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Antesala a Nadia Prado, o mi disposición lectora

«El poema acecha en los intervalos», Editorial Bisturí 10, 2021, 103 páginas

Por Valentina Paz Osses Cárcamo
Publicado en WD40, N°4, Valparaíso, invierno 2022


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La aproximación a una obra (no sólo poética) es el acto reflejo de la puesta en marcha de un bagaje que sitúa al lector y que funciona como óptica/filtro del mundo que se le presenta, esta es una verdad irrefutable. Quizás es ella, la que no permite acercarse a la epistemología de este nuevo “mundo” o que nos somete a un mismo lenguaje a buenas y a primeras, ya que la obra es leída en un contexto mediato, con el riesgo presente de estancarse en él[1]. Pienso que la/el lector debe entrenar una mirada por sobre éste, para evitar la lectura precaria.

Planteo entonces, la idea de una lectura móvil (dinámica) que sea capaz de instalarse en diversos diálogos y niveles a medida que la reflexión avanza y se pasea por diversos campos. Se establece así, una red con mis referentes teóricos y experienciales como sujeto lector, que será más fluida y consistente si el texto es capaz de abrir por lo menos un nuevo espacio y delimitarlo, lugar que debe ser sostenido —como condición base— aparte de todo valor extraliterario. Una lectura móvil y que el texto sea capaz de abrir un nuevo espacio de sentido son entonces mis condiciones.

No hay mujeres invisibles sin tecnologías
cegadoras
Desolación en Nadia
Intrépida en Prado

Ardía la ignorancia en la tierra
siendo niña el temblor se precipitaba en la pequeñez.

Este alfeñique aparato absorbe los gritos
y en el río veo
a veces simplemente
cuando yazgo caminando
puedo ver fuera de su área esta que soy.
Recuerdo a mi padre, la imagen de éste donde
habito, cada fina nube mustia cada cordillera leve.
En dos lloriquean sobre el río grácil, sobre el hielo
el aire el humo, sobre el ocultamiento del cuadrante despierto
sobresaltado ante la lluvia.

Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas, 2010


Si la historia no estuviese del todo clausurada —por la repetición de la verdad univoca; sin ambigüedad—, la poesía nos abrumaría como una ola abierta a ella, concibiéndola como algo propio en y para la acción humana, desde las palabras que remedan el anidar intersubjetivo. De alguna manera, en alguna intersección, la poesía debería solidarizar con el pespunteo de la historia —lo señalo marcando a Barthes—. Así también, lo imprimo con este afán de temporalizar y dibujar una nueva geografía de la poesía chilena actual escrita por mujeres. Aquí tomo el material circundante de Nadia Prado (1966), con sus libros: Simples placeres, Carnal, J, Jaramagos, Leer y velar, Job, Animales distantes. Material sin cronología para reubicación, entre un análisis futurista que remite siempre a una danza retrospectiva, Por lo tanto, intentaré llenar primero ese vacio. Un vacío que parece una anarquía sobreexpuesta de material espeso, el cual por instinto genera una conmoción vivificante para trascender la monología que encubre muchas veces, la recepción colindante de los textos poéticos.

Para leer a Nadia, necesitamos crear un tiempo, una suspensión que disponga la apertura a esa sensibilidad que debate la circularidad de las ideas en la ficción de la urgencia. ¿Cómo evitar caer en los macrodiscursos sobre su volumen poético? El asentamiento del género, por ejemplo, como categoría espinosa dentro de la muestra de fracturas en la poesía como un problema puramente agenda, sin la necesidad de historizar los giros que la soportan. Sin establecer esa fila hacia una geometría de “margen”. Como una administración romántica tal vez de este espacio, o repleto de ingenuidad, o de una hipersignificación del espacio poético. Porque, su poesía tiene la ausencia de un todo, las cosas emergen de un vacío que está cargado positivamente, hay un desequilibrio que nos dice que vivimos por/ con error, y con eso nos cobija de otra manera.

En su textualidad, estamos constituidas en la dialéctica violencia-fragilidad, donde es un deber repoblar el lenguaje, inventar una nueva sintaxis con más fuerza, nueva pero poluta ya. Ahí, ya hay asomo poético, que recibo como una interpelación casi personal. Hay un redescubrimiento del pasado histórico, pero se me hace estrecho el correlato literario. Hay una herencia del arte social que está muy nutrido por una poesía de fuerte carga histórica bajo régimen de la dictadura chilena, y la de hoy, en la espera por develar las corrupciones de la organización actual, a las que seguimos pasmados con los vacíos interpretativos de esquemas pretéritos.

Así, la poesía para Nadia no es una religión secreta, Recuerdo haber inscrito esto sin anclaje de autorías: “como latinoamericanos, padecemos la ansiedad de ser modernos y rechazar la modernidad”. Por lo mismo, la poesía de Nadia nos resguarda también del acecho de esa esquizofrenia propia “de este sur” tan próxima. Su poesía promueve una escritura homogénea, cobija una continuidad cultural que se expresa en lo artístico a nivel político social como binomio indesmontable. Recuerdo entonces: “La verdadera poesía es aquella que nos llama, y nos sorprende, y ello ocurre únicamente por la fuerza del efecto que produce, y que nos obliga a acercarnos a ella como si tuviera algo que decirnos no como si ya estuviese todo dicho”.


La pregunta perpetua por el significado de la escritura poética
El recorrido entre los símbolos constitutivos de Nadia Prado

todavía sostener una aldea
tener intención por un deseo aún
simple y cierto decir que las puertas no se mueven
saber con seguridad y colmada certeza
que las letras vendrán a desintegrar el descuido

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Jaramagos, 2016


La escritura poética de Nadia tiene una episteme de compromiso afectivo a otras creadoras chilenas contemporáneas, y demanda como condición de emergencia, recurrir al afuera cultural-histórico para modular la traducción de sus pulsiones en modelos de representaciones psíquicas, transferencia-contratransferencia, es decir, Nadia podría estar vociferándonos: “yo deseo mi obra, mi pensamiento, mi lenguaje, mis fetiches, mis códigos sociales”. Me permito entonces, interpretar su ontología como escritura performativa y/o como una tecnología de sublimación de la (in)justicia, o desde los estragos en su yo somático.

Arrinconamiento del pasado, palabrear al dolor, reformular el mapa psíquico social, integrar al fluir de la rebeldía del poeta. La literatura de Nadia como rito de purificación. La rebeldía es, entonces: su propia transgresión al interdicto, la no repetición, la reelaboración, la combinatoria, y el juego como potestad de hacer pronunciable tanta muerte. Un arte como rebeldía perdurable a la cultura algorítmica de la diversión, de la performance y show sin intercesión. Interpretar nos dice; es hoy, también rebeldía. Hay que redefinir los problemas, reescribe Nadia desde la filosofía operando en tanto tragaluz. Hay que generar preguntas hermenéuticas como qué significa ser mujer poeta en este país, qué significado tiene que ella relate el eje diagonal entre la verdad/ invención. Leer a Nadia, es volver a situarse en las ilusiones: “El poema es una abstracción, una escritura que espera, una ley que no vive más que en alguna boca humana y esa boca es la que es”.

Su escritura como la potencia elevada: que la edición mengua: “el escritor es una desviación y agente de desviaciones, debe buscar lo que enriquezca el arte: desarrollos infinitos”: Parodia, eclosión, función representativa, eficacia simbólica, etc. A las escritoras nos deja una herencia sin retoques, algunos clichés invertidos del espectáculo pintoresco que llamamos País/región/ territorio, nos vuelve sujetas corporalmente involucradas en el proceso de hacer naturaleza desde la poesía. Ya no somos residuos, ni cadáveres exquisitos, ni técnicas de talleres literarios serializadas. La boleta de cobro es signo de paso; inscribir, placer, postergación, trauma, Institucionalidad y escenas post-pandémicas de la poesía en Chile que aún no revientan. Retorcer la palidez repetitiva de la escritura, economía de traspaso, y juntar las manos escindidas en señal de reconocimiento.

Otro punto de interés como su lectora, recae en la forma persistente de llevar ese asalto en la experiencia, en las consecuencias para Nadia, como mujer poeta, y lo más importante en mostrar la figura convexa a la hora de utilizar estos “nuevos espacios” en beneficio para nuestro género en post desencializado. Este panorama no es completo sin los aparatos de verificación que cubren la creación poética femenina, variable exógena que merece ser puesta en tela de juicio, ya que sigue reproduciendo una hostilidad contextual que empantana nuestra categoría, de esta manera se sostiene que esta línea que reingresa es peligrosa para el logro de una lucha en común. Por este motivo, el género como condición fundante también perturba al poema, ya que la palabra se hace cuerpo/presencia/organismo.

Esto implica que, para expresarse, una siempre se ubica / se marca al mismo tiempo con un lenguaje que es constantemente puesto en jaque en su rol de contención, porque está a la orilla de disolverse, aun cuando no se excluya la posibilidad de que esto sea revertido. Nadia nos recuerda nuestros abismos. Estas pistas delatan entonces textos autorreflexivos de Nadia sobre la pocsia, y sobre el acto de escribir como propiedad fotocopia, cimentada desde el discurso de la imprenta hasta la digitalización desde la lógica misógina a través de la división sexual del trabajo.

La analogía fundamental que atraviesa igualmente su obra se da entre la mujer y la palabra, por lo que, en esa individuación, representa la caída de la figura de hablantes femeninos como elementos portadores convergentes de un arte poética disociada: el de la mujer que arrastra paradójicamente una herida silenciosa, herida que se transmite como pérdida, dolor, desgarro. Sin embargo, la palabra poética femenina vigente de Nadia vuelve a (re)articular el espacio otorgado por el fuerte discurso de género de los ochenta, por sus compañeras, lo que devela su responsabilidad inquebrantable con el mundo.


Epilogo sensitivo sobre el volumen textual de Nadia Prado
La experiencia por sobre lo genérico

A lo largo de los años, dejé de creer que las estrellas son solo
belleza.
Si les doy un tiro apuesto a que sangran y dicen
un aullido que también el lago conoce.
Cuántas cosas podría decir el paisaje,
si lo camino hablas,
si caigo en él y mi oreja queda durmiendo cara a cara en la tierra
puedo oír que alguien ríe,
y luego un llanto que traspasa como un rayo que va a dar al cielo,
el cielo se une con el aire,
se une con la tierra,
se une con lo que ella guarda.
El disparo dio en el cuerpo y perforó el agua,
allá abajo todavía se escucha
el fondo de un corazón que no quiso hundirse.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . Copyright, Bisturí 10, 2019


El volumen total de Nadia retoma la situación del lenguaje propia de las crisis metacategoriales de la década de los ochenta, asume sus limitaciones y las erosiona en la construcción de textos responsables /responsabilizantes, alzando ahí un valor. Asi, su designio principal llega hasta la denuncia, poner en evidencia y vincular una propuesta llena de vericuetos biográficos como marcadores políticos. Otro propósito es dar a entender que alguno de los nuevos espacios creados por y para la mujer son ficciones tecnopolíticas estatales, mientras que otros necesitan volver a ser cogobernados, y precisan reconfigurar vínculos en distintos anclajes de modelación de las vidas. Finalmente, se examina a la par la lógica de una escritura basada en la revelación/repliegue, por lo que la sujeta discursea sabiendo que denunciar en la actualidad asuntos que se creían superados es sinónimo de conectarse con un duelo identitario, por lo que muchas veces sus denuncias son acogidas esencialmente por el murmullo.

El contenido manifiesto de la poesía de Nadia, resemantiza lo femenino con sagacidad, operación difícil hoy, por la caricatura de las mismas preguntas que merodean ese orden. El instrumento de la subversión aparece generalmente en los poemas más concisos para aplacar el exceso de angustia —dar respiros en sus libros-, y para dar mayor cercanía a los temas que intentan dialogar con nuestros devenires sexo-genéricos. A través de estos giros lingüísticos, asume particularmente con ellas, el rol de una hermana exploradora de una tradición de mujeres que resistieron la dictadura de Pinochet, y a sus posteriores crónicas hegemonizadas. Aquí, se encuentra el punto de divergencia con otras poetas jóvenes actuales, ya que la idea latente es la escritura desde el testimonio/testigo sin coaptaciones. Además, Nadia asume un hilo intergeneracional de continuidad no lineal -de tantos-.

El sonido de sus poemas busca la armonía en la variación y disonancia, En él, está el propósito de generar una inestabilidad atractiva al oído, experimentar con la belleza acústica de los quiebres, por lo que sus juegos fónicos arremeten la idea de una caída en dispersión. La música se apoya igualmente en el uso de encabalgamientos, nace a partir de ruidos conjugados con pocos instrumentos, Esta estructura del poema le otorga un impacto sonoro y una reverberación de una trama más que una idea principal.

Ahora, en cuanto a su construcción sintáctica, la escritura utiliza pocos ilativos y vuelve el mensaje somero, indefinido, aunque no extremado. Como un diseño que involucra trasladar el contenido al plano somático para reafirmar la imagen escrita, De esta forma, se apunta a una cierta convergencia en sus distintos medios de expresión de lo sensible. Termino, en la nostalgia que asegura que: “las palabras no son signos, ya que son sistemas secundarios modelados (pensamiento en el habla), significado referido del símbolo en el mundo del sonido”. El signo es aquí un fenómeno de tenor virtual. Finalmente, retomo a Derrida en este tejido, al invocar que, por otro lado, “la escritura no es más que una eventualidad de la palabra hablada”, de esta manera Nadia ha engendrado en su trayectoria escritural unos cuantos acontecimientos de bifurcación a los horrores que nos han establecido hasta ahora.

 

 

 

 

 

NOTA

[1] Se habla de riesgo sólo cuando existen mayores posibilidades de lectura que son opacadas por una lectura mediata.

 

 

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