Ana María del Río:
«Los chilenos tendemos a olvidar la situación represiva con demasiada frecuencia» «Me he quedado con tu cadáver», Ediciones Desastre Natural, 2023
Por Nicolás Poblete Pardo Publicado en CINE Y LITERATURA, 1 de marzo de 2024
La escritora chilena Ana María Del Río Correa (1948) habla de su más reciente publicación, el conjunto ilustrado de relatos Me he quedado con tu cadáver (Ediciones Desastre Natural, 2023).
El artista visual Topo Panda está a cargo de los ominosos dibujos que acompañan las narraciones, estableciendo un sugerente diálogo que juega a favor de las denuncias que se cursan en el volumen.
Figura destacada de la llamada Nueva Narrativa chilena que irrumpió a principios y a lo largo de la década de 1990, Del Río se transformó en una de las escritoras de mayor connotación mediática en el país, luego de la puesta en circulación de sus novelas Siete días de la señora K (1993), y A tango abierto (1996), respectivamente.
Ganadora del Premio Municipal de Literatura en dos oportunidades, su obra conserva la audacia creativa y la novedad estética que la han convertido en una de las narradoras de mayor prestigio en el circuito narrativo nacional, donde ha cultivado un estilo singular y reconocible, en comparación a otras autoras de su generación, inclusive a nivel latinoamericano.
La memoria social, la historia política reciente de nuestro país, y la reflexión en torno a la condición de la mujer local en el contexto de la contemporaneidad cosmopolita, son los pilares artísticos sobre los cuales Del Río ha construido una bibliografía insustituible en el campo de la ficción, a fin de entender al Chile actual y a sus hirientes y abismales contradicciones de todo tipo.
«Un hoyo insalvable en las personas»
—En muchos relatos (como en «De lado a lado», donde vemos el diálogo póstumo de la voz narrativa con un hombre, o en «Acequia», que da cuenta de la Reforma Agraria), se saca a flote el proceso de duelo, complejizado por las circunstancias de violencia política en que acontece. ¿Cómo cruzas duelo y erosión histórica?
—Las huellas de la violencia política ejercida por una dictadura quedan en dos áreas: por una parte en el código, en la Constitución, en las leyes, estamentos, normas y diversas disposiciones legales. Pero, por sobre todo quedan en un reducto personal.
Como los canguros, el ser humano tiene una bolsa para guardar los duelos. Y estos quedan, desgraciadamente. No se borran. Pueden sobrellevarse, pero no desaparecen. No se van achicando. Se estancan ahí y salen a veces, en épocas de soledad, de distanciamiento, de incertidumbre o en períodos nuevamente violentos.
El duelo personal no erosiona. La herida en carne viva de un desaparecido, de un muerto que fue querido hace un hoyo insalvable en las personas.
«La pavorosa amnesia de los pueblos»
—Muchos de tus personajes echan mano de mecanismos de defensa, como la ironía (en «Pieza del fondo», que destaca por la voz de un cruel monólogo) o la evasión. En «Timex» una mujer se siente aliviada al encerrarse voluntariamente en un auto mientras está siendo lavado, ya que allí mira la espuma y se imagina el mar. También el olvido es un mecanismo de defensa (en «Recinto», el hombre dice no acordarse de las preguntas que le hacen en una sesión de tortura). ¿Cómo se imaginan estas estrategias que intentan lidiar con la desfamiliarización?
—En «Pieza del fondo» la ironía corre a cargo del narrador. Allí la voz narrativa juega cruelmente con la ambivalencia de una sesión de ayuda en un parto y su semejanza con una sesión de tortura.
Este texto fue escrito en plena dictadura, cuando había una censura gubernamental amenazante que perseguía a los autores que dieran cuenta de las condiciones reales de la violencia política que se estaba ejerciendo en Chile a mediados de los 70 y en todos los 80. Fue escrito también en un taller clandestino de escritura, en que la metaforización de las situaciones era la única carta posible para los autores chilenos que querían denunciar las condiciones dictatoriales que se vivían.
«Timex» fue escrito mucho después y es un ejercicio más de la nostalgia —de los miles que se hicieron—. El personaje femenino echa de menos al valiente estudiante revolucionario al que alguna vez ella amó, el mismo que ahora se halla tristemente domesticado, metido en el sistema, convertido en un floreciente dueño de una estación de servicio de lavado de autos, orgulloso de su «logro».
No hay nada que dé más tristeza que esto. Asistir a la vuelta de chaqueta de alguien al que alguna vez se admiró por su idealismo, su consecuencia en el pensar y actuar, su valentía.
Luego, en «Recinto» estamos frente a una situación pesadillesca recurrente en mí como autora: dos muertos que no saben que lo están. Que confunden la muerte con el haber quedado atrapados en un recinto oscuro, a consecuencia de uno de los muchos enfrentamientos que han tenido en sus vidas. Y que poco a poco, van dándose cuenta de la terrible novedad de la muerte.
Esta situación también apunta a la terrible mala memoria, la pavorosa amnesia de los pueblos. Los chilenos tendemos a olvidar la situación represiva con mucha, con demasiada frecuencia. Tendemos a suavizar todo con eufemismos, con rodeos.
De pronto, un recinto oscuro, sin puertas, que no se abrirá. Esa es la verdad de la milanesa.
El impacto emocional del abandono
—El abandono puede verse como un común denominador en Me he quedado con tu cadáver. Hay abandono de ideas políticas y de formas de habitar, que quedan en el pasado; abandono de certezas e ingenuidades, y también abandono familiar, como aquella niña que: «sabe desde muy adentro de ella misma que tal vez su mamá no vuelva. Ha desaparecido para siempre, junto con su ropa del clóset». ¿Cómo sientes el impacto del abandono?
—Lo siento como mi propia metáfora obsesiva. Fui abandonada. Fui tan abandonada que abandoné también, mucho tiempo después. Pero el impacto del abandono es muy diferente en un contexto de paz política y el que ocurre en un ambiente de amenaza política.
En el primer caso es una tristeza personal frente a la que hay que apechugar. En el segundo caso es distinto. Allí uno es parte del desaparecido. Desaparece con él. Se destroza pensando en lo que le puede estar pasando. Se lo imagina sometido a tormentos y torturas inenarrables. Sufre mano a mano con él.
Así, el desaparecido no termina nunca, nunca de morir. Ese es el tormento para los que quedan. Para los que lo recuerdan. Para los que lo esperan siempre.
«Todos fuimos torturados de alguna manera durante la dictadura de Pinochet»
—El título del libro no corresponde a ningún cuento, aunque se asocia con evidencia a muchos, en particular al primero, «De lado a lado». ¿Por qué esta decisión?
—El título inicial era otro. Se iba a llamar Presente imperfecto. Luego se cambió a Me he quedado con tu cadáver. Es un título más violento, que me gustó más.
Y alude a que todos los que vivimos la dictadura de Pinochet nos hemos quedado con un cadáver que llevamos de distinta manera: algunos intentan olvidarlo, disolverlo en soda cáustica; otros lo guardan en su bolsa de las penas, que se abre a instancias del alcohol; otros, como yo, lo escriben.
Creo que después de la dictadura hubo muy pocos chilenos que no se hubieran quedado con su cadáver. Y los que no se quedaron con ninguno fueron tal vez los que ayudaron a que hubiera cadáveres.
En fin, creo que Me he quedado con tu cadáver, si bien es un título muy Dashiell Hammet, me gusta porque alude a una instancia que ya hoy pocos reconocen, pero que sí existió: todos fuimos torturados de alguna manera durante la dictadura de Pinochet.
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Ana María del Río:
«Los chilenos tendemos a olvidar la situación represiva con demasiada frecuencia»
«Me he quedado con tu cadáver», Ediciones Desastre Natural, 2023
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado en CINE Y LITERATURA, 1 de marzo de 2024