Gracias a Han Kang (1970) ha sido posible prestar atención a toda una generación de narradores coreanos que viene manifestándose con una distintiva mirada. Una serie de producciones literarias provenientes de Corea del Sur (y, de refilón, una mirada al compacto norte) empieza a cobrar su sitio en el contexto editorial a través de traducciones a diversos idiomas y a prestigiosos galardones literarios a nivel mundial. Han Kang tuvo una meteórica incursión en la escena literaria. Con la traducción al inglés, «La vegetariana» se transformó en la primera novela en obtener la nueva versión del prestigioso premio The Man Booker International en Inglaterra, que valora ficciones traducidas. Las tres narraciones que la conforman se centran en una mujer que, de un día para otro, producto de perturbadores sueños, decide dejar de comer carne para, luego, dejar prácticamente toda alimentación, salvo agua. Su deseo es el de transformarse en una planta…
“Antes de que mi esposa se hiciera vegetariana, siempre pensé en ella como alguien completamente común y corriente. Para ser sinceros, la primera vez que la vi ni siquiera me atrajo”. Así comienza «La vegetariana», que explora en profundidad temas como el aislamiento, la falta de comunicación entre dos personas casadas, la conciencia respecto a nuestro entorno natural, el poder de las relaciones familiares, la solidaridad entre pares y las marcas que cargamos por nuestro bagaje social e histórico. Hay mucho que analizar en esta obra y, aunque algunos la han tachado de depresiva y hasta pornográfica, resulta necesario releer cada párrafo para entender que cada descripción y cada argumento están dirigidos a un lector crítico que debe detenerse para observar actitudes y acuerdos que muchas veces se dan por sentado, pero que no por eso dejan de ser feroces. Y es que la protagonista actúa como un receptáculo, un cuerpo en el que confluyen otros discursos. Ella, Yeong-Hye, es verdaderamente una especie de oráculo que devuelve a cada voz su propio prejuicio y postura. La potencia de esta protagonista toma la forma de una no-presencia, pues casi nunca se manifiesta directamente; en vez, vemos cómo los otros personajes se relacionan con ella, quien, siempre pasiva, refracta sus percepciones, haciéndolos caer en un abismo desesperado e ineludible.
«Actos Humanos», aún no traducida al español, es la segunda entrega de Han Kang. La novela, impresionante por su fuerza poética y uso de imágenes de alto nivel de evocación, comienza con la masacre de Gwangju, acaecida en esa ciudad de Corea del Sur en mayo de 1980, donde más de 600 personas fueron asesinadas. Con gran participación de civiles y, principalmente, de estudiantes universitarios manifestándose en contra del gobierno autoritario de Chun Doo-hwan, durante esta revuelta popular las tropas atacaron sin piedad, disparando, matando y golpeando a quien se pusiera en su camino. En 2011, la UNESCO tuvo el gesto de inscribir los archivos del año de la masacre, como una forma de memorializar este episodio histórico como un registro mundial. La particularidad de esta novela radica en su tono lírico, extremadamente fantasmagórico, donde se dan cita diversos personajes que persiguen la redención: un niño en busca del cadáver de su amigo, una conciencia intentando pesquisar su propio cuerpo abandonado, una sociedad apaleada y traumatizada por la violencia. Con imágenes bellas que contrarrestan el terror que impera, la novela se hace cargo de rendir homenaje a las víctimas de la masacre, sin caer en clichés o sentimentalismos. En esta narración hay muchos cadáveres olvidados, pero también encontramos temas como la dignidad o la necesidad de la memoria. También está la recurrente imagen de la vela. Como indica la traductora: “En el contexto coreano, estos asuntos también pueden ser conectados a creencias animistas y a la idea de la integridad somática (que la violencia infligida al cuerpo es una violación del espíritu/alma que la anima)”. Y es con la imagen de las velas con la que la novela culmina: “Abrí mi bolso y saqué tres velas. Puse una frente a la tumba de cada chico, me arrodillé y las encendí”.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Han Kang, Premio Nobel de Literatura 2024.
Donde hay voluntad, hay un camino.
Por Nicolás Poblete Pardo.
Publicado en La Panera, 17 de julio 2017