la novela es bastante concreta, como el hecho que Nelson vea cómo su papá, Juanjo, y su tío, Rolando, comparten a duras penas una casa en Valdivia, y que don Manolo pase sus últimos días en un hogar de ancianos, atendido. Si él quiere puede mandar a pedir un desfibrilador para el asma a España. Todo eso es muy concreto, real. Quizá está relacionado con los acontecimientos del estallido, que figuran como telón de fondo, con esta incapacidad de ver al otro. Para don Manolo Juanjo y su hermano son simplemente un par de raros no más, punto. No hay una intención por conectarse con el mundo del otro. —Claro. Antes, hace no mucho tiempo, tú podías decir que alguien era narcisista porque era vanidosa o muy preocupada de las apariencias, pero ahora hay muchos estudios centrados en el narcisismo como una patología severa. Y el personaje del anciano, don Manolo, es verdaderamente un narcisista grave. ¿Qué significa esto? Un narcisista grave todo lo ve desde su prisma, entonces cualquier cosa que ocurra lo entiende según cómo le afecta a él. Hay distintos tipos de narcisistas. Y este es un narcisista heroico, el héroe que se jacta de las hazañas que hizo, muy asociado al orgullo. Pero esas hazañas no son en beneficio de los otros, sino que en beneficio de su propio ego. Es una persona que jamás se va a disculpar, jamás va a reconocer un error. También investigué bastante sobre narcisismo y sus distintas tipologías. Puedes tener un jefe narcisista, una pareja narcisista, un hermano, hijo. Te puedes encontrar con un narcisista prácticamente en cualquier esfera social y una de las características es que es muy difícil que cambien su actitud. Entonces, realmente, no hay mucha opción, salvo desarrollar estrategias y lidiar con eso, según tu vínculo con esa persona. Y en el caso de don Manolo, vemos que él está totalmente anclado al pasado. Habla mucho, es el personaje que más se expresa por sí mismo en primera persona, con largos monólogos, que es una estrategia para poder hablar de ciertos acontecimientos históricos, algunos olvidados, pero por él muy atesorados, porque eso es lo que es él, “cuando yo estaba a cargo las cosas eran distintas. Ustedes ahora lo que hacen no vale mucho. Puede valer algo, pero en realidad no tiene el mismo valor de lo que yo hice”. Esa es su actitud permanente, siempre mirando en menos a los otros. Y claro, encuentra que estos dos hermanos son lejos lo más mediocre que existe. Y Nelson, que es una persona más sencilla, empieza a escucharlo y a pensar en que quizá tiene algo de razón en esto, pero por otra parte, se sorprende por el modo cruel en que el viejo se expresa.
Hay una evolución en Nelson. Aunque él no es una persona muy analítica ni introspectiva, hacia el final va corriendo por el bosque, ya ha cumplido su misión, y se pregunta en un momento ¿qué será lo que tengo yo?, ¿qué será lo que no tengo?, ¿quién soy yo? Esas preguntas que en algún minuto todos nos hacemos, me imagino, ¿qué me falta para hacer lo que quiero hacer?, ¿qué es lo que me pasa a mí? ¿porque estoy en la situación en la que estoy? Es una pregunta filosófica que quizás tiene alguna respuesta para alguno, pero en el caso de él hay un poquitito de aprendizaje en su camino.
El personaje de don Manolo encarna eso y también encarna un poco las torpezas y errores de la historia. Simboliza la historia de nuestro país por su larga edad y por todos los eventos que ha protagonizado. Para mí fue bien interesante ir haciendo confluir personajes tan distintos entre ellos.
—Con respecto al narrador, emite juicios. Particularmente con lo que pasa con don Manolo y no solo por lo que dice, si no que, por toda esa cosa corporal, es decir, se nos presenta realmente como un ser repelente. ¿En qué medida los juicios pueden aportar o obstaculizar la narración? —Yo quería usar un narrador en tercera persona, omnisciente, entonces la voz narrativa describe a los personajes y las intervenciones que hace son extensiones de esos personajes; está un poco mimetizado con el personaje que está describiendo en ese momento. Sentí que la mejor estrategia en el caso de don Manolo, era hacerlo expresarse por sí mismo y que el lector haga la abstracción que tiene que hacer a partir de su narración en primera persona, no tan intervenida por la voz narrativa. En esas partes su propio discurso habla por sí mismo. Cuando habla se expresa de manera muy despectiva acerca de todo tipo de cosas; una persona que hace comentarios en contra de las mujeres, de todo. Y también la descripción más orgánica de su cuerpo anciano, donde ya no controlas ni siquiera los esfínteres. Todo eso juega a favor de una descripción de una persona bastante deleznable. Por otro lado, los personajes que más me identifican y con los que siento mayor empatía son personajes minoritarios como Kevin o Francesca. Las mujeres en general. La señora Ernestina, La mujer de los lobos, es vista con más atracción y compasión que don Manolo, por ejemplo. Si me preguntas, es ahí es donde está mi filiación más amorosa, con esos personajes.
—Te quería llevar a la estética. Se podría decir que hay un cruce muy interesante, entre lo macabro, lo gore y un cuidado estético bien conmovedor. Cuando ya tuvo lugar un episodio violento, Nelson está en el paradero y se fija cómo se ve la luz en el horizonte después de la lluvia y se pregunta si la señora Ernestina habrá pintado eso en sus cuadros. A mí me hizo pensar en la literatura clásica, como Virgilio, que podía pasar fácilmente de la violencia a descripciones de una gran belleza. ¿Esto algo que se fue dando o lo planeaste exprofeso? —Claro, el paisaje es muy importante ahí y la belleza de esa zona característica que es tan rica en su flora y fauna, las especies, los tipos de árboles, la confluencia entre el mar y el río, los cielos, como destacas tú. Y también lo que él percibe. En cierto sentido se podría ver como una novela de aprendizaje, un bildungsroman, porque él parte como una persona bien silvestre, por así decir, y de hecho, al principio, cuando están en la casa de la señora Ernestina, ve un cuadro y piensa que son rocas superpuestas mojadas, pero cuando está terminando la reunión se da cuenta de que no son rocas, sino lobos marinos. Es una forma de decir que, a veces, algo puede estar frente a tus ojos pero no lo ves y eso es porque hay un aprendizaje en él. ¿Qué tipo de bloqueo tienes que no puedes ver lo evidente? Y en otro momento se extraña de la cantidad de lobos marinos y comprende que quizás es primera vez que entran en su mira, que es también una metáfora de la mira del visor en una pistola. Así, Nelson, dentro de su limitación, sí que tiene una evolución. Y esa escena que tú destacas es parte del cambio de su percepción.
—En esta novela donde hay tantos uniformados hay una gran diferencia entre el modo en que Nelson, Pancho y Don Manolo ejercen el poder y la autoridad. Pareciera que la diferencia está en que el fondo Nelson no se toma tan en serio. O sea, por decirlo coloquialmente, no se compra el cuento realmente. Viene de familia de carabineros y comete un error con la gente del río por lo que es dado de baja, pero realmente no se toma tan en serio ese rol mesiánico. —Sí, exacto, tienes toda la razón. Él también se puede ver como una extensión de su familia. Nelson acepta este destino como algo que le toca, sin plantearse mucho y sin jamás pensar en cuál es su vocación o su talento. Su decisión es más bien una salida, laboral, a una situación difícil socialmente. Ahora quizás son otras las formas de entrar en la sociedad, la vocación o los talentos quizás son más valorados, pero en un momento de tensión económica es una cuestión de supervivencia, no de mayor cuestionamiento en torno a tus intereses siquiera. Él sigue el camino familiar. Su amigo de Santiago, Pancho, es alguien repugnante que encarna la violencia, la típica persona que con un poco de poder lo usa de la peor forma posible. En un momento le dice a Nelson “oye, claro, tú tienes un talento de familia. Yo soy el primero en mi familia en estar en esta área, pero tú tienes un linaje, tienes una puntería que es una cuestión innata, impresionante como sabes disparar”. Por una parte también es una forma de hablar de que en cualquier área hay de todo tipo de personas. Esto lo vemos en Primo Levi en Si esto es un hombre o en Lo hundido y lo salvado. Él dice que incluso entre los oficiales nazis podías distinguir entre personas, entonces el área no va a determinar tu personalidad necesariamente; hay todo tipo de sensibilidades en un rubro.
Todos usan el poder a su manera. La persona que tiene más poder ahí es la mujer de los lobos porque en el fondo controla todo este universo. El poder más importante aquí es el de la plata, es lo que define cada lugar. La mujer de los lobos tiene a todos estos hombres bajo su tutela… El ejercicio del poder es otro gran tema aquí.
—Yéndonos al contexto literario chileno. Estuvo bastante de moda la literatura de no ficción. Digamos, libros donde uno leía la solapa con la descripción del autor y después leía el libro y no había mucha diferencia. Acá en cambio hay ficción, hay invención, la búsqueda de contar algo que no es real, ¿esto fue algo expreso, un intento de volver a la creación en el sentido de alejarse de la propia vida? —Es verdad lo que dices. A mí personalmente no me interesa ese tipo de narración. Cada vez que me tocaba leer algo así, porque como dices, hay mucho, pensaba en Roland Barthes y en que el autor está muerto. Probablemente a nadie le importa mucho eso. Y también hay otros requerimientos y otras atracciones y seducciones del mercado. Por ejemplo, testimonios de abusos, violaciones, toda una cosa sensacionalista bastante grotesca. Eso, para mí, no está en un registro literario per se y ni siquiera en el área de la autoficción o biografía, sino que está en un recodo, que es una exigencia de un determinado mercado. Hay excepciones, por supuesto, pero personalmente a mí no me interesa. Si tú lees El Lazarillo de Tormes, que es una obra anónima, no te estás preguntando por el autor. Siento que hay que ver el texto y no al autor, y en estas narraciones que comentas es lo mismo, no hay diferencia ente el autor y la obra. Es casi un tipo de prostitución. Siempre hay algo de uno en el sentido que uno es el que escribe, pero explotar un vejamen o un trauma de manera burda no reviste interés. Personalmente, creo en la creación de personajes, creo en una trama, creo en determinadas estéticas según el género en el que están siendo producidas.
Yo invito a leer mi novela porque más allá de lo entretenida que pueda ser, también está la posibilidad de observar el paisaje de esa zona de nuestro país que es tan hermosa, de valorar la naturaleza que hay ahí que está siendo explotada. El personaje de la Mujer de los lobos es una reivindicación de nuestro patrimonio natural, que sabemos que está siendo muy explotado en la zona del sur de Chile, entonces también es una forma de hablar de cómo proteger nuestros recursos naturales y nuestra fauna, que es tan típica ahí en esa zona. Más allá de la novela en sí, tenemos la posibilidad de ver esa zona de nuestro país y también de repasar ciertos momentos históricos. Mira lo que pasó ahora en Putre con estos soldados, es semejante a lo que pasó en Antuco. No olvidar que ahí se tomaron malas decisiones que provocaron una tragedia inédita en nuestro país. No olvidar que fuimos una colonia, todavía tenemos parte de esta colonia y se ve en los fuertes que muchos aún se mantienen en el sur de Chile. Y no olvidar que la arrogancia y el narcisismo son algo serio con lo que hay que tener precaución.
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"CORRAL", Editorial Cuarto Propio, 2024, 224 pp.
Por Juan José Jordán.
Publicado en EL MOSTRADOR, 26 de mayo de 2024