Después del éxito de su novela Subterfugio (2022), transversalmente ovacionada, Nicolás Poblete regresa con otra faceta de su versátil narrativa, privilegiando un tono de parodia y comicidad. La destacada autora nacional, finalista del Man Booker Prize
por la novela La Resta (2019), Alia Trabucco Zerán conversa con el escritor por los entresijos de Succión (2023).
«Succión» muestra a través de la teatral voz de su protagonista, Sarai, una desenfadada mujer que establece un diálogo con la fallecida “Niña hermosa”. Además, Poblete denuncia un sinnúmero de prejuicios de nuestra arribista sociedad chilena.
El mito que genera la reciente muerte de la joven, producto de un accidente de carretera, y que recuerda al enigmático caso ocurrido en 1998, cuando una joven de 18 años murió tras ser impactada por una caja de herramientas que se desprendió de un camión que intentó esquivarla cuando ella conducía su motocicleta en la Autopista del Sol, revela las ilusiones, obsesiones, precariedades y proyecciones que invaden a los cuerpos que acuden a su altar para pedirle milagros.
Pero la adinerada Sarai no cree ni en milagros ni en religiones y su propósito es ayudar concretamente a la familia de la “Niña hermosa”, pues está consciente de su lugar de privilegio, como representante poderosa de la alta sociedad, y de la mala suerte de los más desventajados socialmente.
Así, se embarcará en un ambicioso proyecto para posicionar a sus elegidos (la madre y el padre de la “Niña hermosa”) en estrados más altos de la jerarquía social, dando curso a una voz altamente idiosincrásica, donde se mezclan el desparpajo y la vehemencia en una verdadera explosión discursiva.
Nicolás Poblete, autor de esta novela, además de hacer clases de literatura, es traductor y colaborador estable del diario “Cine y literatura”, de la revista cultural “La Panera” y de la publicación valenciana “Ucrònica”
La destacada autora nacional, finalista del Man Booker Prize por la novela La Resta (2019), Alia Trabucco Zerán conversa con Nicolás Poblete por los entresijos de su último libro.
—Noto en este libro algo propiamente airiano, una suerte de fuga hacia delante que no recuerdo tan claramente en otras de tus obras. Me refiero, por un lado, a una sensación de libertad, de avance sin destino fijo, y por otro a una suerte de fuga que no se cierra necesariamente y que apuesta a una fluidez discursiva, casi teatral, que avanza y avanza. Quisiera saber cómo fue el proceso de escritura de esta novela y si acaso fue distinto de otras obras tuyas.
—Es verdad. En un momento pensé que se podía transformar en una obra de teatro, precisamente por esa fluidez que le permite a la protagonista expresarse de manera muy elocuente, dramática en un sentido dramatúrgico, pero no llorón ni lacrimoso. Fue muy distinto a mis previas narraciones, donde suele haber más control sobre los discursos. Por ejemplo, en una novela como Subterfugio, que está organizado como un thriller, o en el caso de Si ellos vieran, que se ancla al género gótico, las discursividades juegan a favor de esos esquemas. Aquí, la voz es lo más protagónico y, por eso mismo, se permite una libertad donde se despliega una psiquis muy interesante, a mi juicio. Ese explayarse sin represiones sólo lo puede hacer un personaje como Sarai, la protagonista.
—Quisiera también que nos hablaras de Sarai pero sobre todo de la construcción de esa voz desafectada y deslenguada.
—Pensé mucho en cómo concebir este personaje y, finalmente, entendí cómo era. Por eso, no la pude reprimir. Es como cuando conoces a alguien e intentas entender a esa persona, más allá de tu proyección hacia esa persona; comprender a la persona en sí misma. Es un acto de escucha y de aceptación de aspectos y rasgos que, muchas veces, te chocan. No estoy pensando en corregir a esa persona, en decirle que sus comentarios son despectivos, políticamente incorrectos, racistas, etc, sino que estoy escuchando muy atentamente cómo se expresa, de dónde provienen sus impresiones… También en Sarai hay algo fresco, por su honestidad y su actitud directa y, al final, ella es una persona muy desprejuiciada, cándida.
—Aunque Sarai sea el eje del libro, su narradora, me parece que algo clave de la novela es la relevancia de los personajes secundarios y en particular, de los padres. Los padres de la niña hermosa, por un lado, y el de Sarai, por otro. Padre-madre que amamanta. ¿De dónde vino esta construcción? ¿Y qué te interesaba urdir a partir de esta masculinidad?
—Cuando empecé a tomar notas, pensaba en la organización familiar, en el entorno y contexto en el que se desenvuelven estos personajes. Últimamente, los últimos años, me ha tocado leer muchos personajes de protagonistas mujeres jóvenes en pugna con sus padres. Esto se cruza con la tendencia a lo que se ha denominado “literaturas del yo”. Muchas de estas narraciones muestran a una mujer joven denunciando a padres machistas, misóginos, abusadores, alcohólicos, etc, entonces aquí quise hablar de una relación verdaderamente afectuosa, idílica, entre padre e hija. Es tal su conexión, el padre incluso llegó a amamantar a Sarai cuando era una guagua. Ellos no se cuestionan esto, es algo orgánico y digno de sorpresa y felicidad para ellos. Los personajes secundarios, como los padres de la niña hermosa, Eliseo, el ex jardinero y ahora conviviente de la casa; también la amiga, Marcia, así como el novio de Sarai, Genaro, completan este paisaje y juegan a favor de sus motivaciones. Todos están en la mira de la “ayuda” que se les va a brindar como depósitos de filantropías. Los hombres de los que se rodea Sarai son todos femeninos; no hay conflictos de género entre ellos y ella valora mucho esta realidad.
—Otra cuestión llamativa, a mi juicio, y distinta de otras de tus obras, es el tono de la novela, más paródico y juguetón. Pienso en cuánto se distancia, por ejemplo, de No me ignores. Incluso en aquellos momentos en que sí se ensaya un tono elegíaco o propiamente dramático para narrar la muerte de la niña-hermosa, eso acaba siendo un simulacro, es decir, escritura dentro de la escritura, un mero juego en un taller. ¿Por qué tomaste esta decisión respecto del duelo?
—Tienes razón. Incluso en una novela tan extrema como No me ignores, donde se hace uso de una voz narrativa que corresponde a la de un psicópata, un asesino en serie, tenemos algo relativamente predecible, porque un personaje con este perfil tiene su modus operandi y ciertos tics que son reconocibles como síntomas de una patología. Aquí mi idea fue abordar el duelo de modo lúdico, más descarado. Es bien interesante lo que apuntas, porque hay un texto dentro de la novela, que es el que desarrolla el padre de Sarai en un taller literario. Aquí tenemos una doble usurpación, porque él toma el caso como material para su taller, y ese texto tiene un tono dramático, con tintes espirituales. Ahí me sirvió mucho un libro que estuvo de moda en los 70: Vida después de la vida, con los testimonios de personas que han sufrido muerte cerebral y lo que experimentan ahí: la luz al final del túnel, el repaso de imágenes, la aparición de otras personas, etc. Pero este texto nunca se completa porque el padre de Sarai está en este taller de modo diletante, tal como ha estado en talleres de jazz, escultura, etc. Entonces es una forma de hablar de la banalización en torno a la muerte y en cómo nos aprovechamos de dramas ajenos, de causas ajenas, para subirnos a un carro que, finalmente, es oportunismo.
—Otra pregunta para mí tiene que ver con un verbo: emprender. Un verbo muy propio del Chile contemporáneo. Emprender significa acometer, por supuesto, pero aquí aparece como mandato comercial-vital. Emprender para sobrevivir. Emprender para llenar el vacío. ¿Por qué trabajaste esta figura, la del emprendedor, la emprendedora, en la novela?
—No fue consciente, pero sí que la noción de emprendimiento sugiere modestia, es una forma de hablar con recato de un proyecto que quieres desarrollar, pero sin jactarte, quizá hay un tipo de superstición en ese recato. Hacia el final de la novela, vemos que Sarai ha conseguido posicionar a la madre de la niña y ella dice que lo que, en un inicio, discretamente llamaron “emprendimiento”, quizá ahora pueden llamar “empresa”. Creo que es otro rasgo de la brutal jerarquización en la que vivimos como sociedad…
—Por último quisiera que nos hablaras del personaje ausente y mudo, la niña hermosa. Sé que está basada en un personaje real, Astrid, joven que murió y cuya animita, la de los osos de peluche en la carretera del sol, la honra. Ingrid apenas aparece en la novela. Apenas una escena de una fiesta y luego varios simulacros a la hora de narrar su muerte por parte de los integrantes de un improvisado taller. ¿Cómo surgió esta figura? ¿Y cómo fue escribir un libro con esa ausencia como eje?
—Sí, está claro que no podía hablar de ella, porque yo no la conocí y sería ofensivo intentar dar voz a una persona que sí existió, entonces es una ficción inspirada en ese caso. Las pocas veces que vemos a Ingrid, ella aparece como una chica con ángel, muy simpática, trabajadora, encantadora, vital. La novela parte con un epígrafe de La amortajada, de María Luisa Bombal, un texto clave en nuestra literatura, pero allí se despliega un tono medio surrealista y romántico, nostálgico. En ese epígrafe (“Ningún gesto mío consiguió jamás provocar lo que mi muerte logra al fin”) está la idea de que muchas veces la movilización ocurre post mortem, y eso es triste, por eso, Sarai se aboca a productivizar la desgracia. El personaje ausente sirve también como el gran oráculo que es. Allí todas las proyecciones se precipitan. Incluso su propia madre llega a preguntarse por qué la gente le pide y le pide cosas. El personaje ausente permite a los presentes hablar sin pudores, tomarse una confianza sin precedentes. Muchos dicen sentirse muy cercanos a ella, incluso más que a sus propios parientes, y relacionan vínculos increíbles. Esto es fascinante, esta conexión con alguien a quien ni si siquiera conociste y que, sin embargo, puede ser tu faro, tu tabla de salvación.
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«Mi idea fue abordar el duelo de modo lúdico»
Por Alia Trabucco Zerán
Publicado en EL DESCONCIERTO, 3 de junio de 2023